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Aventura en el gimnasio

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Me puse mis mallas y mis tirantes y me fui al gimnasio. Cuando entré allí estaba él, como cada día, esperando a que llegara para explicarme los nuevos ejercicios que me esperaban aquella mañana de viernes. No había mucha gente aquella mañana así que tenía al monitor solo para mí. Empezó a explicarme y enseñarme los ejercicios de mi nuevo entrenamiento y solo con estar a su lado ya me subían las pulsaciones. Empecé con algo de cardio y pronto pasé a los ejercicios de fuerza. Como al principio me costaba un poco, él vino a ayudarme, acariciando mi cuerpo para ayudarme a poner la postura correcta.

Pronto el gimnasio se quedó prácticamente vacío y nos dejamos llevar. Sus manos acariciaban mi cuerpo cada vez más lento y sus labios empezaban a besar mi cuello desde atrás mientras mis pulsaciones se disparaban. Me giró y buscó mis labios hasta fundirnos en un apasionado beso que desató la llama que había entre nosotros. Poco a poco nuestros cuerpos se ponían más cerca y sus manos acariciaban mis nalgas mientras mis labios besaban su cuello y mis manos se perdían bajo su camiseta. Se la quité. Me quitó la mía y sus labios bajaron a saborear mis pechos. Yo gemía. Disfrutaba. Simplemente me dejaba llevar.

Me dio la vuelta, bajó mis mallas y se perdió entre mis nalgas haciéndome gemir. Su lengua se perdía entre mis piernas. Yo gemía y gemía disfrutando cada segundo. No aguantaba más. Una sensación empezó a recorrer mi cuerpo. Era un intenso orgasmo que me hizo gritar. Me giré y me dejé caer de rodillas. Mi mano se perdió bajo su ropa en busca de su pene. Ya estaba empalmado. La saqué y empecé a recorrerla con mi lengua. La acariciaba lentamente con las yemas de mis dedos y mi lengua. Empezaba a besarla y pronto me la llevé a la boca. La chupé lentamente empezando a sentir como se estremecía. Subí poco a poco la intensidad. Él gemía. Me sujetaba del pelo. Sentía como disfrutaba con el tacto de mis labios. Salía. Entraba. Le daba placer. Le miré a los ojos y nos leímos el pensamiento. Queríamos hacerlo.

Puse mis manos sobre uno de los bancos y, mientras nos fundíamos en un beso, sentí como su pene entraba lentamente en mi vagina estremeciéndome el cuerpo. Entraba y salía delicadamente. Poco a poco la intensidad subía. Mis gemidos iban en aumento. Ambos gemíamos. Disfrutábamos el momento. Nos dejamos llevar. Me sujetaba el pelo. Me azotaba de vez en cuando. Recorría mi espalda con sus manos. Mi cuerpo se estremecía con cada orgasmo. Me apetecía cambiar y él se dejó caer sobre la toalla en el suelo. Me senté encima. Me metí su polla en mi vagina y comencé a cabalgar. Mi cuerpo subía y bajaba mientras sus manos sujetaban mi cintura. A veces me dejaba caer en busca de sus labios. Sus manos acariciaban mis pechos. Cerraba los ojos y se dejaba llevar. Gemíamos. Disfrutábamos. Nos dábamos placer. Su cara lo expresaba claramente. Quería correrse. Yo quería disfrutar de su corrida. Me puse de rodillas y me llevé su pene a mi boca. No tardó en llegarme la extraña sensación de su semen golpeando mi paladar. Se escurría entre mis labios y ambos disfrutamos de aquel momento.

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