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Mi dulce venganza

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Era una fantástica tarde de primavera en mi ciudad. Me encontraba tranquilamente en mi cuarto leyendo mi libro favorito cuando de repente mi móvil empezó a sonar. Era el novio de mi mejor amiga. Me llamó desconsolado diciendo que su novia le había sido infiel y quería hacer algo. No quería dejarla porque la amaba así que pensaba en vengarse de ella con otra persona. Esa persona era yo. Desde que nos había presentado mi amiga, a él le empecé a gustar y a medida que fuimos hablando le gustaba más. Así que, como yo me quería vengar de ella por cosas que me había hecho en el pasado, acepté su propuesta de venganza.

Quedamos en un pueblo a las afueras de la ciudad, ambos iríamos en coche y veríamos qué hacer. Llegó antes que yo y allí estaba esperándome apoyado en el capó de su coche con ganas de comerme a besos. Aparqué a su lado y me bajé del coche. Su cara lo decía todo. Estaba espectacular con aquel conjunto corto que me había puesto aquel día. Decidimos dejar su coche en el aparcamiento y alejarnos en el mío a un lugar donde estuviéramos más apartados y corriéramos menos riesgo de ser descubiertos.

Enseguida nos pasamos al asiento trasero de mi coche y poco a poco fuimos acercando nuestros labios hasta fundirnos en un cálido primer beso. A ese beso lo siguieron más y nos dejamos llevar. Sus manos acariciaban lentamente mi cuerpo por encima de la ropa. Mis labios bajaban a su cuello para aumentar la temperatura de la situación. Se le veía un poco tímido. Decidí empezar yo el juego quitándole la camiseta y besando su cuerpo. Sus manos seguían acariciando mi cuerpo. No tardó en olvidarse de su timidez y bajar sus labios por mi cuello. Sus manos empezaron a quitarme la blusa para dejar al descubierto aquel bonito sujetador negro de encaje, que no tardó en desabrochar para perderse entre mis pechos. Su lengua sabía cómo jugar con mis duros pezones mientras de mi boca salían pequeños suspiros de placer. Pronto siguió bajando por mi cuerpo mientras sus manos deslizaban mis vaqueros y mi ropa interior hacia el suelo quedando completamente desnuda ante sus ojos. Me miró con deseo y su lengua empezó a jugar con mi clítoris de arriba abajo lentamente. Mis suspiros pasaban a ser pequeños gemidos que iban en aumento cada vez que se acercaba con su lengua a la entrada de mi vagina. Sus dedos empezaron a entrar y salir con suavidad de ella mientras mis gemidos aumentaban y sus ojos me miraban con lujuria. No se le daba nada mal aquello.

Tras un pequeño orgasmo que me recorrió el cuerpo le susurré que se sentara en el asiento y se dejara llevar. No tardó en cumplir mis órdenes y, tras quitarle el pantalón, me encontré con su pene erecto y juguetón. Las yemas de mis dedos comenzaron a recorrerlo mientras mis labios habían subido a besar los suyos. Pronto bajé y mi lengua empezó a jugar alrededor de su glande hasta que me la introduje en la boca haciéndole soltar un ligero gemido de placer. Durante un rato, mi boca jugaba con su pene mientras él se dejaba llevar y gemía de placer. Nuestros ojos se cruzaron y con un sensual guiño, me senté sobre él introduciendo su miembro en mi vagina suavemente soltando un pequeño suspiro.

Empecé a subir y bajar a un ritmo armonioso mientras sus manos se aferraban a mis nalgas. Disfrutábamos. Gemíamos. Mi cuerpo se estremecía con cada orgasmo en el que él sentía como mi vagina apretaba su pene dentro de mí. Decidimos cambiar y me puse a 4 en los asientos. Empezaba a sentirlo dentro de mí mientras me acariciaba la espalda. El ritmo fue aumentando con cada embestida y sus manos me propinaban pequeños azotes que aumentaban mi temperatura. Tras varios orgasmos que me estremecieron, me susurró que se quería correr y tan pronto como me lo dijo explotó en pleno éxtasis corriéndose dentro del preservativo en mi interior. La sacó y guardó el preservativo para tirarlo luego. Mientras nuestras pulsaciones se calmaban, nos dejamos llevar y nos quedamos abrazados después de un largo beso.

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