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Voy a visitar a mi hija a la universidad (Parte 3)
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Tiempo de lectura: 7 minutos

Ya os he contado que mi ex me había pedido volver con ella. Pero también le prometí a mi hija que la compensaría. Por supuesto que iba a hacerlo, aunque tengo que reconocer que el sexo con mi ex había sido excitante, tan bueno como cuando estábamos casados. Ahora lo más importante era centrarme y pensar en si iba a volver con mi ex o no, y por supuesto seguir follando con mi hija.

Lo primero era cortar con Lorena. Con ella no teníamos más que un polvo casual a la semana. Algunos pensareis que soy un pervertido incestuoso por tirarme a mi hija y que tendría que hacerlo solo con Lorena. Pero no me importa lo que penséis. Quiero a mi hija y el sexo con ella me hace rejuvenecer. Y si vuelvo con mi ex, todo quedará en familia, ¿no?

Ese día al llegar a casa, lo primero que hice fue llamar a la puerta de Lorena. Me abrió enseguida.

-Hola, pasa.

Entré y se lo dije directamente.

-Mira Lorena, mi ex me ha pedido volver y voy a serte sincero. No sé si voy a volver, pero tenemos que dejar de vernos. Ese “vernos” iba entrecomillado, claro, porque nos acostábamos más que vernos.

-¿De verdad? ¿Ya no te gusto?

-Claro que sí. Eres muy guapa y buena gente, pero, lo nuestro no lleva a ninguna parte. Tenemos que dejarlo. Es solo sexo.

Lorena se quedó callada un rato. Luego se levantó y de malos modos me llevo a la puerta y, sin despedirse, me echó fuera.

Sin embargo, me pareció oír unos lloros cuando me fui.

Tenía pensado algo para esa noche con mi hija. Durante una de sus clases nos estuvimos whatsappeando y la fui calentando, pero no le dije que había preparado.

A eso de las 22:30 salí de casa rumbo a la universidad. Había encontrado una zona con árboles, lo suficientemente cerca, pero también oculta para que nadie pudiera ver mis incursiones, que fue justo donde mi hija y yo nos habíamos despedido, después de volver del hotel.

Salí del coche. Llevaba puesta una sudadera con capucha, como los asesinos de las películas. Me reía al ver la pinta que llevaba y qué pensarían si alguien me veía.

Llegué pronto al campus. La habitación de mi hija daba a la parte de atrás. Miré hacia arriba y la reconocí por la cortina rosa tan hortera que seguro colocó su compañera de cuarto.

Me agaché a coger una piedrecita y la lancé a la ventana.

El primer intento no funcionó. Tiré una segunda y una tercera, y esta vez se abrió la ventana.

Mi hija se asomó y al principio no me reconoció.

– Soy yo, le dije en voz baja.

-¿Papá?

No creía que fuera yo.

-Voy a subir.

-¡Estás loco! me dijo, pero sonreía.

Había una escalera de incendios justo al lado de la fila de ventanas y aproveché para subir por ella, hasta su ventana.

Me fijé al entrar, que su compañera estaba durmiendo en la cama de al lado. Nada más entrar, me acerqué a mi hija y nos besamos. Nos quitamos la ropa entre besos y sobeteos y la llevé a la cama.

Me puse encima de ella. Quería hacerlo así sin más, pero mi hija me hizo taparnos con una sábana por si su compañera se despertaba y nos pillaba. Ella sabía que yo era su padre y menudo chasco que nos pillara.

-Papá, me dijo, llegas justo a tiempo. Nuria acaba de dormirse.

-Pues mejor. Yo estaba empalmado y mi hija húmeda. Entró sin problema.

Comencé con el bombeo, primero lento, saboreándola como siempre. Y luego acelerando más.

La sabana se movía con nuestro bamboleo. Mi hija cruzó sus piernas alrededor mío y me apretó para que le penetrara más adentro, como aquella vez en la ducha.

-Ah, ah, ah, ah, papá, que gusto, que gusto.

-Si, mi niña, si, si, si.

-Tenemos que hacerlo más… a… a menudo… no podía casi hablar. Una vez a la semana es mucho tiem… po… ooo.

-Si, mi niña, ya lo hablamos, aaaah, me corro.

-No papi, aguanta, aguanta un poco mas.

No podía mas y me derramé de nuevo en mi niña. Ella no se había corrido todavía.

Oí como la cama de su compañera se movía. La chica se levantó.

-¿Qué haces Sara? ¿Te has traído un tío? Como se enteren verás…

Sara no dijo nada y mientras estaba en el baño, yo seguí follándomela hasta que se corrió.

Tardó rato en salir y yo aproveché para vestirme rápido y, tras darle un beso a mi niña, me fui por la ventana, como un ladrón en la noche, poniéndome la capucha.

Llegué a paso rápido al coche, no pasaba nadie por allí, y me fui a mi apartamento.

Al llegar a casa me acosté pronto. Estaba cansado, pero feliz.

Al día siguiente, llamé a mi mujer y le dije que lo había pensado y que volvía con ella. Se puso muy contenta.

Me mudé en un par de días. Ni siquiera me despedí de Lorena.

Desayuné con mi mujer ese día cuando ya estaba instalado.

-Me alegro de que volvieras, no debimos separarnos.

-Supongo que el sexo conmigo fue lo bastante bueno como para convencerte.

-Pues tal vez, jeje. Por cierto, ¿cuánto te queda de excedencia?

-Un mes.

-Entonces tenemos tiempo de sobra. Aprovechémoslo.

-No. He pensado que por el momento no quiero tener sexo contigo. Mas adelante.

-Como quieras. Pero entonces tendrás que dormir en el sofá.

-Estoy de acuerdo.

Pasó pronto la semana y como cada jueves, me fui a la universidad a visitar a mi hija. Ese día me había contado que jugaban a esa hora en el estadio, un partido de rugby, donde ella era animadora.

Al llegar, me senté en la grada, bastante alto. Sara estaba vestida de animadora y estaba preciosa. Me sonrió al verme.

Empezó el partido. Mas tarde, con una jugada de punto, las animadoras se pusieron a bailar y subieron a mi hija en brazos, que quedó tumbada abierta de piernas y pude ver sus bragas rosas.

Yo estaba excitado, deseando que llegara el descanso, ya que habíamos acordado que en el descanso nos veríamos.

Sonó la sirena y llegó el descanso. Bajé de la grada y me metí debajo.

Mi hija dejó los pompones y supuse que me seguía.

Llegamos al fondo de la grada. Nos besamos, subí su falda de animadora y sus bragas y le comí el chocho.

Yo me bajé los pantalones y los calzoncillos y por primera vez mi hija se agachó y me chupó la polla.

Al principio no lo hacía demasiado bien, era su primera vez, y la fui indicando como hacerlo.

Al poco me daba mucho gusto. Se había convertido en casi una experta.

-Humm, mi niña que gusto. Sigue, así, así, ¡siiii, mi niña!

-Córrete papi.

-No tesoro, me correré dentro de ti.

La cogí a pulso y la apoyé contra el fondo de la pared y la penetré. Después de darle fuerte un rato, la saqué y acaricié sus labios y su clítoris con mi glande. Ella se volvía loca.

En eso estábamos, cuando note una luz detrás de mi. Otra mas. Era un fogonazo, un flash. Alguien nos había descubierto y nos había hecho al menos dos fotos.

Me salí de mi hija y sin volverme, ella me señaló con el dedo detrás de mí.

-¡Maldita zorra! ¿Qué has hecho?

-Tienes un amante y te he pillado, dijo una voz a detrás de nosotros.

Oí como esa chica, que debía ser muy joven por la voz, salió corriendo.

-Es Sonia, una maldita tía de 18 años, me contó Sara, que es superdotada y entró antes de tiempo en la universidad.

-¿Me ha visto?

-No, papá. Estaba demasiado oscuro y aunque haya disparado el flash, no te has dado la vuelta, con lo que no ha podido verte.

Salimos de las gradas un poco azorados. Mi hija primero y más tarde yo. Volví a sentarme y a ver el partido. Sara me hizo un gesto con el móvil en alto. Acabó subiendo al ver que yo no bajaba y me lo enseñó.

Tengo unas fotos de ti y tu amante. Decía el mensaje. Me ha gustado mucho su culo. Quiero verle en mi habitación en menos de una hora o envío las fotos a todo el campus.

-Maldita hija de…

-Tranquila Sara.

-Quiere que vayas y no sé qué más tiene pensado.

-No enviará las fotos. No se atreverá.

-Tu no la conoces, papá. Es capaz de todo.

-Soy adulto, tengo 45 años, ¿qué puede hacer esa tía contra mí? Tranquila, iré. No pasará nada.

-No debes ir papi. Seguro que quiere… y no dijo nada más. Sabía a qué se refería.

Sara respondió que aceptaba ir, sin decir que era su padre, claro. Al poco recibió un mensaje con el número de su cuarto. Era el 346.

Subí hasta la 3ª planta y no encontré a nadie por los pasillos. Los que no estaban en el partido estaban echándose la siesta. Quedaba casi media hora para que cumpliera el plazo.

Toqué la puerta de la 346 en cuanto llegué. Solo se abrió una rendija. Una voz me dijo:

-¿Eres tú?

-Si.

-Pasa y no hagas ruido.

La tal Sonia parecía más mayor de 18 años. Tenía un buen de par de pechos, casi como mi mujer y caderas anchas, pero no demasiado.

Alzó el móvil para que viera otra vez las fotos que tenía.

-Así que tú eres el amante de Sara. Me dijo. ¿Cuantos años tendrás? ¿44, 45?

-45, contesté.

-Le gustan maduritos. ¿Y te llamas?

-¿Porque tendría que darte mi nombre?

-Ya sabes, dijo y volvió a levantar el móvil.

-Gerardo, le dije.

-Bájate los pantalones Gerardo. Me gustó tu culo y quiero volver a verlo.

Obedecí y me quedé en calzoncillos.

-Date la vuelta y quítate los calzoncillos también.

Lo hice.

-Huuum, buen culo. Se nota que haces ejercicio.

No lo hacía, pero bueno, si creía eso…

-Ahora date la vuelta.

Lo hice. Se quedó mirando mi polla y se acercó.

-La tienes bien. No es excesivamente grande, pero me gusta.

Se agachó frente a mi y la cogió. Intenté retroceder, pero volvió a amenazarme con el móvil. ¿Me estaba dejando amenazar por una niñata de 18 años o qué?

Subió con su mano arriba y abajo. No podía creerlo, pero me estaba gustando.

-Así, ponte dura.

Paso a acariciarme el culo con la mano derecha.

-Uff, que rico lo tienes. Y siguió sobándolo.

Al poco se me puso dura como un cohete y no sé porqué, pero me apeteció follarme a esa guarra.

Me hizo que la ayudara a poner el sofá de su cuarto atrancando la puerta y me cogió del brazo y con la polla tiesa y la camisa aun puesta, me llevó a su cama.

Se tumbó boca arriba y estiró la mano a su bolso. Sacó un preservativo y me lo dio.

-Ahora póntelo y follemos. Cuando lo hagamos, borraré las fotos.

Imaginé, que aunque las borrase, tendría mas copias, pero acepté follármela.

Me lo puse despacio, quería saborear el momento.

-¿Es tu primera vez? Le pregunté.

-No. Así que al lío. Vamos, fóllame.

La obedecí y para vengarme, se la metí de un tirón. La empujé lo mas fuerte que pude, para que le doliera, pero no se quejó.

Seguí dándole fuerte, ella me miraba con cara de éxtasis, pero no gemía, solo se limitaba a mirarme.

Decidí que hablaría yo.

-Ah, ah, ah, ¿te gusta? ¿te gusta, eh?

Seguía callada.

-Eres una zorrita adolescente. Te gusta hacerlo con hombres mayores, ¿eh? ¿eh? ¿No contestas? Te has quedado sin habla, ¿eh?

Seguí follándomela.

-Me voy a correr, me voy a correr, vas a saber lo que es una corrida de un hombre de verdad, no un niñato de esos que te habrás tirado. ¡Aaaaah! ¡Me corroooo!

Y era verdad, en ese momento me corrí con ganas. Antes no lo había hecho con mi hija.

Seguí bombeando después de la corrida y me quedé dentro de ella presionado mi polla fuerte contra su chocho.

-Vale, ya está. Me dijo. Has cumplido. Cogió el móvil, conmigo todavía dentro, y borró las fotos.

Me salí de ella y me quité el preservativo. Me limpié bien en su baño y me fui de allí.

-Hasta otra, me dijo sonriendo, cuando me fui.

Salí un poco azorado, pero satisfecho. Ahora me había convertido en un pervertidor de adolescentes.

Mi hija me miró comprensiva cuando se lo expliqué.

Cuando llegué a casa, saqué la cartera y vi una nota escrita a mano:

Me ha gustado mucho, aunque no haya gemido, decía. Espero que repitamos, esta vez sin chantajes. Sin rencores, ¿eh?

Arrugué la nota y la tiré.

Esa noche cuando mi mujer se acostó, me fui a nuestra habitación.

-¿Has cambiado de opinión?

-Si, esta noche follaré contigo.

Mi mujer me esperaba desnuda en la cama, no sé cómo había adivinado que esa noche querría hacerlo con ella.

Se abrió de piernas. Se había depilado el coño y lo agradecí.

Después de comérselo como cuando éramos solteros, la penetré.

Follamos varias horas y fue increíble.

Antes de dormirme, me acordé de Sonia y pensé en que también me apetecía volver a satisfacerla otro día.

Pero eso ya es otra historia…

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