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Cris y Nerea (Parte II)

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Permanecí tendido en la cama mientras pasaban por mi mente todo lo acontecido y las comparaciones de madre e hija. Dando por supuesto la diferencia de edades entre las dos, podrían pasar casi por hermanas, vestidas su parecido físico eran muy acentuado aunque implicaba ciertas variaciones cuando estaban desnudas, por la espalda ambas bajo las caderas y unos buenos muslos con culos muy parecidos redondos, subidos, con nalgas bien definidas y separadas, aunque en Nesta naturalmente más maduro, unas nalgas que protegían el ano y que incitaban a su penetración, por delante las dos tenían unos pechos sin ser muy grandes pero si generosos que en Nesta aún se sostenían con turgencia, la gran diferencia estaba por debajo del vientre, Cris con el pubis y sexo completamente rasurado y como si fuera un corte de bisturí entre los muslos marcando la hendidura de una vagina que se abultaba cuando era excitada, mientras en Nesta una abundante mata de pelo cubría desde el pubis a la entrada del ano y entre la espesura unos labios vaginales que excitados parecían las puertas de entrada a la cueva donde se escondía el preciado tesoro de un pronunciado clítoris.

Estaba con mis pensamientos con los ojos cerrados y no me apercibí de su presencia al pie de la cama.

- Esto ha sido una locura ¿por qué ha pasado?

-Bueno... en realidad... no soy quién para explicar nada. Ni yo mismo podría explicar bien que pasó. Sólo te puedo decir que no es ninguna tragedia, somos adultos ¿no?

-¿No es ninguna tragedia? adultos... ¿Qué adultos?

-No sabíamos adonde íbamos a llegar... pero te ha gustado ¿si o no?  -dije, tratando de minimizar las cosas, se había envuelto en una toalla pero no se había desprendido ni del collar ni de las muñequeras ni de las tobilleras. Mi reacción intempestiva, ciertamente admonitoria, pareció calmarla.

- Pero yo soy su madre y me he comportado como una puta... -dijo con cordura-. Me pueden pasar esas cosas, algunas a las que seguramente tengo derecho... pero no puedo cometer estos errores.

Comprendí que se había empezado a derrumbar, empezaba a tomar conciencia de todo lo que había ocurrido.

-¿Seguro que te ha gustado y disfrutado cometiendo ciertos errores?  -pregunté, acuclillándome frente a ella.

-La verdad que sí, pero... me siento como un animal en celo.

-Las perversiones y el deseo sexual está latente en cada poro de tu piel y no te tiene que importar expresar tus deseos y lo que quieras hacer.

Alargué la mano por entre la toalla y empecé acariciarle las piernas, con la palma despacio apenas rozándole el vello y con el pulgar entre los labios alcanzando el clítoris. Cayo la toalla, tomó una brusca inspiración, gimió y las piernas casi se le doblaron. El dedo se deslizaba dentro y fuera. Le rodeé la cintura con un brazo para sostenerla, mientras aumentaba la presión en su palpitante centro. Sus piernas se abrían pude hundir el dedo hasta alcanzar un punto que la hizo jadear. Noté las primeras contracciones de la vagina y en vez de continuar con el juego, lo saqué totalmente mojado y emprendí el camino al perineo y más allá, hasta encontrar el principio de las nalgas, las sujeté con las palmas y hundí los dedos entre ellas separando ambos cachetes. Coloqué la cara entre los muslos abiertos, la lengua ascendía por el perineo para a continuación empezar a recorrer lentamente el canal entre ellas. Se tensó bajo aquellas caricias en el ano.

-Tranquila, si quieres lo dejo.

-No... no... Continúa.

-Cuando digas basta, sólo quiero jugar un poco.

-Adelante -asintió.

Continué deslizando la lengua por la grieta entre las nalgas evitando certeramente el rosado orificio mientras dos dedos volvían a masajear el clítoris.

-No, no, follame por favor -Gimió, reclinándose sobre mí.

-Relájate y túmbate en la cama boca abajo.

Siguió las órdenes, hundió el rostro en la almohada. Al poco se volvió para mirar qué estaba haciendo.

-No te muevas -le dije en voz baja.

Volvió a esconder la cara. Quería observar su cuerpo y comprobar hasta qué punto estaría dispuesta a obedecer, deje pasar unos minutos más sin hacer nada. Volvió a darse la vuelta. Esa vez, respondí dándole unas palmadas en las dos nalgas.

-¡Ayyyy! -exclamó.

-Te he dicho que no te des la vuelta -le advertí con voz autoritaria.

Obedeció y pasaron más minutos agónicos sin ningún movimiento. Le acaricié el trasero en el punto donde la había golpeado y deslicé los dedos entre la canal de las nalgas. Intentó incorporarse.

-No he dicho que pudieras moverte.

Ella volvió a tumbarse apoyando de costado la cara esta vez entre sus brazos. La sorprendí con nuevos cachetes, esta vez más fuerte. Se mordió el labio y luego soltó entre dientes algo ininteligible.

-Me apetece darte un masaje.

Me unté las manos del aceite y pasé un largo rato desde el cuello hasta los pies, después me centre en los muslos, de manera más suave, dentro fuera, de otra forma y con otra intención. Seguía boca abajo y le separé bien las piernas.

-Dime en qué estás pensando.

-No estoy pensando en nada.

Me coloque sentado en sus talones, me incline y con la lengua recorrí toda la largura de sus muslos por dentro, chupando con suavidad, con veneración hasta el final, enterrando la lengua en el entramado de pelos que cubrían ambos orificios.

-Me gustaría hacértelo durante horas y hacer que te corrieras una y otra vez.

-No te detengas, hazlo, soy toda tuya.

-¿Estás segura?

-Sí, amo. Mi coño, mi culo, mis pechos... son tuyos para hacer lo que quieras y cuanto quieras.

La hice colocar apoyando su cara contra la almohada, otra se la coloque debajo del cuerpo, con las piernas encogidas y el culo en pompa, de nuevo uní las manillas con las tobilleras y le separé bien las piernas, la visión era excitante, abiertas las nalgas, entre ellas por la espesura de la mata de pelo sobresalían los labios carnosos y rosados del coño abierto y brillante por la humedad de su excitación, el anillo del ano de un color rojizo oscuro con contracciones tensando las terminaciones nerviosas.

-Comprendes bien lo de posesión y obediencia.

-Claro que sí... lo entiendo bien, eres mi amo.

Busco en la bolsa de cuero negro y saco una fusta, delgada, pero rígida. Es una forma de demostrarle quien es el que manda. Gira la cabeza y sus ojos se dilatan de pronto.

-Muy bien, vamos a comprobar si te comportas como una sumisa.

-Pero ¿por qué? ¡Aaaah!

El primer latigazo cae sobre su trasero. La sensación la recorre desde la base de la columna que es el culo hasta la nuca -Este es el primero. ¿Te gusta?

-¡No! ¡Ah! La fusta vuelve a golpear. Los glúteos tiemblan.

-¡Respuesta equivocada! ¿Te gusta?

-¡Sí! ¡Aaaah! Cae otro azote, ya irracional ante cualquier respuesta.

-¡Pues entonces pide más! ¡Pídelo!

-¡Azótame! ¡Dame fuerte! ¡Ponme el culo rojo! ¡Ah! ¡Ah! ¡Aaaaahh!

Me detengo. Respira con dificultad, su pelo está revuelto, sus piernas tiemblan, su boca queda abierta. Su trasero está como un delicioso tomate. Con la lengüeta de la punta golpeé sobre su coñito. Me coloco de rodillas detrás de ella. Paso la polla por su coño, la tengo durísima, con el capullo de un rojo púrpura y el escroto tenso. La deslicé entre sus nalgas moviéndome arriba y abajo, para que la sintiera.

Tiré la fusta lejos y me tumbo junto a ella y busco su rostro. Nos miramos por fin sonríe.

-Delicioso, ¿verdad?

-Sí, mi amo.

-Muy bien. Pues aún… aún hay más. Tengo algo que te va a encantar.

-¿Más?  -dice, asombrada.

-Sí, pero esta vez dejaré en paz tu culito. Pobrecito, ya tiene bastante.

Me levanto y voy de nuevo a la bolsa. Ella quiere seguirme con la mirada, lo que sus ataduras le permiten y ver qué es lo que pretendo. Cogí unas pinzas, se las coloqué en los labios vaginales hinchados ya por el deseo. Se tensó unos segundos, pero la veo sonreír y se muerde el labio.

Acerco mi lengua a su sexo y le lamo a conciencia. Esta deliciosa… succiono su clítoris una y otra vez, introduzco mi lengua por el canal de las nalgas y humedezco el anillo del culo. No puedo evitar el impulso de morder el labio que sobresale de la pinza, consiguiendo que un insulto escape de su garganta.

-¡Bastardo, hijo de puta! ¡Para!

-No… una puta como tú se merece esto y más -respondí.

Ahora unto con vaselina un juego de bolas chinas, son del tamaño de pelotas de golf, los labios continúan pinzados y las froto contra la entrada para lentamente introducirlas en el interior, entre la crema y sus flujos está completamente mojada, sus muslos tiemblan cuando pasado un tiempo extraigo lentamente la bolas y tiro de las pinzas.

Con un ¡aayyy! un nuevo gesto de dolor, la nalgueo un par de veces más.

-¿Necesitas que pare, Nesta? Puedes hablar.

-No -Emite unos berridos apenas humanos. Me aparto y contemplo el espectáculo. Una baba elástica resbala por los muslos.

-Buena chica -La piel del trasero y de la parte posterior de los muslos le ardía.

-Deliciosa… Vamos a ver qué más hay por aquí…

Seguidamente cogí un plug metálico en forma de lágrima, me decidí por el intermedio, lo unté y en cuanto acerco el aparato al ano, sus muslos tiemblan, se convulsiona.

Ella gimió prolongada cuando el juguete finalmente se abrió camino a través del apretado anillo de músculos que protege su entrada trasera. Por sus movimientos la invasión acarició terminaciones nerviosas que aumentaron en casi una excitación insoportable.

-¡No, por favor!

-¿Por favor qué?

-Necesito correrme.

-Ni hablar. He dicho que no te vas a correr hasta que yo diga.

-Oh dios... es tan bueno.

Le dejo el plug introducido mientras le suelto las pinzas de los labios. La sangre vuelve a correr por ellos y los torna rosados y jugosos… como fresas maduras. No puedo evitar el deseo de chuparlos, lamerlos y morderlos de nuevo.

-¡Dios, sí! ¡Así… justo así! ¡Follame por favor! -grita retorciéndose.

-Se lo que estas sintiendo pero tú no tienes que darme ordenes, ¿de acuerdo?

-Si lo sé mi amo.

-Quiero oírte gemir como una niña que se ha hecho mucho daño -Le apreté los pechos que colgaban como dos campanas y tirando de los pezones.

-Estas caliente y lista, levanta la cintura y flexiona bien las piernas -con una mano separo bien sus generosos muslos en primera vista el agujero del culo de rosado oscuro y rodeado de vello, taponado por el plug, completamente húmeda y palpitando la ranura abierta entre los labios vaginales, engrandecidos bajo la espesa pelambre. Está a punto de caramelo…

-¡Ahhhh, dios! ¡Para mi amo! No podre evitarlo, me corro… -le impedí que cerrara las piernas y le levantó la cintura, todo lo que le permitía al estar presa de las manos. Mientras la observaba espere que se relajase un poco.

-Oh Dios!!! No podré evitarlo, mi amo.

-Nada de orgasmos hasta que yo lo diga -sentencio.

-¡No, por favor! ¡No voy a poder!

- Claro que podrás

- Sí amo. Entiendo.

Ya no puedo esperar más. A la mierda el juego, el castigo y todo lo demás. Le suelto los mosquetones que sujetan las muñecas y la sostengo por las caderas con firmeza. Su respiración es ahora una serie continua de gemidos y jadeos. Ella solloza, ruega desesperada por correrse, pero no voy a dejarla llegar si no estoy enterrado dentro de ella, levanta la cabeza y me mira. Su pelo está desordenado y se ve casi agotado, pero hay un fuego en sus ojos. Esa mirada hace que mi polla se balancee fuerte y palpitante mientras me muevo hacia arriba y me posiciono encima de ella. Mi polla encuentra rápidamente su objetivo. Con un solo empujón, la entro completamente, está doblemente penetrada. Sus ojos se cierren en éxtasis mientras deja escapar un largo y profundo gemido. Su coño se contrae, se convulsiona y agarra firmemente alrededor de mi polla. Empieza a subir las caderas como si quisiera que la follara más rápido, pero resisto el impulso.

Su cabeza se lanza hacia arriba rápidamente y deja escapar un gemido, mi polla completamente empalada dentro de su coño tembloroso. Consciente de los intensos ruidos de éxtasis que se escapan de su boca, pero casi completamente impotente para controlarlo, baja la cabeza y esconde su rostro en la almohada, empujo dentro y fuera. Mis gemidos compiten con los de ella, mis caderas no pueden cesar su vaivén desenfrenado y cuando su sexo se convulsiona sobre mi polla me arranca el orgasmo que tanto estaba deseando.

Tumbado a su lado y después de un largo silencio, me acaricia la mejilla, su mano se desliza hacia mi nuca, y sus labios vienen al encuentro de los míos.

-Estás completamente loco -susurra.

-No soy tu amo, yo he sido esclavo de tus deseos.

-Oh dios... ha sido es tan bueno.

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