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El sonámbulo y su madre
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Tiempo de lectura: 7 minutos

Cuatro años estuviera Abel en un reformatorio por haber robado en una farmacia. Entrara con 17 años y saliera con 21. Ya era un hombre, alto, rubio, de ojos azules y fuerte.

Su padre, Adán, se había divorciado de Eva, su madre. Su nuevo padrastro, Evangelino, tenía 52 años, era un nuevo rico, moreno, bajo y enclenque.

La primera noche que Abel durmió en casa, sintió a su padrastro follar con su madre, y a ella decirle, cuando acabaron:

-¡Puto vicio de follar con condón y no darme tiempo a llegar!

-Mañana es otro día.

-Dirás el sábado que viene. Esa es otra. ¿Por qué follamos los sábados y no cuando tenemos ganas?

-A dormir.

-A dormir tú. Te vas a tomar los somníferos y hasta mañana a la mañana no hay más hombre.

Una hora más tarde, cuando Evangelino, estaba preso en el sueño. Eva, que era una mujer morena, con un cuerpazo, se destapó, encogió las rodillas, abrió las piernas y comenzó a masturbarse pensando en una amiga. Sintió como se abría la puerta de la habitación. Entró en la habitación Abel, se metió entre sus piernas y comenzó a comerle el coño. Evangelino se dio la vuelta y uno de sus brazos cayó sobre la espalda de su hijastro. Abel ni se inmutó. Agarró las grandes tetas de su madre con las manos y, magreándolas, siguió comiéndole el coño. Poco después, Eva, movió la pelvis de abajo arriba, y mordiendo la almohada se corrió en la boca de su hijo.

Abel, después de tragar el jugo de la corrida de su madre, se fue. Se fue Abel y Evangelina siguió donde lo dejara. Al rato se corrió y al acabar se hizo otra paja.

Era domingo y desayunaban en la cocina, Evangelino, Abel y Eva, que le dijo a su esposo:

-Se me olvidó decirte algo, Evangelino, Abel es sonámbulo. Si alguna noche lo ves caminar por la casa no lo despiertes. Podría sufrir un shock.

Evangelino le preguntó a Abel.

-¿Y no recuerdas lo que haces?

-Cómo voy a recordar, si sé que soy sonámbulo es porque me lo dicen.

Evangelino, cambió de tema.

-¿Pusiste los palos der golf en el maletero del coche, Abel?

-Sí.

Al rato, padrastro e hijo se fueron a jugar al golf.

En el campo de golf, le dijo Evangelino a Abel:

-Lo pasarías fatal en el centro en el que te recluyeron.

-La verdad es que no. La directora se comía a quien me dijese una palabra más alta que la otra. Incluso habilitó una habitación al lado de la suya para que no me pudiesen hacer daño de noche.

-¡Qué raro! En esos centros suelen usar mano dura. ¿Qué edad tenía la directora?

-No te sabría decir, entre treinta y cuarenta años.

-¿Te la follabas?

-¡No! Era un cielo de mujer.

Evangelino era perro viejo.

-¿Por qué mientes?

-Un caballero…

-Te la follabas. Cuenta, coño, cuenta, que nada le debes.

-Teníamos un juego, ella, la mujer de la limpieza y yo.

-¡¿Qué juego era ese?!

-Un juego sexual.

-Explícate con detalle.

Viendo el interés de su padrastro, y como de dinero andaba tieso, Abel, quiso quitar provecho.

-¿Qué gano yo con contarte lo del trío?

-Algo caerá, hombre, algo caerá, que ya sé que no tienes un duro.

Abel se iba a explayar.

-Te contaré lo que hicimos el día antes de salir del reformatorio. Era mi despedida. Entré en el despacho de Leticia, la directora, que era una mujer pelirroja, con buenas tetas, buen culo… con todo bien puesto, y que me dijo:

-Siéntese en la silla de la esquina que ahora hablamos.

Llamaron a la puerta del despacho.

-Entre.

Entró en el despacho Begoña, la mujer de la limpieza, una mujer de veinte y pocos años, alta, morena, de ojos marrones, con el cabello recogido en una trenza, con tetas como sandías, guapota, casada, con un hijo de dos años y un bebé de pecho, y que vestía una bata verde y calzaba zapatos marrones de tacón bajo.

-¿Me mandó llamar, señora?

-Sí, me enteré de que por venir a trabajar no da el pecho a su hijo. ¿Es verdad?

-Eso es mentira, se lo doy antes de salir de casa, después de llegar a casa y por las noches.

-¿Le deja un biberón con su leche?

-Le dejo leche para tres biberones.

-¡Mentira! Las tetas no tienen tanta leche.

-Yo tengo leche hasta en el culo. ¿Quiere averiguar si la tengo?

-Quiero.

Begoña, venía preparada, se quitó la bata y quedó en pelota picada. ¡Tenía un culo de ensueño! Leticia se levantó de la silla de detrás de la mesa, se agachó y le lamió el culo, le abrió las nalgas con las manos y le folló el ojo ciego con la punta de la lengua, después se fue levantando y lamiendo su espalda hasta llegar al cuello, se lo besó, le giró la cabeza, le metió la punta del dedo medio en el ojo ciego. Begoña, empujó con el culo y lo metió todo dentro. Leticia estuvo un buen rato besando a Begoña y follándole el ojete con su dedo…

Al darse la vuelta Begoña, Leticia le mamó una teta, y después la otra. Acabó apretando las tetas. Chorros de leche bañaban su cara. Quise ponerme en pie. Era una pena que se perdiera tanta leche. Leticia me detuvo.

-¡Ni se te ocurra levantarte!

Begoña quería marcha, marcha, marcha.

-Déjelo, me sobra leche.

-¡A callar, puta!

La directora se volvió a agachar y le comió el coño. Begoña se acariciaba las tetas y la leche bajaba por el vientre hasta su coño peludo

Begoña ya perdió las formas.

-¡Vas a hacer que me corra, guarra!

-Por llamarme guarra, putona, ahora te quedas con las ganas.

Tenían el guion bien preparado. Leticia vino a mi lado, se inclinó, me sacó la polla y se puso a mamarla. Begoña cogió dos reglas encima de la mesa del despacho. Le levantó el vestido a Leticia, que no llevaba bragas y le dio, como a ella le gustaba, como si tocara la batería con las dos reglas, "plas, plas, plas…!"

La directora se calentó.

-¡Heavy metal, puta, heavy metal!

Joooder. Nunca tal cosa dijera. La mujer de la limpieza tocó la batería en el culo de la directora como si fuese el batería de Iron Maiden. ¡¡¡Plaaas plaaaaa…!!!

Leticia, con el culo a arder, dejó de mamar, se levantó, abrazó a Begoña, la besó. Begoña le quitó la falda y la blusa. Leticia quedó desnuda como ella. Pensé que se iban a comer vivas, pero al rato, la directora, con sus tetas y su vientre empapado con la leche de las tetazas de Begoña, se sentó sobre mi polla, dándome la espalda, y me folló… No aguantó nada, al ratito su coño apretaba mi verga y la bañaba con una inmensa corrida. La putilla de la mujer de la limpieza, al acabar de correrse Leticia, ocupó su sitio y su posición. Se clavó mi verga de un golpe. Le cogí las tetas. En el ratito que tardó en correrse las palmas de mis manos se llenaron de leche. Aguanté, a duras penas, pero aguanté. Sabía lo que me iban a hacer. Begoña hizo que me levantara, se sentó en la silla, me eché en sus rodillas, me bajó el pantalón y el calzoncillo. La directora era ahora la que iba a tocar la batería con mi culo, las reglas iban a ser baquetas tocando en mis cachas. A mi me gustaba más con una zapatilla, pero ese día no tocaba: "Plaaas, plaaaas…"

Begoña también sabía lo que me gustaba. Ordeñó una teta con una mano y echó la leche en la palma achuecada de la otra. Me la dio a beber. La bebí como la beben los perros, lamiendo. Luego, con la mano mojada de leche me echó la polla y los cojones hacia atrás. Leticia me lamió y chupó los cojones, se metió la polla en la boca y me la mamó. Deseé que aquel momento no se acabase, quería sentir eternamente en mi culo a las baquetas: "Plas, plas, plas…" Y a ella diciendo: "Ummm, uuuuum, ummmm", pero, desgraciadamente, o afortunadamente, me corrí. Un chorro de leche, espeso, calentito, salió a presión de mi polla, y después otro, y otro, y otro… Leticia no dejó que se derramase una gota. Se tragó la corrida enterita… Así fue la última vez que follé con ellas.

Evangelino estaba como una moto.

-¡Joder, joder, joder! Mitad de mi fortuna daría por haber estado en tu lugar. Si estuviera solo la metería en el próximo hoyo.

-Tienes a mamá para meterla.

-No es lo mismo. Además, es muy fría.

-Toda mujer lleva una fiera dentro, sólo hay que saber despertarla.

-¿Tú crees?

-No lo creo, lo sé.

Aquella noche, Evangelino, antes de meterse en cama, donde ya estaba Eva, la iba a sorprender.

-¿Jugamos, Eva?

-¡La hostia! Tú queriendo follar dos días seguidos. ¿No te irás a morir?

Evangelino se metió en cama en pelotas. Besó a su mujer con lengua y después se metió debajo de las sábanas. Eva, se destapó, se quitó el camisón y las bragas.

-Date la vuelta, Eva.

Eva, se puso boca abajo. Al sentir por primera vez la lengua de su marido en el culo, exclamó:

-¡Uuuuy! Guarro, más que guarro. ¡Qué morbazo!

Evangelino lamió el ojete y después se lo folló con la punta de la lengua.

-¡Cooooño! ¿Qué me haces, bandido?

-Joderte el culo, puta.

-¡Oooooh! ¿Qué hiciste con mi marido, pirata?

-Calla y goza, putona.

-Ya callo, cariño, oooooh, ¡qué gustiiito! Ya callo, ya callo.

Evangelino, después de follarle el culo con la lengua, de follarlo bien follarlo, subió lamiendo la espalda de su mujer. La besó en el cuello, hizo que girase la cabeza, le metió la punta de la polla en el culo y la besó, Eva, empujó y acabo de meterla.

-¿Te gusta, cerda?

-¡Me estás reventando el culo! Pero me encanta.

Al rato…

-¿Quieres que te ametralle el culo, furcia?

-Ametralla, ametralla que me corro, hijo puta.

Evangelino, dejo de besar a Eva y le quitó la polla del culo. Eva, al ver que se sentaba en el borde de la cama y le sonreía, le preguntó:

-¿Y ahora, qué?

-Ahora, zorra, te vas a levantar, me vas a dar una de tus zapatillas y te vas a echar sobre mis rodillas.

-¿Por qué me quieres castigar, amor?

-Por llamarme hijo puta, buscona.

Eva, se levantó de la cama. Unos tremendos reguerones de flujo vaginal bajaron por el interior de sus muslos. Se agachó, cogió una de sus zapatillas debajo de la cama, era una zapatilla de color marrón con el piso de goma del mismo color. Se la dio a su marido, echándose sobre sus rodillas, y le dijo:

-No me des con mucha fuerza.

-¡Te voy a dar con la fuerza que me salga de los cojones, guarra!

Evangelino le dio doce veces, seis en cada nalga, suave y despacito. No quería hacerle daño: "plas, plas, plas".

-¿Quién es un hijo, puta, pendejo?

Eva, estaba probando cosas nuevas, y le gustaban.

-Tú, mamón, un hijo puta que ni fuerzas tiene para calentar un culo.

Evangelino le dio con ganas. ¡¡Plaaas, plaaas, plaaaas!

-¿Quieres más, hija del vicio?

Eva, se levantó, caliente como una brasa, agarró la polla de Evangelino y le hizo una mamada bestial. Al ver que se iba a correr, el tono de voz de Evangelino. Cambió.

-¿Nos corremos, cariño?

Eva, que ya echaba por fuera, le respondió:

-Sí, vida.

Eva se sentó, dándole la espalda a su marido y lo folló, poco rato, ya que al sentir por primera vez su leche dentro del coño, se corrió con él. Gimiendo le anegó la polla con el jugo de una descomunal corrida.

Abel, que estuviera escuchando, cuando se corrió su madre, se corrió con ella. Después se echó a dormir.

Al acabar, Eva, se fue a la ducha, Evangelino se tomó los dos somníferos. Cuando Eva volvió a la habitación ya estaba preso en el sueño. Eva, se hizo su pajita de buenas noches.

Una hora más tarde, Abel, entró en la habitación. Eva estaba en pelotas y mojada de la paja que se había hecho. El hijo se metió entre las piernas de la madre y volvió a comerle el coño. Pasado un tiempo, como Eva no se corría, Abel, salió de la cama, le dio la mano a su madre y cuando se levantó y la tuvo a su lado la cogió en alto en peso, Eva, rodeó el cuello de su hijo con sus brazos. Abel, con la polla tiesa se la fue metiendo en el culo. Aquello era nuevo para Eva, su hijo no pasara nunca de comérsela antes de que lo metieran en el reformatorio, pero le gustaba, le gustaba y mucho. Al rato largo, su coño soltaba flujo sin parar, flujo que engrasaba la polla de Abel. Eva estaba chorreando y deseando correrse por tercera vez aquella noche. Le dijo a su hijo, al oído:

-Fóllame el coño, cariño.

Abel, sacó la polla del culo de su madre y se la metió en el coño. Eva nunca besara a su hijo, nunca lo hiciera por miedo a despertarlo, pero esta vez estaba tan excitada que lo besó y Abel se despertó. Ni shock ni hostias, le comió a su madre la boca, le dio canela fina, y cuando la mujer se corrió le llenó el coño de leche.

Al acabar le dijo la madre al hijo:

-¿Y ahora que vamos a hacer, hijo?

-Tú decides, madre, tú decides.

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