Nuevos relatos publicados: 13

Voy a visitar a mi hija a la universidad (Parte 4)

  • 11
  • 27.710
  • 9,68 (34 Val.)
  • 2

Después del encuentro con mi hija en la universidad, donde nos chantajeó su compañera Sonia, y me hizo follármela, habíamos decidido que nos veríamos más a menudo.

Yo ahora mismo era un hombre satisfecho, muy satisfecho debería decir. Además de a mi hija, me tiraba a mi mujer, con lo que todo quedaba en familia y era perfecto. Mi hija no me había preguntado aun si follaba con su madre, aunque debía de pensar que era lógico que así fuera, si había vuelto a vivir con ella.

Ese día decidimos hacer algo peligroso y excitante. Habíamos quedado para follar en el tejado del edificio principal del campus.

Subimos por separado. Eran las 5 de la tarde y mientras los que no estaban haciendo deporte, dormitaban en sus cuartos, mi hija y yo nos encontramos en la terraza.

El edificio principal del campus esta como a unos 2 kilómetros del centro de la ciudad, aislado de todo. El problema era si podían vernos o no desde el resto de la universidad.

Delante nuestro estaba el campo de rugby o futbol, ya que era polivalente. Por detrás, las piscinas olímpicas, donde a esas horas solo había 3 o 4 despistados. En lado izquierdo la entrada al campus y en el derecho, nada absolutamente.

Decidimos pegarnos más a ese lado, para ninguna mirada curiosa pudiera sorprendernos.

Pese a que estábamos a finales de septiembre, aun hacía calor. Yo soy algo blanco de piel y decidí subirme una toalla para taparme un poco. Así además, podríamos escondernos en caso de “peligro”

Me puse encima de mi hija como siempre, ella no me había montado todavía, y lo hicimos así.

Terminamos tumbados encima de la toalla en el tejado. Decidí contarle que estaba haciéndolo con su madre también y que la compartía con ella.

-Tranquilo papi. No pasa nada. Además, primero lo hiciste con ella para poder engendrarme a mí.

Me alegraba que me comprendiera tan bien.

Bajamos y nos despedimos.

Pero algo me rondaba la cabeza. Había probado a su compañera, y me gustaría repetir con ella como os conté. ¿Estaba poniendo los cuernos a mi hija o a mi mujer? Quien sabe, eso no eran cuernos, ¿o sí?

Tenía su número, ya que lo había copiado al bajar al cuarto de mi hija, y decidí llamarla. Ella por supuesto no sabía que era su padre como os dije, sino que pensaba que era su amante.

El teléfono dio varios tonos y no contestaba. Estaba a punto de colgar, cuando contestó.

-¿Quién es?

-Hola, soy Gerardo, ¿me recuerdas?

-Claro Gerardo. Has tardado en llamar.

-Mi hija no sabe nada, pero quiero volver a verte y...

-Dilo. Follar conmigo, ¿no?

Me había pillado.

Ella era muy madura para su edad, y enseguida llevó el ritmo de la conversación a su terreno y quedó conmigo para ese sábado a las 5 de la tarde en el centro comercial.

No me dejó decirle que podrían descubrirnos.

Llegó el sábado y me vestí bien, me perfumé y salí para el centro comercial. Mi mujer estaba de congreso ese fin de semana y mi hija no estaba en casa, estaba con su compañera de cuarto preparando unos exámenes.

Antes de salir me sentí un poco culpable por lo que iba a hacer, pero al llegar a la calle no le di más importancia.

Al llegar al centro comercial veo que Sonia está en un puesto de helados. El puesto consiste en un carrito con un toldo, que hay enfrente de una tienda de lencería.

Sonia está bebiendo un batido. Cuando me ve, empieza a chupar la pajita de forma insinuante, como si estuviera chupando una polla, ya sabéis. Para ser tan cría, parece una experta.

Me hace un gesto con la cabeza para que entremos en la tienda y tira el batido, sin terminar, a la papelera.

-¿En qué puedo ayudarles? nos dice una dependienta nada más entrar.

-Mi padre quería comprarme un conjunto bonito de sujetador y braguitas, o dos, ¿no papá? y un bañador y un bikini también. Aunque ya quede poco de buen tiempo, lo tengo para el año que viene, je,je.

Yo la miro, pero no digo nada.

La dependienta nos acerca a donde está la lencería, y nos enseña unos conjuntos y unos bañadores y bikinis. Sonia elige tres de ellos y nos esperamos a que se quede libre uno de los probadores. La tienda tiene bastante gente.

Sale una señora de uno de ellos y entramos.

-Vamos, rápido, tenemos poco tiempo.

Sonia se baja el pantalón corto que lleva y las braguitas y me insta a comerle el coño. Yo obedezco sin más. Lo tiene rosadito, muy lindo y se lo como con ardor mientras ella me sujeta la cabeza.

Al poco rato se corre. Siento como aprieta sus piernas contra mi cabeza, pero no me molesta, es más, lo disfruto.

Se asoma a la puerta, después de subirse las bragas y los pantalones otra vez y le dice a la dependienta que necesita una talla más de sujetador. Como no puede probarse la ropa interior se lo puso por encima y vio que necesitaba uno más grande.

Yo estoy empalmado y me doy la vuelta cuando abre la puerta para que la dependienta no me vea así

Vuelve a cerrar la puerta y se baja el pantalón, las bragas y saca un preservativo que llevaba en el bolsillo trasero del pantalón. Me lo pone, lo desenrolla hasta la base de mi pene y la penetro a pulso.

La agarro por las caderas mientras me muevo rápido. Entro y salgo de ella con fuerza, pero sin pararme a la vez. Tengo que aguantarme los gemidos para que nadie nos oiga.

-Ugh, ugh, ugh, gimo cerrando la boca.

Ella es una experta en tragarse su placer y en poco rato me corro dentro de Sonia.

-Uuuggghhh. Gimo sin que nos oigan.

Me salgo de ella, pero no llevo clínex ni ella tampoco encima. Así que nos vestimos y me dejo el preservativo puesto. No me importa que el lubricante manche los calzoncillos, luego los lavaré.

Pago un par de conjuntos que le he comprado para disimular. No se lleva ningún bañador ni bikini.

Cuando vamos a salir, yo llevo la bolsa y ella va detrás, veo a mi hija en el mismo carrito comiendo un helado. No nos ha visto y hago un gesto a Sonia para que se quede dentro de la tienda.

Me hago el sorprendido al verla.

-¡Hola papá! ¿Qué haces aquí?

-¿Y tú?

-Pues que he quedado con una compañera para pasar la tarde y me ha dado plantón, creo. ¿Y tú? ¿Qué haces por aquí? llevas un bolsa en la mano.

-Un regalo para tu madre. Quería darle una sorpresa y le he comprado un par de conjuntos de ropa interior.

En ese momento suena un pitido en su móvil. Lo mira y me dice:

-Es Marta, dice que no puede quedar al final. Vaya por dios.

Nos vamos juntos y Sonia me hace un gesto de despedida desde dentro de la tienda y me sonríe pícaramente.

Como su madre está en el congreso, mi hija se queda en casa a pasar el fin de semana.

Preparo algo de cena y hablamos de todo un poco. Se ha empeñado en que le cuente como lo hacemos su madre y yo.

-Pues a tu madre le gusta hacerlo con ella encima. Ya sabes que las mujeres podéis controlar la penetración y vuestro placer y...

-Me gustaría que la próxima vez lo hagamos así papi.

-Está bien, le respondo.

Terminamos de cenar y recojo la cocina y fregó los platos, mi hija está muy cansada y se va pronto a dormir.

Yo me quito los calzoncillos, llevo toda la tarde con el preservativo puesto y algo de semen se ha derramado. Están un poco guarros.

Tras lavarlos, me ducho y me enjuago bien el pene que está un poco pringoso.

Después me voy a dormir yo también. Antes me he asomado a la habitación donde duerme mi hija y me quedo mirándola dormida. Está preciosa.

Es temprano cuando oigo abrirse la puerta de mi cuarto, yo todavía estoy medio dormido. Es mi hija. Me quita la sabana y me acaricia y me besa el cuerpo y luego la boca. He dormido desnudo y mi pene enseguida reacciona.

Sara me baja la piel del glande que se había quedado tapado y me masturba despacio, con suavidad, me encanta.

-Sigue mi niña, le digo.

Mi hija obedece y me lo hace lento un rato más.

-¿Te gusta papi?

-Siiii, claro.

-¿Aguantarás sin correrte si acelero?

-Claro.

Acelera el ritmo y creo que voy a correrme, pero pienso en otra cosa y aguanto.

No me había dado cuenta hasta ahora que mi hija estaba desnuda. Se pone encima de mí y se abre los labios para que le coma el chocho.

Después de comérselo un buen rato, está húmeda.

-Ahora te montaré, me dice sonriendo.

Se la clava despacio y miro como lo hace. Estoy muy excitado. El líquido pre seminal está a punto de escapárseme.

Sara sube y baja sobre mí, preguntándome si me gusta y si lo hago bien. Le respondo que sí, que lo hace de forma increíble.

Sigue subiendo y bajando sobre mí. Un poco más tarde echa su espalda hacia atrás y me cabalga así. Mi polla se dobla un poco.

-Con cuidado mi niña.

-Sí, papi, avísame si te duele.

La visión de sus pechos adolescentes subiendo y bajando son lo más para mí. Estoy muy excitado y no puedo aguantar mucho más.

-Mi niña, me corro, le digo. No puedo más.

-Córrete papi. Córrete.

-Ughhhhh, ¡me corrooo! ¡mi niñaaaa!

-Échamelo todo, échamelo.

Descargué bien fuerte en mi hija y me quedé relajado. Nos tumbamos juntos a descansar, pero sabía que mi niña no se había corrido aun.

-Ahora vamos a terminarlo mi niña.

-¿Cómo papi?

-Que vamos a seguir haciéndolo.

La puse a cuatro patas y se lo hice así.

Mi pene estimulaba al máximo su punto g y en pocos minutos nos corrimos con un grito, yo por segunda vez.

-¡Aaaaah! ¡Papiiiii!

-¡Mi niñaaaa! ¡Qué gustooooo! ¡Ah, ah, ah!

Ahora sí, nos tumbamos y nos quedamos dormidos los dos juntos.

Al día siguiente volvía mi mujer. Mi hija no tenía clases el lunes y pasaríamos el día los tres juntos.

Mi mujer llegó el lunes por la mañana temprano. Tenía el día libre por el congreso y decidimos tomarnos el día para nosotros.

Hicimos muchas cosas juntos, pero en algún momento en que nos quedamos solos, mi hija me propuso contarle a su madre lo que habíamos estado haciendo.

Le dije que ni se le ocurriera, que era una locura. ¿Cómo iba a contarle que me estaba tirando a mi propia hija? Me mataría o algo peor.

La solución llegaría sin pensarlo más tarde.

Eran así como las doce de la noche. Mi mujer y yo medio dormíamos, o eso pensaba yo, porque entonces noté su mano en mi paquete. Me medió desperté y sentí como mi mujer me masturbaba con su mano derecha.

Subía y bajaba sobre mi polla y aunque apenas sentía placer, porque me lo hacía despacio, era muy relajante.

Entonces se quitó el sujetador y me hizo una cubana con sus tetas. Las tetas de mi mujer siempre han sido lo mejor de su cuerpo junto con su culo. Mi polla se deslizaba sobre ellas como mantequilla. Debió echarse un lubricante, aunque yo no notaba nada.

Siguió un poco más y acabé corriéndome en sus tetas.

Cogió un pañuelo de papel y se limpió las tetas. Para entonces ya estaba despierto del todo.

-Aun no has acabado, me dijo sonriendo. Ahora me toca a mí.

Se subió encima de mí y me cabalgó. Me hizo una cabalgada profunda y luego se echó hacia atrás como había hecho mi hija antes. No sospeché nada, pero en ese momento, mi hija apareció desnuda y se quedó parada en el umbral de la puerta de nuestra habitación, mientras mi mujer seguía follándome.

Con un par de dedos mi hija se masturbó mirándonos y justo antes de llegar al orgasmo, mi mujer se giró sabiendo que ella estaba allí.

Yo no pude más y me corrí con un grito, y casi al mismo tiempo, mi hija y mi mujer se corrieron también.

Mi hija se subió a la cama con nosotros y me dijo que le había contado a su madre lo nuestro.

Misteriosamente mi mujer no puso ninguna pega. Yo entonces les confesé que tenía una tercera persona en mente, para que se uniera a nosotros. Sara sonrió y le dijo al oído algo a mi mujer.

Nuria me hizo un gesto de afirmación con la cabeza.

Quería que lo hiciera con las tres. Ahora tendría que prepararme y convencer a Sonia para que viniera a casa y folláramos todos juntos.

Si os ha gustado el relato y queréis cambiar impresiones, escribidme a: [email protected].

(9,68)