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Asi, cornudin

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Como sabéis por otros relatos, soy una mujer de 31 años, casada y un poco zorrona. Mi marido Luis, es muy soso y no me satisface sexualmente, pero afortunadamente, han surgido en mi vida otros hombres, entre ellos su jefe, con los que le pongo los cuernos de forma inmisericorde. En esta historia os voy a contar como ha descubierto que es un cornudo y como creo que hasta le gusta.

 

Ocurrió a finales de junio de este año, una tarde en que Mario, su jefe, tenía ganas de follarme y aprovechando que sabe lo loca que me tiene, que es un pervertido cabrón y que tenía su ordenador roto, nos ofreció a mi marido y a mi ir a su casa a arreglárselo (él, claro) y luego a invitarnos a cenar. Llegamos a su chalet de las afueras de Madrid sobre las 6 de la tarde. Hacía un día buenísimo. Nos recibió en bañador de esos ceñidos, luciendo un bronceado que le quedaba fenomenal en ese cuerpo que tiene, que aunque con su barriguita está bastante bien. Me puse cachonda nada más verle, pero me puse más cachonda aún al ver a Matías, un amigo suyo que estaba allí, también en bañador, moreno, de pelo en pecho, guapo y con un paquete enorme que se intuía debajo de su bañador. Tampoco era un musculitos pero la comparación de estos dos tíos con mi marido estaba fuera de lugar.

Me ofreció ir a la piscina con ellos mientras mi marido arreglaba el ordenador.

-Es que no tengo bañador, le contesté

-Bueno, pero al menos tomas el sol, me dijo.

Como llevaba puesto un pantaloncito vaquero muy corto y una camisa anudada al ombligo, sin mangas, accedí. Al poco rato tenía calor. Mario me lo notó y me dijo:

-¿Quieres bañarte?

-Si, pero…., le contesté

-Bueno, me dijo, hazlo en ropa interior

-Me da vergüenza de Matías, le contesté.

-Matías, dijo él ¿a que no te importa que Elena se bañe en tanga y suje?

-Al contrario contestó Matías, así podemos ver ese cuerpazo mejor, dijo mientras me miraba y se reía.

-Mi marido puede vernos.

-No nos ve, no te preocupes por ello, me dijo Mario.

Me quité la ropa. Llevaba un sujetador de media copa blanco, con puntillas y un tanga a juego. Cuando iba hacia el agua, Mario me dio un azote en el culo mientras me decía:

-¡Pero que buena estás! ¿Verdad Matías que está buena?? Y ambos empezaron a reírse.

Cuando salí del agua, os podéis imaginar el espectáculo. El tanga se me transparentaba completamente, dejando que se vieran los pelitos de mi coño y me costaba trabajo mantener las tetas dentro del sujetador. Cuando fui a coger la toalla, Mario me la quitó. Empezaron a jugar conmigo pasándose la toalla de uno a otro. Yo saltaba para cogerla y las tetas me botaban y se me salían del sujetador constantemente y ya no me preocupaba de ponerlas en su sitio.

-¿Quieres la toalla? me dijo Mario, pues ven a por ella a cuatro patitas, me ordenó.

Y así lo hice, me puse a cuatro patas con mis tetas fuera del sujetador, colgando y fui gateando hacia ellos con cara de putona.

- Te la cambio por tu ropa interior, para lo que te sirve…

Me la quité y se la tiré, mientras seguía gateando hacia ellos, ahora ya desnuda.

-¿Ves lo puta que es? Le dijo Mario a Matías

-Ven putita, me dijo a mi, si quieres la toalla tendrás que obedecerme

-Claro, le dije.

Se acercaron a mí hasta que se quedaron muy cerca. Yo estaba de rodillas entre ellos dos.

-Haznos una paja, me ordenó Mario.

Les bajé el bañador y les saqué las pollas. La de Matías era más grande todavía que la de Mario. Empecé a acariciárselas a los dos a la vez, masajeándolas de arriba abajo mientras me decían toda clase de obscenidades.

-¿Te gusta verdad puta??

-Siii,, contestaba yo.

-Me encanta ver como se te mueven las tetas, me decía Matías. Hazme una paja con ellas.

Me la empezó a restregar por los pezones, hasta que la metió entre mis dos tetas. Me las cogió y se empezó a masturbar con ellas hasta que se corrió salpicándome toda la cara de su leche. Casi a la vez también se corrió Mario, que me llenó la mano y la cara también.

-¡toma la toalla, zorra, límpiate que esto no acaba mas que empezar, me dijo Mario! Venga, vamos a la casa que tu marido ya habrá acabado.

No me dieron la ropa interior así que me puse los pantalones y la blusa solo. Llevaba los botones del pantalón sin abrochar con lo que los pelos de mi coño asomaban por encima, y tampoco me dejaron abrocharme la blusa, solo hacerla un nudo en el ombligo, con lo que prácticamente se me veían las tetas si hacía cualquier movimiento. Caminábamos hacia la casa cuando llegó Juan que era el jefe de todos ellos. Un hombre algo más mayor, de unos 50 años, alto con una barriga prominente pero atractivo. Me lo presentaron y me dijo:

-He oído hablar de ti, pero eres más guapa de lo que me habían dicho y mientras lo decía pasaba un dedo por mi escote, recorrió mis tetas hasta los pezones y luego lo metió por mi pantalón rozándome el vello del pubis

Me cogió de la cintura y así fuimos caminando hacia el interior de la casa. En ese momento mi marido bajaba del piso de arriba.

-Tienes una mujer muy guapa, Luis, le dijo Juan

-Gracias señor, le contestó mi marido, poniéndose colorado, pero al verme con el pantalón y la blusa desabrochados, y a Matías y Mario, en bañador, con una camisa por encima sin abrochar, palideció.

-Vamos a tomar algo dijo Mario, y nos condujo a un salón donde había unos sillones en los que nos sentamos

Mi marido sabía que los tres eran unos pervertidos e intuía lo que estaba pasando, pero no se atrevía a más. Al sentarnos, Juan me cogió de la cintura y me sentó en sus piernas

-Tú aquí conmigo, dijo, ¿no te importa verdad Luis?

-No, balbuceó mi marido, mientras los tres se reían de él

-¡Que bonita eres! Volvió a decirme, mientras tocaba con descaro mis piernas y la parte interna de mis muslos. Además creo que te va la marcha ¿no?

Yo le contesté con una sonrisa melosa mientras sacaba la lengua y la pasaba por mis labios. Estaba cachondísima. La situación me estaba poniendo como una moto. Estaban humillando a mi marido a mi costa y él se dejaba. Juan me metía la mano por la pernera del pantalón hasta llegar a mi rajita. Sacó los dedos empapados

-¡Joder que si le gusta, exclamó, está chorreando!, mira Luis, huele mis dedos, le dijo

-Don Juan, por favor, dijo mi marido

-Mira cabrón, le contestó, sé que eres un cornudo sumiso, que te pone ver como se follan a tu mujer. ¿O crees que no te he visto como te hacías una paja viendo lo que hacían estos dos con tu mujercita en la piscina?

Mi marido estaba rojo como un tomate admitiendo su perversión y o cada vez más cachonda porque ya no tenía que temer que me descubriese.

Juan siguió diciendo:

-Vais a ser míos los dos y voy a hacer de vosotros lo que me de la gana si queréis seguir trabajando y que nada de esto se sepa, de acuerdo cornudín?

-Si señor, contestó Luis

-Pues venga, desnúdate, le dijo

Mi marido se desnudó y le hicieron ponerse mi sujetador y mi tanga. Le pusieron también unas medias de mujer, negras de rejilla y le hicieron traernos las copas.

Mientras y ya tenía las tetas fuera y me había corrido porque Don Juan me había hecho una paja mientras mi marido se vestía de mujer. Me había dejado sin camisa y con los pantalones a medio bajar, el coño chorreando y el pollón de Don Juan en las manos

Mario y Matías también se habían desnudado y se habían sentado a ambos lados de mi marido. Se reían de él y le preguntaban cual era más puta si él o yo. Don Juan me dijo:

-¿Cual te gusta más, la del cornudín o la mía?

-La suya Don Juan, le dije,

-Pues lámela zorra me ordenó

Yo empecé a lamerle la polla y los huevos y veía como a mi marido se le ponía dura mientras los otros dos le hacían acariciarles sus vergas. Estaba otra vez excitada y chorreando. Don Juan me sentó encima de él y me la metió en el coño, mientras me hacía mirar la paja que Luis les estaba haciendo. Mientras me estaba follando le llamó y le hizo chupar mi clítoris y sus huevos a la vez que me follaba. Se corrió en la boca de mi marido y yo me quedaba con Matías y con Mario. Mientras se la chupaba a los dos mi marido se tenía que hacer una paja por orden de Don Juan. Los otros me la pasaban por la cara y por las tetas y me decían:

-Esto son pollas y no eso que tiene tu marido.

Me hacían ir de uno a otro a cuatro patas, con mis tetas colgando, me daban azotes en el culo y no paraban de decirme obscenidades:

-¡Que guarra eres, como te gustan las pollas!

-¡Como me gusta follarte! me decía Mario. Quiero que le digas a tu marido quien es tu macho de verdad.

-Eres tu Mario, le decía mientras me follaba a lo perrito. ¡Mira que puta soy!, le decía a mi marido. ¡Mira como me follan! ¡Soy su puta! ¡Quiero que me folle siempre que quiera!

Mientras decía eso, mi marido se corrió, pero siguió viendo como me follaban por todas partes. Me tumbaron en el suelo, boca arriba. Mario me levantó las piernas y me la clavó en el culo, mientras que Matías me la volvió a meter entre las tetas y yo las apretaba para que me las follara bien. Se corrió en mi cara y Mario en mi culo. Mi marido se la chupaba otra vez a Don Juan que cuando estaba llegando dijo:

-Espera cabrón, que acabe ella.

Me acerqué a él se la cogí la restregué por mi cara y me la metí en la boca hasta dentro, recibiendo su leche caliente en mi garganta.

-Toma puta, esto es lo que te gusta, verdad. Así hay que follarse a estas putas, cornudín, le decía a mi marido.

Así empezó una nueva relación.

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