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La mejor amiga de mi esposa

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Llevaba casado ya dieciocho años. La verdad es que a pesar de alguna tentación pasajera que pude evitar, siempre había sido fiel a Cris, mi mujer.

Con frecuencia, venía a visitarnos su mejor amiga, Laura. Anteriormente, lo hacía con su marido, pero se había divorciado unos meses atrás. Laura y Cris, eran amigas de la infancia, pero por motivos de trabajo, ella se marchó a trabajar a una ciudad costera, y tan sólo nos reuníamos cuando ella venía a vernos, o nosotros a ella.

La vida de Cris y mía es de lo más tranquila. No tenemos hijos, y nuestros trabajos nos permiten disponer de una situación económica acomodada.

Llevaba ya un cierto tiempo fijándome en Laura. Aunque tenía la misma edad que mi mujer, lo cierto es que se conservaba mucho mejor. Tenía un tipazo impresionante, mucho mejor que cuando eran ambas jóvenes.

Su reciente divorcio, hizo que empezara a venir a casa más a menudo de lo que solía hacerlo antes. Por mi parte, cuando la miraba, me obsesionaba su cuerpo, lo que hizo que empezara a dar vueltas a mi cabeza para ver algo más de lo que ella mostraba, así que en un arranque, fui a comprar una cámara con el fin de colocarla en la ducha.

Mi plan y mis ideas eran simples y hasta casi inocentes. Sólo pretendía ver a nuestra amiga desnuda. No compartiría esas imágenes, sólo sería para mi disfrute personal, para una paja ocasional imaginando que poseía sus partes íntimas.

Compré una pequeña cámara, apenas cuatro centímetros de tamaño y la coloqué estratégicamente en el baño. Hice varias comprobaciones, y la calidad de la imagen era bastante buena. Laura vendría al día siguiente, y se quedaría una semana en casa, aprovechando parte de sus vacaciones.

Llegó a media tarde, y no podía dejar de imaginar como sería sin ropa. Era una mujer de un metro sesenta y cinco, abundante pecho, ojos azules, rubia y media melena, de cuarenta años, al igual que mi mujer y yo. No obstante, sabía que no podría utilizar mi invento hasta el próximo día., cuando ella se levantase y fuese a la ducha.

A la mañana siguietne, Cristina fue la primera en ducharse, puesto que tenía que entrar pronto a trabajar. Cuando salió, aproveché para conectar la cámara y procedí a ducharme. Sabía que Laura entraría al baño después.

Mi profesión, me permite trabajar en casa, por lo que no fue extraño que fuese a mi despacho, conectase el ordenador. Ahí estaba ella, preciosa, pudiendo contemplar todos sus encantos. Siempre me había preguntado como serían sus pechos, su sexo, si estaría o no depilado. Todos los detalles estaban enfrente de mi, en la pantalla del ordenador.

Guardé toda la película, tanto de ese día, como del día siguiente. Mi sueño se había hecho realidad, aunque sin duda alguna menosprecié la inteligencia de Laura y su capacidad de observación.

Al oír la puerta del baño, cerré la pantalla del ordenador y paré de grabar. No le di importancia hasta que Laura me llamó y solicitó mi presencia en la habitación.

―Pedro, tienes mucha cara, no crees?

La miré extrañado. Temía que me hubiese descubierto, pero intenté disimular.

―Qué te pasa? Te he hecho algo?

Laura estaba sólo con el albornoz de baño, y sacó de su bolsillo mi pequeña cámara. El mundo cayó a mis pies.

Tartamudee.

―Eh, verás, esto, no es lo que piensas, te lo explico.,,,,,,,,,

―Soy toda oídos, puedes empezar a explicarlo, o tal vez, se lo explicas a Cris también, porque no creo que quisieras filmar a tu mujer, verdad? A ella la puedes ver siempre que quieras.

No sabía que decirle. Me había pillado y si se lo contaba a Cristina tendría un problema serio. No tenía demasiadas opciones, así que intenté solucionarlo de la mejor manera que pude.

―Reconozco que quería verte mientras te duchabas. Era un pensamiento inocente, sólo verte desnuda. Me gustas mucho y sólo puedo decir que lo siento. Te daré todas las imágenes, o las eliminamos los dos juntos, pero por favor, no se lo cuentes a Cris.

Mostraba una cínica sonrisa. Veía que mi matrimonio se desmoronaba por momentos. Conocía bien a mi esposa, y jamás me habría perdonado esto, y menos, con su mejor amiga.

―Enséñame lo que has grabado, me pidió

Cabizbajo ambos fuimos al ordenador y le mostré las imágenes. Se la veía en la ducha, con todo lujo de detalles.

―Te das cuenta que no es justo lo que has hecho? Preguntó.

―Lo sé, y lo siento. Eres la mejor amiga de Cris y aunque no lo fueras, no es ético lo que acabo de hacer contigo y lo que acabo de hacerle a ella.

―Efectivamente, no es ético, pero sobre todo, no es justo.

―Te pediría que no dijeses nada a Cris.

―Olvida a Cris ahora. Digo que no es justo, porque tú me has visto desnuda a mi, y yo no te he visto desnudo a ti.

―Perdón? No te entiendo, le dije.

―Pues que para que esto sea justo, quiero verte desnudo.

Sentí sensaciones contrapuestas. En un primer momento cierta parte de humillación para transformarse en alivio. Si hacía eso, no contaría nada a Cris, y salvaría mi matrimonio. En realidad, nunca me había importado que me vieran desnudo, aunque no hiciera alarde de ello.

―Quieres verme desnudo?

―Vamos a tu habitación, y desnúdate para mi.

―Me parece justo, le respondí mientras me dirigía a la habitación de matrimonio, mientras una sensación de alivio recorría mi cuerpo. En principio eso significaba que no diría nada a Cris.

Llegamos allí. Ella se situó en frente de mi y me miró fijamente. Desabotoné mi camisa azul y me quité los pantalones tejanos que llevaba puestos. Quedándome sólo con mis calzoncillos.

―Quítate todo, quiero verte bien, igual que tú me has visto a mi.

Sin reparos, me quedé totalmente desnudo delante de ella.

―Ahora estamos en paz, me dijo.

―No del todo. Yo te he visto desnuda a través del ordenador y tú a mi en vivo. Hay diferencias, no crees?

Sólo quería ganar la posición y evitar que mi mujer se enterara, pero su respuesta volvió a dejarme desconcertado.

―Te gustaría verme desnuda ahora? Sabes que eres casado, que tu mujer es mi mejor amiga. No eres un hombre respetable.

―Supongo que a ella tampoco le gustaría saber que has pedido ver a su marido en pelotas. No crees?

―Llevas razón.

Podría haber imaginado cualquier respuesta, menos la que me dio. Laura desató su albornoz que cayó al suelo, quedando tan sólo con un minúsculo tanga. Mis pensamientos se disparaban. No sólo no estaba enfadada, sino que probablemente se había alegrado de que aquello pasara.

―Y bien? Crees que gano al natural o te gusto más a través de la cámara?

Su osadía me hacía ruborizarme a la vez que mi miembro comenzaba a hincharse. Ella se acercó y me cogió la cara. Me besó en los labios y me susurró al oído.

―Si querías verme desnuda, habría bastado con que me lo dijeras. Siempre te vi muy enamorado de Cris, pero quiero que sepas que siempre he deseado tenerte en mis brazos.

Agarró mi mano y me llevó hacia la cama donde solía dormir su mejor amiga. Se tumbó de forma sensual y llevó mis labios hacia los suyos y mis dedos a sus enormes pechos.

Me besaba con pasión, acariciaba sus pezones que estaban duros. Sus pechos eran firmes a pesar de su tamaño, pero me aseguró que no se había operado porque no lo necesitaba, y doy fe de que aquello era cierto.

Las manos dejaron paso a mi boca, a mi lengua. Comencé a besar esas maravillosas tetas. Sus pezones parecían caramelos que yo saboreaba pero que lejos de desgastarse, cada vez parecían mayores.

Bajé mis labios por su estómago hasta tropezarme con su pequeño tanga. Ella me echó de nuevo hacia la cama y comenzó de nuevo a besarme. Yo no soltaba su prenda interior y terminé metiendo mi mano por dentro, llegando a acariciar su depilado sexo, que manaba fluídos como una fuente.

Laura separó sus piernas para permitir la entrada de mis dedos que jugaban con su clítolis y entraban y salían de su cavidad vaginal. No paraba de besarme, su respiración era agitada y yo continuaba con mi manoseo hasta que ella misma, bajó su tanguita y lo tiró fuera de la cama.

Se colocó de rodillas en la cama y continuó besándome. Lamía mi pecho hasta que llegó al inicio de mi miembro. Estaba a punto de explotar, dio un lametón y me dijo:

―No sabes la cantidad de veces que he imaginado esto.

Mis fantasías hacia ella eran mucho más simples. Me habría encantado tocarla, acariciarla, penetrarla, pero jamás pude imaginar tener una sesión de sexo de esta forma.

Metió mi pene en su boca, y comenzó a chuparlo. Lo hacía con cariño y experiencia. Me hacía gemir como jamás lo había conseguido Cris.

La aparté y fui yo quien ahora se colocó de rodillas, la tumbó y comenzó a besar su cuerpo. Tenía un olor especial a hembra recién duchada, con su piel suave, que animaba a dirigirme a su sexo que brillaba por la excitación.

Mi lengua marcó el camino hacia su coño. Ella separó las piernas lo que me permitió que mi lengua y su clítolis se juntaran, haciéndola gritar de placer.

Metí mi dedo corazón dentro de su vagina, moviendolo y contrayéndolo, mientras que con mi lengua le hacía un suave masaje a su clítolis. Notaba como la piel de mi dedo, incluso la de la parte de la mano que pegaba con ella se arrugaba por la humedad que producía.

Laura comenzó a estremecerse, a gemir, hasta que terminó quedándose quieta fruto del orgasmo que acababa de disfrutar.

Yo seguía muy empalmado. Ella me miró con ojos tiernos, con una ligera sonrisa.

―Sabes? Llevaba mucho tiempo sin estar con un tío. Desde que me separé no he estado con ningún otro hombre y me alegro que hayas sido tú quien me haya reestrenado.

―Mira como me tienes, le dije dirigiendo la mirada hacia mi polla que seguía en plena forma, a punto de reventar.

―Habrá que hacer algo. No vas a quedarte así.

De nuevo volvió hacia mi polla y la metió en su boca. Temí correrme así que la aparté y le expliqué que quería tomarla.

―Soy toda tuya, haz lo que desees conmigo.

Le separé las piernas, en posición tradicional. Me coloqué encima de ella e introduje mi miembro. No me costó nada puesto que estaba empapada y mi polla encontró rápidamente el camino de su coño.

Me agarró fuertemente mi culo. Yo besé su cuello y sus tetas. Sus piernas se cruzaron a mi espalda.

Intentaba mirarla, aguantar mi orgasmo. De repente ella se levantó y se colocó a cuatro patas.

―Métemela por detrás, pero por mi coño. No quiero sexo anal y dame unos azotes en el culo mientras lo haces. Siempre te imaginé haciéndome eso.

Era algo que hacía con mi mujer y supongo que ella se lo había contado. Así que hice lo que me pidió. Comencé a cabalgar sobre ella y le daba unas cachetadas en el culo. Ella estaba muy excitada y yo también, pero me excitaba más verla de frente mientras le hacía el amos.

De nuevo volvió a colocarse en la misma posición y le introduje mi pene de nuevo. Ella volvió a agarrarme. Me excitaba ver sus ojos azules mirándome de aquella forma y sus tetas que se acercaban a mi boca mientras se movía lascivamente. Me tenía sujeto con sus piernas. Estábamos fundidos el uno en el otro.

Notaba que mi calentura llegaba a más. Estaba a punto de explotar.

―Cielo, voy a correrme. Déjame salir cuando llegue, que no me he puesto preservativo.

Ella me agarró con más fuerza aún.

―No te voy a soltar. Después de tantos años esperando esto, no voy a permitir que tu semen quede fuera.

―Tomas algún anticonceptivo?

―No, pero nunca me he quedado preñada, así que no te preocupes. Descarga dentro de mi.

En pocos segundos, inundé la cavidad de Laura. Me quedé tumbado mientras llegaba el momento de los remordimientos.

―No diré nada a Cris, pero quiero que sepas que siento algo especial por ti. Si decides dejarla, podemos estar juntos.

Mi cabeza estaba hecha un lío, pero no quería dejar a mi mujer, de momento no. Ella era mi vida mientras que Laura sólo una aventura.

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