Nuevos relatos publicados: 9

Últimos sueños

  • 5
  • 4.102
  • 10,00 (6 Val.)
  • 0

Mis últimos sueños con Milena Velba se habían hecho tan realistas que una mañana desperté con la punta de mi polla cubierta de una pegajosa viscosidad, llegando a desconcertarme tanto que retiré las sábanas de mi cuerpo con prontitud por ver si algo ajeno a mi cama se había derramado sin darme cuenta. Pero no; no había nada extraño: se me vino a la cabeza la imagen de Milena desnuda, y entendí lo ocurrido al instante. Oh, Milena Velba. Todo empezó, como empiezan muchas cosas de las que no nos damos ni cuenta de que empiezan, una tarde aburrida de verano; daban partidos de fútbol por la tele, del Mundial creo, pero a mí no me interesaban... Bueno, algo parecido a lo que me sucede ahora: con la excusa de que mi novia va a aparecer por mi casa en cuestión de minutos, y querrá sexo, voy a comenzar a acariciar mi polla, a hacer como que me masturbo, sin eyacular, mirando en mi móvil fotos de mujeres desnudas: debo estar dispuesto. Vuelvo a aquella tarde: recuerdo que comencé a hacer búsquedas sencillas; en fin, que si "maduras desnudas", que si "mamadas de maduras"; un largo etcétera de combinaciones que no voy a detenerme a explicar, hasta que tiré del hilo de "chupar tetas": ahí fue. Después de repasar decenas de bustos intrascendentes, observé una imagen de una mujer de grandes pechos que le daba de mamar a otra, también provista de abundantes atributos femeninos. Esto me llamó la atención tanto que fui a la sección de videos; y fue ya el desparrame. Sí, el desparrame de tetas sin sujeción, que, extendidas sobre los cuerpos, parecían hogazas de pan recién horneadas, listas para degustar. Y el sonido: ese chupeteo continuo y húmedo, esos gemidos de satisfacción, esas palabras murmuradas... Ha sonado el timbre: llega mi novia.

Entras en casa y dices: "¡Sorpresa!"; y te vas quitando el vestido floral corto que te regalé: primero deslizas los tirantes sobre tus suaves hombros, soltándolos, un brazo, el otro, hasta que el trapo cae sobre tus sandalias. Sentado en el sofá, contemplo tu espléndida figura. Das un paso sobre la tela caída y te acercas a mí. El saloncito en penumbra oscurece tu piel, te hace más misteriosa y a la vez más deseable. Alzas tus brazos, muestras tus axilas sombreadas, y llevas tus manos hacia la espalda, y te desabrochas el sostén: tus senos caen grávidos, trémulos; luego, doblas una rodilla, la otra, y te sacas las bragas por los pies; tus sandalias, también. "Te quiero", me dices, y te sientas sobre mis rodillas. "Necesito perder peso, ¿verdad?", me preguntas; yo muevo mi cabeza de un lado a otro, no; y poso mi boca sobre tus tetas, y chupo un pezón. "Oh, sí, sí, no dejes que mis pezones se enfríen", gimes excitada, "me siento como una madre, tu cara, amor, tu cara, oh, tus gestos me dicen que te gusta mucho chupar mis tetas, chúpamelas, vamos". Sigo mamando de tus pezones, sigo mordiendo la blanda pendiente carnosa que distingo ante mis ojos, mordisqueando los lunares, oscuros, rugosos, que salen al paso de mi lengua; y sigo salivando tu busto, inundando el cálido valle entre los senos; "Oh, sí, te quiero", suspiras. Te apeas de mi regazo cuidadosamente y te arrodillas ante mí; con tus manos separas mis piernas, me sacas la polla, tan dura, caliente, crecida y vibrante de debajo del slip, y adelantas tu cabeza hacia mi regazo. "Pon tu polla en mi boca", me pides, "cada vez que te la chupo es para mí como la primera vez"; te la pongo. La absorbes entera, tu paladar rozando mi glande, y comienzas a mamar: arriba, abajo, arriba, abajo..., tu nariz, tu frente, tu coronilla. Tu asfixia a medida que mi polla aumenta de tamaño hace que comiences a respirar fuertemente por la nariz a la vez que un agudo sonido de placer nace de tu garganta. Oyes mi respiración agitada, mis jadeos y, escupiendo mi polla, me miras con los párpados semicerrados; recorres mi polla con una mano, y me dices: "Córrete, amor, por favor"; y vuelves a meterte mi polla entre los labios, presionando su piel con más brío, con más velocidad, hasta que eyaculo. Lames el semen que aún resbala, y estrujas el glande en busca de las últimas gotas. "Así ha sido siempre", reflexionas, "la hembra anhelando ver manar el líquido del macho, como descubrir una secreta mina de oro líquido, oh, lo antiguo, lo antiguo es el oro."

Último sueño:

"Estoy en un campo, al aire libre; luce mucho el sol. Cerca mía, Milena está desnuda, tumbada de espaldas bajo la tupida sombra de un algarrobo, sobre las algarrobas y hojas secas. Su bonito rostro resalta entre los restos muertos del árbol. Sus enormes tetas se mueven al son que le marca su mano izquierda, con la que las masajea. Sus finas piernas extendidas en ángulos movibles, se diría que tiemblan, o se arrastran, como serpientes, cada vez que los dedos de su mano derecha se introducen en su coño de pelo ralo. Milena se masturba. Pero me ve, desnudo frente a ella. Yergue su cabeza y, quitando su mano derecha de su pubis, me llama, alzando el dedo corazón y moviéndolo como un gusano. Voy. Milena abre sus piernas y señala su centro. Quiere que la folle. Voy. Me dejo caer sobre su exuberante cuerpo y la poseo; comienzo a cabalgar. Milena lleva una mano hasta mi nuca y aprieta mi cráneo contra uno de sus pezones. Quiere que pruebe su leche. Mamo de ese líquido tibio, lo saboreo, lo trago; no puedo dejar de succionar. Oigo una voz, supongo que es la suya, que brota desde arriba de mi cabeza: "Folla, mama", dice, "follar y mamar es lo antiguo, lo antiguo es el oro.""

Despierto; y compruebo que me he vuelto a correr.

(10,00)