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Mi mujer es muy complaciente hasta con extraños

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Esa mañana, Laura y yo cogimos el tren como cada lunes y miércoles, que eran los días que tenía clase de informática, el caso es que al hacer trasbordo en Clot para coger el metro, encontremos sitio junto a la puerta, yo me apoyé en la pared, ella se pegó a mí como de costumbre, pero hoy yo iba en chándal y tenía ganas de marcha, así que le susurré que metiera su mano dentro de mis pantalones, afortunadamente la puerta le quedaba a la izquierda, y como ella es zurda no se notaba lo que hacía: cogió mi verga ya en erección y comenzó a meneármela, con mi mano izquierda agarré su abrigo largo y lo acerqué a mí para disimular el movimiento, con la derecha desabroché sus pantalones para luego deslizarla bajo sus bragas, y poder tocar su sexo depiladito, así nos masturbamos el uno al otro mirándonos a la cara: ella se mordía el labio inferior, y de vez en cuando me sacaba la lengua sinuosamente.

De pronto, llegamos a la siguiente parada y se abrieron las puertas, no nos habíamos dado cuenta de nada; estábamos tan metidos en faena que casi no nos dio tiempo a sacar las manos.

En aquella estación entró un tropel de gente, y casualmente un hombre que se había colocado el primero para entrar, dejó pasar a todo el mundo para entrar el último.

No estábamos seguros de si nos había pillado o no, pero nuestras dudas se esclarecieron cuando se colocó detrás de Laura y comenzó a tocarle el culo; al principio mi mujer no dijo nada, pero como el hombre la tocaba cada vez con más descaro, se giró y le preguntó en voz baja que qué se pensaba que estaba haciendo, el hombre le contestó que él si sabía lo que hacíamos nosotros y que nos montaría una escena si no lo dejábamos participar, Laura me contó lo que sucedía y me pidió que le cambiara el sitio, así lo hice, y el hombre se pegó a mí, y mi esposa tuvo nuestras pollas al alcance de la mano, nos masturbó a los dos, y fue él esta vez quien tocaba a mi mujer. Justo antes de llegar a la siguiente parada, el tipo, con la mano libre obligó a Laura a agacharse, y cuando estuvo a la altura apropiada, sacó su verga y la introdujo en la boca de mi mujer, la pobre nada podía hacer ya que estaba contra la pared, el hombre comenzó a correrse en la boca de mi mujer y lo noté por la mueca de su cara.

Cuando terminó guardo su arma carnal y se abrochó los pantalones, yo pensaba que Laura ya tenía bastante y que me quedaría con las ganas, pero ella se apiadó de mí y sacó mi polla a la luz para chupármela, el hombre me miraba sonriente, satisfecho, y yo me corrí de gusto en el interior de la boca de Laura. Una vez acabamos todos, nos quedamos como si nada hubiera ocurrido, pero al llegar a la parada en que se bajaba mi esposa, él también se bajó y observé como la seguía mientras que yo me tuve que quedar en el metro para ir al curso.

Luego cuando nos encontramos en casa, me contó que el muy cabrón la siguió hasta su trabajo, y que en las escaleras de este, (Laura trabaja en una cuarta planta) la alcanzó, y allí se la cepilló: la puso contra la pared, mi mujer se tuvo que apoyar con ambas manos, le apartó el abrigo, le bajó los pantalones, le rompió las bragas, y agarrándola de la cintura, se la metió, bombeando con fuerza el increíble y perfecto culo de mi mujer golpeaba el bajo vientre del hombre, después de beneficiársela un rato le preguntó:

-¿Qué pasa si me corro dentro?

-Me tomo la pastilla –dijo ella- córrete donde quieras y consigue de una vez lo que has venido a buscar, un polvo gratis.

-Sé que trabajas aquí, puede que algún día vuelva a por otro.

-Pues ven más pronto, porque llegó tarde al trabajo, y así te la podré chupar antes.

El hombre descargó su semen dentro de la vagina de mi mujer, ella tan complaciente como siempre, se la chupó para limpiársela y dejo que se volviera a correr en su boca, como ya llegaba tarde que más da unos minutos más, "lo importante es hacer bien el trabajo".

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