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mi mujer y sus amigas celia y manoli

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Me casé hace muchos años, exactamente 25. Tengo 50 años y mi mujer 47. Ella, pese a haber tenido dos hijos, se mantiene muy bien, no representa los años que tiene, y además siempre fue bastante atractiva. Pasó de ser muy delgada a coger unos kilos que creo que le vienen muy bien, porque aumentaron sus redondeces, y aun hace volverse a los hombres cuando pasa por la calle.

Pese a ello, con el paso de los años nuestras relaciones sexuales empezaron a perder fuelle. Busqué un acicate para recuperar la pasión, primero, como casi todas las parejas, en la visión de películas porno, que realmente nos calentaban a los dos. Comentábamos lo que estábamos viendo y lo que nos gustaría hacer con los personajes que salían en la pantalla. Ahí comencé a obsesionarme con formar un trio con otra mujer y a intentar que ella aceptara. Fue inútil. La única concesión que me hizo, al menos de inicio, fue confesar que se sentía algo atraida por una actriz porno americana que frecuentemente salía en las películas que alquilábamos.

Por supuesto no cejé en mi empeño. Poco a poco fui introduciendo en mis comentarios a sus amigas más íntimas, en su mayoría bastante mayores que ella, y aunque al principio la notaba un poco forzada, una noche conseguí que nos masturbáramos mutuamente imaginándonos que dos de sus amigas, manoli y celia, nos chupaban. Incluso después de dar yo los nombres, se permitió el lujo de elegir la que le lamía el chocho a ella, que era manoli, la más atractiva de las dos, pese a sus 55 años. Esa noche tuvo un orgasmo bestial, pero en los días siguientes no conseguí avance alguno.

Pero a los pocos meses, el azar se puso de mi parte. En un pueblo costero cercano a la ciudad gallega donde residimos poseemos una pequeña casa de campo de dos plantas, donde pasamos la temporada de verano. Como está muy cerca de la playa, solemos invitar a nuestras amistades. Total, que en una ocasión coincidió que mi mujer invitó a pasar el día a las dos amigas de que antes hablé. Como era un dia laborable, acudieron sin sus respectivos maridos, que tenían que trabajar. Llegaron por la mañana, y estuvimos los 4 en la playa. Durante todo el tiempo no perdí detalle de aquellos cuerpos, imaginándome todo tipo de cosas, tanto que tuve que ir varias veces al agua para tratar de bajar la erección. Manoli era más bien maciza, con unos pechos tan voluminosos que amenazaban con salírsele del bañador, mientras que Celia era algo más delgada, y lo que más me provocaba de ella era su cara morena, parecida a la de una india, con unos ojillos menudos que desvelaban mucha picardía.

Después, nos fuimos a comer. Yo, que la noche anterior me había acostado bastante tarde, empecé, muy en contra de mi voluntad a sentir sueño, y no tuve más remedio que ir a echarme una siesta, así que me disculpé y subí a la habitación.

Al cabo de una hora, desperté y bajé a la sala. Antes de hacerlo, me detuve a observarlas detenidamente desde el rellano sin que me vieran. Estaban sentadas comodamente en el tresillo, charlando. Mi mujer tenía puestas una bermuda y una blusa, mientras que sus amigas llevaban puestos unos vestidos playeros cortos, que además de otorgarles un aire juvenil, hacían que las dos mostraran los muslos de forma muy sugerente.

Me decidí a bajar al rato y se me ocurrió gastar una broma a mi mujer. Me acerqué a ella sin hacer ruido, y le dí un beso en la oreja, lo que la sobresaltó, y su reacción fue hacer el amago de echar la mano a mi entrepierna. Yo, instintivamente, me encogí y ella empezó a burlarse de mi miedo, llamándome cobardica.

Le contesté:

―¿miedo? El miedo te lo iba a dar yo a ti si no estuvieran tus amigas.

Una de ellas, celia, sonriendo con pillería, dijo: ―Por nosotras no te frenes. Como si no estuviéramos.

Contesté: ―En ese caso, vale― al tiempo que me iba acercando a mi mujer. Ella quedó algo cortada sin saber muy bien como reaccionar, por lo que, envalentonado, le tomé la mano y la llevé a la cremallera de mi bragueta, haciendo que la bajase y le obligué a meter la mano dentro. No sin sorpresa por mi parte, la excitación repentina que sintió consiguió vencer su timidez inicial y me sacó la polla a la vista de sus amigas. Me percaté de la expresión de su rostro en ese momento y vi algo en ella que no había visto nunca, ni siquiera en nuestros encuentros más calientes. La polla se me puso dura instantáneamente, y sentada como estaba ella y yo de pie, le quedaba cerca, demasiado cerca, de la boca, por lo que sin pensárselo más no pudo resistir la tentación de comenzar a pasarle la lengua, lamiéndola como si fuese un helado, antes de introducírsela entera en la boca, iniciando una mamada salvaje. Sus amigas nos miraban con una cara mezcla de asombro y excitación, y en sus ojos se traslucía claramente la lujuria que estaban sintiendo. Nosotros continuamos con lo nuestro, aunque yo sin apartar la vista de nuestras invitadas, y comenzamos a desvestirnos mutuamente poco a poco. Yo le desabroché su blusa y se la quité, sin que parase un solo momento de chupar. Ella, con habilidad, me bajó el pantalón y el slip y despues me quitó la camisa.

En ese instante, una de sus amigas, manoli, no resistió más. Su mano derecha, que mantenía posada en la rodilla, comenzó a subir casi imperceptiblemente por el muslo, arrastrando a su paso la tela del vestido, hasta que quedó al descubierto el color negro de la braguita. No tardó en echarla a un lado para dejar ante mi vista una pelambrera negra donde introdujo dos dedos, con los cuales separó los labios de su coñito, hasta alcanzar el clítoris, que comenzó a acariciar con entusiasmo. En ese momento, Celia se percató de la accion de su amiga y se acercó lentamente a ella, como si lo hiciera inconscientemente, y empezó a acariciarle los pechos por encima del vestido. No se miraron ni un instante entre ellas, porque no podían quitar sus ojos de nosotros. Celia le subió el vestido a Manoli hasta quitárselo por encima de la cabeza, quedando a la vista sus enormes pechos coronados por unos pezones de color claro, rodeados de una gran aureola, que comenzó a saborear con frenesí. Manoli, sin quitar la mano derecha del interior de su coño, quitó el vestido a Celia, hacia abajo esta vez para no interumpir la comida de tetas que estaba recibiendo de ésta. Cuando se quedaron sin ropa comenzaron a besarse en la boca. Manoli inició con su lengua un lento descenso por el cuerpo de su compañera. Se paró en los pechos, chupeteando y mordisqueando los pezones mientras Celia se retorcía de placer.

Luego siguió bajando hasta alcanzar el coño. Le abrió los labios y comenzó a pasar la lengua por el clítoris, primero lentamente y luego fue aumentando el ritmo hasta que éste se hizo frenético. Los jugos de celia fueron inundando la boca de su amiga hasta mojar completamente el mentón e incluso la nariz, que brillaban ostensiblemente. Esa excitante visión hizo que separara mi polla de la boca de mi mujer, interrumpiendo la deliciosa mamada que estaba recibiendo de ésta. Cambié de posición y ocupé su asiento, con mi picha enhiesta, e hice que se sentase sobre ella, de espaldas a mi, clavándosela en sus entrañas. Gimiendo, comenzó a cabalgar sobre mi, mientras no perdíamos detalle de lo que hacían sus amigas. La excitación era tan grande que pronto no tuve más remedio que pedirle que se levantase porque me iba a correr ―ella ya lo había hecho―. Se levantó y se la volvió a meter en la boca, probando el sabor de su propio flujo, al tiempo que mi leche comenzaba a caer a borbotones, inundando su boca y cayendo sobre tus tetas.

En esas, sus amigas, que ya se habían corrido un instante antes que nosotros y nos vieron terminar, se cuchichearon algo al oido una a la otra. Se levantaron las dos en silencio, y una de ellas, Manoli, se aproximó a mi mujer y tomándola de la mano, la arrastró con delicadeza hasta el sofa, donde la hizo recostarte. Se arrodilló en el suelo delante de ella, la besó en la boca, y luego con su lengua inició una lamida de tetas hasta limpiar completamente los restos de mi leche. Despues se dirigió hacia su coño, le abrió los labios y empezó a chuparlo como si fuese una golosina. Yo no les sacaba ojo, tanto que casi me había olvidado de Celia, que se acercó por detrás de mi, apretó sus tetas contra mi espalda y alargó la mano hasta alcanzar mi polla. Viendo que se me había puesto dura, se agachó y comenzó a chupármela. un instante despues se la sacó de la boca y la cogió con la mano para arrastrarme tirando de ella hasta situarme detrás de su amiga manoli, pidiéndome que me arrodillase. Le obedecí, y sin soltar mi polla la introdujo en el coño de manoli que ni por esas paró de lamer a mi mujer. comencé a follarla al ritmo de sus lamidas. Celia, que parecía que era la que dirigía el asunto, se subió al sofá y se agachó hasta dejar su coño junto a la boca de mi mujer. Esta, algo insegura al principio, estaba tan caliente que se dejó llevar por la excitación . Sacó la lengua y por primera vez en su vida lamió el coño de una mujer, primero con timidez, y luego dejándose ir, introduciéndole toda la lengua en un salvaje mete―saca, como si se la estuviera follando con ella. No tardamos en corrernos prácticamente al unísono. Yo, en el momento en que noté la inminencia del orgasmo, saqué mi polla del coño de manoli, y bañé a las tres con los chorros de semen que expulsé, sin coordinar muy bien, dada mi extrema excitación, en que parte del cuerpo se lo iba soltando. Inmediatamente entre las tres se lo fueron recogiendo mutuamente con sus lenguas, compartiéndolo de nuevo en un morreo a trio que se la hubiera levantado a un muerto, caso de verlo.

Entre el calor que tenía y tratando de ganar tiempo para recuperarme, subí a darme una ducha. En ello estaba, cuando se abrió la puerta y entró Celia, totalmente desnuda, y se sentó a orinar. Yo estaba debajo de la ducha, me miró y me sonrió.

―que, te lo has pasado bien?― me dijo

―me habéis hecho gozar como nunca en mi vida.

―a mi me pasó igual, solo faltó una cosa.

―el que?

―mi coño no probó tu polla.

―Eso aún está a tiempo de solucionarse.

No hizo falta más. Se levantó y se metió conmigo en la ducha. Empezamos a tocarnos, hasta que se arrodilló y comenzó a mamarmela. En ese momento se me ocurrió algo. Le dije:

―Espera, a mi también me han entraron las las ganas de mear.

Sacó la polla de mi boca y dijo:

―hazlo― pero no se separó ni un centímetro.

Dirigí mi polla en dirección a sus tetas y comencé a regarlas con mi orina, dirigiéndola luego hacia su estómago, pero no me lo permitió. La muy zorra cogió mi polla y apuntó a su boca, que abrió desmesuradamente, bañando todo el interior con mi amarillento líquido.

Tan pronto terminé, la saque de la bañera y la hice arrodillar contra el retrete, acostándole las tetas contra la tapa cerrada. Me arrodillé yo también a su espalda, busqué su coño e hinqué mi polla dentro de él.

Estaba tremendamente caliente en su interior. Empecé a bombearlo con fuerza mientras oía sus gemidos de placer; éstos eran tan fuertes que debieron alertar a Manoli y a mi mujer, que subieron a ver que pasaba (aunque ya lo sospechaban). Entraron las dos en el cuarto de baño. Sin decir nada, mi mujer se fue acoplando hasta dejar su boca junto a la cabeza de Celia, a quien no hizo falta dar instrucciones para que empezara a lamerla al ritmo en que yo la follaba a ella. Manoli se arrodilló detrás de mí y empezó a refregar sus grandes tetas contra mi espalda y morderme el cuello, para luego bajar pasándome la lengua por la espalda hasta alcanzar mi culo, cuyo agujerito lamió como si fuera el más delicioso de los helados. Yo aquello ya no lo podía aguantar más, pero aun así pude aguantar hasta que mi mujer y Celia se corrieron un par de veces, y entonces desenterré mi polla del coño de ésta, y quise regalar otro orgasmo a manoli, que tan buena chupada de culo me estaba haciendo.

Les dije que entráramos los cuatro en la habitación. Hice que celia se pusiera boca arriba sobre la cama, y que manoli se pusiera sobre ella a cuatro patas, en posición de 69. Les pedí que se chuparan mutuamente, y cuando comenzaron a hacerlo, yo me situé detrás de manoli y pedí a mi mujer que chupara su culo, para relajarlo. Así lo hizo, y mientras ellas se comían, mi mujer hacía su trabajo de desgaste, al que ayudó metiendo un dedo, y luego dos, durante unos momentos, hasta que yo consideré que estaba preparado. A petición mía, mi mujer cogio mi polla con la mano, y tras darle unas lamidas, la dirigió al culo de manoli. Sin demasiado esfuerzo me fui introduciendo en él y comencé a follarlo. Mi mujer, viendo aquella caliente escena de sus dos amigas devorándose el coño y su marido perforando el culo de una de ellas, se sentó en una silla y se puso a masturbarse frenéticamente. Al poco ya no pude aguantar más y grité que me corría. Las tres dejaron lo que estaban haciendo y juntaron sus cabezas para recibir el baño de leche que les tenía preparado.

Ni que decir tiene que esto volvió a repetirse, y la vida sexual de mi matrimonio dio un vuelco total, por supuesto para mejorar. De eso os hablaré en próximos relatos.

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