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Laura es una chica tímida, demasiado tímida. No es una belleza, pero tampoco es fea. Una chica normalita. Lo mejor son sus hermosos ojos negros, aunque cuesta verlos a través de sus gafas, y además, no aguanta la mirada a casi nadie. Cabello negro, piel blanca.

Sale poco con sus amigos, y cuando lo hace se queda callada, bebiendo a cortos sorbos la bebida que pide por integrarse en el grupo, no porque le guste. Al final siempre acaba pidiendo un refresco. Juan, el chinchoso de la pandilla, siempre se mete con ella.

-Laura, mujer, suéltate el pelo. Échale ron a ese refresco.

Muchas veces, él u otro amigo cogían una botella y le echaban un buen chorro de alcohol en su bebida. Todos reían, menos Laura. Pero no decía nada. Se tomaba un par de sorbos y al final dejaba el vaso a un lado y no bebía más.

Había sido 'novia' de un par de chicos, pero no llegó a nada con ellos. Besos y meterse mano sobre la ropa. Laura no quiso ir más lejos con ninguno, y ellos la dejaron.

Estudia económicas, segundo curso. Siempre había sido una buena estudiante, y en la universidad seguía igual. Mientras los demás se dedican a la juerga, ella estudia. Durante la semana no sale de casa más que para ir a clase. Le dicen la rarita. ¡Qué tiempos en los que a la gente responsable se les llama raritos!

Laura tiene un secreto. Algo que nadie sabe. Ni siquiera Luisa, su única verdadera amiga, a la que le cuenta todo. Todo menos ese secreto. Está profundamente enamorada de uno de sus profesores, Ramón. Un hombre sobre los 40 años, pero bien llevados. Todos lo tienen por un hueso, por un profesor duro. Serio, enemigo de las bromas, se limita a dar su clase, sin tratar a los alumnos más de lo estrictamente necesario, y siempre de usted.

En cuanto Ramón entra en la clase, el corazón de Laura empieza a latir. Por verlo allí, delante de todos. Y por miedo. Miedo a que le pregunte algo. A tener que hablar delante de todos. A tener que hablar delante de él. En las ocasiones en que le pregunta algo, Laura no puede evitar ponerse roja. Y mientras él más la mira, más roja se pone.

Al principio, tratando de evitarlo, se ponía detrás del todo, pero era peor. Muchos giraban la cabeza para oír sus respuestas. Le entraban sudores fríos, apenas le salían las palabras. Así que decidió ponerse en primera fila. Allí ala menos nadie le vería la cara. Sólo él. Y allí estaba más cerca de su amor platónico.

Llevaba varias semanas queriendo preguntarla algo a su profesor, pero no se atrevía. Desde luego que en clase jamás lo haría. Tendría que ir a su despacho o hacerlo en los pasillos. Se armó de todo el valor que pudo y decidió que lo mejor sería hacerlo en su despacho, así que se dirigió hacia el ala en donde estaba la zona de profesores. Con una carpeta fuertemente agarrada sobre su pecho, subió las escaleras que llevaban hacia los despachos.

En horas de clase no había mucha gente por ese lugar, pero Laura sabía que Ramón no tenía ninguna clase a esa hora. La sala, amplia, estaba desierta. Había varias puertas, que a su vez daban a un pequeño pasillo con más puertas, que eran ya los despachos individuales. Miró en un pequeño plano que había en la entrada cual era la puerta de su profesor, y allí se dirigió. Sala 3, despacho 5.

Se detuvo ante la puerta de la sala 3. Dudó en si llamar o entrar directamente. Estuvo a punto de abandonar, de irse, pero cogió aire y giró el picaporte. Tras la puerta había un pasillo en semioscuridad y cinco puertas, numeradas. Entró y caminó hasta la número 5. Iba a tocar cuando oyó voces. La voz de Ramón. El corazón casi se le sale por la boca. No por oír la voz, sino por lo que dijo. Había oído claramente las palabras "traga, zorra"

Laura se quedó petrificada. Agudizó el oído.

-Te he dicho que tragues. Quiero que te tragues mi polla hasta la garganta.

-No puedo - dijo una voz femenina que le resultó familiar- Es demasiado grande para mí.

-¿Eres o no eres una zorra?

-Sí, lo soy

-Pues si eres una zorra, trágate mi polla.

Los ojos de Laura estaban abiertos como platos. No se podía creer lo que estaba oyendo. Se acercó más a la puerta para oír mejor. Oyó extraños sonido, como de alguien atragantándose. Oyó toser a la mujer.

-Sé que puedes. Mírame a los ojos... Bien... así.... ahora... ve tragando, poco a poco... sin dejar de mirarme. Ummmm ya casi la tienes... Lucha contra la arcada...un poco más... Eso es... zorrita. ¿Ves como si podías? ¿La sientes en tu garganta?

Lo siguiente que oyó Laura fueron los gemidos de Ramón. Y sonidos húmedos, de chupeteos, de lamidas. Con alguna que otra arcada de la mujer.

-Aggg, putita, me vas a hacer correr con esa boquita tuya. Ya sabes lo que tienes que hacer, ¿No?

-Sí, lo sé

-Pues hazlo.

Se oyó un beso. Otro más. Laura se imaginó a aquella mujer besando la polla de Ramón.

-Por favor, córrete en mi cara. Necesito tu leche en mi cara.

-¿Quieres que me corra en tu carita de puta?

-Sí, sí, córrete en mi carita de puta, llénamela toda.

Más gemidos, y un gruñido de placer. Respiraciones agitadas. Su amado profesor, tras la puerta, se estaba corriendo sobre la cara de aquella mujer.

-¿Estoy guapa?

-Estás preciosa. Has sido una buena zorra.

-Gracias.

Oyó un último ruido. Un click. Como el click de una cámara fotográfica.

Laura salió despacito, sin hacer ruido. Cuando salió a la sala principal, corrió y bajó las escaleras. El corazón le latía con fuerza, y no era por la carrera. Cuando llegó a la planta baja, se sentó en uno de los bancos. En su cabeza bullían las palabras que había oído. Y en ese momento fue consciente de que estaba excitada. Muy excitada. Notó sus pezones duros, su coño empapado. Esperó allí sentada unos minutos, y entonces vio bajar las escaleras a una de las profesoras de la facultad. La voz que había oído era la suya. Esa era la mujer que le acababa de chupar la polla a su amado profesor.

La miró, con una mezcla de odio y curiosidad. No era una mujer especialmente guapa, pero sí atractiva. Caminó por delante de ella como si nada hubiese pasado. Siguió allí sentada, esperando. Al poco tiempo, bajó su profesor. Y vino caminando hacia donde ella estaba. Laura empezó a temblar ligeramente.

Él pasó a su lado, saludándola con un gesto. Dio dos pasos y se paró. Casi se para también el corazón de Laura.

-Srta. Guzmán... ¿Quería Vd. hablar conmigo?

-Er...Don Ramón... yo...

Laura sintió como sus mejillas se encendían, como se le trababa la lengua. Le miró a los ojos unos segundos, pero la intensa mirada de él hizo que retirara la mirada enseguida. En su cabeza resonaban sus palabras "¿Quieres que me corra en tu carita de puta?".

-¿Sí o no, Srta.?

-Ss sí. Tengo un par de dudas que me gustaría...

-Bien - la interrumpió - Hoy ya no tengo un hueco libre. Venga a mi despacho mañana a las 10.

Ramón se dio la vuelta y continuó su camino. Laura miró como se alejaba, con el corazón desbocado y la cara ardiéndole. Cuando se dio cuenta de la hora que era, salió corriendo a la siguiente clase. Pero casi no atendió al profesor. Sus pensamientos estaban en lo que había oído decir a Ramón, sus gemidos. Seguía mojada, cachonda. Se frotó los muslos, pero no se calmó. Pasó largo rato hasta que consiguió que su excitación desapareciera.

Lo que siguió a la excitación fueron nervios. Al día siguiente estaría a solas con él. No sabía si podría olvidarse de lo que había oído y concentrarse en las preguntas que tenía que hacerle.

Cuando terminaron las clases, se marchó a su casa. Los nervios no la abandonaron el resto del día. Ni por la noche, acostada en su cama, a oscuras. "¿Quieres que me corra en tu carita de puta?". No se quitaba esas palabras de su cabeza. No por lo que decían, sino por quién lo decía. Su Ramón, el hombre al que idolatraba. Jamás había imaginado que él pudiese decir esas cosas. Lo imaginaba como un príncipe azul, galante, cariñoso. Se había masturbado muchas veces imaginando como él le hacía el amor. Como las desvirgaba con dulzura, cariño. Un cuento de hadas.

Estaba excitada. Muy excitada. Su coño palpitaba entre sus piernas. Pero no se tocó. No quería hacerlo con esa frase rondando su mente. No quería mancillar la imagen que se había formado de su profesor, así que se acurrucó y trató de dormirse.

Le costó, pero al final el sueño la venció.

+++++

Se despertó tal y como se había dormido, nerviosa. Siguió la rutina de todos los días. Ducha, desayuno con su madre y salió hacia la facultad. De 8 a nueve tenía clase de Economía Aplicada. De 9 a 10, tenía clase con D. Ramón. Y después... Después iría a su despacho.

Durante la clase de Ramón, él la sorprendió con una pregunta. Se le subieron los colores, pero logró contestar.

-Muy bien, Srta. Guzmán.

Terminó la clase a las 9:45 y Ramón salió. Laura esperó unos minutos a que fuesen las 10 para ir a su despacho. Un hombre como él seguro que exigía puntualidad. Subió las escaleras que llevaban a la sala de profesores y después entró al pasillo que llevaba al despacho.

Se quedó plantada delante de la puerta. Cerró los ojos, inspiró, expiró y tocó. Eran las 10 en punto.

-Adelante - sonó la voz de Ramón.

Abrió la puerta. Él estaba sentado en una gran mesa. Había una gran cantidad de libros por todo el despacho. Ramón la miró.

-Pase, Srta. Tome asiento.

-Verá...D. Ramón...

Laura le hizo las preguntas sobre los temas que tenía dudas. Intentó mirarle a los ojos, pero él la miraba tan intensamente que no le aguantaba la mirada. Notaba sus mejillas acaloradas. Ramón fue respondiendo a sus preguntas, aclarándole todas las cosas.

-Bien, D. Ramón. Muchas gracias por todo.

Laura hizo el ademán de levantarse, pero él la detuvo.

-Un momento, Srta. Guzmán.

-¿Sí?

-¿Qué oyó Vd. ayer?

Laura se quedó sin habla, sin aire. Le empezaron a temblar los dedos. Lo miró asombrada, esta vez aguantando la mirada. No podía moverse. Él la miró intensamente.

-¿Y bien? Dime que oíste.

Ella ni se dio cuenta de la tuteó. Ramón empezó a tamborilear los dedos sobre la mesa.

-Laura, no soy hombre paciente. Dime que oíste ayer.

-Yo...na...nada...no sé a qué se refiere, D. Ramón.

-¿No?

Ramón giró la pantalla de su ordenador. En ella había una imagen. Un video de la sala exterior, en el que se veían las puertas de acceso a las sales interiores. Vio a un alumno cruzar la pantalla.

-Es la cámara de seguridad. Ayer vi como entraste por esa puerta - dijo, señalando la que daba a la antesala de su despacho - y como salías corriendo después.

Jamás había sentido Laura tanta vergüenza. La cara le quemaba. Se empezó a frotar las manos, que le sudaban como nunca.

-Pues, D Ramón... yo...

-¿Sí?

-Oí... bueno, no es cosa mía.

Ramón dio un manotazo sobre la mesa, que sobresaltó a Laura, que saltó con un respingo sobre la silla.

-Joder, Laura. Dime de una puta vez lo que oíste.

-Oí como Vd. le decía cosas a esa profesora - Respondió Laura de carretilla.

-Ummm, bien. ¿Qué cosas?

Con ojos abiertos como platos Laura miro a Ramón. No podía repetir aquellas palabras delante de él.

-N...no...puedo...decirlas

-¿Por qué no? ¿Te da vergüenza?

-Sí - contestó, bajando la mirada.

-Mírame, Laura.

Lentamente, Laura levantó la mirada.

-Sabía que eras tímida, pero ahora veo que eres muy tímida. Estás colorada como un tomate.

Bajó la mirada nuevamente. Claro que estaba colorada. Lo sabía. Lo sentía. En su cara ardiendo. En su corazón acelerado. No hacía falta que se lo dijera. Lo sabía. Joder ¡Lo sabía!

Ramón se levantó, dio la vuelta a la mesa y se sentó al borde, justo delante de Laura.

-¿Qué cosas le dije?

Silencio. Ramón alargó una mano, apoyó un dedo en la barbilla de Laura y le levantó la cara.

-¿Qué le dije a la profesora?

-Zo...zorra.

-Sí, le dije zorra. ¿Qué más?

-Puta.

-También, sí. ¿Qué me estaba haciendo esa zorrita ayer?

-Se la estaba...

-¿Me la estaba?

-Chupando.

Una lágrima cayó por la mejilla de Laura. Iba a romper a llorar en cualquier momento. Ramón, con el pulgar, se la secó.

-Tranquila, Laura. No pasa nada. Sólo quería estar seguro de lo que había oído. ¿Por qué no te fuiste inmediatamente?

-No...lo sé.

-Sentías curiosidad. Querías saber qué pasaba. ¿No es así?

-Sí.

-Pues lo que pasaba es que Isabel me hizo una mamada estupenda, que se tragó toda mi polla y que al final me corrí sobre su cara. Quedó preciosa. Mira.

Ramón se giró un momento y pulsó un botón de su teclado. En la pantalla apareció una imagen. Era la profesora, mirando hacia la cámara, sonriendo ligeramente. Y con la cara cubierta de semen. Una impresionante corrida que le cubría la frente, las mejillas, la nariz y los labios.

-¿No te parece hermosa, Laura?

No dijo nada. Se quedó mirando la foto. No era la primera vez que veía a una mujer con la cara cubierta de semen. Pero sí era la primera vez que veía a una mujer que conocía así. Y el semen era de su profesor, que la miraba, sonriendo.

-Las mujeres están preciosas con una buena corrida en la cara. ¿No crees? Ummm, apuesto a que tú estarías preciosa así, cubierta de leche y con tus gafas puestas.

Laura lo miró. ¿Cómo se atrevía a decirle esas cosas? El corazón le latía, desbocado. Y no era sólo por vergüenza. Tenía otra vez los pezones duros. El coño mojado. Le aguantó la mirada unos segundos, pero la bajó rápidamente. Sus ojos se toparon con un enorme bulto en los pantalones de Ramón. Desvió la mirada de allí también, pero él se dio cuenta.

-Sí, tengo la polla dura, Laura. Ayer, cuando ella me la chupaba sabía que estabas detrás de la puerta escuchando. Eso me puso más caliente. Seguro que tú también te pusiste caliente, como ahora.

-Yo... no....

-¿Cómo que no? Pero si vas a agujerear la camisa con los pezones. Seguro que tienes el coño empapado, ¿No?

¿Empapado? El coño de Laura era un lago. Sentía las bragas mojadas. Cada golpe de su corazón lo sentía en su clítoris.

-¿No dices nada? Jajaja. El que calla, otorga. ¿Sabes de qué tengo ganas, Laura?

Lo miró. Él sonreía, con sus ojos clavados en ella.

-N...no.

-¿Seguro que no? Sí lo sabes. Eres una chica lista. Sabes que tengo ganas de correrme en tu cara.

Ramón se levantó y se acercó a la petrificada Laura. Su bulto quedó a la altura de la cara de la chica, a escasos centímetros de ella.

-Sácame la polla.

No podía. Laura no tenía control sobre su cuerpo. Un ligero temblor le recorría el cuerpo.

-Venga, zorrita. Sé que lo deseas.

Zorrita. La había llamado zorrita. El amor platónico de su vida, su idolatrado profesor, la había llamado zorrita. ¿Cómo se atrevía? ¿Por quién la había tomado? ¿Y por qué coño se había estremecido de pies a cabeza cuando se lo dijo? Sus ojos se quedaron fijos en el bulto del pantalón. Vio como una de las manos de Ramón lentamente subía hasta la bragueta  y se la bajaba.

-Bueno, veo que sigues luchando contigo misma. Lo haré yo.

Ramón metió la mano por dentro de la bragueta y se sacó la polla. Laura se quedó sin aire. Tenía delante de los ojos la polla de Ramón. Tiesa, con las marcadas venas recorriendo el tronco. Era una polla grande, gruesa. Bastante más que las que ella había tocado a sus antiguos novios. Era la primera polla que veía así, en vivo, delante de ella. Sentía cosquillas en el estómago.

-¿Te gusta mi polla, zorrita?

Le encantaba su polla. Le pareció preciosa y amenazadora al mismo tiempo. Pero no le salían las palabras. Seguía con fuego en las mejillas, pero ahora no era sólo por vergüenza. Se atrevió a levantar unos segundos la mirada y fijar sus ojos en los de Ramón. Él la miraba, siempre con esa sonrisa.

-Eso es. Quédate así, mirándome.

Bajó la mirada, pero Ramón la cogió por la barbilla y le hizo levantar la cara.

-He dicho que te quedes así - dijo, con voz autoritaria.

Quitó la mano y ella, obediente, se quedó como él ordenó,

-Así me gusta. Las zorras tienes que ser obedientes. ¿Vas a ser obediente, verdad?

Con un ligero movimiento de su cabeza, Laura asintió. Y entonces, Ramón dio un paso hacia ella y su polla le  rozó la cara. Laura sintió un latigazo que recorrió su cuerpo por entero. Se le escapó un suspiro. Ramón la agarró con suavidad por la cabeza y empezó a pasarle la polla por el rostro. Laura sintió la dureza y suavidad de la polla. Por su frene, por sus mejillas. Por su labios. Incluso sobre los cristales de sus gafas. La polla era cálida. A pesar del calor de sus propias mejillas sintió el calor que la polla irradiaba. Fueron largos segundos, más de un minuto, durante los cuales los ojos de Laura estuvieron fijos en los ojos de Ramón. Nunca había mirado tanto tiempo a los ojos a nadie.

Bum...Bum... hacía su corazón, latiendo con fuerza. Sentía placer. Un intenso placer al ser acariciada así. Más que el que había sentido con aquellos chicos, con sus manos estrujando sus tetas. Mucho más.

-Ummm, siente mi polla en tu cara, zorrita. Siente su calor, su dureza. Veo en tu mirada que te gusta. Sabía que eras así. Que en ti se escondía una zorra sumisa. Cómo voy a disfrutar puliéndote, sacando tu verdadera personalidad.

Ramón le sujetó la cabeza con la mano izquierda. Con la derecha se cogió la polla y empezó a masturbase lentamente, pasando de vez en cuando la punta de la polla sobre la nariz y los labios de Laura.

-Ya verás que hermosa te ves con la cara llena de mi leche.

Laura miraba al hombre amado, que la trataba como a una simple puta, que la usaba. No era eso lo que se había imaginado. No era romántico, amable, tierno, considerado. No era un príncipe azul.

Jamás imaginó algo así. Algo tan... intenso. Que la tenía completamente subyugada, entregada. Que hacía que todo su cuerpo vibrase. Que sintiese placer por el simple hecho de hacer lo que él le decía. Por tener delante de ella aquella dura polla, que se iba a correr sobre su cara. Que la cubriría de semen caliente, espeso.

-¿Vas a ser mi zorrita, verdad Laura?

Ella asintió.

-Dilo. Di que vas a ser mi zorra.

Laura se estremeció. Su mente luchaba en muchas direcciones distintas. Levantarse... salir corriendo de allí. Decirle... gritarle que no, que ella no iba a ser su zorra ni la zorra de nadie. Y el deseo, el placer de sentirse como se estaba sintiendo en ese momento, como no se había sentido nunca. Sus labios se movieron

-Voy...a...ser...tu zorra.

-Ummm, así me gusta.

Como premio, Ramón le pasó la polla otra vez por toda la cara, antes de seguir masturbándose cada vez más rápido.

-Cómo me gusta tenerte así, zorrita. Pero no estás en la postura adecuada. Las zorras tienen que estar arrodilladas para ser bañadas por sus machos. Venga, arrodíllate ante mí.

Obedeció. No podía hacer otra cosa. En ese momento, todo su ser pertenecía a aquel hombre. Levantó la mirada, buscando aprobación. Ramón, empujándola por un hombro, hizo que se agachase más, hasta que su culo quedó sentado sobre sus talones y, tirando de su barbilla, le levantó la cara.

-Esa es la postura perfecta, putita. Esa es la postura adecuada para recibir tu primera corrida. Porque es la primera, ¿Verdad? Nadie se ha corrido en tu cara hasta ahora.

-No... nadie...nunca.

-Bien. Va a ser tu bautizo de leche. ¿Recueras lo que oíste ayer? ¿Lo que decía Isabel?

-Sí.

-Pues dilo.

-Yo...no...puedo.

-Sí puedes. Eres mi zorra y sí puedes. Dilo.

Laura jamás había dicho cosas así. Ni siquiera las había pensado.

-Có... córrete en...mi cara. - dijo, entrecortadamente, sintiendo un escalofrío de placer que le recorrió el excitado cuerpo.

-Ummmm, eso es. Sigue. Ya ves que sí puedes, putita. Sigue.

-Dame tu leche. Llena mi...cara.

-Eso voy a hacer, zorita. Llenarte la carita.

Laura notó algo. Su excitación estaba subiendo tanto que se sentía a punto de estallar. Decir aquellas cosas la estaban llevando al límite.

-Córrete. Llena mi cara de zorra con tu corrida, como hiciste con ella. Hazme a mí lo que le hiciste a ella. Hazme tu puta.

Ramón quedó maravillado del enorme cambio que aquella chica había dado en un instante. Se dijo que iba a ser una gran zorra. La mejor de todas. Su timidez escondía a una gran sumisa. Le iría dando empujoncitos en la dirección que él deseaba. Y el primero ya llegaba. Su bautizo.

-¿Quieres leche? Pues leche vas a tener.

Quizás el acto de dominio más primario de todos. Así como los animales marcan su territorio, Ramón se disponía a marcar a su zorra. Iba a dejar claro que le pertenecía, marcándola con su esencia de macho. La agarró por el cabello, manteniéndole la cabeza firme, y sintió el placer inundarle. Esa sensación intensa de cada fibra de su cuerpo empezar a tensarse, ese placer que se irradiaba desde su polla a todo su ser. Ese poderoso espasmo seguido de un abundante y espeso chorro de semen que impactó de lleno contra uno de los cristales de las gafas de Laura, manchándole la ceja y la mejilla. Chorro seguido por varios más, que Ramón fue dirigiendo para cubrir la mayor cantidad posible de la carita de la chica.

Los dos cristales recibieron sendos disparos, así como la frente, las mejillas, la nariz, los labios. Espeso y lechoso semen, caliente, que cubrió el rostro de Laura.

Laura, sin moverse, sintió cada uno de aquellos chorros estrellarse contra su cara. Eran calientes, casi los podía oír al golpearla. Y cada latigazo lo sentía en todo su cuerpo. Cada latigazo de semen enviaba ondas de placer por todo su ser. Cada una más intensa que la anterior. Cada una haciendo que su cuerpo se tensara, hasta que llegó un punto en que la tensión sobrepasó su límite y Laura, arrodillada, ofrecida, sumisa, cubierta de semen, se corrió. El orgasmo más intenso de toda su vida. Sus dedos se agarrotaron. Apretó los dientes, cerró los ojos y, a pesar de la fuerza con que Ramón le agarraba la cabeza, la echó hacia atrás, recibiendo en el cuello el último chorro de la corrida del hombre.

Ramón la soltó. Se quedó maravillado al ver a aquella chica correrse tan intensamente. Sus dedos estaban blancos. Sus uñas dejarían, con seguridad, marcas en sus palmas. Con un último espasmo, todo terminó. El cuerpo de Laura quedó flojo. Su cabeza empezó a caer hacia adelante y Ramón la sujetó. Cogió la cámara que tenía preparada. Y empezó a sacarle fotos.

Laura estaba aún como ida. No oyó los clicks.

-Abre la boca, zorra.

Obedeció. Como una autómata. Abrió los ojos, pero estaba ciega. Los cristales llenos de semen le impedían ver otra cosa que no fueran sombras. Algo entró en su boca. Supo lo que era. La polla de Ramón.

El siguiente click sí lo oyó.

-Estás preciosa, Laura. Preciosa de verdad.

Más clicks. Y algo más. Olor. Sabor. Laura tenía, por primera vez en su vida, una polla en la boca. Y por primera vez conocía el olor del semen, su sabor.

Más clicks. Después, Ramón le quitó las gafas. Aunque algo borroso por su miopía, pudo verlo. Él la miraba, sonriendo. Laura se sintió bien. Parecía complacido.

-Ven - dijo Ramón, ayudándola a levantarse

La llevó frente a un espejo que había al fondo del despacho.

-Mírate. Mira tu cara llena de mi leche. Ahora estás marcada. Ahora eres mi zorra.

Ramón se puso detrás de ella, mirándola a través del espejo. Le susurró al oído

-¿Verdad que te gusta verte así, putita?

Laura asintió.

Ramón levantó una mano, la llevó a la cara de la chica. Con un dedo, recogió un poco del semen que tenía en la cara y lo acercó a los labios de Laura.

-Chúpame le dedo.

Laura miró el dedo, con una buena cantidad de semen, blanco, algo traslúcido. El corazón le seguía latiendo con fuerza. Abrió la boca, Ramón le metió el dedo dentro y lo chupó. Ahora el sabor fue más intenso. La textura le fue extraña. Suave. Salado. Amargo.

-Traga, zorrita - le susurró.

Y Laura, tragó. Chupó el dedo y tragó. Él la miraba, y sonreía. Le sacó el dedo de la boca, recogió más semen y se lo volvió a meter en la boca. No hizo falta que le dijese nada más. Laura chupó y tragó. Todo lo que Ramón le fue dando. Poco a poco. Hasta que dejó su cara limpia.

-Toma - le dijo, dándole las gafas - Límpialas también.

Laura lamió los cristales, recogiendo con su lengua todo rastro de semen. Ramón quedó satisfecho. Se acercó a ella y la besó, con pasión, metiendo la lengua en la boca de Laura, que tembló ante aquel inesperado beso del hombre al que adoraba.

-Para ser tu primera vez, no ha estado mal. Ya te puedes ir.

Laura recogió su carpeta. De reojo miró como Ramón se guardaba la polla, aún semidura, y después se sentaba en su mesa, como si nada hubiese pasado.

Laura se dirigió a la puerta, giró el pomo y abrió. Miró hacia su profesor, esperando una despedida, una palabra, un gesto. Pero él leía unos papeles, ignorándola. Salió y cerró, sin hacer ruido.

En cuanto ella salió, Ramón levantó la vista. Miró a la puerta y sonrió. Le gustaba aquella chica. Estaba sin pulir, pero él se encargaría de convertirla en su mejor zorra.

Laura caminó deprisa, temerosa de que alguien la viera salir del despacho del profesor. De que adivinasen por su cara lo que allí dentro había pasado. Bajó las escaleras y se fue directamente al baño. Allí se miró en el espejo. Tenía la cara sucia, las gafas empañadas.

Se lavó bien, limpió las gafas y se fue a la siguiente clase, pero apenas prestó atención. Solo pensaba en la sensación que había tenido en el despacho de Ramón, arrodillada como una zorra y recibiendo en la cara su copiosa corrida. Jamás olvidaría ese momento, esa sensación.

Quería volver a sentirla. Necesitaba volver a sentirla.

+++++

Esa noche, antes de dormir, encendió su ordenador, el cual tenía en su cuarto, para leer el correo. Había correo basura, algunos de sus amigos, y uno, que le llamó enseguida la atención. No conocía al remitente. Era un e-mail extraño, letras y números. El asunto, era "Para ti, zorra". Lo abrió.

Lo primero que vio fue a ella misma, con la cara llena de semen. Era una foto clara, nítida. Una foto que le aceleró el corazón. Había más. Y la que más le impactó fue en la que aparecía con la polla de Ramón en la boca y la cara llena de semen.

¿De dónde había sacado él su dirección de correo?, se preguntó. Recordó entonces que era uno de los datos que se solicitaba en el impreso de matriculación.

Un texto acompañaba las fotos: "Mira que hermosura de fotos, zorrita. ¿Te hacen sentir como una auténtica puta? Mañana vete a clase con falda."

Las fotos y la velada promesa que encerraba aquella última frase la hicieron estremecer. Y la excitaron. Se notó húmeda. Llevó su mano derecha por dentro de su pijama, por dentro de sus bragas y empezó a masturbarse. Miró las fotos, se miró a sí misma, gimiendo de placer. Miró la polla, llenando su boca. Miró su cara, llena de semen.

Y se corrió, una y otra vez, sin apartar la vista de la pantalla. Mientras se corría, se decía a sí misma "Córrete en mi cara de puta. Soy tu zorra".

Minutos más tarde, agotada de tanto placer, se acostó y se durmió casi en el acto.

+++++

Por las mañanas, antes de empezar las clases, solía ir a la cafetería a tomarse algo con Luisa. La encontró charlando con algunos miembros de la pandilla, incluido Juan, en chinchoso

-Buenos días, Laura - dijo Luisa.

-Hola.

-¿Tomas algo?

-Un te - respondió.

-Un te, un te -dijo con desdén Juan - Nada de te. Ponle un café solo, bien cargado, a ver si espabila.

Todos rieron. Todos, menos Laura, que sólo miró al suelo. Le pusieron delante el humeante y negro café. Laura le echó el azúcar y empezó a revolver con la cucharilla, mientras los demás hablaban.

Miró a Luisa, tratando de decirle con la mirada que tenía que decirle algo, pero Luisa reía de la ocurrencia de alguno de los muchachos y no le prestaba atención. Laura siguió removiendo el café.

Se quedó allí, como siempre, callada, escuchando las conversaciones de sus 'amigos', hasta que llegó la hora de clase y todos se empezaron a ir. Laura pagó su café y se marchó, junto a Luisa, con la cual coincidía en la primera clase.

No había probado el café. Laura odiaba el café.

-Qué raro verte con falda - dijo Luisa.

-¿Uh?

-Casi nunca usas falda, Laura. ¿Y eso?

-Ah, nada. Hoy me... apetecía.

Laura había llegado a la facultad dispuesta a contárselo todo a Luisa, su amiga, pero el incidente con el tonto de Juan le había quitado las ganas. Además, después de reflexionarlo un poco, se dijo que no. Que mejor sería no contárselo a nadie. Aunque confiaba en Luisa, si se llegase a saber algo de aquello se moriría. Además, quizás no lo entendería. Ni ella misma lo entendía.

Durante la clase, se notaba nerviosa. ¿Qué tenía que hacer? ¿Ir al despacho de Ramón? ¿Esperar? Ese día no tenía clase con él. Quizás no pasaría nada. Ella no era más que una chica normal, del montón. Y él... él era un hombre tan seguro de sí mismo.

Una vibración de su móvil la sacó de sus pensamientos. Era un sms. Lo leyó y su corazón se aceleró.

"Ven aquí, zorra"

Supo en el acto de quien era y a donde tenía que ir. Faltaban aún 10 minutos para que terminara la clase. Y a los profesores no les gustaba que lo alumnos saliesen de las clases una vez empezadas, así que esperó a que terminara y salió con paso rápido.

Subió las escalares, cruzó la antesala y entró al pequeño pasillo interior. Se plantó delante de la puerta de Ramón. Cerró los ojos, cogió aire y toco.

-Pasa - sonó la voz del profesor.

Laura abrió y entró. Él estaba sentado en su silla, detrás de la mesa. Laura se quedó quieta, a la espera, bajo el marco de la puerta.

-Entra y cierra la puerta. Has tardado mucho.

-Es que... la clase no había terminado.

-Me importa una mierda. Cuando te diga que vengas, vienes en el acto. ¿Entendido?

-Sí. Lo siento.

-Bueno, pues ya lo sabes, zorrita. Quítate las bragas y dámelas

Encendida como un faro rojo, Laura obedeció. Se quitó las bragas, sacándoselas por los tobillos, se acercó a Ramón y se las dio. Cuando él se las acercó a la nariz, Laura se estremeció.

-Ummm, huelen a coño. Y están empapadas. ¿Tienes el coño mojado, putita?

-Sí.

Lo tenía mojado desde que recibió el sms.

-A ver... -dijo Ramón, metiendo la mano por debajo de la falda.

La miró a los ojos mientras sus dedos recorrían la suave y fina piel de los muslos de la chica, hasta que llegaron al coño. Le pasó dos dedos por la raja y comprobó que la chica estaba muy mojada. Caliente, resbaladiza. Recorrió con las yemas la hendidura.

Laura se mordió el labio inferior. Era la primera vez que otra mano, que un hombre la tocaba así. Hasta ese momento lo máximo que había permito era que la tocasen por encima del pantalón. Ahora, sentía los dedos acariciarla.

-Agggggg

-Te gusta. ¿Verdad, zorrita?

-Ummmm, profesor...sí.

Ramón encontró el clítoris de la chica y lo frotó entre las yemas de sus dedos. Laura se tensó y se corrió en el acto. Sus jugos mojaron aún más los dedos de Ramón.

-Vaya. Veo que eres de corrida fácil. Eso me gusta en una zorra.

La siguió tocando. Le empezó a meter dos dedos en el coño, hasta que se topó con una barrera.

-Coño. ¿Eres virgen?

Laura se sintió avergonzada. Miró al suelo, apartando la mirada de Ramón.

-Sí.

-Vaya, vaya. Un virgo fresquito. Cómo voy a disfrutar puliéndote. Mírame

Laura, lentamente, volvió a mirarle.

-¿Y...por aquí también? - preguntó Ramón, metiéndole uno de sus mojados dedos en el culo.

-Agggg - se quejó Laura - Sí.

-Me ha caído la lotería contigo. Tan tímida, virgen. Y al mismo tiempo, sé que dentro de ti se esconde una gran zorra. Y yo la voy a sacar a la luz. Vete al sofá. Siéntate.

Laura obedeció. Se sentó en el sofá, justo en el borde. Las piernas, bien apretadas, rodilla contra rodilla. Ramón se levantó y se apoyó contra la mesa, delante de ella.

-Súbete la falda.

Sin separar las piernas, Laura se subió la falda, justo hasta encima de las rodillas.

-Toda. Bien arriba.

Se la subió casi hasta las ingles. Sentía calor por todo su cuerpo, especialmente en la cara.

-Y ahora, zorra. Abre las piernas. Ábrete bien de piernas. Muéstrame tu coño.

Las piernas no le obedecían. Parte de su ser se negaba aún a mostrar la parte más íntima de su cuerpo.

-Te he dicho que te abras de patas, putita.

Con determinación, Laura las fue abriendo, lentamente. Ramón fijó los ojos en el lo que se escondía al final de aquellas piernas. Un coño que se fue descubriendo poco a poco. Un coño poblado, de vello negro.

-Eso es. Ábrelas más. Del todo.

Cuando las piernas de Laura estuvieron separadas al máximo, Laura se sintió expuesta. Más desnuda, incluso, que sin ropa. Miraba hacia el suelo, roja como un tomate, sintiendo en las sienes el retumbar de su corazón. Se atrevió a mirar un instante a los ojos de Ramón. Él los tenía fijos en su coño.

-Me encantan los coños peluditos, salvajes. Échate hacia atrás, pero deja las piernas bien abiertas.

La chica apoyó la espalda en el respaldo del sofá.

-Ábrete el coño con los dedos. Enséñame su interior.

Laura separó los labios, mostrándole a Ramón la parte interna de su coño. Era brillante, de un intenso color rosado.

-Laura, tienes un coñito precioso de verdad. ¿Cómo te sientes, así expuesta ante mí?

-Me siento...extraña.

-Pero te gusta.

-Sí.

-¿Sabes por qué?

-No.

-Porque eres una zorra. Y a las zorras les encanta exhibirse para sus machos. Calentarlos. A mí me has calentado.

Ramón se llevó una mano hasta la polla, que formaba un evidente bulto en el pantalón. Laura siguió la mano y dejó la mirada fija en la polla

-Tócate.

-¿Qué?

-Que te toques. Hazte una buena paja para mí. Quiero ver como te corres.

Lentamente, Laura llevó su mano derecha hasta su coño, y empezó a acariciarse. El placer la inundó, comenzando a gemir. Sus ojos fijos en la mano de Ramón, con la cual se acariciaba la polla.

-¿Te gustaron las fotos, zorra?

-Sí. Me...gustaron...aggg-

-Te pusiste cachonda mirándote.

-Ujum....mucho.

-Viendo lo zorra que eres. Lo preciosa que te dejé. ¿Te hiciste una paja mirándote?

-Sí...lo hice...mirando mi cara de...puta.

-Y deseando que volviera a hacerlo. Deseando que volviera a correrme en tu cara.

-Aggggg si...siiiiii

Laura se arqueó sobre el sofá. Sus músculos se tensaron y se empezó a correr, con el cuerpo recorrido por espasmos de placer. De su coño manaron jugos que mojaron sus dedos.

-Eso es, zorra. Córrete como una guarra. ¿Sabes una cosa?

Lauro no pudo contestar. El intenso orgasmo que atravesaba su cuerpo le impidió hablar hasta que pasó.

-Hoy no me voy a correr en tu cara. Hoy me voy a correr en tu boca, y te vas a tragar toda mi corrida, como una buena puta. ¿Entendido?

-Sí.

-Pues, ven aquí. Ven gateando como una perra.

Laura se echó al frio suelo, y como una obediente perrita, se acercó a su profesor. Se quedó entre sus piernas, sin atreverse a mirarle a los ojos.

-Sácame la polla, zorra.

Con los dedos temblando, Laura le bajó la cremallera. Metió la mano y se estremeció al sentir el calor y la dureza de la polla. La agarró y la sacó. Se quedó mirándola, sosteniéndola por la base. La sentía palpitar en su mano. Era poderosa, y la atraía con fuerza.

Ramón vio en los ojos de Laura, adoración. Iba a ser una buena zorra, de eso  no cabía duda.

-Suéltala. No quiero que la toques más con las manos. Usa sólo la boca, los labios, la cara. Enséñame lo bien que sabes chupar una polla.

Laura acercó su boca, hasta que sus labios rozaron la punta de la polla. Sacó la lengua y lamió. Ramón la miraba. Ella no. Sólo durante breves instantes se atrevía a mirarle. Él la dejó seguir un par de minutos, en los que la chica se metió la polla en la boca, chupó y besó. Luego, la mandó parar.

-Para. Es la peor mamada que me han hecho. No sabes chupar una polla.

Aquellas palabras fueron como un jarro de agua fría para Laura. Casi se echa a llorar.

-Lo... lo siento - respondió, con los ojos aguados.

Ramón se dio cuenta del que la chica iba a romper a llorar en cualquier momento. Él no buscaba eso. Buscaba dominio, no sufrimiento. Acercó su mano al negro cabello de Laura y empezó a acariciarla.

-Tranquila, zorrita. No se nace sabiendo chupar pollas. Es algo que se aprende, con práctica y dedicación. Yo te enseñaré.

-Gracias. Aprenderé, lo haré bien.

-Buena chica. Lo primero que tienes que aprender es que a los hombres nos gusta mirar. Nos gusta ver nuestras pollas entrando y saliendo de la boca de zorra que nos la está chupando. Y nos gusta que nos miren a los ojos mientras lo hacen. Y sobre todo, que demuestren que le gusta. Que tener una polla en la boca les da placer, que sus ojos lo reflejen. Que ansíen su premio, el merecido premio por una buena mamada. Sabes cual, ¿No?

-El... semen.

-Sí, el semen, la corrida, la leche. Ya sea en la boca, en la cara, donde el hombre lo desee. Y yo ahora deseo correrme en tu boca, llenarte la barriguita con una buena ración de mi esencia. Que me digieras, formar parte de ti, putita. Ahora, venga, inténtalo otra vez.

Mirándole a los ojos, Laura abrió la boca y lentamente, se fue metiendo la gruesa polla.

-Eso es... usa también la lengua, enróllala alrededor.

Ramón le fue dando instrucciones que Laura iba siguiendo al pie de la letra. Se la chupó despacito, sin prisas. Disfrutando cada vez más. De vez en cuando se la sacaba de la boca y se la pasaba por la cara. Manteniendo siempre el contacto visual.

Ramón empezó a gemir.

-Ummmm, aprendes rápido, putita. Has nacido para chupar pollas, de eso no me cabe duda.

Él hizo una prueba. Se levantó del borde de la mesa, quedando de pie ante la chica. Ella, automáticamente, se agachó más, sentándose sobre sus tobillos, con la polla en la boca, sus ojos en los de él. Y gimiendo.

-Agggg, zorra. Me estás dando mucho placer.

Laura se estremeció. Le estaba dando placer. No era él el que se masturbaba, como ayer. Era ella, su boca, la que actuaba. Redobló sus esfuerzos, la intensidad de la mamada, y consiguió que Ramón cerrase los ojos.

-Ummmm, putita. Sigue así. Sigue así y te voy a llenar la boca de leche caliente, espera. ¿La quieres verdad? ¿Quieres que te llene la boca de mi leche?

-Ujumm.- asintió Laura, con casi media polla dentro de la boca.

-Pues dilo, zorra.

-Dame tu leche - dijo, jadeando, sacándose la polla de la boca - Córrete en mi boca... por favor.

Lo deseaba. Sentir la polla estallar dentro de su boca. Volver a saborear su leche. Pero sobre todo, darle placer. Hacer gozar a su amado Ramón, demostrarle que era una buena... zorra. Sí, una buena zorra. Su zorra.

No entendía el porqué. Cómo había pasado de ser una chica normal, tímida, apocada, a decir que era una zorra. De mirar platónicamente a su profesor a estar arrodillada delante de él con su polla entrando y saliendo de su boca. De imaginar príncipes azules, a estremecerse al ser usada.

Pero no le importaba. El porqué no era importante. Lo importante era lo que sentía, lo que de deseaba. Lo que sentía era placer. Todo su cuerpo se estremecía. No tenía necesidad de tocarse. La simple sensación de tener la polla en la boca, el saber que recibiría la abundante corrida de Ramón sobre su lengua, la tenía al borde del orgasmo.

Él también estaba ya al borde del orgasmo. La mamada no era aún perfecta. Pero su actitud sí era perfecta. Su sumisión sí era perfecta. Y se merecía un buen premio.

-Aggg, puta. Me voy a correr en tu boca. Y va a ser una buena corrida, te lo aseguro. Tienes que tragar a medida que te vaya dando leche, porque si no no la podrás retener en la boca y tendré que castigarte.

Con la mirada, Laura asintió. El momento se acercaba.

Empezó por los pies de Ramón. Sus dedos se apretaron contra la suela de sus zapatos, clavándose como garras. La tensión subió de ahí por todas sus piernas, y al mismo tiempo, bajó por su espalda. Toda esa energía se concentró en su polla, que con una fuerte sacudida, lazó contra el paladar de Laura un poderoso chorro de semen. El golpe, el calor, el sabor que llenó su boca hizo que la chica sintiese que su cuerpo también se tensaba. Los dedos de sus pies también se agarrotaron. Los de sus manos.

Un segundo chorro salió disparado, sumándose al anterior, llenando su boca. Otro más y parte de la leche se habría salido por la comisura de sus labios, así que tragó. La sensación del espeso semen bajando por su garganta disparó su orgasmo. La polla siguió escupiendo leche dentro de su boca, y no podía tragar. Su cuerpo en tensión le impedía beberse su premio, por más que lo intentó. El siguiente chorro la desbordó. De su boca empezó a salirse la corrida, bajando por su barbilla. Y la polla no dejaba de escupir. Trató de tragar, pero lo único que consiguió fue toser. Lo único que consiguió fue tener una arcada que la obligó a retirar la boca.

Ramón la agarró con fuerza por el cabello para impedir que retirase la cara, y los dos últimos chorros lo echó sobre su cara. De la boca de Laura salía gran cantidad de semen, mezclado con saliva. Laura, aún en pleno orgasmo, tosía.

Los dos se quedaron quietos, callados. Él, agarrándola por el pelo, manteniendo su cara levantada. La polla, brillando, con un hilillo de semen colgando. La barbilla y el cuello de Laura con regueros de semen. Ramón la miró unos segundos más. Había sido una buena mamada. Y la chica estaba preciosa. Aunque estaba satisfecho, muy satisfecho, ella no había hecho exactamente lo que él le había ordenado, y tenía que demostrarle quien era el amo, quien mandaba.

-Te dije que tragaras, zorra. No me has obedecido.

-Lo siento...lo siento...no pude... evitarlo.

Laura se sintió tan mal por haber fallado, que no pudo evitar que sus ojos se llenasen de lágrimas. De cada uno calló una, que bajaron por sus mejillas. Ramón sintió lástima, pero no podía mostrar debilidad. Tenía que ser estricto si quería convertirla en una buena zorra.

-Tendré que castigarte. Levántate.

Laura se puso en pie, mirando al suelo. Dos nuevas lágrimas cayeron por sus mejillas.

-Has sido un putita mala, lo sabes.

-Sí.

-Y sabes que mereces un castigo

-Sí... lo sé - respondió entre sollozos.

La cogió del brazo, con firmeza, y la llevó hasta el sofá. Se sentó en el medio y la puso sobre sus piernas, boca abajo, con el culo hacia arriba entre sus piernas. Le levantó la falda, desnudando las nalgas. Laura tenía un bonito culo.

Sin más, sin avisar, Ramón levantó la mano y descargo la descargó sobre el indefenso y ofrecido culo. Laura se tensó.

-Cuando una zorrita no obedece merece un castigo.

Le dio otra nalgada. Laura volvió a tensarse. Nunca le habían pegado, ni siquiera de pequeña. La blanca piel de las nalgas se empezó a poner roja.

-No lo harás más, ¿Verdad?-

-No.

PLAS!

-Me obedecerás siempre.

-Sí.

PLAS!

El castigo tiene dos vertientes. Cuando el castigado lo ve como algo inmerecido, el efecto que produce es el contrario al que se busca. Trae consigo resentimiento, odio, deseo de venganza. Pero cuando el castigado lo ve como algo merecido, y lo acepta, lo puede llegar a ver como una liberación, como el perdón del pecado cometido. Laura sentía que merecía aquellos azotes, y los aceptó. Cada uno era como un bálsamo, que le quemaba el culo pero le sanaba la vergüenza por haber fallado.

Ramón fue repartiendo tortas en cada una de las nalgas. Y cada vez que daba una, Laura se estremecía. Al principio, por la vergüenza, por el dolor. Pero poco a poco, el dolor se fue transformando en placer. Se las merecía, había sido mala, y aquellas tortas eran su castigo. Y su premio. Había sido una zorra mala y a las zorras malas se les da nalgadas. El coño le rezumaba jugos. Los pezones se clavaban contra el sofá. Empezó a menear el culito, buscando las manos, ofreciéndose.

-Agggg, he sido mala. Merezco...que me azotes.

-Sí, putita, ya lo creo.

PLAS! PLAS! PLAS!

Ramón levantó la mano. La detuvo en lo alto, esperó unos segundos, y le dio la última torta, la más fuerte, que hizo a Laura apretar los dientes y expulsar un chorrito de jugos por su coño. Ramón dejó la mano sobre el culo, que estaba rojo, caliente. Empezó a acariciarlo.

-Mira lo que me has obligado a hacer. No dudes que en volveré a hacerlo todas las veces que haga falta.

Laura cerró los ojos y disfrutó de la ahora, amable caricia. La mano, antes belicosa, era ahora amorosa. La acariciaba con ternura. Primero las doloridas nalgas. Después, Ramón le pasó un dedo a lo largo de la rajita que las separaba. Cuando un dedo se empezó a meter en su culito, Laura apretó las manos.

-Ummmm.

-Eres una zorra caliente. Separa las piernas

Sin sacarle el dedo del culo, Ramón llevó su otra mano entre las piernas de la chica. Ella obedeció en el acto y la mano de Ramón llegó con facilidad al coño.

-Joder. Pero si estás empapada. El coño te chorrea

-Aggggg

Le empezó a frotar el clítoris al tiempo que movía el dedo dentro y fuera del culo de la chica. En menos de 10 segundos Laura se tensó y empezó a correrse con intensidad, mojando los dedos de Ramón y apretando con su ano el dedo que la follaba.

-Agggg...ummmmm dios....

Cuando el cuerpo de Laura dejó de temblar, Ramón dejó de mover sus dedos, pero no sacó el que tenía clavado en su culo.

-Putita, me has puesta cachondo otra vez.

Laura lo notaba. Contra su barriga se apretaba la dura polla de Ramón. Sintió una presión en el ano. Ramón le intentaba meter otro dedo, pero le costaba. Empujó más fuerte y el dedo venció la resistencia del esfínter, pero le hizo daño. Laura trató de no quejarse. Aún así, su cuerpo se puso tenso.

Ramón puso su boca en la vertical del apretado agujerito y dejó caer un poco de saliva, la cual ayudó a lubricar y los dedos se pudieron mover con  más libertad.

-Tienes un culito, además de bonito, muy apretado. Me están entrando ganas de encularte.

-Oh...no... por favor, eso no.

-¿No? - preguntó Ramón, clavándole los dedos hasta el fondo - ¿NO?

-Me... dolerá. Es muy grande.

-Ya sé que te dolerá, pero así es la vida, putita. Si quieres ser mi zorra, me tendrás que dar tu culito. Ahora.

Laura se estremeció de pies a cabeza. Imaginar la poderosa polla de Ramón taladrando su culo la asustaba, pero al mismo tiempo, la atraía.

-¿Y bien? ¿Quieres ser mi zorra?

Claro que lo deseaba. Ya se sentía su zorra. Pero lo que le pedía era tan repentino. Sentía los dedos clavados en su culo, quemándole. Y también sentía su coño palpitar.

-Sí...qui...quiero ser tu zorra.

-¿Y me vas a dar tu culo?

-Sí - respondió la joven, cerrando los ojos.

-Pídeme por favor que te dé por el culo. Ruégame que te clave mi dura polla hasta el fondo de tu culito y que te lo folle hasta llenártelo de leche.

Laura comenzó a mover el culo, lentamente. Los dedos, una vez que se acostumbró a su presencia, comenzaron a darle placer.

-Dame... por...el culo. Méteme esa gorda...polla... por favor...encúlame.

¿Qué hay más placentero para un macho que oír a su hembra pedirle por favor que se la folle? Ramón metió y sacó los dedos del culo que en breves momentos penetraría con su polla. Miraba a Laura, que con los ojos cerrados se mordía el labio inferior, consciente de la que se le venía encima.

Le sacó los dedos del culo.

-Levántate.

Laura obedeció, quedándose de pie.

-Ahora, arrodíllate en el sofá, con el culo hacia afuera.

Cuando ella se colocó, ramón le levantó la falda, descubriendo el hermoso culo que iba a desvirgar. Seguía rojo por las tortas recibidas. Ramón se agarró la polla y le dio varios golpes con ella en las nalgas.

-Espera un momento.

Laura vio como Ramón se acercaba a su mesa y cogía algo de una gaveta. Regresó con la cámara y lo que parecía un tubo de crema.

-Será mejor que al principio te ponga un poco de cremita. Aún tienes el culo muy cerrado. Mira a la cámara.

Sacó una foto. Laura, arrodillada sobre el sofá, con el culo en pompa. Después, abrió el tubo de crema y se puso un poco en los dedos, los acercó al esfínter y lo lubricó. La crema estaba fría. Laura no dijo nada.

Le metió un dedo, el cual, gracias a la crema resbaló sin dificultad hasta el fondo. Cuando metió el segundo, también entró sin problemas. Los movió, los giró, dilatando el ano.

-No hagas fuerza. Relájate y todo irá bien.

Ramón se echó crema en la punta de la polla y se la extendió.

-Bueno, zorrita. Te voy a dar por el culo.

Laura sintió escalofríos. Giró la cabeza para ver como él se agarraba la polla y se acercaba a su culo. Notó la gruesa punta apoyarse contra su esfínter. Ramón sacó otra foto.

-Vamos allá.

Empujo. Laura, involuntariamente, cerró el culo, impidiendo que la polla entrara.

-Si haces fuerza te dolerá más. Relájate.

-Lo siento.

Se concentró en no hacer fuerza. Ramón dio un empujón y la cabeza de su polla entró en el culito de Laura, la cual dio un grito de dolor y sorpresa.

-Tranquila, zorra. Relájate.

Le dolía, pero se dijo que esta vez no iba a fallarle. Cerró los ojos y trató de no hacer fuerza. Ramón empujó más y la polla empezó a resbalar dentro de su culo. La sentía, dura, poderosa, invadirla. Parecía que la iba a romper por la mitad, pero aguantó.

Con media polla dentro, Ramón se paró para sacar una nueva foto.

-Ummm, que culito más apretado tienes. Aguanta. Un último empujón y.... ¡Ya!

Con el 'Ya' Ramón empujó con fuerza y le clavó toda la polla, hasta el fondo, y se quedó quieto. Para Laura fue como si le clavaran una espada. Sus nudillos se quedaron blancos al apretar con fuerza los dedos en el respaldo. Aunque el dolor fue tremendo, no gritó. Apretó los dientes y aguantó, estoicamente.

-No estés tensa. Relájate. Siente mi polla dentro de ti.

Laura trató de relajarse. Oyó más clicks de la cámara. Consiguió que su ano dejase de hacer presión, y el dolor fue cediendo, hasta casi desaparecer. Se sorprendió a sí misma cuando giró su cabeza, miró a Ramón y le dijo:

-Fóllame. Soy tu zorra. Rómpeme el culo.

Ramón sonrió. Dejó la cámara sobre el sofá, la agarró por las caderas,  y empezó a sacarle la polla, hasta la mitad. Y se la volvió a clavar. Lo hacía despacito, sin prisas, para que la muchacha se fuera acostumbrando a su polla. Era tan apretadita que era un inmenso placer clavarle la polla hasta el fondo.

Laura cerró los ojos y se concentró en la polla que entraba y salía de su culo. Le quemaba, pero cada vez menos. Consiguió dominar el reflejo que hacía que su esfínter se cerrara y lo dejó relajado. Y entonces, empezó a gemir. Empezó a sentir placer. Ligero, pero que iba en aumento.

Estaba siendo follada por primera vez. Ramón le estaba dando por el culo. La tenía arrodillada como a una perra y le clavaba su enorme polla hasta el fondo del culo. Todos los sueños que había tenido sobre su primera vez se rompieron en mil pedazos. No le estaban haciendo el amor como a una princesa. Su 'príncipe azul' se la estaba follando como a una puta. Y le estaba gustando.

-Agggggg

-Te gusta, ¿Verdad, zorrita?

-Si...me gusta tu polla en mi culo. Fóllame más. Dame por el culo...soy una puta, soy tu puta.

Ramón arreció con sus embestidas. Empezó a follarla en serio, con grandes y profundos pollazos. La polla resbalaba dentro y fuera cada vez más rápido, y todo el dolor que Laura sintió al principio se había transformado en placer. Comenzó a menear su culo, a buscar la polla. Su coño estaba tan mojado que casi goteaba flujo.

-Mírame, zorra.

Ella giró la cabeza. Ambos se miraron el uno al otro. Las caras de placer, los ojos entornados. Los labios resecos

-Joder, zorra. Que gusto me estás dando. Me voy a correr en tu culo. Te lo voy a llenar de leche calentita.

-Ummm, sí... sí.... córrete dentro de mí. Dame toda tu leche. Dale leche a tu puta.

Ramón cerró los ojos con fuerza. La sujetó bien por las caderas, le clavó la polla hasta el fondo y empezó a correrse. Cuando Laura sintió el calor del semen llenarla por dentro, también empezó a correrse. Ahora ya no pudo controlarse, y su esfínter empezó a dilatarse y contraerse alrededor de la gruesa polla, aumentando el placer de ambos. Los dos tuvieron intensos orgasmos, que llenaron sus cuerpos de placer y el despacho de gemidos.

Cuando todo terminó, Laura cayó sobre el sofá. El culo lo dejó levantado. La polla, clavada hasta el fondo. Sintió como poco a poco Ramón se la sacaba.

-Bueno, zorrita, ya no eres virgen por el culo. Te has corrido como una perra, ¿Eh?

-Ujum... - respondió, casi sin poder hablar.

El dolor comenzó otra vez, pero era soportable.

-Levántate.

Apenas tenía fuerzas, pero se levantó. Ramón le dio la vuelta y se quedó mirándola. Él sonreía. Y esa sonrisa hizo que Laura se sintiese muy bien. Parecía que él estaba satisfecho con ella.

-Me has dado mucho placer, putita linda. Te has portado muy bien

-Gracias - respondió ella, feliz.

Ramón le acarició una de las mejillas. Una caricia con ternura.

-Bueno, ahora, guárdame la polla y te puedes ir.

Laura se arrodilló delante de su profesor. La polla ya no estaba dura del todo. Parecía aún más gorda así. La miró. Había tenido dentro de ella todo aquello. La cogió con una mano. Se ayudó con la otra a meterla dentro de la bragueta y después la subió.

-No le has dado un beso a mi polla.

-Oh, lo siento.

Volvió a sacársela y, mirándole a los ojos, le dio un tierno beso en la punta. Ramón quedó satisfecho. Se la guardó otra vez.

-Ahora, vuelve a clase, zorra. Ah, sin bragas, por supuesto. Me las quedo yo.

Laura se levantó y se acercó a la puerta. La abrió y antes de salir, le echó una última mirada al hombre que acabada de follarla por primera vez. Él no la miraba. Miraba unos papeles que tenía sobre la mesa. Laura salió del despacho y cerró la puerta.

Como el día anterior, cuando ella se fue Ramón sonrió. Aquella chica le encantaba. La miró caminar deprisa por la zona exterior a través de su ordenador.

Laura bajó las escaleras. No fue a clase. No habría servido de nada. No dejaba de pensar en lo que había pasado. En lo que había gozado siendo follada así. Se sentó en un banco y sintió algo de dolor, pero ese dolor le gustó. Le recordaba a quien pertenecía.

Esa noche esperó delante de su ordenador a que llegara un mensaje de él. En cuanto llegó, lo abrió.

Y se masturbó mirando las fotos. Viendo su cara de puta, con el culo ofrecido. Viendo su culo atravesado por la polla. Se metió dos dedos en el coño y dos más en el culo, y se corrió varias veces, apretando los dientes para no gritar su intenso placer.

+++++

Cada día, a diferentes horas, Laura recibía un sms muy simple "Ven aquí", pero llenaba de gozo su cuerpo. Se sentaba ahora siempre lo más cerca posible de la puerta de la clase, y salía en cuando recibía el mensaje. Ramón la fue aleccionando y la convirtió en una experta mamadora. Cuando él se lo pedía, se tragaba toda la corrida sin dejar escapar una sola gota. Cuando se lo pedía, exponía su cara sumisamente para ser cubierta por el cálido semen de su señor. Y cuando se lo pedía, le ofrecía su culo para ser penetrado a placer. El día que Ramón, después de haberla estado enculando por más de 10 minutos, haciéndola correr varias veces, le dijo que le limpiara la polla con la boca, Laura simplemente se arrodilló ante su macho y obedeció.

-Hazte una paja mientras me limpias la polla, zorra.

Chupando la polla que la acababa de sodomizar, Laura volvió a correrse. En ese preciso instante, al ver a la chica correrse con su semierecta polla en la boca, Ramón decidió que era el momento de dar el siguiente paso hacia el dominio absoluto.

Al día siguiente, cuando Laura entró al despacho después de recibir su mensaje, se quedó paralizada. Había otro hombre con Ramón.

-Pasa Laura - dijo el profesor.

-Bu... buenos días Don Ramón.

Laura miró fugazmente al hombre. Los ojos de él estaban fijos en ella. Era de edad parecida a Ramón.

-¿Es esta tu nueva zorra, Ramón? - preguntó el hombre.

Laura miró a Ramón, con los ojos abiertos, esperando que la defendiera. Pero no fue así.

-Sí, esta es, Tomás. Mi nueva putita.

-¿La tienes bien adiestrada?

-Compruébalo tú mismo.

El tal Tomás, se bajó la bragueta y se sacó la polla, que aún no estaba dura del todo, y dirigiéndose a Laura, le dijo.

-Cómeme la polla, zorra.

Laura, que seguía sin poder articular palabra, miró a Ramón, como pidiendo salvación. Pero Ramón, sonriendo, no la ayudó. Al contrario.

-¿A qué esperas, zorrita? Cómele la polla a mi amigo.

Laura vio que lo decía en serio. ¿Cómo le pedía eso? Ella era suya, de nadie más. Ella...ella lo amaba. ¿Cómo le pedía que le chupase la polla a otro hombre?

Ramón, viendo lo paralizada que estaba Laura, se acercó a ella y le susurró al oído:

-O te arrodillas ahora mismo y le vacías la polla a Tomás o te largas de aquí y no te veré nunca más.

Laura se arrodilló en el acto. La sola idea de no volver a verlo la atormentó tanto que abrió la boca y se metió la segunda polla de su vida en la boca.

La sintió ponerse dura, crecer hasta tomar un buen tamaño. Miró de reojo a Ramón, que le sonrió, complacido.

-Eso es. Demuéstrale lo buena zorra que eres.

Complacer a Ramón significaba complacer a su amigo, así que Laura puso todo su empeño en hacerle una mamada perfecta. Se colocó como Ramón le había enseñado. Chupó despacio, sin prisas, manteniendo siempre contacto visual con el hombre. Usó la lengua, la cara, las manos, todo para proporcionar el máximo placer.

Cuando Tomás empezó a gemir de placer, Laura se sintió bien. No por darle placer a él, sino por estar complaciendo a Ramón.

-Agggg, Ramón, tenías razón. Esta zorrita la chupa de puta madre. La tienes bien enseñada.

Las palabras de elogio de Tomás le gustaron. Chupó con más ganas. Y se empezó a excitar, a mojar.

-¿Le gusta cómo se la chupo?

-Ummm, sí, putita. Me encanta.

-¿Quiere correrse en mi cara o prefiere que me trague su corrida?

-Quiero llenarte la cara de leche, zorra.

Laura siguió con la maravillosa mamada, que hacía gemir cada vez más a Tomás. Oyó los clicks. Supo que Ramón estaba sacando fotos de la mamada. Fotos que le mandaría. Fotos que la harían correr una y otra vez mirándolas. Mirando en la puta que se estaba convirtiendo.

Tomás anunció su corrida. Laura, se sacó la polla de la boca, la agarró con una mano y la pajeó sobre su cara.

-Córrase sobre mí. Llene mi cara de puta con su leche de macho. Córrase en mi cara.

Fue una corrida abundante, que llenó la cara de Laura con varios latigazos de semen. Después de unos segundos de mirarla, Tomás usó la polla para llevar su lecha a la boca de Laura, que se la fue bebiendo.

-Felicidades Ramón. Tienes aquí una zorra de primera.

-Ya te lo dije. Aprende rápido y le encanta obedecer. La voy a desvirgar. ¿Quieres verlo?

-¿Desvirgar? ¿Pero es virgen?

-Por el culo ya no, pero el coño lo tiene intacto.

Laura tembló de emoción. Por fin se la iba a follar, a hacerla 'mujer'. Desde luego no iba a ser como ella había imaginado, ni siquiera tras haberse convertido en la puta de Ramón. Había imaginado que lo harían a solas. Quizás en otro sitio. Imaginó que Ramón sería distinto para esa ocasión. Más amable. Más cariñoso.

Y se la iba a follar delante de su amigo, como si fuera una... puta. ¿Pero qué era ella ahora? ¿En qué la había convertido Ramón? En eso. En un puta. ¿A qué mujer que no fuera una puta le palpitaría el coño de deseo cuando iba a ser usada, desvirgada, follada, delante de otro hombre?

-Pues claro que quiero verlo - respondió Tomás.

Ramón la hizo levantar. Las piernas le seguían temblando.

-Quítate las bragas. Dáselas a Tomás. Las colecciona.

Laura se las quitó y se las dio al hombre. Tomás las olió.

-Ummm, están empapadas. La zorra está chorreando.

Ramón la llevó a la mesa. Apartó unos papeles y la hizo sentar, con el culo en el borde.

-Ábrete de piernas.

Laura obedeció, mientras Ramón se bajaba y quitaba los pantalones. Era la primera vez que lo hacía. Hasta ahora sólo se sacaba la polla por la bragueta. Ramón acercó una silla, para que Laura pudiese apoyar la pierna izquierda. No había más sillas.

-Tomás, ven aquí. Sujétale la otra pierna.

Laura quedó en el borde de la mesa, sentada, abierta de piernas, con una de ellas sobre una silla y la otra sujeta por el amigo de Ramón, que de pie, delante de ella, se acercó hasta rozar con la punta de su polla los labios del coño.

-¿Has visto lo mojada que está mi zorra?

-Ya lo creo. Mira, si hasta le salen jugos coño abajo.

Ramón, agarrándose la polla, se la empezó a pasar a lo largo de la rajita, frotando con la punta el clítoris. Laura gimió, y se mojó aún más.

-¿Quieres que te meta la polla en el coño?

-Sí... - respondió enseguida.

-¿Sí? Esa no es forma de pedir las cosas. Será mejor que te vayas.

-No...no... Por favor...fóllame. Clávame la polla en el coño, hasta el fondo. Por favor...folla a tu zorra.

Ramón sonrió.

-Así...SÍ

Y de un sólo golpe le clavó toda la polla en el coño, llevándose consigo su virginidad. El dolor que sintió Laura no fue nada comparado con el intenso placer de sentir su coño lleno de polla. De la polla de su amado. De la polla de su dueño.

-Joder Ramón. Vaya estocada. Jajajaja. Venga, enséñale como se folla a una zorra.

Empezó a follarla con fuerza. Era una delicia entrar y salir de aquel estrecho coñito. Laura se mordió el labio con fuerza. Tenía ganas de gritar. Enseguida empezó a correrse, temblando sobre la mesa.

-Agggg agggg...fóllame...fóllame....soy...soy tu puta...para...siempre...

Ramón no paró de follarla. Siguió metiendo y sacando su polla una y otra vez del coño de la chica, arrancándole orgasmo tras orgasmo. Su coño no dejaba de manar. Hasta la mesa se mojó. Y él siguió.

-Mira la puta como se corre. Le encanta que le den polla. Dale caña, Ramón. Reviéntale el coño.

Laura cerraba los ojos. Los abría. Movía la cabeza de un lado a otro, siendo atravesada una y otra vez por el intenso placer que su amado Ramón le estaba dando.

Cuando Ramón sintió que su orgasmo estaba muy cerca, le sacó la polla del coño y la hizo arrodillar delante de él. Le metió la polla en la boca y se corrió. Laura, con placer, se lo tragó todo y siguió chupando tiempo después de que la polla dejase de escupir.

El primero en hablar fue Tomás.

-Joder, vaya polvazo que le has echado a la putita. Me habéis puesta la polla dura otra vez. Me voy a follar yo también a la zorra.

-Dale por el culo. Su coño es sólo mío.

Aquellas palabras, que algo de ella era sólo de él le llegaron al alma. Casi se pone a llorar, arrodillada y con la polla de su amando en la boca.

-Vamos zorra - apremió Tomás.

-Ve - dijo Ramón, sonriéndole.

Sentado en su mesa, Ramón contempló a su amigo sodomizar a placer su zorra. Ella no miraba a Tomás. Con la cabeza girada, le miraba a él.

Después de llenarle el culo a Laura con su segunda ración de semen, Tomás se despidió de Ramón y se marcho, no sin antes volver a felicitarle por la estupenda zorra que tenía.

Se quedaron los dos solos. Ramón se acercó a Laura, la puso de pie delante de él y la besó, en la boca. Con ternura. Aquel beso envió por todo el cuerpo de Laura pequeñas descargas eléctricas. Cerró los ojos y disfrutó los segundos que duró.

-Hoy has sido una buena zorra. Me tienes muy complacido.

Dos lágrimas cayeron por las mejillas de la chica. Lágrimas de pura alegría. Él estaba complacido. Y eso era lo que más le complacía a ella.

-Gracias...gracias

-Vete a tu médico. Dile que te mande anticonceptivos. Quiero llenarte el coño de leche cuando te folle la próxima vez.

-Sí. Lo... haré.

-Y ahora, vete. Tengo muchas cosas que hacer.

Laura bajó las escaleras como flotando. Era inmensamente feliz.

+++++

No fue esa la única vez que Ramón 'prestó' a su zorra a sus amigos. En varias ocasiones Laura se encontraba al entrar al despacho a Ramón en compañía. Ya no eran necesarias más órdenes. Laura sabía lo que tenía que hacer. Se acercaba al amigo, se arrodillaba y le preguntaba: "¿Desea el señor que le haga una mamada?".

Ramón miraba. Sacaba fotos. Laura era feliz. Muchos de los amigos volvían varias veces, y entonces Ramón solía participar. La hacían arrodillar delante de los dos y Laura se las chupaba a la vez. Una polla en cada mano. Mientras tenía una en la boca, la otra se la pasaba por la cara.

Le encantaba cuando conseguía que las dos pollas se corrieran a la vez sobre ella, llenándola de leche a tal punto que goteaba sobre su cuello, sobre su blusa. Las fotos que Ramón le sacaba entonces eran espectaculares. Pero pocas veces conseguía el sincronismo perfecto.

Y cuando más gozaba, cuando más veces se corría, era cuando Ramón la hacía sentarse sobre él, clavándole la polla en el coño y el amigo se la metía por el culo. Los dos se la follaban a la vez, causándole incontables orgasmos hasta que le llenaban sus dos orificios de caliente y espesa leche.

Un día, Laura acudió a la llamada de su señor. Y cuando entró al despacho, casi se muere. Arrodillada delante de Ramón, con toda su polla dentro de la boca estaba aquella profesora, la que había oído la primera vez.

¿Cómo se atrevía? Él era suyo. Tenía ganas de abalanzarse sobre la mujer y arrancarle el pelo con sus propias manos, pero se quedó quieta, mirando como la polla desaparecía por completo dentro de la experta boca.

-Acércate. ¿Ves como se traga la polla hasta los huevos? Quiero que aprendas - le dijo Ramón.

Laura se acercó y miró. La garganta de la profesora se distendía cuando la polla se clavaba a fondo. No entendía como podía metérsela hasta ahí sin tener arcadas.

-Pero eso será otro día. Ahora arrodíllate junto a mi otra zorra y háganme una buena mamada a dos bocas.

Laura se arrodilló junto a la otra mujer. Se miraron fugazmente y después se dedicaron a complacer a su dueño. Mientras una se metía la polla en la boca la otra chupaba sus huevos. A veces las dos lenguas coincidían en la punta, y se peleaban por la polla.

Ramón disfrutó intensamente del espectáculo. Cuando lo llevaron a un fuerte orgasmo, repartió su leche en ambas caras a partes iguales. Les sacó fotos a las dos

-Venga, a limpiarse la una a la otra.

Empezó la otra mujer. Lamió la cara de Laura, bebiéndose con placer todo el semen que Ramón le había echado en la cara. Después Laura hizo lo mismo. Lamió y tragó la leche de su amo de la cara de esa zorra.

Cuando Ramón las despidió a las dos, se fueron juntas, pero no se hablaron. Ni siquiera se miraron.

+++++

EPILOGO:

Laura mantuvo en secreto su relación con Ramón. A nadie le importaba su vida privada. Era cosa de ella. Siguió saliendo con sus amigos. Para ellos no había cambiado. Era la misma de siempre. Laura la callada, la apocada. El blanco de las bromas, sobre todo de Juan. Siempre Juan.

Una mañana estaban todos en la cafetería. Laura pidió un zumo.

-¿Otra vez zumo? No, no no, guapa. Ya te he dicho varias veces que tienes que espabilarte. Ponle un café solo.

Laura no dijo nada, como siempre. Agachó la cabeza y aguantó las risas de los demás. Le pusieron el café y ni lo miró. Pronto los demás se olvidaron de ella y siguieron hablando de sus cosas.

-Srta. Guzmán.

El corazón de Laura dio un vuelco. Era la voz de Ramón. Se dio la vuelta y allí estaba él. Todo el grupo se quedó callado, mirando al serio profesor.

-Venga Vd. a mi despacho dentro de media hora.

-S...sí, señor.

Ramón saludó con la cabeza al grupo. Algunos eran alumnos suyos. Se dio la vuelta y se marcho, dejando silencio tras de sí. El primero en hablar fue Juan, el simpático.

-Joder Laura. ¿Qué has hecho? Jajajaja, creo que el profe te va a echar un rasque de cojones.

-Nada.

Laura apartó la mirada. Estaba roja como un tomate. Su amiga se aceró a ella.

-Déjala en paz, Juan... ¿Pasa algo, Laura?

-No... no...No sé qué querrá.

-A Laura le van a dar un rasque... A Laura le van a dar un rasque... -canturreó, divertido, Juan.

En verdad Laura no sabía que quería Ramón. Siempre la avisaba con un sms. Pero esta vez se había acercado a ella delante de sus amigos.

La media hora la pasó nerviosa, preguntándose que había hecho mal. En qué había podido ofender a Ramón. Pero no encontró nada. Siempre le obedecía en todo, sin rechistar. Le complacía. Complacía a sus amigos. Hubiese hecho cualquier cosa que él le pidiese. Incluso le había comido el coño a la profesora cuando Ramón se lo ordenó.

¿Qué querría? ¿Estaba enfadado?

Cuando llegó la hora, se dirigió al despacho. Tocó la puerta y Ramón la hizo pasar.

-Siéntate, Laura.

¿Laura? ¿Laura? ¿Ya no era su zorra, su puta? Se empezó a sentir mal. Tomó asiento.

-Te he visto esta mañana con tus amigos.

-Sí...solemos tomar algo a esas horas.

-No me gustó lo que vi.

-¿Qué? ¿Qué no te gustó? ¿Qué hice mal?

-No me gustó como te trató uno de ellos. Y no me gustó como te comportaste tú.

-Yo...no entiendo

-Pediste una cosa, y él te pidió otra. No dijiste nada. Dejaste que te avasallara.

-Siempre lo hace... yo... no sé...soy así. No puedo evitarlo.

-Sí puedes. Tienes que imponerte. Tienes que ser fuerte. Nadie tiene derecho a obligarte a hacer lo que no quieras hacer.

Laura lo miró. No entendía nada. ¿Cómo, precisamente él, le decía aquello? Pero si la tenía completamente dominada, doblegada a su voluntad. Sus deseos eran órdenes para ella. Se habría tirado de un puente si él se lo pedía.

-No lo entiendo. Tú... me obligas a hacer cosas. Me obligas a cumplir tu voluntad.

-Sí, eso es cierto. Dime, pero piénsalo bien antes de responder...Cuándo te pido cosas... ¿Te gusta? ¿Te sientes bien siendo una zorra para mí?

Laura reflexiono. Se sentía...muy bien. Ser su zorra era su máxima aspiración. Le encantaba sentirse así por él.

-Me siento...bien. Me gusta mucho ser tu...zorra.

-¿Y cuando tu 'amigo' se ríe de ti? ¿Cuándo pide por ti cosas que no quieres? ¿Te sientes bien? ¿Te gusta que te trate así?

-No - respondió rápidamente Laura- Lo odio. Odio que me traten así.

-Ahí está la diferencia. Has elegido voluntariamente ser mi zorra. Es tu forma de ser. Te da placer ser así. Te gusta ser usada, que tu voluntad desaparezca ante la mía. Pero sólo en el plano sexual. En el resto de tu vida no tiene que ser así. Si eres dueña de ti para darte a mí, se dueña de ti para imponerte ante los demás en todo aquello que no te guste.

-Lo intentaré.

-No. Hazlo.

Se hizo el silencio entre los dos. Laura no se atrevía a moverse.

-Ya te puedes ir.

Laura se levantó y se marchó. Al llegar al piso de abajo, se encontró con Luisa, que la esperaba.

-¿Qué quería?

-Nada. Algo sobre un trabajo que hice.

-¿Seguro?

-Sí... Me voy. Tengo clase.

Dos horas después recibió un sms. Fue corriendo al despacho de su amado, que la recibió con la dura polla fuera. Laura, complaciente, le hizo una de sus mejores mamadas hasta la fecha.

Llegó el viernes. Luisa la llamó para salir. Laura le dijo que no tenía ganas, pero ante la insistencia de su amiga, al final accedió.

Se reunió con Luisa y cuando apareció Juan, se arrepintió de haber ido.

-Hola Laurita.

-Hola Juan.

Poco a poco fueron llegando los demás. Cuando el grupo quedó completo, decidieron ir a tomarse unas copas a un pub al que solían ir.

Empezaron a pedir. Un cubata para uno, unas birras para otros. Un par de whiskies.

-Yo quiero un refresco de naranja - pidió Laura.

-Coño Laurita, no aprenderás nunca. ¿Un refresco? Pero si es viernes noches. Srta., tráigale a la 'niña' un cubata bien cargado.

Laura cerró los puños. En su cabeza resonaban las palabras de Ramón. "Imponte ante los demás en todo aquello que no te guste". Imponte...imponte IMPONTE. Estaba harta de Juan. De todos los Juanes de este mundo. Que se rieran de ella, que la menospreciaran. IMPONTE!

Levantó la mirada. La fijó en Juan, que sonreía como bobo, contento de sí mismo por ser tan 'machito'

-Niña lo será tu puta madre, Juan. Y el cubata te lo metes por el culo. - Miró a la camarera - A mí me pones un refresco de naranja.

A pesar de la música que había en el local, el silencio se podía cortar. Todo el grupo se quedó mirando a Laura. ¿Qué acababa de pasar? ¿Acaso había sido poseída por un espíritu?

Laura los miró. No estaba roja. Estaba tranquila.

-¿Qué pasa? ¿Tengo monos en la cara?

-Coño, Laura. Ya era hora. Al fin le paras los pies al imbécil de Juan - dijo Luisa.

Juan no dijo ni pío. Laura lo había parado en seco. Tardaría un rato aún en reaccionar.

Todos, menos Juan, rieron con ganas. Laura rió con ganas.

Más tarde, Luisa la cogió del brazo y la llevó a parte.

-Laura, a ti te pasa algo. Estás cambiando.

-Me he hartado de que se rían de mí. Ya no más.

-Ummm, hay algo más. Lo noto.

-Bueno, quizás.

-¿No me lo vas a contar?

-Puede que algún día.

Esa noche Laura se lo pasó bien. No habló mucho, pero se sentía bien. Se sentía liberada, sin presiones.

Pensó en Ramón. En el hombre que la había convertido en su zorra. En el hombre que había doblegado su voluntad y que ahora, al mismo tiempo, le había ayudado a liberarse. Le había enseñado a usar esa misma voluntad para entregársela a él libremente y para imponerse a los demás.

Salió del pub. Todo le daba vueltas. Era feliz, auténticamente feliz. Cogió su móvil. Tenía todos los mensajes de él guardados. Nunca le había respondido a ninguno.

Escribió un mensaje.

"Hola. Gracias por todo. Hoy he hecho lo que me pediste. He usado mi voluntad para impedir a los demás doblegarme. Soy feliz. Soy, y siempre seré, tu zorra"

Dudó en si mandarlo o no. ¿Y si se molestaba por escribirle a esas horas?

Cerró los ojos y lo mandó. El corazón le latía con fuerza. Empezó a caminar por las calles atestadas de bulliciosos jóvenes.

BIP-BIP

Miró la pantalla. Un mensaje de él. Lo abrió, nerviosa.

"Bien hecho, zorra. Me gusta que hayas aprendido a imponerte."

Laura sonrió. ¿Se podía ser más feliz? El corazón le latía con fuerza dentro del pecho. Una amplia sonrisa se dibujaba en su cara.

BIP-BIP.

Otro mensaje. Lo abrió, lo leyó y se estremeció.

"Ven aquí, zorra. Tengo ganas de ti"

Venía además una dirección. Laura buscó como loca un taxi y fue donde le había dicho Ramón.

Por la mañana llamó a su madre y le dijo que estaba con una amiga. Tenía la cara llena de semen y la polla de Ramón sobre la cara. Le dijo que pasaría el fin de semana con su amiga.

Ese fin de semana no lo olvidaría en toda su vida.

FIN

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