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La venganza del ciego
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Gerardo, Adelita y Marta, estaban frente a Sebastián y su sobrina, sentados a la mesa del comedor de la casa del ciego. Sobre la mesa cinco platos de almejas a la marinera que estaban comiendo con las manos. El cura le dijo a Adelita.

-Están buenas las almejas. ¿Las hiciste tú, Adelita?

-Sí, son almejas babosas, -miró para Aurora y lamió una almeja- pero me gustan más crudas, -la chupó- al natural y echando baba.

Aurora, le preguntó:

-¿Ya comiste muchas, Adelita?

-Varias, con mermelada, con nata, con mantequilla…, pero como ya te dije, me gustan más al natural y echando baba.

El cura, le preguntó:

-¿Y los percebes? ¿Te van los percebes, Adelita?

-¡Me encantan! Les quito la cabeza y no me canso de chupar.

-¿Y a ti, Marta?

-A mi me va de todo. La almeja babeando y el percebe, el percebe cuanto más gordo, más rico.

Gerardo, el ciego, le preguntó al cura:

-¿Y a ti te van los percebes, Sebastián?

-Soy más de almejas.

Habían acabado de comer, Adelita le dijo a Marta:

-Ayúdame a recoger la mesa.

Aurora, se anotó.

-Yo os ayudo.

Recogieron los platos y los llevaron a la cocina. Allí, Adelita, agarró por la cintura a Aurora y le dio un beso con lengua que mojó su coño, Marta, por detrás, le besaba el cuello. Al acabar de besarla Adelita, Aurora, giró la cabeza y recibió otro beso con lengua de Marta mientras Adelita le magreaba las tetas, luego dijo:

-Jamás pensé que los labios de las mujeres fueran tan dulces y excitantes. Me he mojado.

Marta, se puso cachonda.

-No me tientes que te la como aquí mismo.

Adelita, cogiendo las fresas con nata de su padre y las suyas, le dijo a Aurora:

-Coge tus fresas y las de tu tío antes de que Marta se ponga más perra.

Aurora cogió los platos, Marta, cogió el suyo y volvieron a la mesa.

La primera fresa con nata que cogieron del plato Adelita y Marta se las llevaron una a la boca de la otra, las comieron y después se besaron. El cura se puso palote, Aurora, se mojó aún más, Gerardo, comía fingiendo que no se enteraba de que iba la cosa, y preguntó:

-¿A qué viene tanto silencio?

Le respondió el cura.

-Tienes a dos viciosillas en casa.

-¡¿Ya empezaron a comerse los coños?!

El cura no salía de su asombro.

-¡Y lo dices cómo si dijeras que ha empezado a llover!

-A llover va a empezar cuando se corran. Ponte un chubasquero, Sebastián.

-¡Coooño! ¡¿Tanto jugo echan?!

Habló Adelita.

-Ya lo sabrás cuando lo bebas. -habló ahora con su padre- No nos estamos comiendo los coñitos, papá, nos estamos besando.

-Ya lo sabía, hija. Quería vacilar a Sebastián. El ruido de vuestros besos es inconfundible, como inconfundible es el ruido que hace ese dedito entrando y saliendo del coño.

-Nosotras no somos, papá.

-Ya lo sé, hija, el ruido viene desde la posición de Aurora.

Efectivamente, protegida por el mantel de la mesa. Aurora se estaba haciendo un dedo.

-¡Joder! ¡Qué oído tienes, Gerardo!

-Joder te voy a joder yo a tí, te voy a joder bien jodida, aunque ahora mismo, mojadita como debes estar, te la comería hasta que me llenases la boca de babas.

El cura ya estaba impaciente.

-¿Dónde va a ser la fiesta, Gerardo?

-En la habitación de mi hija.

-¿Vamos?

-Andando.

Adelita y Marta cogieron por las manos al ciego y lo llevaron a la habitación. El cura se sentó en la cama.

Adelita y Marta dejaron a Gerardo en medio de la habitación. Adelita le dijo a Aurora:

-Ven junto a mi padre.

Aurora se acercó al ciego. Gerardo le hizo un reconocimiento facial con las yemas de sus dedos.

-Eres muy bonita.

-Gracias.

El ciego la besó con lengua, le quitó la blusa y el sujetador, le acarició, beso lamió tetas y pezones, luego sus manos bajaron desde sus axilas a las caderas para reconocer sus curvas. Se puso en cuclillas y le quitó la falda y las bragas. Puso su mano en su cintura y lamió el coño empapado. Adelita besó a Aurora y Marta le comió las tetas. El cura se sumó a la fiesta y le comió el culo. Aurora no tardaría en derretirse. Agarró la cabeza de Gerardo, y dijo:

-¡Cabrones! Me vais a matar de gusto! ¡Me voy a correr cómo una perra!

El cura le metió un dedo en el culo y se lo folló con él. Gerardo le metió dos en el coño, la masturbó y lamió su clítoris. Aurora ya no aguantó más.

-¡Me vieeeene! ¡¡ya ya ya! -las piernas le comenzaron a temblar y de su coño salió jugo como de un grifo abierto- ¡¡¡Yaaaaa!!!

Aurora se corrió en la boca del ciego. Mientras se derretía de placer tuvo que ser sujetada por Adelita y Marta ya que sus fuerzas flaquearon.

Al acabar de correrse la ayudaron a sentarse en el borde de la cama. Después, Adelita y Marta comenzaron a desnudar al ciego… El cura quitó la sotana para presumir de polla, pero al ver la verga de Gerardo se dio cuenta de que nada tenía de lo que poder presumir, si acaso de los cojones, que los tenía como huevos de gallina.

A Adelita, como tenía un cuerpo de escándalo, le gustaba exhibirse, y como con su padre no lo podía hacer, ese día quiso resarcirse. Puso la canción: Kiss me Baby one more time, de Britney Spears y bailando, comenzó a hacer un striptease para el cura. Marta hizo otro al mismo compás que ella. Se veía que ya lo tenían ensayado.

Acabó la canción. Ya desnudas. Enseñando unos cuerpos perfectos, con grandes tetas y coños peludos, dijo Adelita:

-¿Quién me quiere follar primero?

Saltó el cura.

-¡Yo!

Todo estaba saliendo como lo planearán el ciego, su hija y Marta.

Adelita se echó boca arriba en la cama. El cura la besó le comió las tetas, y después la penetró. Al ciego, echado boca arriba al lado de su hija, le mamaba Aurora la gran verga. Marta, puso su coño en la boca de Adelita, y la amiga se lo comenzó a comer. Al rato, Aurora, se metió la gran verga de Gerardo, y al comenzar a cabalgarlo, dijo:

-¡Dios, cómo me llena el coño esta maravilla! No voy a tardar en correrme.

Tardó, tardó más de media hora, pero cuando se corrió, tuvo el orgasmo más largo y más fuerte de su vida. Con tanta fuerza le vino que se tuvo que quitar de encima del ciego y acabar de correrse a su lado, en posición fetal y estremeciéndose como si estuviese temblando de frío.

Marta, a punto de correrse, y viendo como disfrutaba Aurora, le preguntó a Adelita:

-¿Quieres que me corra en tu boca o que me aparte?

-Dámela, quiero beber mujer.

Unos segundos más tarde, el cura, veía como Marta, con los ojos en blanco, gemía y se convulsionaba, y como de las comisuras de los labios de Adelita salían pequeños riachuelos de flujo de la descomunal corrida, excitadísimo, le dijo a Adelita:

-¡Ahora te voy llenar yo el coño de leche!

Sebastián sintió como Gerardo se echaba encima de él, como le abría las cachas y como se la clavaba en el culo. Le entrara sin dificultad. Con toda la verga dentro, le dijo el cura al ciego:

-¡Me cago en tus muertos, Gerardo!

-Antes deberías mover el culo y saludar al vivo.

El cura no podía zafarse porque al lado del ciego era un tirillas. Si quería follar a la hija tenía que mover el culo y follar también al padre, y fue lo que hizo.

Unos minutos más tarde, le preguntaba el ciego:

-¿Te gusta, Sebastián?

-¡¿Cómo me va a gustar si me estás rompiendo el culo, maricón?!

-Entonces te la quito. Ya perpetué mi venganza. Ahora ya no siento odio, lo que me das es pena.

El cura, mintiera, le gustaba que le follara el culo. ¡Vaya si le gustaba! Por eso le dijo:

-Las venganzas se llevan hasta el final o no son venganzas.

Gerardo, pensando que lo vacilaba, lo amenazó.

-¡A que te follo el culo como si fuera un coño!

-¡No tienes cojones!

Sebastián, se cabreó.

-¡Qué no!

El ciego le folló el culo, se lo folló hasta, que Marta le metió a él un dedo en el culo, y se corrió dentro del cura. Se produjo el efecto carambola. El cura, al sentir la leche calentita en su culo, se corrió en el coño de Adelita, y Adelita, al sentir la leche calentita del cura dentro de ella, se corrió, diciendo:

-¡Me corro, maricones, me corro! ¡¡¡Me cooorro!!!

El ciego se había vengado del cura, pero la había hecho buena, desde ese día, el cura, ya no iría a su casa a follar sólo con su hija y con la amiga de turno.

Se agradecen los comentarios buenos y malos.

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