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La fuga de la granja reeducadora

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He escapado y no sé dónde ir, estoy rodeado por un mundo que no me gusta y no comprendo y no quiero volver a la granja de hombres o ser castrado, si alguien lee esta nota que sepa que quise vivir de otro modo y dejo este diario como prueba de la tortura a la que estaba sometido.

Eso era todo lo que  decía el papel que la comisaria Matilde tenía en su mano mientras en su mano izquierda sujetaba un pequeño diario manoseado del que había sido el hombre más buscado de Mujerópolis; la comisaria guardó entre sus bolsillos interiores el diario y mandó tapar con una sábana térmica lo que había sido un soberbio espécimen de sexo masculino salido de las granjas de sexo y el tiempo transcurrido desde su huida, las penurias o el descuido de su higiene personal no le restaron un ápice de su tremendo atractivo.

―Cuando llegue la forense comunicarla que me haga llegar el informe en cuando pueda, yo voy a mi casa, este caso me ha dejado agotada, dijo la comisaria a la agente más próxima a ella.

―A sus órdenes, respondió diligentemente a la vez que se giraba para ordenar que lo tapasen lo antes posible y que las niñas que por allí transitaban no viesen su cuerpo acribillado por las balas.

La comisaria Matilde se fue a su casa y sacando el diario de sus bolsillos interiores lo dispuso encima de la mesa de nogal envejecido que hacía las veces de mesa de despacho, se soltó la melena y sacó un vaso de pie de elefante donde sirvió unos cubitos de hielo con un generoso chorro de vodka, mientras dejaba que el alcohol derretía los cubitos de hielo se quitó la ropa oficial de inspectora de policía y se colocó un vestido amplio dejando la ropa interior en el suelo y caminando descalza se encaminó hacia la mesa para leer el diario del hombre que acababan de abatir. Se sentó cómodamente en la butaca y encendió la luz de su lámpara de mesa aunque aún eran las 6 de la tarde ya la luz entraba por el ventanal que daba a la calle mostrando un precioso parque que amortiguaba el ruido del tráfico o las vecinas.

Dando un pequeño trago que la calentó las entrañas acarició el diario y lo abrió con delicadeza como si ella fuese la forense que iba a abrir aquel cuerpo de 1,80 tan bellamente esculpido y comenzó a leer.

“Me llamo Gabriel67 en el nombre del imperio de las mujeres, pero mi nombre de libertad es Azul es el cielo, nombre que sigue la norma de borrar todo rastro de la dominación femenina a la que los hombres nos vemos sometidos desde hace diez generaciones desde que aquella pseudo-científica y política feminista de triste nombre Bibiana diseñase aquel anticonceptivo masculino que luego se reveló como el arma más terrible y aniquiladora de la humanidad.

Nací por inseminación como todos mis hermanos y tras una selección embrionaria muy selectiva, de los mil niños todos de sexo varón que nacimos en aquellas instalaciones, cerca de ochocientos fueron a los campos de trabajo y fábricas tras ser esterilizados y extirpadas ciertas partes de su organismo que los convertían  en meros asnos, sin medio cerebro y sin deseo sexual era cualquier cosa menos hombres; los restantes doscientos, la mitad fueron desechados y con ellos alimentaron a los animales de la granja que cuidaban sus hermanos pues la manipulación eran tan fina que la posibilidad de error era muy alta pero la inhumanidad de nuestras cuidadoras no tenía hueco al sentimentalismos y por último, los llamados afortunados fuimos destinados a la granja de adiestramiento, aunque debo decir que era un más un gulag o un centro de adoctrinamiento porque el eufemismo de llamarle granja era cuando menos cruel.

Durante nuestra infancia los cuidados fueron constantes y puedo decir que hasta delicados, pues el índice de supervivencia de los hombres en ese mundo de mujeres era muy pequeño y cuando cumplí los quince junto a los que quedaban de mis hermanos, solo quedábamos treinta de los cien que entramos en la granja. Esos años de infancia puedo decir que creo que rocé casi la felicidad sin saber lo que eso significaba pues creía era querido por nuestras cuidadoras sin saber que estábamos siendo “engordados” como animales para el uso y disfrute de otras mujeres como mera mercancía; dormíamos juntos y procuraban que tuviésemos vínculos emocionales demasiado fuertes con nuestros hermanos recurriendo con frecuencia a los castigos físicos, castigos por otra parte que producían dolor extremo pero sin llegar a marcarnos para no estropear la “mercancía”, las muestras de afecto eran las más reprimidas y se dio el caso de dos de nuestros hermanos que fueron sorprendidos jugando con sus sexos siendo aún unos críos en la piscina en la que nadábamos siempre desnudos  fueron llevados inmediatamente a las dependencias médicas que les dejaron unas terribles secuelas tanto físicas como psíquicas, ninguno de los dos llegó a la última etapa de la formación, o años mas tarde cuando otros dos fueron sorprendidos en las duchas practicando lo que luego nos dijeron que era el pecado nefando y que por culpa de ese pecado se habían casi extinguido los hombres y que nosotros éramos de los últimos supervivientes. Cuando cumplimos seis años en una rara ceremonia nos implantaron un chip bajo el hombre que nos escaneaba constantemente y sería nuestra pareja hasta el último de nuestros días, algunos lo acariciaban con sus dedos pues lo notábamos bajo la piel y con el tiempo yo creo que muchos de mis hermanos se olvidaron de él.

Una cuidada formación hacía de nosotros muchachos preparados para las relaciones sociales y el placer, con ejercicio físico continuo para moldar nuestro cuerpo conforme a los cánones que tenían establecidas en la granja y sin dejar de cultivar nuestra mente, una formación que nos permitía aprender sobre casi cualquier disciplina imaginable pero siempre en libros censurados y versionados por el poder femenino aunque algunas veces se les escapaban libros tipo “1984” o ”Un mundo feliz” que a pesar de las censuras, debieron ser manipulados al principio de los tiempos de la revolución femenina por lo que quedaron en el olvido y que nos rebelaron nuestra verdadera identidad como seres humanos.

(La inspectora notó que faltaban un par de páginas del diario que habían sido arrancadas de forma poco cuidadosa y que podían haber arruinado la encuadernación, ¿Qué podrían contener esas dos páginas que faltaban?)

Gracias a la manipulación genética, nuestros potenciales mentales era semejantes y solo los matices en cuanto a color de pelo, ojos o piel no hacían diferentes y al tener una educación muy parecida nuestros pensamientos casi se comunicaban mediante telepatía o algo parecido que convenientemente ocultábamos a nuestras cuidadoras. Yo por mi parte procuraba pasar desapercibido, nunca tuve madera de líder pero es que en esa atmósfera el que lo hubiese sido habría tenido todas los números para el sorteo de ser reeducado de nuevo y así dejábamos pasar el tiempo.

No fuimos conscientes de nuestro papel hasta la última etapa de nuestra formación, la que comprendía desde los quince hasta los veinte, después había un par de años más digamos de especialización, en esos años nuestros cuerpos ya estaban perfectamente esculpidos, nuestras alturas iban desde 1,78 al 1,92, las mujeres que diseñaron nuestros cuerpos genéticamente daban como suficientes ese rango de alturas, un peso adecuado y un cuerpo siempre cuidado eran el complemento de la educación que habíamos recibido y la que iríamos a recibir en esos dos últimos años; comparados con nuestros hermanos fabricantes como nosotros los llamábamos y a los que despectivamente las mujeres llamaban nenucos, nosotros éramos un poco más altos y mejor hechos, nuestro aspecto delataba los cuidados a los que nos veíamos sometidos como depilación, afeitado, hidratación de la piel, etc., mientras ellos eran casi meros bultos llenos de mugre y pelo que apenas hablaban por gemidos guturales que casi daban miedo.

Y llegó ese último curso, todos nos preguntábamos que podría ser sin tener ni idea y especulando sobre que podría ser, el primer día una educadora se subió a la tarima y esbozó lo que se esperaba de nosotros en esos dos próximos años, en ese periodo deberíamos aprender las técnica sexuales más delicadas, los mejores refinamientos para seducir a una mujer y como saber leer en sus ojos sus deseos para después complacerla, charlas sobre sensibilidad, poesía erótica o sobre libros milenarios sobre el arte de hacer el amor eran parte cotidiana de esas clases, al efecto la profesora se hizo acompañar con diez nuevas educadoras, dos de ellas podría decirse que eran atractivas pero las otras la palabra atractivo lo debieron leer en un papel pero nuestro educación era para satisfacerlas en cualquier caso y momento. En esos dos años aprendimos a tocar a una mujer hasta que se derritiese en muestras manos sin sacar el pene de nuestros pantalones, nuestros cuerpos eran perfectas máquinas de producir placer a los demás pero no veíamos que en la medida que provocábamos ese alud de orgasmos nosotros cada vez nos sentíamos más utilizados y nos volvía más como nuestros hermanos los nenucos. Aprendimos a oír los suspiros de una mujer, a lamerla suavemente o a follarla como un caballo desbocado  para alegría y placer de nuestras educadoras a las que arrancábamos suspiros una día si y otro también pero nunca una sonrisa o caricia. Para su labor educativa se servían de una especie de porra eléctrica que nos daba unas terribles descargas y que no dejaban marcas en nuestros ya maduros cuerpos y que usaban con demasiada ligereza cuando no alcanzábamos sus expectativas o deseos, yo mismo sufrí al menos diez calambrazos de esos por no haber sabido besar o lamer el sexo de alguna de las educadoras o por haber sentido rechazo por la falta de higiene de alguna de ellas.

A la vez que empezamos nuestro último entrenamiento en los comedores empezaron a servirnos  cada vez más frutas y tomate, aún no lo sabíamos pero con esa alimentación nuestros jugos se volvieron cada vez más dulces y abundantes pero nosotros lo asociamos a las nuevas cosas que estábamos aprendiendo, y llego el día de la graduación, el último día, estábamos emocionados por saber cual sería nuestro destino y aguardábamos impacientes en nuestros cuartos en perfecto estado de revista y con nuestras ropas dobladas y empaquetadas en nuestras maletas, los gritos de los chicos más jóvenes no nos perturbaban pero realmente porque no teníamos mucho contacto con ellos, contacto que siempre evitaban nuestras cuidadoras, uno por uno fuimos llamados a la oficina de la directora del centro y llego mi turno:

―Hola Gabriel67, has terminado tu formación de forma muy satisfactoria, tus cuidadoras están muy satisfechas de ti y vas a ser destinado a una casa de placer de Mujerópolis, serás llevado en compañía de otro compañero y allí te explicarán tu nuevo cometido, debes saber que debes comportarte como un hombre –claro, que un hombre, pero el concepto de hombre que ellas me habían incrustado en la cabeza- y que eres un ser especial y privilegiado, disfruta de ese privilegio.

Me dio la mano y me besó los labios, un incipiente bigotillo aparecía en su labio superior que no la restaba un ápice de su autoridad. Inconscientemente respondí a su beso como había aprendido en las clases y ella pareció percibirlo y lo saboreó pues cuando salía me pareció escucharla que hacía mucho que no visitaba las casa de placer de Mujerópolis mientras se relamía mirándome el culo, pues me había convertido en un excelente espécimen para los planes que habían trazado para mi o cualquiera de mis hermanos, mis 70 kilos, piel bronceada, pelo negro oscuro y ojos verdes serán después muy apreciados pero no solo eso, mis manos o mis carnosos labios volverían loca a más de una de las mujeres que me conocerían meses más tarde.

(Dos enormes tachaduras de dos párrafos enteros, otro enigma en este diario que la inspectora tendría que aclarar).

Un vehículo todo terreno con los cristales tintados me llevó a las afueras de la granja y me llevó a mi primera ciudad y única que vería en mi vida, el coche iba conducido por una mujer de mediana edad, con un cutis poco cuidado y un pelo recogido en una coleta que le marcaban todas las raíces y su dilatado paso por la peluquería, ella iba en silencio y se dejaba guiar por un GPS de rancia voz masculina. El camino transcurrió tranquilo entre una verde campiña hasta que llegamos a la ciudad, donde los hombres brillaban por su ausencia, mi curiosidad me pudo y pregunté a la conductora

―Perdone señora –el tratamiento de las mujeres salvo orden contraria era siempre de señora- ¿dónde se encuentran los hombres en la ciudad?

―Jajaja, inocente mío, ¿para qué quieres ver hombres habiendo mujeres? Vete olvidando de tus compañeros y cuanto antes lo hagas menos sufrirás.

Y con esas palabras dio por zanjada la conversación. Cuando llegamos accedimos a un bello chalet por la puerta trasera y desde la que no podía verse la calle, una mujer madura muy atractiva esperaba mi llegada con una sonrisa en la cara, una sonrisa que no aclaraba nada lo que había dentro de ella por mucho que aprendiésemos en nuestras clases.

―Hola Gabriel67, bienvenido. Veo que han hecho un espectacular trabajo en la academia, cada día mandan mejores especímenes, voy a tener que mandar un nota al ministerio de asuntos masculinos para que premien a esas esforzadas compañeras.

―Buenos días señora, dije saliendo del vehículo y recogiendo la maleta con mi mano derecha mientras salía chirriando ruedas y levantado una buena polvareda.

―Ays estas hombrunas, y todo por no poder pagarse un buen polvo de vez en cuando, ande ven que te digo cual es tu habitación y tu nuevo cometido.

Un metro detrás de la señora tal y como había aprendido fui tras ella, subimos a la segunda planta donde una habitación individual estilo zen y con suaves aromas a manzana sería mi nueva residencia y prisión para el resto de mi vida, seguía sus pasos mientras miraba su espalda y sus media melena pelirroja que casi flotaba en el aire, su trato era correcto como el de muchas de mis educadoras pero no podía confiarme pues muchos de mis castigos habían llegado por tomar demasiadas confianzas con algunas de ellas. Mientras me enseñaba las dependencias me explicaba que si me portaba bien y satisfacía bien a las mujeres que me requirieran podría salir en compañía a la calle con una tutora pero que si mi rendimiento no era el adecuado sería esterilizado y llevado a los campos de trabajo, que no sería ni el primero ni el último y esto no me sonó a advertencia, me sonó a amenaza. Y dejando mis prendas en los armarios y acudiendo al gimnasio a realizar mis ejercicios diarios transcurrió mi primer día en mi nueva cárcel. Apenas vi o presentí a cinco hermanos nuevos más y cercad de treinta mujeres de diferentes edades y condiciones.

Al día siguiente me facilitaron útiles de higiene personal y sendas sondas para realizar análisis de ETS  realizar todos las semanas, pues no se dudaba nunca de mi higiene pero si de algunas de mis posibles compañeras. Después fui de nuevo llamado al despacho de mi nueva señora, allí me esperaba paciente y elegantemente vestida, un ligero toque de maquillaje y un dulce perfume que denotaban que trataba de resultar agradable.

―¿Qué tal has dormido Gabriel67?, preguntó coqueteando conmigo.

―Muy señora, el  dormitorio es muy cómodo.

―Así me gusta, que te adaptes pronto, bien es norma de esta casa que la señora sea la primera persona que te ponga en antecedentes de lo que esperamos de ti y por eso te he hecho llamar, lo normal es que hubiese un tiempo de preparatorios tal y como te han enseñado y preparado a hacer, pero a mi no me hacen falta, por lo que ahorrémonos ese trámite y pasa al cuarto, dijo de forma categórica e imperativa.

Obediente pasé y procedí a desvestirme delante de la señora  de espaldas a una cama delicadamente hecha y de la forma más sensual que pude dejé que se deslizase mi ropa de mi cuerpo, iba a despojarme de mi ropa interior cuando me detuvo y fueron sus manos las bajaron junto a sus labios hasta mis sexo cada vez más erecto. La señora besó sobre mi calzón blanco dejando un resto de carmín y sus manos se aferraron sobre el elástico que bajaron de un tirón para liberar mi pene dejándolo a la altura de sus labios.

―Mmmm Gabriel67 que bien hecho estás.

Y su boca voraz se metió mi pene entero hasta el fondo de su garganta, una garganta cálida y húmeda que llenaba de calor mi pene y ponía en funcionamiento el mecanismo de placer que me habían inculcado, como un autómata saqué mi pene de su boca ensalivada y me coloqué a su altura para llevar mis labios hasta los suyos, mi señora metió su lengua casi hasta mi campanilla y se tiró sobre mi y a trompicones se deshizo de sus bragas y se subió la lada de tubo de color gris; las prisas me estaban confundiendo y pausando como pude a la señora, ralenticé como pude sus ganas de subirse encima de mi.

La luz se colaba tenue por entre las cortinas color crema y me permitía ver a la señora en todo su esplendor, incorporándonos del suelo o mejor dicho, agarrándola entre mis brazos mientras ella se enroscaba en mi cuerpo con sus piernas la eche sobre el lecho con dulzura y sin separar mi boca de su boca. Las sábanas blancas perfectamente planchadas se amoldaron a nuestros cuerpos y escurriéndome sobre su pecho la desabotoné su blusa dejando al aire su pecho y su sujetador negro de encaje a la altura de mi boca, mis manos tocaban un órgano lleno de piel en lugar de teclas y en cada lugar que pulsaban arrancaban un suspiro de placer; sus manos se enredaron en los cabellos de mi cabeza y abría sus piernas para que colocase mi cuerpo sobre ella, buscando el contacto de sus muslos con mi torso cada vez más sudoroso. Alce mi cara para verla y sentirla gozar y me pidió que no la mirase, no entendí muy bien su actitud pero no yo estaba allí para desobedecer y eso me lo dejó claro desde el primer día. El sujetador se quedó enredado entre mis dedos y liberó un pecho firme pero pequeño y su falda remangada mostraba unas caderas firmes y curvilíneas suaves y dulces.

Debo reconocer que mi señora debía estar preparada para mi llegada o la de cualquier otro pues estaba depilada al detalle al igual que yo y nuestras pieles se rozaban con dulzura exquisita, su sexo cada vez más mojado presentaba una depilación brasileña que facilitaba siempre nuestro viaje a sur de la anatomía de una mujer aunque nos habían preparado para cualquier aspecto, peludos, pelados, arreglados, como fuesen pues nuestras lenguas navegaban entres sus labios cual barco velero llevado por una firme brisa. Entretuve mi boca húmeda en su abdomen y su ombligo mientras jugaba con mis dedos y su sexo, mis dedos estaban empapados de sus jugos y aprecié incluso cierto chapoteo cada vez que apoyaba mi palma sobre todo su sexo y entremetía mi dedo entre sus labios vaginales o su vagina.

―Dime cosas sucias, pórtate como un chico malo, dime que me vas a follar, dijo entre dientes.

―Ah, mi señora quiere que la trate como una mujerzuela, no desea que la mimen ehhh, solo quiere que la monte como un caballo en celo y la folle hasta las entrañas, decía sin dar crédito a lo que salía de mi boca.

Sus manos buscaban mi polla para metérsela pero si algo nos quedó muy claro en la granja es que cuanto más demores el acto de la penetración, más lo desea la mujer que está a tu lado y dejé que jugase con ella para no perder la excitación pero sin permitir que se la metiese.

―No seas así, métemela de una puñetera vez, casi gritó.

―No señora, a las mujeres malas hay que darlas un poco de castigo.

Y con esas palabras empecé a lamerle los muslos y su vagina suplicante, sus manos empujaban mi cabeza contra ella y mi lengua juguetona se movía por entre todos los rincones de su sexo, brincaban de la labio a labio, o se sumergía dentro de su vagina cada vez más caliente, la sangre se agolpaba en todo su sexo hinchando su clítoris que tomó un tamaño considerable para ayuda mía y de mis labios que fueron ansiosos a por él, el dedo corazón de mi mano derecha se introdujo mecánicamente en su vagina y se dobló sobre si mismo tocando las paredes de sus hambrienta vagina y mientras entraba y salía mi lengua se movía en torno a su clítoris vibrante.

Dudé por un instante cuando sentí su orgasmo llegar en si negarle el orgasmo para luego someterla al más dulce de los placeres con la penetración pero prefería sentirla terminar y luego proporcionarle otro rato de placer, para eso no había métodos, debíamos guiarnos por nuestras impresiones o las súplicas de nuestras señoras; su sexo empezó a chorrear mientras sus piernas temblaban, mi señora no era de las escandalosas, sólo unos gemidos de cómo si le faltase el aire y una respiración cada vez más entrecortada me marcaban el ritmo a seguir, sus crispados dedos se aferraron a mi dura espalda hasta que sus temblorosas piernas casi me asfixian en sus espasmos.

Sin dejar de sentir el contacto de su piel con mi piel, arrastré mi cuerpo sobre el de mi señora, yo aún con mi pene erecto y casi goteando liquido preseminal buscando su boca, sabía que era un riesgo penetrarla si lo hacía demasiado pronto después de su orgasmo e hice tiempo que me pareció una eternidad antes de arquear mi espalda y meterla mi pene en su vagina empapada y lubricada que me recibió por entero con un temblor en sus labios y sus ojos cerrados.

Una buena formación física me preparaba para moverme rítmicamente sobre ella, chocando nuestros dos pubis con un sonido húmedo y sordo cuando nuestros dos cuerpos se juntaban, mi señora acariciaba mi mentón y sus labios lamían mi boca con mucha dulzura absorbiéndome y sacándome todo el aire que podía de mi cuerpo, sus labios vaginales tomaron de nuevo vida y apretaron en torno a mi pene que entraba y salía de ella con diligencia castrense, sus pies se engancharon el uno con el otro y me apretó contra ella cuando mis embestidas empezaban a incrementar su ritmo y su profundidad, mi pene parecía satisfacerla pero no debería extrañarme, yo y todos mis hermanos fuimos diseñados genéticamente para esto, con cada empujón yo trataba de atravesarla, de meterme dentro de ella y mi empuje la inundaba por completo. Su pelo descansaba sobre las sábanas y por fin abrió los ojos a mi mirada, una mirada que escudriñaba todos sus gestos para saber que tener que hacer en cada momento. Ella admiraba mi cuerpo con sus manos y sus caricias y yo me esmeraba en extraerla hasta su último gemido tocando cada uno de sus puntos de placer.

Por esas casualidades de los cuerpos, esta vez nuestros orgasmos llegaron a la vez, yo me crispé y me aferré a su cuerpo como un salvavidas y ella parecía querer despegarse justo en ese momento, esta vez nos robamos el aire mutuamente hasta quedar vacíos por dentro nuevamente.

Una vez realizado el servicio mi señora pareció quedar muy complacida y yo medio derrengado, ese fue mi primer y único día de tranquilidad, a partir de entonces comenzó mi infierno particular, no había día que tuviese que atender no menos de tres señoras y aunque mi cuerpo no se resentía me encontraba cada vez más vacío de mi mismo. Cierta tarde pasados ocho meses fui engañado por una de las señoras y me sacó del chalet y estuve a punto de ser castigado pero gracias a la intervención de mi señora fui exculpado porque en ese mundo de mujeres los hombres carecen de todos los derechos.

(En este punto del diario solo aparecen el nombre de todas las mujeres que han pasado por sus brazos y algunas de sus preferencias, son cerca de 25 páginas completas  y llenas hasta la última de sus líneas, nombres que por otra parte sonaban a Matilde por ser personas de gran influencia en su ciudad, en algunas de ellas estaban la filias o perversiones sexuales a las que habían sometido a Gabriel67 y algunas rozaban lo delictivo, algunas de esas páginas estaban también arrancadas y al final del diario pero no sabía si se sentiría con fuerzas de leerlas).

Hoy he decidido fugarme, ya no lo soporto más, cada día me siento menos persona. Arrancaré el chip de mi piel y saldré por el túnel que empezó a cavar mi hermano Miguel67 y que fue castrado por encontrarlo en la cama de otro hermano.

(Era el 14 de julio de hacía 5 años y cayó en el simbolismo de la fecha por sus años de estudios en el colegio femenino, a partir de ese momento, el diario solo recogía algunos dibujos sueltos, o poemas cortos llenos de angustia y esperanza, la última página estaba ponía una breve frase)

Estoy cerca de la muerte, durante estos cinco años he sido un hombre feliz, sin estar obligado a amar y desear a los demás, ya no estoy cansado.”

La inspectora cerró el diario y meditó largamente sobre si esa sociedad que habían formado solo con mujeres y que eliminó y confinó a los hombres a meros seres de entretenimiento o mano de obra barata era tan justa como su lideresa predicó ya hacía más de diez generaciones, ella los veía como tales pues desde pequeña la enseñaron que los hombres eran violentos y vagos y que las mujeres eran mejores y más capaces y que nunca recurrían a la violencia, después de leer este pequeño diario pensó si era fruto de la mente de una enferma somatizada en hombre o realmente era real.

Pd. evidentemente esto es fruto de una mente chorra como la mía, un relato sin sentido en un futuro distinto al que podamos imaginar y en el que los nombres no tienen ninguna intención malévola. Como es bastante largo no quise partirlo en dos para que no perdiera la gracia.

(9,00)