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Castigo por puta a mi hija Loly

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Les hemos compartido en relatos anteriores que tenemos una incestuosa relación, impropia por donde se la mire, pero al mismo tiempo tiene todos los ingredientes de una pasión prohibidísima y todo el morbo que agrega la actitud lujuriosamente perversa de esta pendeja. Esta y las otras historias son escritas con su consentimiento y ayuda para que otros en iguales condiciones se animen a salir del agujero interior del pecado y exculparse difundiendo esta morbosa pasión.

En esta oportunidad les contamos la ocasión en que la nena me llamó al celular confesarme que se había portado mal: -“Papi quiero contarte que tu nena se portó mal, no pude llegar a tiempo para satisfacer tus necesidades de sexo, porque se apareció Alejo, mi novio y me llevó a su casa con la excusa de comprar un regalo para el cumple de su mamá y… comenzó con que se la toque, entonces me tocó y sin darnos cuenta terminamos encamados y me hizo el culo acabando dentro. Sé que me habías pedido que el culo estaba reservado para vos, pero este guacho se calentó y ni me dio tiempo para salirme”

- Bueno, lo hecho, hecho está. Ahora ya sabes que te corresponde el castigo.

- Sí lo sé, la nena se portó mal, como digas papi.

- Bien, ahora te lavas bien, no quiero rastros de leche de ese guacho de tu novio. Te pones ese vestido, el rojo que te queda bien ajustadito, te tomas un Uber y te vienes a mi oficina.

- Solo con el vestido?

- Sí, debajo en bolas, desnudita, estamos! Tienes una hora para estar acá y sacarme la calentura.

La esperé en la puerta de la oficina, la tomé de la mano, sin permitirle decir una palabra, retiramos el auto en la cochera y salimos rumbo al hotel más cercano.

En el trayecto levanté el vestido para comprobar que estaba desnuda, así con la falda levantada hasta el borde de la entrepierna hasta llegar al estacionamiento del hotel. Subimos a la habitación asignada, en el trayecto a subir los dos pisos tuvo que sacarse el vestido y hacer el trayecto desde el ascensor, recorrer el pasillo hasta el cuarto. Sentía el morboso placer de que perciba el temor de salir del ascensor sin saber que puede ser vista caminando en bolas hasta el cuarto.

Sentado en el sillón que había en el cuarto, la coloqué de bruces sobre mis rodillas, desnudita.

- Cómo dice que se portó la nena?

- Mal, papi, la nena se portó mal papi. – la primera nalgada

- Cómo te dije que me debes llamar cuanto te portes mal?

- Si señor…

- Bien, vamos aprendiendo, bien, pero igual vamos a tener que castigarte. Lo entiendes zorrita?

- Sí pap…. Si señor…

Entonces comencé con la disciplina, nalgadas, una tras otra, mientras ella repetía como letanía:

- Me lo merezco por mala chica, por puta. Castígame pap… señor me lo merezco.

Así hasta dejarle las nalgas bien enrojecidas, me miraba con el rostro algo lloroso pero agradecida porque sabía que el castigo era justo y necesario para hacerle entender que puede hacerse coger solamente cuando su papi le concede el permiso, sin pedírmelo sabe que no puede tener sexo.

Unas caricias sobre la carne enrojecida calmó su espíritu, la sonrisa volvió al rostro de mi nena, pero… la lección aún no había concluido, le vendé los ojos con un pañuelo, a continuación la llevé hasta el sillón ergonómico, montarse boca abajo en parte de potro, para quedar montada sobre él, con una cinta amarré sus muñecas aun extremo y la otra a las patas del potro, lo mismo que para los tobillos.

- Ahora vas sentir el rigor del castigo, para que nunca, nunca más se repita esta ofensa de hacerte coger por tu novio o por quien carajo sea, solo podes coger cuando solicites permiso a papi y te lo autorice. Nos estamos entendiendo?

- Si, pa… sí señor. Merezco que me castigues.

Ahora era el momento, busqué el trozo de raíz de jengibre higienizado y pelado, abriendo los cantos de las nalgas y se lo introduje en el culito, con el cuidado que la parte más gruesa quedara fuera y evitar el problema de perderlo dentro del recto. Muy despacio voy jugando con la raíz torneada, entrando y saliendo del culito de mi nena, despacio, luego se lo dejo colocado, lo tendrá durante el tiempo que demore en consumir el whisky que pedí al conserje. Quedé observando el comportamiento de mi nena putita.

Pronto comenzó a sentir la sensación de calidez, cosquilleo y ardor, podía entender y comprender que esta forma de disciplina tiene su faceta de humillación, que puede variar de dolorosa a excitante.

Cumplido el tiempo retiré la raíz del culito de la muchacha, el ardor había producido el efecto de estimular las zonas en contacto, dilatando el culo, dispuesto para recibir una buena cogida.

Sentía el alivio de cesar el ardor por tanto que al aflojarse la forzada estimulación ya de por sí era una sensación placentera, escuchar como respira aliviada, relajándose de las tensiones producidas por escozor y el insistente cosquilleo.

No dispuso de tanto tiempo para relajarse y disfrutar la liberación del ginger, porque ya tenía la verga preparada para metérsela de una hasta el fondo.

Me había colocado ahorcajado sobre el potro y en la posición perfecta para penetrarla, con la comodidad y entrarle tan profundo como nunca antes. Si bien está habituada a recibir el sexo anal bien seguido, en esta ocasión por las condiciones especiales de la preparación con el ginger, amarrada y montada sobre el potro las tenía todas a favor para darle una cogida monumental, metérsela de manera bastante a lo bruto.

Un poco de saliva en la punta del miembro, apoyé en la puerta del hoyo, con una mano tomado de sus cabellos y la otra una sonora nalgada. Se la enterré toda, hasta el fondo!!

- Ahhhhh, hijo de puta me vas a matar!!!

- Cállate puta de mierda, aguanta, por zorra, por puta, te voy a romper el orto. Calla y aguanta putita.

Comencé a cogerla con todo el ímpetu y la vehemencia de imponerle el castigo para disciplinarla, al mismo tiempo que la forma de realizar esta experiencia me causó una excitación descomunal, el deseo por hacerle el culito era mil veces superior a cualquier otra que lo hubiéramos hecho. Por la misma razón podía dominar y controlarme para alargar el tiempo de la penetración.

Podía realizar toda la variedad de movimientos y demorar mucho más tiempo el placer de cogerme a esta pendeja, que hacía un buen rato que se contenía para no gritar. Sentía como que la verga estuviera más gruesa y más rígida que lo habitual, obviamente también ella había registrado las mismas sensaciones por que no pudo más que ponerse a vociferar improperios y groserías de todo calibre.

- Basta, basta ya!!! Papi… señor, basta por favor, me estás rompiendo el culo, me duele, me duele. Sacámela del culo me duele.

- Te duele?, hmmm a mi nenita putita le duele el culito, pero mira vos… Te duele, pues aguanta puta, zorra putita, yegua aguántate a tu macho, que te va a seguir rompiendo el orto, todido

Un par de nalgadas consolidan la afirmación.

Contra mi voluntad de seguir, los estímulos altamente excitantes pusieron límite a la sodomización, el cosquilleo prologa el momento de venirme, un par de metidas a fondo y la eyaculación se produjo de forma tumultuosa, sentía como un estruendo en mis oídos, el zumbido de la conmoción de la inminencia de la eyaculación.

Enterrado a fondo, con imperceptibles movimientos para acompañar los chorros de semen que liberan la calentura contenida. Fue una acabada con toda la fanfarria de un desfile de esperma dejándome vacío para escurrirse dentro del ano de la muchacha.

Me retiré chorreando semen, mirando y admirando ese culito abierto como una flor que venteaba la enlechada con burbujas espumosas coronando el aro dilatado que comienza a cerrarse con lentitud.

Desatada y exhausta, ayudé a desmontar del potro, la acompañé hasta sentarse en el bidé, permaneció un buen tiempo recibiendo el aliciente chorro de agua tibia, el rostro con rastros de haber llorado. El jacuzzi terminó de relajarla y suavizar las consecuencias de la experiencia anal.

El silencio fue predominante durante todo el viaje, unas cuadras antes de llegar hice una pausa para poder mirarme en sus ojos, sin decir nada, me tomó el rostro y me dio el más intenso beso de lengua de los que tengo memoria.

- Gracias, papi! Gracias señor! Me lo tenía merecido, pero me gustó, me gustó mucho.

- Sí mi nena.

- Quiero repetirlo, porfa, quiero otra vez… señor.

A Loly y a su papi les gustaría saber que te pareció, que sentiste al hacerte parte de nuestra historia de amor prohibido, toda pasión y toda sexo en [email protected] estamos esperándote.

Lobo Feroz

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