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Natalia me pilló haciéndola una foto

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Para Lara, mi más fiel lectora.

Ya os hablé de Natalia, mi compañera de trabajo. Es guapa y eso, pero sigue siendo como antes. Llevamos ya varios meses conociéndonos, aunque no en plan bíblico, claro, que es lo que me gustaría a mí. Nos conocemos como compañeros y, para de contar.

Ahora escribo relatos eróticos y he puesto mi correo en alguno de ellos. Me escribe gente y hay un chico en particular, no diré su nombre aquí, que me escribe y que parece tan salido como yo.

Nos escribimos casi todos los días y le he hablado de Natalia. Así que un día decidí hacerla una foto con el móvil, para enseñársela a él. Es un poco rara y no le gusta que la hagan fotos, por lo que le hecho una foto a escondidas con el teléfono. Se la mandé a este chico y me dijo lo buena que está y el culazo que tiene. Lo que no sabía es lo que pasaría un poco más adelante.

Una tarde que no teníamos mucho trabajo, decidí hacerle otra foto a escondidas.

Estaba con el móvil, sin saber cómo poner la cámara para que no me viera, cuando se giró para beber agua y me pilló con el teléfono apuntándola.

-¿Qué haces? ¿Me estás haciendo una foto?

-Es que... -no me salía que decirle.

En esto que se puso frente a mi como posando.

-Anda, venga, hazme la foto, no te cortes.

-Es que... hoy estas muy guapa.

-Pues anda, dispara. No parecía enfadada.

Le hice la foto y me olvidé de todo. La tarde pasó rápido y nos fuimos a casa.

Cuando llegué por la noche a casa, no pude evitarlo y me la casqué con la foto que acaba de sacarla.

Después de correrme y limpiarme la leche, lo primero que hice fue escribir a mi amigo por email y contarle lo que había hecho.

Estuvimos hablando un buen rato de lo que había hecho y lo que había disfrutado, y un poco más tarde, ya muy cansado me fui a la cama.

Al día siguiente me encontré de nuevo con Natalia y volvimos a hablar, solo que esta vez la noté algo cambiada. Ya no parecía la chica seria y tímida de antes.

En un instante que se fue al baño, se me ocurrió algo. No se me había pasado por la cabeza hasta ese momento. Tenía el móvil en su mesa sin bloquear y se me ocurrió cogerlo y cotillear su galería de fotos. En lugar de encontrar más fotos suyas, encontré una mía.

¡Vaya! pensé. Así que la jodía me ha hecho una foto sin darme yo cuenta. ¿Será que en el fondo le gustaba yo también, o es que le estaba empezando a gustar?

Dejé el móvil en su mesa antes de que volviera y me hice el loco.

Pasaron dos semanas al menos. En ese tiempo me di cuenta de que no estaba equivocado y lo que en un principio había sido una intuición mía, era realmente cierto. Yo le gustaba a Natalia. No pensé que la cosa se precipitaría tan pronto.

Una tarde me dijo:

-Oye, ¿para qué me hiciste la foto aquel día?

-Es que estabas muy guapa, ya te dije.

-En serio, ¿solo por eso? ¿no te habrás tocado pensando en mi?

-¿Tocado? Tocado y hundido, pensé para mis adentros.

-Que si te la has meneado, me dijo sería.

Vaya con la mosquita muerta, pensé...

Se rio al ver que no la contestaba, pero estaba claro que sabía que había hecho con esa foto. ¿Y quién no decía que ella habría hecho lo mismo con mi foto? Hacerse un buen dedo, claro. El pensar en eso me puso cachondo para el resto de la tarde.

Ya por la noche, al salir de currar, me dijo si podía acercarla a un sitio en concreto. Yo sabía que ella no vivía allí.

Le dije que sí, pero luego pensé que era un idiota por llevarla, porque seguro que lo que iba a hacer era quedar con algún maromo y que se la follaría. Mis pensamientos de que sí le gustaba, se habían desvanecido.

Íbamos por la carretera a donde me había indicado y creía que nos habíamos perdido, cuando sentí su mano izquierda en mi paquete.

No pude reaccionar, creía que nos íbamos a chocar.

-Tranquilo hombre. Anda, sal por esa salida.

Salí por donde me dijo, ya un poco más tranquilo.

Me indicó donde parar.

Cuando apagué el motor, me habló. No se veía nada por allí.

-¿No te has dado cuenta de cómo te he estado mirando todo este tiempo?

-Sí, pero las tías sois tan raras...

-Pues me gustas, tío. Ya está, ya lo he dicho.

-¿No vas a ver a tu novio?

-¿Qué novio? No tengo novio. Como estabas así... decidí yo tomar la iniciativa. Sabía que me hiciste la foto para meneártela con ella. Y yo también te tomé una a escondidas hace unos días. Me hice un buen dedo con ella y diciendo esto se sonrojó.

-¿Te corriste?

-Claro, tonto. Me corrí como una perra...

Y diciendo esto me cogió la cabeza y me comió la boca.

Nos besamos, nos sobamos, pero no follamos. Cuando estábamos a punto, yo empalmado y ella mojada, nos masturbamos mutuamente.

Nos corrimos como locos. Casi mancho el asiento con mi semen.

Natalia me ayudó a limpiarlo todo.

Más tarde la llevé a su casa. Me dijo cuándo quedaríamos para follar y que yo pusiera el sitio.

No pude esperar más de una semana. Le propuse quedar en un descampado, lejos de su casa y de la mía, lo que llamábamos terreno neutral, jeje.

No le pareció mal, aunque me dijo que lo haríamos con condón, que como no tenía novio había dejado de tomar la píldora y no quería quedarse preñada, que aunque sabía que era buena persona y no tendría ninguna enfermedad que pegarla, lo haríamos así.

Bueno, mejor es eso que nada, ¿no?

Los días pasaron rápido. Yo estaba nervioso por nuestro encuentro y me la casqué los días previos pensando en ella.

Al fin llegó el día en cuestión y me la volví a menear, más que nada por si nada más metérsela, me corría enseguida por lo cachondo que me ponía Natalia.

La recogí lejos de mi casa y antes de salir para allá, me dijo:

-¿Llevas condones?

-¡Hostia! No. No tengo.

-Mira, por aquí hay una farmacia. Para en doble fila y yo te espero.

Paré en doble fila y me bajé corriendo. Iba a estropear mi polvo. Estúpido, estúpido, pensé.

Había una cola grande en la farmacia. Señoras mayores con sus nietos esperando y un par de parejas jóvenes, que supongo, iban a comprar lo mismo que yo.

De vez en cuando miraba al coche. Solo faltaba que me multaran por aparcar en doble fila.

Como 10 minutos más tarde, conseguí salir con la compra. Unos preservativos superfinos para sentir mejor a Natalia. Por dentro me reía. Después de todo, iba a triunfar.

Llegamos al descampado. No hacía mucho calor. Miré alrededor y vi una piedra grande. Allí me la tiraré, pensé.

Saqué una manta que llevaba en el maletero y la puse al lado de la piedra. Nos sentamos y enseguida pasamos al lío.

-En serio, me dijo. ¿Nunca te diste cuenta de cómo te miraba?

-Sí, me fijé. Pero pensé que solo sentías curiosidad por mí. Nunca pensé que fuera en plan... me gustas. Como nunca me dijiste que guapo vienes hoy o alguna chorrada así.

-Pues no, es verdad, no soy de esas. Pero me ponías cachonda cada vez que te veía. ¿Recuerdas aquella vez que te dije voy al baño a refrescarme?

-Si.

-Pues lo hice y luego me senté en la taza del váter. Me había secado la cara, pero por debajo estaba húmeda. Me hice un pedazo de dedo, que tuve que morderme los dedos para no gemir como una loca en el baño y que todo el mundo me oyera.

-Yo también me la he cascado pensando en ti...

Con esa conversación mi rabo ya estaba tieso. Le quité el vestido que llevaba y la dejé en ropa interior. Ella me desnudó a mí. Mi rabo apuntaba a su ombligo.

Natalia se agachó y me hizo una de las mejores mamadas de mi vida. Diréis que en estos relatos siempre decimos lo mismo, pero es verdad. Fue una mamada maravillosa.

Aunque me había corrido esa mañana, estaba a punto de volver a correrme de nuevo, así que le pedí que parara, que quería saborearla.

Natalia se quitó las bragas y el sujetador y se quedó en pelotas frente a mí.

Muy sumisa, se abrió de piernas mostrándose su chocho. No lo llevaba muy depilado, y a mí no importó tampoco, la verdad.

Se lo comí lo mejor que pude. Tampoco me indicó como le gustaba que se lo comieran. Y cuando la humedad lo llenó, saqué la caja de condones y extrayendo uno, me lo puse con cuidado y lo desenrollé hasta la base de mi polla que estaba a punto de reventar.

La penetré lentamente, muy despacio, como si fuera la última vez que iba a estar dentro de ella, y una vez dentro, me quedé quieto.

Ella se me quedó mirando al verme quieto, como diciendo, ¿qué haces tonto? y enseguida comencé a bombear.

Iba despacio, saboreando el mete-saca como si fuera la última vez, como os dije. Al principio la expresión de su rostro no cambió, por lo que decidí acelerar las embestidas. Y entonces sí que empezó a disfrutar.

-¡Ah, ah, ah! Juan Carlos, Juan Carlos, sigue así, sigue así, ah, ah, ah.

Yo estaba callado, pero estaba disfrutando tanto o más que ella.

Después de un rato de follármela así, decidí ponerla de pie. La giré de espaldas a mi y la apoyé contra la piedra.

Ahora iba a cumplirse mi fantasía. Podía ver su culo. Su magnífico culo que siempre había imaginado bajo su vaqueros o bajo su vestido.

Era grande, no demasiado, el tamaño perfecto para mi y tal y como lo había imaginado.

La penetré fuerte esta vez. La bombeé con ganas. Ella gemía como una loca y entonces yo me animé y empecé a gemir también como loco. Nadie podía oírnos.

No duré mucho en esa postura. Me corrí enseguida. Lo que mas me importaba era haber tenido su culo frente a mi y estaba contento.

Natalia se giró al sentir que había acabado y me dijo:

-¿No irás a dejarme así, verdad?

-Qué, que no te has corrido, ¿no?

-Ha estado genial, pero no, no me he corrido. Quiero sentir un orgasmo con tu rabo dentro.

Me quité el condón usado y lo tiré al suelo. Fui a por otro.

-Quédate así, le dije.

Natalia obedeció y se quedó de espaldas a mi. La sobé el cuello con fuerza, como si estuviera amasando harina y la incliné un poco hacía delante. En cinco minutos mi rabo estaba otra vez a tope.

Me puse el preservativo y se la metí de un tirón. Me la follé como una bestia, como un animal. Sudaba a chorros mientras copulábamos como dos animales salvajes. No me importaba si la estaba haciendo daño al darse en la tripa contra la roca. Solo sabía que quería que se corriese y que yo quería volver a correrme dentro de ella.

No tuve que esperar mucho. Unas embestidas más, y le solté toda mi leche de nuevo. Tuve que gritar su nombre:

-¡Natalia! ¡Natalia! Me corro... aaaahhhh.

Ella también gimió como una perra y al sentirla correrse, terminé de bombear.

Me quedé dentro de ella, hasta que sentí que ya no soltaba más semen y me salí.

Después nos sentamos en la manta y nos besamos apasionadamente. Yo me medio-empalmé un poco, pero vi que ya no podría volverme a follármela por hoy. Ya no me quedaban fuerzas.

-La próxima vez lo haremos en una cama grande y cómoda, ¿eh? Me dijo picarona.

Le acaricié la cara y le dije que por supuesto, que estaba deseando que llegara ese día.

Nos limpiamos un poco, nos vestimos y nos fuimos de allí.

Follar con Natalia había sido genial. Estaba deseando repetir.

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Si os gustado el relato y queréis cambiar impresiones, escribidme a: [email protected].

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