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Córrete para mi
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Era una tarde de verano, había salido con la moto de campo, cuando empezó a llover. De repente la moto se quedó frenada.

Hacía mucho calor, llevaba rodilleras, casco y botas, y un mini pantalón de deporte con una camiseta blanca de tirantes, que dejaba ver el sujetador de encaje blanco. Era pequeña y delgada y me costaba un poco llegar a la moto pero me encantaba perderme y olvidarme del mundo.

Estaba empapada y llena de barro, mirando la moto cuando escuché una moto pararse detrás de mí. Se bajó un chico, atlético, con una camiseta también pegada a su cuerpo por la lluvia y con unos bermudas.

—Nena, ¿Te has quedado tirada?

—Sí, no entiendo que ha ocurrido.

Sonrió con picardía mientras se acercaba para mirar la moto, su olor mezclado con el de la gasolina me hizo enloquecer.

—No parece que vaya a dejar de llover y esto no te lo puedo mirar aquí, ¿Vives lejos de aquí?

—A unos 40 km.

—Te puedo llevar a mi casa y allí te secas y esperamos a que deje de llover.

—Me encantaría.

Me puse el casco mientras él me esperaba con la moto sujeta entre las piernas. Durante el camino los baches me hacían botar y pegar mi pecho contra él. Notaba la firmeza de su cuerpo y me sentía segura a pesar de que no le conocía.

Cuando llegamos a su casa, bajé de la moto mientras la aparcó en el garaje y entramos juntos a su casa.

Me quedé en la entrada un poco cortada mientras el desapareció y empecé a curiosear. Era una casa muy sencilla con muebles de madera y decoración en blanco.

Se acercó a mí con una toalla en la mano y una camiseta.

—Quítate la ropa para que se pueda secar y ponte esto.

Él se había quitado la camiseta y solo llevaba los bermudas. Empecé a notar como mojaba el tanga sin control ninguno.

Me metí en el baño y me cambié, aunque la camiseta era grande me tapaba justo el culo. Estaba muy mojada, hacía tiempo que no tenía sexo y que me rescatase de esa manera, sus miradas, sus manos… No podía controlarme.

Salí del baño y me estaba esperando.

Me miró de abajo a arriba con lujuria mientras me cogía la ropa de las manos.

—La camiseta te queda mejor que a mí… —Dijo mientras se acercaba a mí desafiante.

Un trueno me asustó, y me pegué a él. Noté su pene duro debajo del pantalón y nos miramos.

Al darse cuenta de que lo había notado me pegó contra la pared, dada la vuelta con mi culo rozando su polla me besaba por la nuca mientras bajaba muy despacito mi tanga, sus dedos acariciaban mi culo por encima de la camiseta hasta que traviesos se metieron hasta mi rajita empapada.

Notar sus dedos jugando con mi clítoris me hacían gemir incontroladamente.

—Joder nena, que mojada estás para mí.

—Por favor, no sigas, no nos conocemos.

—Dime que pare, dímelo y no sigo…

Mis gemidos me traicionaban mientras él sonreía.

Me puse de rodillas con el tanga por los tobillos y los muslos empapados, le bajé los bermudas y saqué su pene durísimo y venoso.

—Ufff

Empecé a lamer, no me entraba toda en la boca y me daban arcadas pero no podía dejar de chupar.

Su capullo se movía por mis labios para luego adentrarse en mi boca hasta donde entrase.

Él ponía los ojos en blanco mientras me agarraba del pelo guiando el movimiento sin dejar de gemir.

Noté como le engordaba y me puso de pie.

Me besó contra la pared pegando todo su cuerpo al mío, sujetando mis manos. Me subió la camiseta hasta quitarla.

Me cogió en brazos y me llevó al salón, allí me tumbó en la mesa boca abajo con las piernas abiertas apoyadas en el suelo y el culo en pompa.

Se fue agachando y notaba su aliento en mi rajita que estaba caliente y húmeda. Se quedó parado mientras me quejaba, tenía el clítoris hinchado, él sonreía orgulloso de lo que estaba provocando.

Me sujetó las manos junto a las piernas.

Cuando noté su boca, mis piernas temblaron, estaba empapada y no podía más, su boca caliente y su lengua me provocaron un orgasmo increíble, mientras no dejaba de correrme en su boca, con intensos espasmos, él me sujetaba las piernas que temblaban sin control…

—puedo…

—Córrete para mí…

Notó como me corría en su polla, como mi corrida chorreaba por mis piernas.

Se sentó en una silla y empecé a cabalgar, sus manos recorrían mi espalda torpes y llenas de pasión, mientras su boca buscaba mis pezones de manera salvaje, no pudo aguantar más y la sacó, me puso de rodillas y me la metió en la boca, su capullo expulsó su leche caliente que chorreaba por mi boca mientras ahogaba sus gruñidos.

Me cogió en brazos para llevarme al baño.

Nos duchamos juntos y merendamos junto a la ventana viendo llover en la caótica tarde de verano.

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