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De tal palo tal astilla: La re-puta-ción

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Cuando conocí a Daisy y a su hija Melisa, fue en su casa, donde celebraban el cumpleaños de William, a quien conocía por su diminutivo en inglés como Billy. Bill, es el esposo de Daisy, pero cuando me la presentó, esta yacía por sobre las piernas de mi amigo Rivas, quienes jugaban algún juego de cartas y me admiré que para Bill, ver sentada a su mujer sobre las piernas de otro hombre, le parecía de lo más normal.

Ya varias personas me habían hablado de Daisy y de su hija, y tenían esa fama que les gustaba calentar huevos, pero no sabía a qué más llegaban. Según mi amigo Rivas, era un coqueteo sexual, pero que no pasaba de ahí: por lo menos esa era la impresión que tenía Rivas con Daisy. La hija igual que la madre parecía ser bastante atrevida y me dio esa percepción desde que la vi vistiendo este vestido blanco transluciente donde se miraba una tanga color rosada en un cuerpo que llama la atención. La verdad que ambas, hija y madre son bellas mujeres, pero ese juego de coquetería bastante directa y atrevida, como que hasta cierto punto hasta molesta. Creo que es por eso en sus fiestas hay más hombres que mujeres.

No tuvo que pasar mucho tiempo ni tan siquiera hacer algo de confianza cuando Daisy en forma muy coqueta me insinuaba sus nalgas o me rozaba con ellas al momento para ella oportuno. Realmente, a mí me gusta la conquista, pero esta mujer totalmente opaca esa emoción con su coqueteo constante. Al verle por primera vez con esos pantalones cortos de color blanco y su blusa corta que dejan ver su ombligo, realmente despiertan el deseo de fornicar y sodomizar a esta mujer, pero su forma de acercarse muy atrevida, prácticamente polarizó esa excitación que hasta me pareció muy grotesca y es por eso que muchos por ahí les llaman: Las Putonas.

Me las encontré en otros eventos sociales y en cierta ocasión bailando y ya con los efectos del alcohol Daisy me dijo lo siguiente:

—Tony, quiero que un día de estos me invites a salir y que me lleves por ahí y que me cojas como se te pegue en gana.

—¡Daisy, la gente te puede escuchar! —había mucha gente alrededor.

—¡Que importa! Es lo más natural que quiera coger contigo. Te aseguro que ellas también quisieran coger contigo, pero no se atreven a decirlo.

Realmente sentía más pena yo que ella al decirlo, pero así de abierta y atrevida es Daisy. Su hija Melisa no se quedaba atrás y un día que me vio llegar en mi Shelby convertible, se me acercó y me dijo lo siguiente:

—¿En qué posición me pondrías para darme una cogida en tu coche?

—¡El día que tenga esa oportunidad, lo sabré! —le dije.

—Tú tienes esa oportunidad cuando quieras, ahora yo quisiera saber ¿cuándo?

Realmente Melisa si me la paraba con su coqueteo y quizá por ese elemento de juventud que tiene, pues para ese tiempo acababa de cumplir sus 18 años. En esos primeros meses las miré en varios eventos sociales sin claudicar a esa tentación de corresponderles a sus coqueteos. Fue para la fiesta del 4 de julio el día de la independencia, que todo cambió y varios nos reunimos en la casa de mi amigo Rivas. Ahí estaba Billy, con su puta mujer y su putita hijastra. Todos alrededor de la piscina donde la mayoría de mujeres, que quizá eran unas 10, vestían el típico traje de baño de dos piezas: bikini y sostén. Daisy tenía un bikini más diminuto y más atrevido, pero Melisa llevaba uno de hilo dental, que desaparecía entre sus nalgas. Recuerdo que mi amigo Rivas le dijo en forma de broma a Melisa cuando se nos acercó en la piscina:

—¿Ese es tu traje de baño o te metiste en calzón?

—¡No vestía calzones, nunca uso! Este es mi traje de baño… ¿Te gusta?

Ya era entrada la noche y muchos se alistaban para presenciar la quema de las luces pirotécnicas que habían llevado y de las que se dan alrededor. Ya para esta hora la mayoría está con el efecto de algunos tragos o las cervezas. Me acerqué al baño que está cerca de la piscina para quitarme el cloro y al tocar la puerta, escucho la voz de Daisy y me dice:

—¿Eres tu Tony? ¡Entra, báñate conmigo!

—¡No creo que sea prudente! Tu marido está por aquí cerca.

—Tú entra y le echamos llave a la puerta.

Ella abrió la puerta y sin pensarlo me tomó de la mano y me hala. Ya no tenía nada puesto, y pude ver su conchita totalmente rasurada y sin decir mucho, me baja mi pantalón corto de baño y comienza a mamarme la verga y esta en segundos alcanza el grosor y el tamaño máximo de erección y solo dice: ¡Tony, que bonita verga tienes! – le dije que callara, pues se oían voces alrededor. Después de una breve mamada me pide que me la coja y es ahí donde le digo al oído algo que pienso que la hará pensar y quizá negarse y ponerle un alto a todo:

—¡Se me antoja cogerte el culo!

—¡Cógetelo, quiero sentir tu rica verga en mí!

Así parados y con el agua cayendo para que camuflara los gemidos, así se puso como un día me rozaba con sus nalgas, ahora la tenía con las nalgas abiertas y mi verga penetrándola. Jadeó con signos de dolor cuando se la dejé ir sin misericordia y comienzo agresivamente a taladrar su apretado culo. Por las circunstancias de estar en las condiciones que estábamos, la eyaculación llegó en un par de minutos. Ella lo siente y me lo dice y me lavo rápido mientras ella intenta que le salga todo mi esperma de su rosado culo. Se acurruca haciendo esas contracciones hasta que veo caer mi esperma diluyéndose con el chorro de agua de la regadera. Salgo y por suerte, no hay nadie esperando en la puerta e intento actuar de lo más normal.

Veo que todos están más concentrados quemando la pólvora y todo ese bullicio ahogó los quejidos que yo escuchaba muy de cerca cuando culeaba a Daisy. A los cinco minutos salió ella del baño y pasó cerca de mí diciéndome: ¡Me has quedado debiendo!

Por el calor me quedo en otros pantalones cortos, de esos para ejercitarse, mas sueltos. Veo a Melisa que ella viste una micro falda, que prácticamente uno puede ver esa curva de los cachetes de sus nalgas. Todos o diría la mayoría ya para las diez estamos adentro de la casa escuchando música y echándonos algunas cervezas y obviamente esto nos hacer visitar el baño más a menudo. Como el baño cerca de la sala está ocupado y hay gente esperando, salgo al que está cerca de la piscina y es donde me cruzo con Melisa. Ella me toma de la mano y me aleja a un camino con dirección al jardín y donde se puede ver al final del solar hay una bodega donde asumo Rivas tiene herramientas y cosas de jardinería. Melisa me pregunta:

—¿Cuándo me llevas en tu Shelby?

—¿Quieres montar mi Shelby? —le pregunté con ese doble sentido en inglés.

—¡En verdad, que al que quiero montar es a ti! —me dijo.

—¿Te cuidas, estás en control?

—No. —contestó.

—¡Lástima! Yo no traigo conmigo condones.

—¡Eso no es problema! Ven. —me dijo.

Me llevó al cuarto de bodega al final del terreno y nos metimos en la sauna que es ese cuarto, pues en julio esa bodega encierra mucho calor. Era un cuarto tan oscuro que no podía ni siquiera ver mis manos. Melisa no tardó en bajarme mi pantalón corto deportivo y se hincó a mamarme la verga. Es agresiva para mamar y quizá la única queja sea su falta de tacto o quizá por la situación se puso más excitada. Me la mamó por unos cinco a siete minutos y luego me dice:

—¡Cógeme!

—Sin condón no te puedo coger… no quiero que salgas embarazada.

—Sácala cuando te vayas a venir.

—¡Es el mismo riesgo! ¿Ya has probado por atrás?

—¿Quieres hacérmelo?

—Si me lo das, me gustaría cogérmelo.

—¡Cógelo! ¡Quiero sentir esa verga dentro de mí!

Le subí la micro falda y descubrí que en realidad Melisa no tiene calzones, le echo saliva para lubricarle el ojete y comienzo la faena de penetrárselo. No sé si ya lo había experimentado antes por la reputación de puta que tiene, pero me costó algo abrirle el culo a esta linda rubia. No sé en qué había apoyado su pierna, pero tenía una levantada y eso me dio la oportunidad que mientras le penetraba su rico culo, le masajeaba su clítoris bien mojado. Al principio fueron gemidos de dolor, pero luego se convirtieron en gemidos de placer. Se volteaba lo que podía para decirme al oído: Tony, que rica verga tienes y la tengo toda en mi culo… siento rico como me golpean tus huevos. Encontramos un buen ritmo y en minutos me decía: Tony, así, así, no pares, siento que me vas hacer acabar. – me lo dijo en varias ocasiones, y finalmente llega su orgasmo y solo me dijo: ¡Que rica culeada Tony! Acaba en mi culo… quiero sentir tu leche en mi culo.

En minutos de repetirme lo mismo, le dejo ir mi descarga y le lleno de mi esperma el culo. El problema en casos como estos, en esas condiciones de oscuridad, no encontrábamos nada para limpiarnos y yo así me metí la verga en el pantalón corto y Melisa con suerte encontró el baño disponible donde se limpió. Luego yo hice lo propio y es donde me llegó ese pensamiento: Nunca antes había culeado, literalmente culeado con madre e hija en el mismo día y solo cuestión de una hora y media entre sí. Fue la única vez que culeé a Daisy, con la hija fue otra historia y desde entonces hice todo lo posible para no volverlas a encontrar.

Pensé que nadie se daría cuenta de esta mi aventura con ambas, pero estaba muy equivocado. José, un empleado de la misma compañía me hizo la confesión días después. El me lo contó de esta manera:

—¿Te cogiste a Melisa? ¡Que rico se oían esos jadeos!

—¿Cómo lo sabes?

—Tony, cuando ustedes entraron a la bodega, Daisy, su mamá me estaba dando una mamada, y nos hemos quedado callados y sorprendidos. Hemos escuchado cuando te la ha mamado y donde tú le has pedido el culo para que no quede embarazada. ¡Que culeada le has dado a esa chica!

—¿Te dijo algo Daisy?

—Después que ustedes terminaron, estábamos tan calientes que ella también me dio el culo, pero como teníamos mucho tiempo ahí y Billy podía notar su ausencia, me dio chance para un “rapidin” y la he dejado ahí limpiándose el culo.

Pensé que hasta ahí llegaba en relación con madre e hija y con los meses hasta me había olvidado de esa aventura. Fue Billy que con esa actitud relajada quien un día me llama por teléfono y me da la noticia: Tony, con todo respeto te hago saber que mi mujer y Melisa van para tu casa, pues Melisa dice que el hijo que va tener, es hijo tuyo. Tony, conmigo no hay bronca y si eres el padre del hijo de Melisa, prefiero que mejor seamos amigos que enemigos.

Esta ha sido la única chica que me lleva a corte para que reconozca a un hijo y obviamente para reclamar manutención. Los primeros tres meses el juez me obligó a pagarle $1800.00 mensual. Para el cuarto mes presenté un examen de ADN, que en aquellos años me costó otros $2000.00 y ahora el juez le obligaba a ella a que me pagara cada centavo que yo le había dado en un término de 15 días. Obviamente, ella no tenía ese dinero y siendo la puta que sabía que era no pensé mucho y se lo propuse de esta manera:

—¿Qué te parece si me das tu culo unas tres veces y me olvido del dinero?

—¿Estás hablando en serio?

—Sí, cada vez que me lo des, te doy un recibo por una fracción de pago.

—Está bien. ¿Cuándo lo quieres?

—Mañana te espero en ese motel cerca de tu casa.

La verdad que sabía que no me los iba a pagar, así que cuatro veces la llevé a ese motel donde le di maratones solamente de sexo anal. Creo que Melisa los disfrutaba al igual que yo, que la cuarta vez fui porque según ella habíamos acordado 4 citas. La verdad que Melisa es una rubia muy linda, pero si incluyo cada centavo que le di, junto con el costo del examen de ADN, es una de las putas más caras que he pagado.

[email protected].

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