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Violación motivada

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Teníamos que cambiar una ventana de nuestro dormitorio y mi esposo me dijo que vendrían a tomar las medidas por la mañana y la harían en la semana. Se marchó a su trabajo en la agencia y yo me preparé a llevar a mi hija al jardín infante, antes de que vengan.

Aproximado a las 9 hs., vino un señor que tomó las medidas y me prometió que la terminaría e instalaría en la semana. Mi hija de 4 años (fui madre a los 30) concurre al jardín a las 9 y sale de él a las 5 de la tarde. Siempre la llevo yo pues el colegio está cerca de nuestra casa, tanto que a veces no la llevo en el coche, sino que vamos caminando.

Los martes y jueves, después de dejarla en el colegio, voy al gimnasio pues me gusta mantenerme en forma. Mi esposo, bastante mayor que yo, no le interesa mantenerse activo, pero no le molesta que me ocupe de mi físico.

Él es muy introvertido y su mayor ocupación es el trabajo, tanto que luego de que fuimos padres si no soy la que lo busca sexualmente, él no inicia acción alguna. Me estoy cansando de ser siempre la iniciante.

El jueves combinaron con mi esposo para instalar la ventana que reemplazaría la de madera por aluminio y vendría a las 9.30 hs. por lo tanto no pude ir al gimnasio y esperé a los colocadores, porque el dueño estaba enfermo y vendrían un par de empleados a hacer la tarea. Llegaron puntualmente 2 muchachones de unos 25 a 30 años. Uno tenía la cabeza rasurada y el otro en cambio tenía una larga cabellera. José y Luis respectivamente.

Se pusieron manos a la obra y como no quería perder mi rutina de ejercicios me cambié en mi baño en suite, poniéndome un pantaloncito de gimnasia y una remera en la parte superior y pasando frente a los muchachos que estaban en su tarea, les avisé:

-Estaré en el jardín haciendo ejercicio. Si precisan algo me llaman.

-Vaya tranquila, señora -dijo el pelado- nosotros la vemos desde la ventana.

Me dediqué a mi rutina habitual y cuando terminé, cansada y traspirada, fui al dormitorio a ver como estaba la tarea. Les llevé una par de refrescos y me senté en una poltrona mientras también me tomaba un jugo y observaba el trabajo.

Noté que José (el pelado) me miraba el trasero, descaradamente. Lejos de molestarme; me hizo sentir bien. A una mujer siempre le gusta gustar. Caminé buscando algo de ropa para cambiarme, por el dormitorio y los 2 muchachos se dieron el gusto de mirarme la cola paradita y apretada en el pantaloncito de gimnasia.

Sé que tengo un cuerpo deseable para muchos hombres (no para mi esposo). Mi busto se mantiene firme, como mi cola y mis carnes. Mi cabello lacio castaño a pesar de estar húmedo, se ve atractivo.

-Chicos -les dije- voy a darme un baño y cambiarme mientras ustedes terminan.

-Tranquila, señora. -dijo el melenudo- todavía falta para irnos.

Sentí sus miradas en mis nalgas entrando al baño. Me divertía sus actitudes.

Me bañé y me puse un vestidito liviano de falda corta abotonado al frente. Hacía calor intenso y no me puse el molesto corpiño. Descalza aún, salí del baño y ya estaban terminando la instalación.

Los muchachos estaban con bermudas (era una mañana de un calor elevado) y con camisas de mangas cortas sin abotonar.

-¿Qué tal quedó esto? -dije mirando su trabajo.

-Pruebe el cierre de las ventanas -contestó Luis.

Comprobé el buen funcionamiento y la terminación. El trabajo estaba perfecto. Estando frente al ventanal, Juan se paró detrás de mí y pasando el brazo por mi costado dijo:

-Fíjese que bien se desliza la persiana -dijo accionando la cinta. Subiendo y bajándola.

Se había puesto a mi espalda y para accionar la cinta, usó ambas manos, pasando los brazos por mis costados. Sentí su cuerpo pegado al mío y el bulto de su bermuda dejaba notar una considerable erección. Sentía en mi cola el miembro tieso de José.

-me parece que te estás equivocando conmigo -le dije seriamente, apartándolo de un empellón.

-No me estoy equivocando -dijo, mirándome a la cara a pesar de la penumbra del cuarto con la persiana cerrada.

-Los reportaré con el dueño de la empresa -los amenacé.

Tomándome por los hombros, me dijo amenazante:

-Nosotros diremos entonces de sus provocaciones. Nadie le creería.

-¿Qué provocaciones? -me defendí.

-La de pasearse con ese pantaloncito cortito, ofrecernos bebida y ahora ponerse este vestidito que muestra sus piernas tentándonos a acariciarlas -dijo afirmando con la cabeza y metiendo su mano bajo mi faldita corta.

Tomé su mano bajo mi falda y apartándole, les grité a ambos;

-¿Están locos? -y continué- ¿Qué pretenden?

-Usted sabe bien que queremos. Por eso nos estaba excitando -afirmó, poniendo nuevamente la mano en mi pierna y acariciándome.

Debía mantener mi dignidad y decoro, pero también me gustaba sentir que era capaz de hacer esta locura a dos hombres incontrolados.

De un empujón, me tiró sobre la cama y se abalanzó encima de mí. Me resistí, revolviéndome como una culebra. Pero sentí que Luis me sujetaba las manos, mientras José levantaba mi falda y bajaba mi tanga. Literalmente me arrancó las bragas. Conseguí soltar una de mis manos y con mis uñas rasgué la espalda de José que se había quitado la camisa y se bajaba la bermuda. En tanto frenesí y tanta violencia, me estaba excitando inexplicablemente.

-Por favor -pedí- deténganse. Esto es una locura. Está por llegar mi marido. ¡Basta!

-Mentiras -dijo José -Sabemos que llega por la tarde. Y además no querrá decirle lo que gozará ahora.

-Vamos a pasarlo bien todos -murmuró Luis, mientras manoseaba mis pechos con una mano y con la otra sujetaba mis brazos.

Podría haber gritado, pero sabía que sería inútil, estaban descontrolados. Algo de cierto había en lo que decían. Este abuso me estaba poniendo muy cachonda. Me sentía deseada y eso me excitaba. Dos fornidos muchachos me deseaban sin medir las consecuencias de sus actos.

José terminó de arrancar los botones de mi vestido que quedaban y dejándome descubierta y desnuda, metió su cabeza en mi pelvis y buscó con su boca mi panocha. Sentí su lengua penetrando los labios de mi vagina, buscando mi clítoris.

-Está mojándose por la calentura. Le gusta lo que le hacemos -observó el pelado violador salvaje.

El de los largos caballos, Luis, me besaba apasionado metiendo su lengua en mi boca, buscando la mía. Con sus manos, ya sin sujetarme, pues no me resistía más, apretaba mis pechos. Mordía mis pezones de a ratos, en tanto José se quitó de los tobillos donde había quedado su bermuda.

-Me están violando -dije por lo bajo- Son unos malditos hijos de puta.

-Pero le gusta -dijo Luis mientras también él se desnudaba completamente.

José ayudado por mis jugos, comenzó a penetrarme de a poco. A pesar de la penumbra del dormitorio, vi su miembro erecto. Enorme. Grueso y de un largo casi el doble del de mi marido. Comenzó a empujar dentro de mi vagina esa enormidad.

-Me estas matando -rogué- Ahhh. No la saques. Sigue, sigue. ¡Dios mío! Sigue.

Mientras José me penetraba a lo bestia, sentí que Luis metía en mi boca su miembro también nada despreciable. Casi no podía caber entre mis labios. Se lo lamí ávidamente para satisfacerlo.

-Así. Así. Sigaaa. -gritaba- Siga señora. Siga chupándomela. Quiero acabarle. Pero también quiero metérsela señora. No me haga acabar ahora.

En tanto, José eyaculaba dentro mío, yo tenía un orgasmo que me hacía temblar frenéticamente y tenía unos espasmos de gozo maravillosos como hace años no tenía.

Estos muchachos habían despertado la hembra dormida que hay en mí.

Extenuado y tendido a mi lado, José dejó su lugar a Luis, que me penetró bruscamente y comenzó un mete y saca, llevándome a un hermoso clímax.

-Hazme acabar de nuevo -le pedí- Asíiii. Me vengo, Me vengooo. Dame esa poronga, Dameee.

Acabé nuevamente. Fue un orgasmo sereno pero eterno. ¡Cómo me hicieron gozar estos malditos!

Se fueron, dejándome agotada en el lecho donde mi marido está casi siempre ausente.

Por la tarde luego de buscar a mi hija en el jardín. Ya bañada y aseada como una buena esposa y madre, esperé la llegada de mi marido para contarle y mostrarle lo bien que había quedado el trabajo de los muchachos.

-Me alegro que estés conforme con la tarea que han hecho -dijo mi media naranja.

-Muy conforme, querido -le contesté.

-Debiéramos llamarles nuevamente, para reparar también la ventana del living -sugirió inocentemente.

-Estoy de acuerdo -dije- pero asegúrate que vengan los mismos que vinieron hoy.

Danino

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