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Sexo en el Olímpico de Sevilla

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Hola! Tras algún tiempo sin escribir, lo hago de nuevo. Os dejo este relato donde os cuento algo que me sucedió realmente. Es una historia totalmente real. Saludos!

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Que me hubieran puesto el horario de noche no me gustó mucho. Yo no vivía, precisamente, cerca del sitio de trabajo y salir a las 0,30 hacía que me tirara a la cama casi a las 1,30. Y el niño, el muy cabrón, se levantaba siempre a las 8. Mis horas de sueño se reducían. Y además a mi mujer esa semana ni la vería despierta.

Pero ya se sabe que la nómina hace falta así que…

Era la noche del martes. Salí del trabajo, me despedí de los pocos compañeros que quedaban y del seguridad, me monté en el coche y tiré para casa.

Lo bueno de salir a esa hora, eso sí, era que te encontrabas la S30 casi vacía.

Decidí tirar por la supernorte, así que me desvié por la Cartuja.

Cuando pasé por el Estadio Olímpico, mis faros iluminaron un coche aparcado junto a un inmenso cartel al borde de la carretera. Con sorpresa creí ver que sobre la parte delantera del coche había una chica y que un chico estaba agachado entre sus piernas. Fue solo un momento, pero es como si hubiera sido a cámara lenta.

No sé qué me empujó a ello. Pero en la rotonda siguiente puse el intermitente y volví atrás, internándome también en el aparcamiento del estadio. Aparqué relativamente cerca, temiendo que mi llegada los espantara. Pero ellos estaban bastante entretenidos y mi llegada no pareció molestarles.

La escena me produjo una erección instantánea.

Desde donde estaba había un par de farolas que los iluminaban y se veía todo lo que hacían.

Ella sería una chica de unos treinta años. Alta, con el cabello largo recogido en una cola, piel bastante bronceada que brillaba en la noche. Llevaba una camiseta que parecía amarilla o naranja, que estaba recogida, en aquel momento, por encima de sus pechos. Estos iban recogidos en un sujetador negro. Luego llevaba lo que parecían unos pantalones cortos también amarillos que tenía en las rodillas.

El chico parecía algo mayor. Sobre los cuarenta. Era canoso y delgado. Si ella estaba de cara al capó del coche, él estaba agachado con las manos en el culo de ella y comiéndole el coño.

Casi con temblores me desabroché el cinturón y mi polla asomó erecta. Empecé a masturbarme viendo la escena. Por el dichoso horario hacía tiempo que no lo hacía con mi mujer, y mi erección era enorme. Deslicé mis pantalones hasta mis rodillas y empecé a frotarme la polla.

Bajé algo la ventanilla y me empezaron a llegar, de forma tenue, los gemidos de ella.

Ellos estaban algo iluminados, pero yo estaba más a oscuras, así que pensé que ellos imaginaban que mi coche sería el de alguna pareja haciendo lo mismo que ellos.

El chico se incorporó y se bajó los pantalones. Ella también se giró, se agachó y empezó a mamársela. Lo hacía con fuerza y con grandes movimientos que me hacían pensar que se la metía entera en la boca. Intercalaba esos movimientos con miradas al tío.

Estuvo así poco tiempo antes de que él la levantara, la pusiera contra el capó y se la metiera. Cuando lo hizo escuché perfectamente el gemido de ella.

Empezó a follarla así, sujetándola del pelo. Los movimientos eran rápidos y contundentes. Los gemidos iban a más y me llegaban claros, junto con algún “dame fuerte” o “no pares”

Me tenían a mil, tanto por lo que estaba viendo como por la situación, allí al aire libre, iluminados por aquellas farolas y por los focos de los pocos coches que pasaban. Mi polla no aguantaría mucho más.

El tío le dio un cachetazo en el culo que se escuchó perfectamente. A continuación la apretó con fuerza, haciendo que todo el cuerpo de ella se fuera contra el capó.

En ese momento mi leche salió de mi polla, manchando mi mano, mi estómago y muslos.

Mientras mi respiración se apaciguaba, vi como el chico retomaba la posición y se la seguía follando con fuerza. Fue un minuto más o menos de movimientos duros, de gemidos casi a gritos, hasta que él se separó, ella se agachó rápidamente y se metió la polla en la boca para recibir la corrida.

Yo seguía mirando con ojos como platos.

Luego ella se separó y se incorporó. Se acercó a él y lo besó. Y luego se alejó algo para limpiarse.

Yo hice lo mismo con unos pañuelos de mi guantera. Cuando terminé, ella casi había terminado también. La vi acercarse de nuevo al tío y besarlo, intercambiar algunas palabras y, para mi sorpresa, la vi encaminarse a otro coche que hasta aquel momento no había visto yo y que estaba allí cerca parado también. Así que no habían venido juntos… no sé porqué pero aquello me sonó a cuernos.

Cuando él y ella se habían montado en sus coches, yo arranqué el mío y me incorporé de nuevo a la carretera.

Seguí con el camino a casa, escuchando la radio y con una sensación placentera tras la corrida.

Iba pensando en la tía y en el polvazo que había visto.

El semáforo que hay en la supernorte para entrar en Pino Montano me detuvo.

Otro coche se detuvo a mi izquierda.

Cuando miré vi con sorpresa que era la tía del polvo. Era un C4 gris. Ella era guapa, morena y de la edad que ya había imaginado antes. Se cruzó la mirada un segundo conmigo. Me produjo otra semierección ver esa cara y esa boca que, hacía solo unos minutos, había recibido la leche del tío.

También con sorpresa vi que en la parte trasera del coche había un par de sillitas de niño. Mi mente empezó a imaginar de nuevo lo de los cuernos que había pensado antes. Y mi erección fue ya completa de nuevo.

El verde del semáforo interrumpió mis pensamientos.

Ambos coches arrancamos y seguimos el camino. Yo me coloqué tras ella, aunque al rato ella giró en la última salida antes del aeropuerto y yo seguí adelante.

Estaba claro que en los próximos días cuando pasara por el estadio olímpico miraría con cuidado a ver si los veía de nuevo.

Aquella noche, tras la ducha me acosté. Aunque fue algo más tarde, claro.

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