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La Tía Penélope (1 de 3)

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Habían entregado ya las calificaciones finales de secundaria y conseguí pasar todas las asignaturas con un promedio bastante aceptable (incluida matemáticas, je je je); asimismo, se iniciaban las vacaciones de verano y como pocas veces, las vacaciones de mi padre coincidieron con las mías razón por la cual decidió que fuéramos a la playa (cosa que yo agradecí y festejé como nunca).

Irónicamente, los preparativos del viaje me crearon ciertos conflictos con mi papá, pues tenía años (prácticamente desde los 13) que usaba el mismo bañador, que además era de una sola pieza y, obviamente, ya me quedaba bastante corto y apretado. Cuando le dije que necesitaba uno nuevo, me dijo que no me hacía falta, pues el otro me quedaba muy bien; así que fui hasta mi cuarto y me lo puse para que me lo viera.

Cuando bajé con el bañador puesto me planté frente a él y su cara fue de asombro. Prácticamente desde los 14 no iba ya a las clases de natación, sobretodo por cuestiones de tiempo; de igual manera, pocas habían sido las veces que al ir al club deportivo me metía a nadar pues prefería más el sauna; así que mi papá no se había dado cuenta de lo desarrolladita que se había puesto su nenita.

El bañador, como ya lo mencioné me quedaba ya corto y demasiado pegado; por la misma razón la parte superior a duras penas me cubría los pezones y dejaba muy buena parte de mis pechos a la vista, además de apretados; como era de una pieza y por lo corto que me quedaba, los tirantes estiraban mucho la parte inferior de manera que por detrás casi pareciese que usaba hilo dental pues debido a la presión se me metía demasiado, pero lo que más lo impactó fue ver la parte delantera inferior. Debido al estiramiento, la prenda a duras penas cubría mi pubis marcando sobretodo la línea de la entrada a mi vagina además de mostrar una mata de vello púbico bastante abundante. Cuando hice algunos movimientos (como doblarme hacia atrás, agacharme e incluso brincar) uno de mis pechos, el del lunar, quedó completamente de fuera. Al memento me di vuelta y me cubrí, pero noté también que de abajo quedaba visible parte de mi sexo.

Con semejante demostración, mi padre quedó convencido de que necesitaba un nuevo bañador; sonrojado, me dio dinero para que surtiera mi ropa de playa. Le hablé a Rebeca para que me acompañara de compras. Fue ella quien me dijo que mi cuerpo se vería muy bien con un bañador de dos piezas y comencé a probarme varios. Al final compré dos diferentes que me parecieron muy sexys que supuse, se me verían bien.

Beca (así llamo de cariño a Rebeca), me invitó a su casa a que tomáramos un refresco. Una vez ahí, entre plática y plática me pidió que me probara los bañadores. Así lo hice y noté que había en su rostro cierto gesto de decepción.

-Se te ven muy bien, pero…

-¿…?

-¿Nunca te depilas?

La verdad era que sólo me rasuraba las axilas, y como me salía un vello finísimo en las piernas, nunca lo creí necesario. Entonces me dijo que lo de las piernas pues pasaba, pero lo del pubis pues se veía bastante mal. Como a mi me faltaba una figura materna pues desconocía que una se pudiera rasurar o depilar esa zona. Así que mi amiga comenzó a relatarme todas las formas de depilarse el pubis que conocía. Inocentemente le pregunté que si ella sí lo hacía.

-¡Claro!

Y a continuación se desabrochó el pantalón que llevaba puesto, se bajo las pantaletas y me mostró su sexo con una finísima línea de vello que la hacía verse muy hermosa. Así que me llevó al sitio a donde la depilaban para que me hicieran lo mismo. Ya en mi casa, y depilada igual que Beca volví a probarme los bañadores y noté la diferencia.

Del viaje a la playa no hay nada interesante que contar. A mi papá nunca le mostré los bañadores antes del mismo y ya estando allá, casi se infarta pues creía que dejaban muy poco a la imaginación. Duramos allá 15 días; y cuando regresamos, el primo de mi padre nos invitó a pasar unos días en el campo. En total, duramos casi mes y medio vacacionando. Él regresó antes, pues no tenía permiso para tantos días, sin embargo yo me quedé un poco más.

A mi regreso, telefonee a Beca para saber cómo se encontraba y qué había hecho, además de contarle de los chicos y los lugares que conocí; desafortunadamente, no contestó nadie en su casa por lo que supuse que tal vez habría salido. La situación se repitió durante el resto de la semana, continuaba sin tener noticias de ella y sólo faltaban tres días para el inicio de clases. Resignada me dediqué esos días a preparar mis cosas para el regreso al cole (ahora empezaría la Prepa); desde el uniforme y los libros, hasta la mochila y los lápices.

El lunes que iniciamos los cursos, al llegar al patio me llevé una grata sorpresa: Beca se encontraba ahí y me estaba buscando para decirme que nos había tocado estar juntas en el mismo salón otra vez, cosa que me alegró pues de alguna manera era como iniciar cursos en un cole nuevo. A pesar de que a algunas de las chicas ya las conocíamos por haber estado juntas durante la secundaria, muchas eran de nuevo ingreso y las de semestres superiores se comportaban como dueñas del instituto. Además era curioso ver cómo nos diferenciábamos (¡y por mucho!) de las niñas de la secundaria que nos veían con cierta envidia (pues a nosotras nos permitían usar un maquillaje "discreto", además de que el uniforme para primaria y secundaria eran distintos) y las peques nos veían con respeto.

Le pregunté dónde se había, metido pues estuve tratando de localizarla estos días. Me contó que su padre tuvo que salir de viaje a Estados Unidos y permanecería allá durante casi ocho meses, por lo que tuvieron que mudarse ella y su hermano con una hermana de él. No pudo comunicarse porque el teléfono estaba descompuesto y como había intentado llamarme antes pero no respondí por estar fuera pues decidió esperar al inicio del cole. Me dijo además que su tía era medio rara y le pregunté que en qué sentido.

-No lo sé muy bien… O sea es rara, una vez entré a su cuarto a buscar un cepillo para el pelo y pues tenía unos juguetitos y cosas extrañas… Ya sabes.

Yo sólo asentí. La verdad no entendía bien de qué hablaba, pero me dio pena que pensara que era una idiota o algo así por no saber. Ese día nos entregaron nuestros horarios, nos hicieron una comida de bienvenida a las de nuevo ingreso y nos permitieron salir temprano. A la salida, Beca me preguntó que qué haría, me encogí de hombros y me preguntó si querría que fuésemos a su "nueva" casa. Acepté.

A primera vista la casa de la tía de Rebeca era "normal", cuatro habitaciones, dos baños, sala, comedor, cocina, etcétera. Mi amiga mudó todo lo de su viejo cuarto a uno nuevo con un ventanal enorme que lo hacía verse muy iluminado. En seguida me llevó al cuarto de su tía.

-Ahora verás por qué te decía que era rara.

El cuarto era bastante amplio, en el centro había una cama king-size hecha de herrería, con una cabecera y piesera que tenían barrotes formando un corazón, estaba cubierta por un edredón de color negro, lo mismo que las fundas y las sábanas. En la pared de la cabecera había un espejo enorme con una luna (marco) que le hacía juego a la cabecera y la piesera. Frente a este espejo, en la pared, había un espejo idéntico, que multiplicaba imágenes de manera infinita. Beca me dio un codazo señalándome el techo, en donde se hallaba otro espejo de casi el tamaño de la cama. A un lado de la misma, se hallaba el tocador y por supuesto, otro espejo que había sido colocado de tal manera que la cama pudiera verse y también frente a éste en la pared contraria otro espejo. Así que me recosté por instinto en la cama y ví mi imagen reflejada por delante, por detrás, a los lados y hacia arriba.

-¡Qué loco! – dije y me reí.

-Pero esto no es todo…

Me fijé más detenidamente… Sobre el tocador, había velas de varios tamaños y colores, la mayoría ya usadas. En la pared frente a mí, a los lados del espejo, había dos puertas dobles de madera pintadas de negro; eran puertas de esas de rejilla. Se trataba de su clóset que estaba divido en dos partes.

Rebeca abrió la puerta que daba a mi izquierda y quedé sorprendida.

Tenía colgada ropa rarísima; de cuero la mayoría, en colores negro, blanco y rojo… Lo extraño no era que fueran de cuero, sino los diseños. Parecían salidos de alguna película de Gatúbela o de algún video de Madonna. Parecía lencería, pero de piel.

Al fondo se hallaban zapatillas y botas que, supongo, hacían juego con los trajes. Alcancé a divisar también una que otra gorra de tipo policía o algo así. Tenía además varios cajones. Mi amiga abrió uno y yo me acerqué para ver su contenido: cadenas de diversos tamaños, collares con estoperoles, guantes con picos, esposas, alfileres y seguros eran parte del contenido. En un segundo cajón había máscaras con zípers en los ojos y boca, correas y otras cosas que no supe identificar… En el tercero, había fustas, látigos, vibradores, lubricantes de sabores varios lo mismo que condones. Beca tomo un vibrador de considerable tamaño y me lo arrojó.

Me ruboricé. Nunca había tenido contacto con una cosa de esas. Por la forma entendía el uso. Ella se rió.

-¡De verdad que eres muy inocente!

-Oye, ¿y en el otro armario qué hay?

-Nada, su ropa "normal". Pero mira…

Abrió el último cajón. No pude ver bien lo que había porque Beca lo tapaba, pero sacó un puñado de mini-videos, una video-cámara y varios DVD. Todos porno.

-Pues sí que es rara tu tía… ¿Y cómo se llama?

-Penélope.

Entonces escuchamos ruidos en la sala. Rebeca guardó todo rápidamente, pero vi que guardó algo en la cintura de la falda. Estábamos a punto de salir de la habitación cuando vimos a su tía a punto de entrar. Nos hubiera visto de no ser porque el joven que la acompañaba la tomó de los hombros y la besó. Mi amiga me jaló y nos escondimos dentro del segundo armario tras unos abrigos grandes que tenía colgados.

Beca quedó recargada a la pared y yo recargada a ella.

La voz de la tía ordenaba al joven que se desvistiera. Desde donde estábamos nosotras podíamos ver buena parte de lo que ocurría a través de las rejillas.

El muchacho obedeció y ella le ofreció unas tangas de cuero, un collar con picos y una máscara con cierres en la boca y los ojos. Al chico sólo lo veía de espaldas, pero pude ver su miembro en el reflejo de los espejos; de igual manera observé que ella se metía al baño con algunas prendas, sólo para salir unos minutos después vestida con aquel atuendo raro: Botas de tacón que le llegaban a la rodilla, uno de los trajecitos que a duras penas le cubrían su sexo y los pezones; le hacían juego unos guantes hasta los codos y un antifaz… Todo de color blanco. Portaba además, a la cadera, un cinto con cadenas, esposas, vibradores; y en la mano una fusta…

-Ahora verás cómo te va por no ser niño bueno…- le dijo al muchacho que permanecía de pie con la indumentaria que la tía le había proporcionado…

Continuará…

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