Este relato continua al relato anterior titulado “Néstor”.
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Los amos del castillo se deshicieron de Luis o Luis se deshizo de los amos del castillo. A la puerta de la cochera del castillo les despedía cuando salían elevando la mano. Esta vez agitaba su brazo, quizá igual que otras, pero con más alegría. Se quedaba el dueño del castillo para unos quince días, y hoy, miércoles, era la primera noche. Ya había ocurrido otras veces, pero Luis no había organizado un plan como el de ahora; además, para este plan, Luis tenía todas las bendiciones, beneplácitos, autorizaciones, permisos, incluso dinero para atender las necesidades del castillo y del personal, además podía gastar para sus invitados. Como Luis siempre ha sido moderado en sus gastos, los amos del castillo no tenían problema en dejar que administrara la estancia mientras estaban ausentes.
No obstante, Luis quiso que fuéramos, puesto que la noche era larga, después de haberse ido las dos personas que atienden la casa junto con él. Amalita cocinó todo lo que Luis le pidió. Era su niñito, lo quería como una madre quiere a su hijo, aunque Amalita y Luis no eran parientes, pero “es tan dulce” —decía Amalita— que Luis se la había ganado a su bando. El jardinero era otro gran amigo de Luis, porque no faltaba nunca a los requerimientos de Ramón. Si Ramón tenía mucha bosta que recoger, allí estaba Luis; si Ramón no podía ir el día de riego, allí estaba Luis; si Ramón estaba cansado de la tarea, allí estaba Luis dándole algún refrigerio. Por eso Ramón también ayudaba a Luis. No había ninguna diferencia entre estas tres personas en cuanto a ayudarse en las tareas del castillo. Luis ayudaba a Amalita y Amalita le ayudaba a Luis en la limpieza de las salas y habitaciones. Pero Luis decía que ellos tienen otra manera de pensar y de vivir y para seguir en paz, mejor que nos presentáramos Gaspar y yo después de las ocho de la tarde.
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El día había resultado bastante caluroso desde temprano en la mañana a causa de un poniente muy cálido, pero en la tarde se había agudizado el calor.
En la mañana, no podía ser de otra manera, se presentó Gaspar en casa. Lógicamente hice caso al Tío Paco y no me levanté temprano, ni tarde. Estaba en la cama sin despertar, totalmente desnudo y estirado sobre las sábanas. Dormía, dormía, dormía. El día anterior había sido de extrema fatiga.
Preguntó Gaspar por mí en la cocina. En la casa solo estaba la mujer que hace las tareas culinarias, Paulina. Cuando Luis entró la encontró acalorada, porque…
—”… pensando que el señorito se había ido, he entrado a limpiar la habitación, porque la Emiliana no lo ha hecho, y ¡ay, Dios mío, Virgen de Santa Eufrasia, el señorito está durmiendo!, por eso no contestó cuando llamé; y ¡ay, señorito Gaspar!, ¡ay, mi Dios, que lo he visto como su madre lo trajo al mundo!…
—”No haga caso, es un chico joven”, dijo Gaspar sin saber qué decir.
—”Ay, sí, menos mal; no le diga nada, por favor, qué vergüenza, una mujer mayor como yo metiéndome en la habitación del señorito, ¿qué va a pensar de mí? Porque yo, señorito Gaspar, soy una persona decente de las de siempre, no era mi intención… ¡por Dios y su santa Madre bendita…!
—”Ya, ya, déjelo estar, no se preocupe, no pasa nada; prepare algo para que desayune mi primo y a lo suyo, ahora le hago bajar”, intentó calmarla.
—”¡Ay, Señor, Señor; como hoy van estos chicos de aquella manera, y una no sabe qué hacer, por eso pasa lo que pasa y pasan más de cuatro cosas…, porque en mi tiempo…”, y traspuso la puerta de la cocina.
Gaspar, riéndose, subió a mi habitación a despertarme, pero cuando me contaba esto ya llevaba más de media hora contemplándome mientras dormía; según me dijo, estaba entre la espada y la pared; la espada era que no quería molestar mi sueño y la pared que durmiendo le había parecido más bello.
—”Tú tienes derecho a mirarme, pero no a enamorarte”, le dije.
—”Eso lo sé, pero entra, lávate o dúchate o haz tu puta gana si quieres, pero baja a desayunar; y te disculpas con Paulina, dice Gaspar mientras yo entraba en la ducha.
—”Claro porque el señorito lo dice…, pobre mujer, si le digo algo se me pone nerviosa…, tú no me has dicho nada, ¿vale?”, y me metí en la ducha.
Al momento se asoma Gaspar y dice:
—”¿Necesita el señorito que le ayude a lavarse?”.
—”¡Vete ya de una puta vez, joder!”, dije riéndome mientras le echaba agua a su cara.
Bajamos a desayunar y nos fuimos a ver gente, amigos de Gaspar en sus lugares de trabajo. Caminar por esas calles ardientes, bajo el sol o buscando la sombra era agotador. Ardía hasta el extremo de ponerme la cara de color encarnado encendido. Notaba el calor en los pómulos que ardían. Estuvimos en el taller de un amigo de Gaspar, Isenio, que era un poco pintor, escultor, dibujante, ceramista…; yo creo que más artesano que artista. Nos ofreció una cerveza que era lo que mejor se podía hacer en ese momento y charlamos casi de todo. Nos fuimos a otro sitio, pero en la calle le dije que preferiría que nos fuéramos a casa y sentarnos para charlar o lo que quisiera. Consintió el bueno de Gaspar e hizo unas llamadas para avisar a su casa que comía en casa del abuelo y a la Paulina que iría allí a comer. Algo debió decirle Paulina porque además de provocarle extremada hilaridad, Gaspar le insistía en que no se preocupara de nada, porque su primo ni se había enterado, y bla, bla, bla …
Todo transcurrió normal, pero comimos pronto y decidimos irnos al río a bañar para ocupar la tarde. Así nos lo pasamos allí hasta las 6 y poco más para irnos a cambiar de ropa y estar a punto para tomar el castillo. Así lo decíamos Gaspar y yo, porque nos parecía que íbamos a tomar el castillo. Ah, vale, habíamos quedado Gaspar y yo en que por la tarde nada de nada, me refiero al sexo, porque luego en la noche había que estar potentes, porque Luis podría prepararnos cualquier cosa inesperada. Así que lo más que hicimos fue nadar y sobrenadar en el agua porque es donde más fresco se estaba. Un rato quise salir para que me tomara el sol, pues quería regresar a mi ciudad y que notaran que había tomado sol y me encontraba algo más teñido que de costumbre.
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Por fin llegó la hora de la “toma de la Bastilla”, es decir, la toma del castillo o el ingreso, o lo que quiera que se llame. Yo deseaba entrar por la puerta grande, entrada principal, por debajo de las almenas claramente visibles. Me parecía que entrar por otra puerta podría ser más moderno, pero menos interesante. Así que Gaspar me hizo bajar del coche en la puerta principal y se fue a dejar el coche en el garaje.
De pronto y ante mi sorpresa, asomaron dos tíos vestidos de armadura en la parte de las almenas delanteras y me dijo uno de ellos:
—”¿Quien va? Declarad vuestra procedencia y decid ¿por qué os atrevéis a presentaros bajo nuestras almenas?, claramente era la voz de Luis.
—”No seáis bellaco ni atrevido, pues que la osadía muy cara os haré pagar y abrid la puerta de inmediato si no queréis encontraros en serios apuros”, respondí en tono bravucón.
—”No lo tendremos cuenta mientras oséis mantener vuestro anonimato; decid, pues, quién os envía o si venís por vuestra cuenta”, respondió desde la armadura la misma voz de Luis.
—”Yo soy don Jessius de Cataplines Inmejorables, honorable huésped del señor de aquesta torre, don Luis de Pullamagna y Miralondras, por ser invitado para una excepcional y sorprendente velada. ¡Abrid las puertas, pardiez, o vais a verlas moradas en consecuencia!”, respondí conteniendo la risa.
—”Izad banderas, caballeros y bajad el puente, suenen los clarines y atabales al paso de don Jessius Cataplinensium Inmeliorabilium”, dijo la voz cóncava de Luis.
De pronto un ruido de cadenas y bajaba la compuerta de la puerta. Me asusté porque se me venía lentamente encima de mí y tocó suelo. Entonces subí sobre las tablas y adelanté hacia las puertas que se estaban abriendo. Dos caballeros medievales con indumentaria metálica completa y yelmo con celada, empuñaban espada que continuamente blandían dando alaridos ininteligibles. Al llegar donde ellos no sabía qué hacer, porque abrazar aquellos metales me parecía que no era lo indicado. Entramos a una sala muy acristalada que tenía una habitación donde dejaron toda su indumentaria. Gaspar y Luis aparecieron de dentro de los metales en calzoncillos y totalmente sudorosos.
—”Primero a la piscina”, dijo Luis.
—”Vale”, contesté.
Y ese “vale” lo dije muy en serio, porque calor hacía, ellos estaban chorreando sudores por doquier y yo tenía mil calores más. Había junto a la piscina unos aperitivos preparados en una mesa con tres sillas. En una de las sillas dejé mi gorra, mi tank top y mi short, me saqué mis sandalias y me eché a la piscina enseguida. El agua estaba limpia e inmejorable. Detrás vinieron Luis y Gaspar. Les vi con malas intenciones de hundirme y convertirme en un guiñapo para hacer de mí una muñeca a su placer y nadé para que no me dieran alcance. Si hubiera salido no me hubieran cazado o pescado, pero me daba pereza salirme y estaba muy concienciado para las mil perrerías que quisieran hacerme. Así que se me echaron encima y comenzamos a besarnos dentro del agua, pero de vez en cuando me hundían entre los dos para dejarme inerme y seguir jugando conmigo. La verdad es que con mucho placer me convertí en el juguete de los dos, un juguete que iba a acabar como ocurrió. Salimos del agua y me obligaron a ponerme de rodillas y en perrito. Luís se puso detrás de mí y Gaspar delante. estaba sujetado por los dos caballeros de la recepción, ahora sin armadura. No me costó meterme la polla de Gaspar en la boca y comencé a succionarla, a mamarla, masturbando ese trozo de carne con mis labios y mi lengua, mientras sentía que Luis preparaba mi culo con algo muy húmedo y refrescante y pensé que me iba a perforar el trasero. En efecto, luego de meterme uno, dos y tres dedos dando vueltas a la entrada del ano, cuando ya pensó que estaba preparado, mientras yo me comía la polla de Gaspar, me atravesó con su verga hasta el interior con tanta fuerza que me hizo adelantar y me clavé la polla de Gaspar hasta la misma garganta, lo que me provocó una fuerte sensación de ahogo que me produjo una serie de arcadas. Saqué rápido la boca para no asfixiarme y solo expulsé un poco de saliva, así que volví a meterme aquella polla en la boca y la fui masturbando con mi boca al mismo compás que los mete y saca que había iniciado Luis, mientras me decía “puta, cabrón, tío de mierda” y otras preciosidades por el estilo. Me pareció que Luis estaba a punto de venirse y sacó su polla de mi antro, pero igual Gaspar se desprendió de mi boca y se intercambiaron el lugar. No tardó mucho en venirse en mi boca Luis. No pude contener su esperma en mi boca por lo abundante y desprevenido que me llegó. No pensé que iba a ser tanto. Pero Gaspar seguía follando mi culo y su polla, siendo más gruesa que la de Luis, entraba y salía con más facilidad entre mi esfínter; y se vino todo él en mi interior. Entonces se puso Luis detrás de mi culo y besaba mi agujero esperando que saliera la lefa de su amado para tragársela toda. Y lo hizo. Yo, mientras, estaba todavía saboreando la leche de Luis en mi boca, pero por debajo vi a Gaspar tumbado de espalda debajo de Luis con la polla de este en su boca, como queriéndola resucitar lo que no tardó en provocar. Yo comencé a masturbarme con una mano, mientas apoyaba la otra en el piso. Luis había sorbido sustantivamente toda la leche que salía de mi antro y se acomodó de espaldas debajo de mí para tragarse mi polla y lo que le parecía que estaba por venirse. Gaspar dio media vuelta para seguir comiéndose la polla de Luis. Nos venimos al mismo tiempo Luis y yo. Los gritos de placer así lo indicaban. Nos tumbamos en el suelo los tres juntos satisfechos por esta primera victoria y por los trofeos conseguidos. Estábamos los tres muy sudados y con signos de fatiga por el esfuerzo hecho, porque está visto que tener sexo es un verdadero trabajo como un auténtico placer.
Tras descansar un rato fuera, buscando algo de los demás qué tocar o que nos tocara, decidí bañarme en la piscina y pregunté donde estaba la ducha. Pero Luis me dijo que no hacía falta que podía meterme como quisiera. Lo hice. Me zambullí como mejor sé hacer. Gaspar y Luis se zambulleron quizá con más maestría pero algo se inclinaron de lado. Vinieron donde estaba yo en son de paz para abrazarnos y besarnos dentro del agua que es otro placer que muy pocas veces había probado y que ahora se hacía necesario, pues estaba en el plan de Luis y Gaspar.
Salimos a tomar el aperitivo. Me apetecía comer algo aunque fueran aceitunas y almendras que es lo que había. Me serví un martini seco sin hielo. Ellos dos hicieron lo mismo agregando hielo y limón. Jamás me pongo limón al Martini, pero debe estar bueno; la verdad es que muy pocas veces tomo Martini, pero es lo que había.
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Tras una amena conversación en la que me explicaron qué íbamos a hacer durante la noche, pasamos a la cena. Me avisaron que iba a ser una cena salvaje, para lo cual nada de ropa. “Textil prohibido”, decía Gaspar. Pero Luis trajo tres cintas que tenían cada una su pluma no sé de qué ave y nos ató a la frente la cinta atándola en la nuca. Luego Gaspar hizo lo mismo con Luis. Así que no había una mesa para sentarnos a comer, sino una mesa con diversos manjares muy desconocidos para mí a base de pescado y carnes irreconocibles. Había un pequeño frigorífico donde estaban todas las botellas que podríamos tomar.
—”Están ahí para que no se calienten con el calor que hace; cada uno se sirve como y cuando quiera”, dijo Luis.
Era una terraza contigua a la piscina, toda acristalada. Puertas con cristales transparentes y marcos pintados de blanco. Desde dentro se podía ver la piscina, ahora ya iluminada, y un muro del castillo al fondo. Las plantas más próximas a la piscina se distinguían; eran plantas de rocalla, tales como tomillos de diversas variedades, helianthemun nummularium de diferentes colores, iris enanos, arabis, armeria marítima, campánula, cerástium, dianthus subacaulis, sempervivum o siempre viva, flox subulata, saponaria ocymoides, muchos sedum de variedades diferentes, jaras de porte bajo, scabiosa, salvia nemorosa, aubrieta, centaurea simplicicaulis, erigeron y muchas más que daban un conjunto precioso. Con la luz de las farolas tenían reflejos luminosos que te invitaban al deseo y al apetito de la concupiscencia porno. La verdad es que la ambientación era más apropiada para divertirse con el sexo que para pasear, sobre todo al anochecer, cuando ya no hay bichos como abejas, avispas y otros insectos molestos. El agua de la piscina se veía espléndidamente azulada y quieta como una lámina de cristal.
La decoración de la terraza era simple, sillas propias de terraza para poder sacar y sentarse mojado sobre ellas, mesas redondas de jardín y dos paradores para guardar los enseres; lo más propio para preparar algo como lo que teníamos delante. El suelo era rústico de ladrillos rojos grandes y la alfombra no era de lana con pelo peinado sino de esparto, con un ligero olor a hierba silvestre. El techo está formado por unas grandes vigas cruzadas en el punto central como si fuera una tienda de campaña y pequeñas lámparas de hierro forjado colgando de las vigas.
Allí comíamos y nos tumbábamos en sillones reclinables, pero siempre intencionadamente jugando con las cosas y con el sexo. Luis le metió una salchicha muy gorda a Gaspar por el culo. Como estaba cocinada y los empujones que recibió la desgraciada salchicha quedó hecha una mierda. Gaspar la defecó en el baño porque se sentía molesto y eso que él tenía costumbre de meterse cosas por el ano. Luego Luis quiso hacerme una demostración de una de sus habilidades. Sacó unos hierros brillante y largos de distinto grosor y comenzó por uno de grueso mediano, y tumbado en el sillón; mientras Gaspar y yo contemplábamos, iba, tras lubricarlo, metiéndolos poco a poco en su meato, atravesaba toda la hendidura de su pene. El pene se puso erecto, pero el hierro iba entrando hasta meterlo casi todo. Lo justo quedó fuera para asirlo con la mano. Luego lo sacó y metió otro de mayor grosor, y así hasta meter cuatro sucesivos uno tras sacar el otro. Mientras tenía metido el cuarto dentro de su polla, cogió otro hierro y dijo que ahora es cuando iba a follar su pene de verdad. Justo al lado del que había ya metido iba penetrando el más delgado. Al parecer a la mitad del camino, ya sabía Luis que le iba a pasar algo y comenzaron los espasmos, entonces sacó el delgado y comenzó un mete saca muy suave del más grueso y lo sacó, detrás del hierro se vino una eyaculación grande, adecuada al castillo que nos albergaba. No lo pude resistir, me eché sobre la polla para succionar lo que todavía estaba saliendo. Cuando limpié bien la polla de Luis, me entró una incontinencia de eyacular y me puse derecho frente a Luis, porque no podía estar inclinado. Luis se metió mi polla en la boca y la vació como nadie me había mamado nunca todavía. Nos quedamos mirando a Gaspar, que no tenía pequeña su erección y entre Luis y yo, alternando polla y escroto, conseguimos que vaciara su espumoso y dulce néctar. Lo compartimos entre Luis y yo con nuestra boca sobre la polla, alternando con unos besos y lengüetazos. Al momento, mientras yo estaba lamiendo la polla de Gaspar, levantando el prepucio, Luis se enderezó y le dio a probar a Gaspar su propio alimento seminal. Quedamos satisfechos y nos tumbamos sobre el césped, contentos los tres de haber tenido semejante manjar como postre de nuestra primera parte de la cena.
Me dormí a medias. El vino se me había metido en la cabeza y me dio somnolencia. Luis y Gaspar habían estado hablando, algo había podido escuchar, pero no atinaba a saber de qué se trataba. Me despertó Luis, traía un vaso lleno de agua y había algo dentro del agua, porque se veía aún algo de polvo granulado no disuelto:
—”Toma esto; estás diciendo que te duele un poco la cabeza; se te irá pronto el dolor y la modorra”, dijo Luis.
Bebí el contenido del vaso con fruición porque me apremiaba la sed. Y algo así como unos veinte minutos más tarde, me entraron ganas de defecar. Me fui al baño, saqué abundancia de detritus fecal de tanto que había comido. Me metí en la ducha para limpiar mi trasero. Como vi que había una pera de goma, me hice unas lavativas por el ano, saqué toda el agua y repetí la operación hasta que ya no salía nada sucio. Me dije a mí mismo que estaba para comenzar de nuevo, porque sentí algo de hambre. De momento salí y solo comí unas cuatro o cinco uvas, hasta que volviéramos a comer.
Les conté que estaba como una seda y todo lo que había hecho en el baño, justo lo que ellos habían hecho mientras yo dormía, por eso estaba la pera en el mismo sitio, para que yo la usara si era mi deseo.
Lo que en ese momento, ya tarde, apetecía era entrar de nuevo en la piscina, ahora iluminada y charlar allí dentro mientras chapoteábamos en el agua. Nos desplazamos y bajamos por la escalerilla. El agua estaba cálida, pero más fresca que el exterior. Se sintió alivio de calor y al rato muy agradable. Allí estuvimos hasta que la humedad invadió nuestras manos, arrugando las yemas de los dedos. Gaspar, para hacer un chiste fácil dijo:
—”Del mismo modo se arrugan los huevos y la polla; hay que calentarla”.
Salimos de la piscina, los tres teníamos apetito de comer algo, beber y volver a nuestras orgías. Esta vez se preparaba buena, mejor que hasta el momento.
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Habíamos comido, habíamos bebido, habíamos hablado y Luis dijo que teníamos que dormir, porque ya era tarde. Gaspar le dijo:
—”Dormir, dormir, como la de Sancho en Barataria, no sé, pero sí, hemos de ir a la cama”.
Estaba previsto que no habría habitaciones preparadas para todos, así que nos fuimos los tres a la única que teníamos dispuesta por el propio Luis. Cama ancha, muy grande, con dosel; espaciosa, bien amueblada, empapeladas las paredes a líneas de color rosado y marrón claro con fondo crema; sin cuadros, porque supuse que el papel ya era bonita decoración; un baño completo y amplio con una enorme bañera cuadrada con hidromasaje. Me extrañó mucho que no hubiera alfombras dado el color y material del piso. Luis explicó que había quitado y guardado las alfombras para que no las ensuciáramos; advirtiendo:
—”Ya sabéis de qué”.
Entendimos y le confiamos que había hecho bien. Luis trajo a la habitación una botella de Cardhu de 15 años. Luis quería que nos calentáramos de verdad por dentro y por fuera. Llevaba la botella en una mano como si se tratara de una gaseosa y tres vasos asidos en la otra. Elevó los vasos y me dio la botella para que sirviera en los tres vasos. Lo hice, aunque hubiera preferido bourbon, pero se toma lo que hay.
Con los vasos en la mano, salimos al ancho balcón de la habitación y yo me senté en el piso sobre un cojín que allí había, dejando que ellos se sentaran en dos sillones pequeños. El balcón daba a un patio del castillo. El patio estaba sin sembrar, sin matorrales, era un erial como si se tratara de un campo de fútbol de colegio. No sabía Luis por qué estaba así ni si había algún proyecto. El balcón estaba ajeno a cualquier mirada exterior. No hacía falta encender la luz, porque reflejaba la luz de las farolas que había por el patio, de modo que nos veíamos claramente los tres.
Tuvimos una larga conversación. Primero comenzamos por hablar de lo que mi padre se llevaba entre manos. Ellos sabían más que yo. Parece que todo el pueblo lo sabía y yo había sido un convidado de piedra, pero no me disgusté, porque los asuntos de mi padre siempre los ha llevado él personalmente. Además, mi padre me quería poner al corriente de todo por algo muy importante y eso quizá ellos no lo sabían. Lo que estaba claro es que mi padre había tenido una inmensa herencia de mis abuelos. Que mi padre había dejado en manos de mi Tío Paco y que mi Tío Paco había aumentado. Que estaban arreglando las cosas porque mi padre no quería el fruto del trabajo de mi Tío Paco y quería ver cómo arreglaban para que los tasadores de las propiedades iniciales y las actuales contaran qué cosas eran producto de la inversión de la herencia y qué cosas eran de la sagacidad y el trabajo de Tío Paco. Este hombre lo había puesto todo en el haber de mi padre y a mi padre le pareció que no era justo. Cuando me estaban diciendo eso, descubrí una nueva dimensión en mi padre que me gustó más todavía que otras que yo conocía. Por lo visto para mi padre la justicia era fundamental, y sin la justicia no se podía ser persona humana. Entonces entré en la conversación y les dije que me parecía que era la lucha de dos personas muy honradas y muy generosas. Entonces les conté que mi padre quería ponerme al corriente y que yo empezaría por ayudar a que se cumpla la justicia, porque lo de mi Tío Paco es de sus hijos y de sus nietos y no debe ir a parar a otras manos.
—”De tal palo, tal astilla”, dijo Gaspar, y se bebió todo el contenido de su vaso.
Luego se levantó por la botella para tenerla cerca. Luis y yo hicimos lo mismo, aunque a mí me gusta saborearlo en el paladar y masticarlo con las encías antes de tragarlo. Descubrí que Gaspar tenía algo en el culo y pensé que podría ser un granito. Le dije:
—”¿Qué te ha pasado en el culo?”
—”¿Por qué?”
—”Me parece que tienes unos granitos”, le dije.
—”¿Dónde tengo los granitos? dijo, y se volvió de espaldas, levantando la pierna para que revisara los granitos.
—”Aquí…”, señalaba en la zona del perineo.
—”Pasa tu mano y dime qué granitos”, me dijo mientras yo miraba cómo se reía Luis.
Pasé la mano y, ¡zás!, no eran granitos sino dos perlas brillantes, me agaché un poco para mirar y estaban insertadas en el rafe perineal mediante un piercing, justo al centro, entre el escroto y el ano. No pude resistir la tentación de preguntar:
—”¿Ahí?, te habrá dolido mucho al ponértelo.
—”Cuando se ama, se sufre”, respondió.
—”¿Qué significa ese piercing?”, pregunté.
—”Es un regalo de Luis el 6 de enero por mi cumpleaños y santo; y son brillantes auténticos; están pulidos para que no corten la piel”, respondió.
—”Pero…, ¿quien te lo va a ver ahí?”, pregunté curioso.
—”Eso mismo le dije yo”, intervino Luis.
—”Pero él me ama y me obsequia el piercing que yo quería, y yo lo amo y no quiero que lo vean los demás sino solo él; porque a Luis le gusta estimularme el ano y entonces lo ve y le recuerda que ha de seguir amándome”, explicó Gaspar.
—”Jooodeeerrrrrr…”, eso sí que se llama amar y ser amado; qué putada, jamás podía imaginarme eso…, pero te dolió, ¿no?”, dije aseverativamente.
—”Pero valió la pena”, dijo Gaspar.
Me quedé pensando de qué somos capaces los seres humanos cuando hay amor; también pensaba lo brutos que somos cuando hay odio y rencor; me quedé pensando “…piercing en el perineo… justo en el pliegue del rafe” y comenzó a dolerme a mí. Me pasé la mano por el perineo y sentí el gusto de llevar algo en ese sitio tan sensible y, que pasado el primer dolor, luego siempre tener ahí una cosita dándole a la cantidad de nervios cuyos terminales acaban ahí…; entonces comencé a imaginarme que Gaspar tenía que tener siempre ganas de sexo, porque ese implante superficial en ese lugar tenía que hacer que jamás olvidara el placer del sexo y tenía que ser un buen recordatorio. Pero en mis pensamientos debí ensimismarme y se quedaron los dos mirándome como idiotas; entonces dije:
—”¿Qué miráis, así, como dos idiotas?”
—”¿Como dos idiotas? Mira quién habla…, dijeron los dos a coro.
—”Eso es amar, eso; maricones de puta madre, eso es amar…”, me quedé suspendido tras escucharme yo mismo estas palabras.
—”No perdamos más tiempo”, dijo Luis agarrándome de los hombros.
—”Sí, sí, ¿qué pasa?, dije yo como despertando de un sueño.
Me llevaron a la cama. El whisky había hecho su efecto en los tres y nos tumbamos encima de la cama para dormir. Estábamos cansados. Ya no me enteré de nada hasta que —no sé cuánto tiempo después— me despertaron Luis y Gaspar de mi sueño. Ellos también parecían recién salidos del sueño. Comenzaron a acariciarme y les seguí la corriente. En un instante nos habíamos calentado y los deseos de Freya volvían a rebrotar en nosotros. Si ellos estaban jugando con mi pene, yo me puse a jugar también con el pene de Luis, pero no era el juego manual lo que estábamos buscando. Luis me dijo al oído si alguna vez había follado a dos tíos simultáneamente. Le dije que no entendía, y me dijo que me preparara porque los dos deseaban que yo les follara a ambos. Enseguida me di cuenta de que Gaspar se había puesto en posición y que mi polla estaba a punto de atravesar aquel culo. Se pusieron ambos de rodillas juntos y se inclinaron ofreciéndome sus agujeros anales a mi disposición. Hice lo que me pasó por la cabeza. Los veía a ambos masturbarse uno al otro y manteniéndose en esa posición. Metí mi polla en el hueco de Gaspar y comencé a follarlo y hacer un mete y saca pausado mientras con la mano derecha iba metiendo un dedo, dos, tres en el ano de Luis. Luego me dijeron que cambiara, saqué mi polla del antro de Gaspar, penetré a Luis e hice lo mismo en el hueco de Gaspar, pero con la dilatación que tenía se me metieron los cuatro dedos de la mano izquierda en su interior y el pulgar hacía de freno. Pero no acaba ahí, porque nos pusimos en cadena y Luis se puso a lamer el culo de Gaspar mientras yo tenía mi polla ensartada en el culo del propio Luis. Así estuvimos moviéndonos sin dejar de intercambiarse, de modo que todo el tiempo era yo quien estaba con mi polla jugando alternativamente con los dos agujeros anales. Me había vuelto loco con tanto intercambio y comencé a eyacular encima de Luis y de Gaspar. Al instante ellos eyacularon casi simultáneamente y la cantidad de esperma fue tal que estábamos como por encima de un mar de semen. La boca, las manos, el culo, los pies, la cabeza…, ¿acaso quedaba algo sin estar impregnando del esperma de cada uno y de todos juntos? Un juego de locos que nos puso frenéticos, alocados y verdaderamente perdimos todos los estribos del dominio personal, hasta que caímos rendidos encima de aquel charco de sudor y semen y saliva sin control.
Pero no era bueno que nos enfriáramos con aquella sequedad que comenzaba a ponerse sobre los cuerpos y nos metimos en la bañera para lavarnos y vuelta a comenzar. Me costó volver a empalmarme, pero parece que cuando el cuerpo se desenfrena jamás tiene suficiente y es capaz de estar sin cesar fabricando semen para el propio goce y para repartir el placer entre los compañeros. Y de nuevo dentro de la bañera de pie, abrazándonos y llenándonos de besos penetré a Luis que se me ofreció cual sujeto hambriento y Gaspar, que no quiso ser menos, clavó su polla en mi culo. Cada uno dando al otro y yo masturbando a Luis al tiempo que lo estaba follando. Ahí acabé rendido sin poder más en los brazos de Gaspar. Me eché de rodillas para sujetarme bien y puse mi boca sobre los huevos de Gaspar mirando hacia arriba y viendo con cuanto cariño, amor y placer Luis y Gaspar se estaban besando. Mientras con mis manos jugaba con el pene de Luis, mi boca iba del perineo de Gaspar, saboreando su piercing, al escroto y al revés. Hasta que Luis me dijo:
—”Oye, loquito, que hay que desayunar”.
Nos lavamos ayudándonos uno al otro, nos secamos con una toalla muy grande y sin peinar nos pusimos un short. Nos fuimos a la cocina; no había nadie y comenzamos a preparar el desayuno.
—”¿Hoy no viene nadie?”, pregunté a Luis.
—”Hasta el lunes no viene nadie”, respondió Luis.
—”Entonces podemos poner un poco de orden”, dije.
—”Sí; desayunamos, ponemos un poco de orden y nos vamos a la piscina hasta la hora de comer”, dijo Luis.
Dejamos todo ordenado, sí, lo mejor que pudimos, para que nadie se molestara de ver restos de comida y porque así ayudábamos a Luis que tenía que hacerlo antes o después. Comíamos tarde. Eran muchas las sobras y no había que desperdiciarlas. Y después de arreglarse Luis, nos fuimos a casa para cambiarnos de ropa y salir un rato en la tarde. No había pasado nada ¿verdad?, pero yo estaba muy contento y muy cansado.