Nuevos relatos publicados: 18

Cartas homoeróticas (II): De Janpaul a Mikel

  • 10
  • 6.159
  • 9,60 (5 Val.)
  • 0

Querido amigo Mikel:

Te he dicho querido porque te considero así, no solo porque te quiero sino porque te has convertido en mi querido, aquel que me demuestra el amor que necesito y el que me consuela convirtiéndome en una especie de tu amante, tu puta, tu geisha o qué, pero a la vez eres mi amigo, porque nos hemos conocido de siempre, hemos jugado juntos, hemos estudiado juntos, ¿te acuerdas de aquella paliza que me diste en la que me rompiste los dos dientes superiores de delante? Menos mal que éramos jóvenes y me los pudieron limar y arreglar. Pero yo recuerdo que te di tu correspondiente merecido. Pero éramos amigos y ya nos queríamos sin saber ni pensar qué íbamos a ser, al menos yo no sabía que era gay hasta muy tarde y sufrí unos años porque como no lo sabía de ti, pues nunca me insinué.

Tu carta, después de tanto tiempo me ha dado mucha alegría, más que cualquier cosa buena que me pueda ocurrir, esto ha sido para mí como ver la luz al final del túnel. En tu carta me pides que te escriba nuestros encuentros, pero no sé si lo podré poner todo en esta carta, de momento empiezo por aquel que hicimos en Huacho. Teníamos ganas de encontrarnos lejos de casa para que nadie nos molestara y la emprendimos.

Nos fuimos en coche, recién tú conducías y decidiste que no íbamos en autobús sino en coche desde Lima, ¿te acuerdas de las saunas que tomamos en Lima? Un día te lo recordaré.

No tardamos tanto en llegar, porque no está excesivamente lejos, pero tampoco teníamos prisa porque me tenías para ti y te tenía para mí. Lo que sí sentíamos y comentamos en el coche es que nos íbamos a follar hasta sacarnos “la mugre” (1), recuerdo que esta era tu palabra, que a mí siempre me ha gustado más “la chochoca” (2). Pero ya por el camino teníamos la conversación sobre sexo y lo que nos admirábamos uno al otro. Y en consonancia con las palabras anteriores nos referíamos a la paliza sexual que nos íbamos a dar uno al otro, ¿te acuerdas? Jamás un viaje se me hizo tan corto. Fueron aproximadamente unas dos horas media (desde mi casa unos 150 km) muy amenas y yo tenía mi polla dura todo el viaje; mientras conducías, puse mi mano sobre tu bragueta y la tenías bien tiesa, que me dio gusto desabrocharte y meter mi mano, hasta que me dijiste que podría pasarnos algo. De todas formas dejé tu bragueta abierta para poner mi mano y tocar tu carne, lo que hice algunas veces y te daba mucho gusto.

Al llegar a Huacho, lo primero fue buscar hotel. Sin pedir nada nos dieron una habitación buena que tenía una cama grande, que para los dos sobraba, ya que en casa nos acostábamos los dos en una cama normal para uno, y también sobraba cama. Pero eso nos alegró porque así estaríamos a nuestras anchas y porque al darse cuenta que íbamos a lo que íbamos, pues ya no nos preocupó nada, ni los posibles ruidos, ni los gemidos, por eso la habitación estaba en una esquina del hotel en el tercer piso.

Salimos a ver la población y comimos algo, nos fuimos hasta el mar paseando, allí nos sentamos contándonos chistes morbosos y hablando de nuestras sexuales intenciones y deseos. Así que miramos a diestro y siniestro, no veíamos a nadie que pudiera molestar, nos bajamos los pantalones y tú cara a mí y yo cara a ti comenzamos una masturbación. ¡Joder!, te acuerdas que yo me vine primero, pero qué chorros, tuviste que apartarte para que no te tocaran, y luego acabaste tú con unas rociadas tremendas de tu sabrosísimo semen. Tú siempre me decías que mi semen era salado, pero te lo tragabas por consideración a mí; el tuyo me parecía manjar de ángeles, lo probaste y me dijiste que el tuyo estaba salado y agrio, pero a mí me gustaba siempre. Por eso allí, frente al mar, me puse en cuchillas y te limpié la polla, esa preciosa polla tuya que me volvía loco, loco a morir.

Comimos en aquel restaurante y llenamos la barriga de ceviche, picante, muy picante, mucho marisco, machas, gambas, langostinos, mejillones, calamares con trozos de palta(3), tomate, con cilantro y todo eso que ponen, pero para mí lo mejor era la buena cantidad de rocoto(4) que tenía. Me caliento con el picante y se me pone la polla dura, te o dije, y te agachaste a mirar, abrí mi bragueta y la viste, menuda risotada, pero la concha de tu madre, joder, que toqué la punta de mi polla con los dedos y comenzó a picar que rabiaba. Tú te reías de ver mis lágrimas y el camarero aquel, que me vio rabiar y me trajo miga de pan diciendo que lo comiera que eso limpia la boca y deja de picar. Pasé la miga por la polla y no aliviaba nada, pero poco a poco iba remitiendo hasta hacerse soportable. Pagamos y salimos a dar otra vuelta.

Me acuerdo, y tú también lo recordarás, cómo me ibas bromeando, te agarrabas de tu paquete sobre tu pantalón y decías: “me pica, me pica, chúpamela”. Nunca te dije que me la chuparas, pero como tú te inventas, pues añadías eso. Pero yo te respondí: “esta noche mi polla en tu culo que me servirá de pan.

Y llegó la noche. De regreso hacia el hotel compramos unas cosas en aquella tienda de abarrotes que tenía de todo, compramos algunas galletas y una botella de whisky. Nos la zampamos toda ¿eh? Así nos pusimos. Apenas entrar en la habitación me quitaste mi ropa y te quité la tuya, nos miramos, nos abrazamos, con la idea de que todo nuestros cuerpos se juntaran y sentir nuestras pollas enhiestas tocándose entre ellas y en medio de nuestro abdomen. Luego había que sentarse, teníamos unas cosas que venían desde Lima para cenar la primera noche y con las galletas saladas nos la comimos, dos vasos, esos que ponen ara lavarse los dientes, los lavamos un poco más y los llenamos de whisky. Así cenamos con ganas de meternos en la cama. Vimos algo de televisión y nos fuimos a la ducha y de ahí a la cama.

Ya habíamos tomado la costumbre de no usar nada para dormir, ni la trusa(5) siquiera. Ya teníamos ganas de ese contacto en la cama, sin nervios, distendidos, con la noche por delante para nosotros. Como al día siguiente no íbamos a regresar y habíamos contratado para dos noches, esa noche era la nuestra. En la cama nos tomamos dos tragos más de whisky. Nosotros dos teníamos bastante aguante con el alcohol, ¿verdad? Porque no reconozco que nuestra borrachera fuera escandalosa y siempre recuerdo cuando ya estábamos pasados que decíamos: “Basta ya, no nos pasemos”. Pero es cierto que no mezclábamos licores. Esa noche nos zampamos la botella y nos acabamos la otra media que venía con nosotros desde Lima.

Así y todo recuerdo todo lo que hicimos. Te apetecía un 69, mientras yo quería que me follaras a pelo y sin preparación. Ganaste tú, como siempre. Tú mamas muy bien y de ti aprendí a chupar la polla para dar gusto, pero sabes que mi lengua es delicada y a veces rebelde, pero esa noche de Huacho no, se portó bien, lo que no pude fue metérmela en la garganta. Si notaba la mía que la pasabas a tu campanilla y me daba un doble placer. Lo siento, amigo, por no poder hacer más. Ahora ya sé cómo, si un día nos encontramos de nuevo y creo que será pronto te lo podré demostrar, porque creo que no tienes a nadie que se pueda encelar. Yo tampoco, porque quiero ser libre y tener un novio en cada puerto, como los marineros.

Hiciste que te llenara toda tu cara de mi leche y tú tardaste tanto en eyacular que mi boca comenzó a doler. Pero pensé que si te lamía la parte de atrás de tus bolas y daba mordiscos pequeños a tu rafe perineal y lamía suavemente con la lengua el perineo, pasándola desde los huevos hasta el ano. Aprovechaste ese gusto que te estaba dando para comerte mi culo, tu lengua la metiste hasta dentro eso me produjo tanto placer que con la yema del dedo índice apreté en tu perineo y tu próstata te hizo reaccionar, allá que se fueron las chorretadas de semen por todo tu cuerpo y por el mía, nos juntamos para celebrar nuestros orgasmos con un montón de besos, con la lengua y con caricias, sobre todo a nuestros huevos, que eso de acariciar los huevos lo aprendí de ti.

Al mucho rato decidí pedirte que me follaras, sacaste un condón, te lo pusiste, me untaste con aquel aceite lubricante y sin más asomaste tu pene a mi culo y lo fuiste metiendo. Casi no costó y me dio muy poco dolor. Pensé que yo tenía el culo más grande que tu polla, pero recordé otras veces y es que la dilatación ese día no era necesaria, demasiadas ganas de tener tu polla en mi culo. Las metidas eran magistrales porque entrabas y salías como Pedro por su casa. Pero ya era muy avanzada la noche y después de follarme quise celebrarlo con whisky y nos tomamos otro trago. Ahí entendimos que el whisky de boca a boca y con sabor y saliva del amante es más rico, es como una tercera fermentación.

Recuerdo que estaba muy cansado y te pedí que durmiéramos. Consentiste y te dormiste antes que yo, pero no debí tardar mucho tiempo. Lo que sí note y me fui despertando es que algo pasaba en mi culo y me sorprendí que mientras dormía yo, tú me estabas follando, eso me alegró, porque me pone feliz despertar con una polla en mi culo. Noté tus espasmos y de repente la sacaste y todo tu semen cayó sobre mis nalgas, tenía el culo todo mojado de tu leche y solo pude que darte un beso y nos caimos los dos hasta despertar.

Despertamos con ganas. Nos fuimos juntos. Ambos queríamos defecar y te esperé mirándote. Me dijiste que era la primera vez que alguien miraba mientras cagabas y te contesté que tu madre te había visto antes. Cagabas y te movías la polla al ver que yo me aguantaba y me la movía también, pero acabaste, unos siete minutos te dije que te costaba defecar ¿te acuerdas? Luego me dijiste que yo había estado doce, me había masturbado sin dejar escapar mi lefa, me contaste mi vida. Entramos a la ducha juntos que es lo que queríamos y nos lavamos uno al otro, sobre todo nos lavamos bien el culo. Un rato largo duró nuestro beso, justos, yo amarrado a tus nalgas y tú me atravesaste el culo con tus dedos. Eyaculamos y a secarnos, a vestirnos, e iniciamos un nuevo día.

Siempre te he dicho que el segundo día fue mejor y me gustó más, tú me dices que te gustó más el primero. A gustos no nos gana nadie.

En tu carta quiero que me cuentes tu último polvo con quien quiera que lo hagas, no tengas pereza de escribir y me cuentas, si me es conocido dime su nombre para que cuando yo vaya también me lo folle, pero me interesan tus sensaciones.

Sin más por el momento, recibe un fuerte abrazo y un beso sin igual, tu querido amigo,

Janpaul.

(1)Sacar la mugre: 1) pegar contundentemente; 2) (reflexivo) esforzarse mucho, ya sea física o mentalmente. Miguel iba borracho y le sacó la mugre a un pobre mendigo que encontró. / Si Pepe tiene villegas es porque se saca la mugre trabajando.

(2) Martha Hildebrandt: el significado de Sacar(se) la chochoca (27.11.2015): Según la Enciclopedia ilustrada del Perú de Tauro, chochoca es la adaptación del quechua chuchuqa, que significa “maíz en grano sancochado y luego deshidratado mediante su exposición al sol o el frío nocturno”. En nuestra lengua familiar, se documenta la expresión sacar la chochoca ‘golpear fuertemente a alguien’ (también tiene uso reflexivo). Véase este ejemplo de Bryce en El huerto de mi amada: “… los tales Víctor y Miguel, primer y segundo mayordomos de la familia Alegre, terminaron sacándole[s] la chochoca a sus superiores…” (Barcelona 2002, p. 28).

(3) Palta es el nombre del aguacate en Perú.

(4) Una especie de pimiento morrón achatado cuyos nervios son muy picantes.

(5) Trusa o truza, Calzoncillo, generalmente tipo slip.

(9,60)