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La lluvia

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Aquel domingo habíamos quedado para ir a la playa, pero el día se presentó nublado y no tardó en ponerse a llover a cantaros.

Llegando la hora de comer, salí de casa ha alquilar una peli para la tarde que prometía no dejar de llover.

El caso es que al volver del cajero del video club, se me acerco un hombre y me pidió que le hiciera un favor, que le dejara el móvil para llamar a la grúa, por que su coche se había quedado parado. Como siempre, mi móvil estaba sin batería, entonces miré al hombre, estaba empapado, y como su coche en buen sitio le dije que subiera a casa y que llamara desde allí. Titubeó un poco antes de aceptar.

Al subir a casa pillamos a mi mujer en camisón, (un camisón de tirantes que le llegaba a medio muslo, y como es su costumbre nada más, nada), enseguida preguntó que quien era, yo le expliqué lo sucedido. Ella como anfitriona se preocupó por su huésped: le pidió que se quitara la ropa empapada para secarla y le ofreció un albornoz (mío, claro). El hombre se negó al principio, pero mi mujer lo convenció pidiéndole que se quedara a comer, y cuando la ropa estuviera seca podría llamar a la grúa, esta oferta la tomó sin dudar un segundo.

El hombre se cambió en el cuarto de baño, y cuando salió hizo una llamada a su mujer (con el móvil de Laura, ya que no teníamos corriente), y le pidió que no lo esperara para comer.

A mi esposa como no le apetecía meterse en la cocina, se le ocurrió pedir chino, yo acepté y el hombre se ofreció a invitarnos a comer (soltándome un billete de cincuenta), aunque nos negamos al principio no insistimos mucho. Yo cogí una pequeña libreta y apunté lo que nos apetecía, después al restaurante he hice el encargo.

Debido a que estábamos sin luz, no tuve más remedio que esperar al repartidor en la portería.

-Voy a bajo haber si viene –le dije a mi esposa – no me llevo las llaves, estate atenta a la puerta.

-No te preocupes cariño –me contestó. Y se despidió de mí con un beso.

A la que salí por la puerta, Laura lo invitó a sentarse en el sofá rinconera que teníamos en el comedor delante de la tele, este se sentó guardando un poco de distancia, pero mi mujer se acercó a él.

-Ahora pondría la tele pero estamos sin luz –dijo Laura.

-no se preocupe.

-Por favor tutéeme, eres muy agradable y no se como agradecerte que pagues la comida.

-No es molestia, es lo menos que podía hacer, son muy amables dejándome entrar en vuestra casa y dándome un albornoz para que se sequé la ropa –dijo el hombre.

-Pero eso no paga lo que te has gastado –insistió mi mujer.

-Ya le digo que no es molestia.

-Déjame que te agradezca que nos invites a comer.

El hombre se preguntó como, Laura corrió a un lado la pequeña mesita que hay entre el sofá y la tele, puso una mano en su rodilla y fue subiendo poco a poco, abriendo el albornoz a medida que subía su mano hacia la entre pierna del hombre, este sorprendido se deshizo de las suaves caricias de mi mujer.

-Laura, que tu marido está a bajo.

-No es la primera vez que pedimos chino, siempre tardan más de media hora –dijo levantándose y poniéndose en frente de él –mi marido esta a bajo sin llaves de casa, tendrá que picar para entrar, estamos sin luz, no hay tele, ni radio, ni nada, yo me aburro, y podría recompensarte, tu mujer no sabe donde estas, ni con quién, podríamos pasar un buen rato –dijo apartando los tirantes y dejando que el camisón resbalara por su cuerpo -¿Qué me dices? –dijo arrodillándose para después deshacer el lazo del albornoz -¿me dejas agradecerte la comida?, te aseguro que soy una mujer muy agradecida y complaciente –seguidamente le guiñó un ojo.

El hombre la miró: su sedoso pelo negro, su piel bronceada, sus preciosos pechos, sus piernas bien contorneadas. Ella deseaba sexo y él no se había follado a su mujer en un par de semanas. Sexo en estado puro, ¿como podría negarse?

Puso su mano izquierda detrás de la cabeza de la anfitriona y la condujo a su entrepierna, por el camino vio como le sonreía. Que morbo follarse a aquella hembra con su marido en la portería sin saber que se la estaba beneficiando, ¡y como la chupaba, que maestría!, sin duda era la mejor boca que le había comido la polla.

Laura se la mamaba con ganas, dando de vez en cuando un lametazo con toda la lengua donde se junta el frenillo con el glande, donde más nos gusta a los hombres, él veía como la cabeza de mi mujer subía y bajaba, de pronto sintió como se corría y en la boca de mi esposa, pensó que esta se enfadaría, pero alucinó cuando ella empezó a tragárselo sin dejar de chupar, ¡Que maravilla!, ¡Que encanto de mujer!

-¿Te ha gustado? –preguntó Laura.

-Si, ha sido increíble –Laura sonrió.

-¿Quieres empezar a comer antes que mi marido?

Mi esposa lo tumbo suavemente, y paso una pierna por encima de su cabeza, para después agacharse poniéndole su coñito en la boca y empezar a mover las caderas en círculos. Que rico estaba tan bien afeitadito. Mi mujer comenzó a gemir de placer, sin duda, si me hubiera acercado a la puerta la habría escuchado gozar, pero yo estaba una planta más abajo, ya que vivimos en un primero. El hombre le lamió el sexo a mi mujer con mucho gusto, y ella no tardo en agacharse para completar un sesenta y nueve que hizo gozar aun más a nuestro invitado. Y así estuvieron unos cinco minutos disfrutando cada uno del sexo del otro, chupando, lamiendo y sintiendo la húmeda, ágil y placentera lengua de su amante en su propio sexo.

Laura volvió a sentir el semen de aquel hombre en su boca, sintió como pasaba por su garganta mientras se lo tragaba, pero ella no dejo de ofrecerle el placer de aquella mamada. Cuando la polla de su huésped endureció de nuevo, ella se levantó y apartó su coño de la lengua del hombre, este preguntó:

-¿Qué haces, por qué paras?

-Tranquilo, no dejaremos de practicar sexo hasta que te quedes sin semen en los huevos.

-¿Y que quieres hacer?

-Me gustaría darle un poco más de morbo, ¿quieres probar mi culo?

-¿Me dejas darte por el culo?

-Te dejo hacerme lo que quieras –respondió ella –pero como yo quiera y donde quiera.

Él puso cara de extrañado, entonces ella lo cogió de la mano, lo llevó a la puerta de la entrada y la abrió.

-¿Qué haces? –preguntó el hombre sorprendido.

-Si quieres darme por el culo, lo harás en la entrada, me da morbo saber que nos pueden pillar.

Laura salió y se puso a cuatro patas delante de la escalera, comenzó a mover su culito a delante y a tras mientras decía:

-¿Quieres este agujerito?, ven a por él.

El hombre salió en su busca. Flexionando las rodillas, puso su entrepierna a la altura del culo de mi mujer que seguía a cuatro patas, y apuntando con su glande la entrada trasera de mi esposa, empujó con todas sus fuerzas. El erecto pene entró con dificultad, pero el ano de Laura lo engulló entero. El hombre se afianzó con sus manos a las caderas de mi hermosa mujer, para después embestirla una y otra vez.

-Lo tienes muy estrechito. –susurró.

-Mi marido no lo usa mucho, y yo quiero probar tu polla por todos los agujeros de mi cuerpo.

Ambos, después de estar un rato jodiendo, escucharon como se habría la puerta de la portería y me ponía a hablar con el repartidor.

-Ya ha llegado, saca tu polla de mi culito –susurró mi mujer.

-Todavía no me he corrido –señaló el hombre -… no puedo sacarla, mi polla esta hinchada y no sale.

-Joder, ayúdame a levantarme y entremos dentro –ordenó mi esposa –necesitamos tiempo.

El hombre hizo lo mandado y pegados el uno al otro entraron como pudieron al piso cerrando la puerta tras de sí, seguidamente Laura lo arrastró hasta el comedor para inclinarse sobre la mesa.

-¿No vamos a la cocina a buscar aceite o algo así? –preguntó el hombre.

-No, lo mejor es que termines para que vuelva a su tamaño normal. Date prisa, fóllame rápido.

Apoyado con las manos en la mesa, el hombre disfruto del suave roce de las nalgas de mi mujer con cada abatida. Entonces piqué yo.

-Ya esta aquí, vamos cielo, llena mi culito de leche –ronroneó Laura.

-Voy a descargarla toda, siiiiiiiiiii, me corro, ¡me corro!

Laura sintió el calor del esperma abrasándole las posaderas, ella todavía no había llegado al orgasmo, pero sabía que tendría otra oportunidad. Después de una gran corrida la polla pudo salir del interior trasero de mi mujer.

-Rápido, ponte bien el albornoz que voy a abrir.

Mi mujer fue a buscar el camisón donde lo había dejado tirado, al volver para abrir la puerta, el hombre le dio un apretón en el culo, mi esposa le sonrió.

Al abrir la puerta le dije que había tardado mucho (había picado tres veces en total), pero ella supo cambiar de conversación. Empezó a abrir las bolsas que traía, y me pidió que pusiera la mesa (total tres pares de palillos, unos platos, el mantel y la bebida).

Fue un rato agradable, comimos, bebimos, charlamos y reímos. Después de esto comenzó a atacarme la morriña y el sonido de la lluvia (pues no había parado de llover ni un momento) la hizo más poderosa. Mi mujer me aconsejó que me fuera a la cama argumentando que ella se encargaría de nuestro invitado, y yo derrotado por el sueño acepté tan buen consejo.

Al rato de acostarme, sentí como mi esposa venía a echarme un vistazo y escuché como cerró la puerta tras verificar que dormitaba tranquilo en nuestra habitación.

-Duerme como un tronco –dijo Laura al volver con su invitado.

-No me extraña –dijo él –nos hemos artado de comer.

-Y tú más, que has empezado antes que nadie –dijo guiñándole un ojo -¿tienes mas hambre?

-No, no, Ya he comido suficiente –dijo el invitado mirando la comida sobrante, pensando que se refería a eso.

-Pues yo vuelvo a tener hambre.

-A mí me ha sobrado bastante arroz, ¿si quieres?

-De lo que tengo hambre, es de polla: de tú polla.

Dicho esto y como la vez anterior, Laura apartó los tirantes que sujetaban el camisón sobre su cuerpo, la prenda se deslizó por su tersa piel hasta el suelo, dejando a la vista del invitado su cuerpo desnudo.

-Tú marido esta en el dormitorio, ¿Qué pasará si se despierta? –laura negó con la cabeza.

-Déjame chuparte la polla –dijo mientras le desbrochaba el albornoz, le separaba las piernas y se arrodillaba entre ellas –te pondré apunto para probar mi coñito, recuerda que todavía no lo has probado y te lo había prometido.

Mi esposa empezó a lamerle el pene, el cuerpo del hombre comenzó a relajarse debido al placer que le daba la boca de mi mujer y el sonido de la lluvia de fondo; todo lo contrario que su verga, que cada vez se hacia más grande y dura mientras Laura la chupaba.

-OH Laura, si me la sigues chupando así me volveré a correr en tu boca.

-Y yo… volveré a tragarme tu semen… sí eso es lo que quieres -dijo entre chupadas.

-¡No aguanto más, quiero follarte!

-¿Eso es lo que quieres? –dijo dejando de chupar pero meneándosela con la mano -¿quieres meter tu polla en mi coñito?

-Sí.

-Entonces elegiré el sitio donde dejaré que me folles.

Laura se levantó y fue hacia la corredera de la terraza, antes de abrirla se giró hacia el hombre y le guiñó un ojo, después salió y se puso de espaldas a una mesa que tenemos; la lluvia mojaba su cuerpo desnudo y lo hacía aun más apetecible, el hombre salió en su busca, mi mujer apoyó su culito en la mesa, y él nada mas tuvo que agarrarla por detrás de las rodillas y levantarle las piernas para tener su coño al alcance, mi esposa con la boca entre abierta, esperaba sentir aquella polla clavándose en ella, el hombre puso la punta de su miembro en la entrada del mejor placer que le ofrecía mi mujer y empujando la fue metiendo poco a poco, así, desnuda y abierta de piernas bajo la lluvia se la empezó a follar, Laura lo rodeó con sus piernas, apoyó los talones en sus nalgas y apretó con ellos hacia dentro, para que la metida fuera lo más profunda posible, el hombre comenzó a follarse a mi mujer con más rapidez, Laura con sus gemidos demostró que le gustaba que la penetraran con fuerza, la lengua salió de su boca para saborear aquella lluvia que le caía encima, eso provocó al hombre, que al ver la sensual lengua no pudo evitar darle un morreo, él soltó las piernas de Laura, esta aguantó la postura mientras él se apoyó con una mano y con la otra comenzó a masajear los pechos de mi esposa. Ninguno de los dos se había dado cuenta de que yo los observaba desde que habían salido al balcón, estaba desnudo y ya me estaba masturbando excitado por aquella escena; follarme a mi mujer en el balcón era una de mis fantasías, que no se por qué aun no la habíamos realizado, y ahora ella la hacía realidad con otro hombre, esto no podía quedar así, yo también quería hacerla realidad en mis carnes; así que me acerqué con cuidado de no hacer ruido. Mi mujer gemía como una golfa, gracias a dios que la lluvia ahogaba sus alaridos de placer, si no, los oirían en todo el bloque; llegué hasta la puerta del balcón y allí me quede, Laura me vio, noté en ella una sonrisa pero no dijo nada.

-Yo también quiero –dije, el hombre dio un respingo y paró de beneficiársela para mirarme, con una mano Laura giró su cara hacia ella diciéndole:

-¡No te pares ahora, déjale que mire mientras terminas de follarme, que espere su turno!

El hombre obedeció, y no paró de follársela hasta que se corrió dentro de ella, después la sacó y se hizo aun lado un poco cortado, al ver a mi mujer abierta de piernas y con su coño a mi alcance, me lance como un loco clavándole mi polla con una gran envestida.

-¡oh sí cariño, que gorda, te ha gustado la escena que te he montado eh! – el hombre hizo la acción de marcharse, pero mi esposa lo detuvo -¡¿Dónde vas?, aun no me has saciado, méteme esa polla en la boca, quiero chupar una buena polla!

El hombre se quedó atónito, aquella mujer era insaciable, y aunque la tenía algo flácida, se subió a la mesa para poner su miembro a la altura de la boca de mi mujer, esta no tardó ni un minuto en chupar aquel pene mientras yo me desfogaba con el resto de su cuerpo: a la vez que la penetraba le lamía un pezón, y con mis manos degustaba la suavidad de su piel, acariciando sus tobillos, sus piernas, sus caderas.

Después de unos minutos sentí que me iba y lo dije:

-¡Me corro Laura, me corro!

-¡Dentro… dentro!-pude escuchar, ya que no se la sacaba de la boca y ahora volvía a estar tiesa.

Así me corrí en su interior, y ella soltó un pequeño grito cuando sintió mi leche derramarse dentro de su coñito; dejé mi polla dentro durante un rato, después la saqué y me retiré un par de pasos, parecía que iban a acabar, pero al momento, mi esposa se sacó el rabo de la boca y le dijo que ya podía bajar, el hombre volvió a obedecer, no obstante añadió que el no había terminado y Laura le contestó que nadie había acabado aún. El hombre se le acercó por detrás y comenzó a besarle el cuello metiéndole mano en el culo con diestra y siniestra, mi mujer extendió su mano para coger la mía y me atrajo hacia ella, su boca buscó la mía, yo le metí la lengua, le estrujé las tetas, mientras ella me acariciaba la polla; hicimos un sándwich con ella en medio, seguidamente me rodeó con sus brazos, y de un salto, se encaramó en mi torso para deslizarse hacia abajo lentamente, hasta que su conejito tocó la punta de mi pene dándole paso al interior de su madriguera. Yo la tenía agarraba por los muslos, el hombre desde atrás le metió la polla en el ano, y como era de mi misma altura nos fue fácil manejarla arriba y abajo; como disfrutaba Laura, y que gusto nos dio follárnosla bajo la lluvia, ella gritaba como loca de placer al sentirse penetrada por dos pollas.

-¡Me corro!-gritó el hombre.

-¡Los dos a la vez, quiero que me rellenéis de semen los dos al mismo tiempo!

-¡Si cariño, toma mi leche!-contesté.

-¡Síiiiiii, oh síiiiiii, asíiiiiiiiiiiiiiiii!-gritó cuando nos corrimos.

Y hay acabó nuestra orgía, yo entré a por unas toallas, después de secarnos el hombre llamó a la grúa, que tardaría más de media hora en llegar, nos pusimos unas copas, encendí la tele (la corriente había llegado hacía rato), estuvimos una rato viéndola y aún no se habían acabado las copas, cuando el hombre me pidió permiso para disfrutar de mi mujer una vez más, yo accedí y el hombre le propuso a mi mujer hacerlo en la cama, esta se despidió de mí con un beso y ambos se fueron al dormitorio; yo seguí viendo la tele, poco rato después ya escuchaba los gemidos de Laura, y la morriña se apoderó de mí comenzando a caer en un profundo sueño; el hombre me despertó al cabo del rato, se estaba terminando de vestir, le pregunté por mi esposa y me contestó que dormía; después de coger sus cosas se marchó, yo fui al dormitorio, y allí encontré a Laura desnuda en la cama de costado, me acerqué a ella, comprobé que dormía, y vi que un liquido seminal le emanaba del ano y caía por su nalga, sin duda, el ano de mi mujer fue lo que más le gustó a aquel tipo, ya que parecía haberlo probado varias veces aquí en la habitación de matrimonio.

(9,50)