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Inicio de vacaciones (Parte 2)

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El transcurso de ese día no pasó mayor cosa de darnos mucho amor y terminando nuestro encuentro en diferente parte de la casa, fue un día fantástico al comienzo de nuestras vacaciones merecidas.

Al día siguiente teníamos nuestro vuelo a las 10 de la mañana, teníamos estar dos horas antes en el aeropuerto para el registro. En fin ese día nos levantamos tipo 6 de la mañana. Nos alistamos rápidamente y decidimos que para ahorrar tiempo decidimos bañarnos juntos, y nos acariciamos mutuamente. Después de 10 minutos salimos del baño, nos vestimos. Adriana se puso una camiseta y una leggings que se ve fantástica. Y zapatillas quiso irse cómoda por el viaje que teníamos tan largo y yo me puse un pantalón de ginn y un buzo tipo polo y zapatillas, queríamos irnos lo más cómodo posible. Bajamos con las maletas y desayunamos y salimos como a las 7 de la mañana hacia el aeropuerto.

El viaje duro unas 6 horas hasta Atenas era tan calurosa en esta época del año, ya que es verano, nos quedaríamos, alrededor de tres semanas. La vamos aprovechar lo máximo en este tiempo.

—Estoy feliz de que hemos venido, podemos ir a registrarnos en el hotel y luego salimos a dar un paseo por la ciudad que es muy bonita.

—Adriana lo miro complacida a su esposo.

Llegamos al hotel y enseguida nos registramos y escogimos la suite. Subimos y nos quedamos impresionado de cómo era la habitación, constaba de una sala de estar con TV con parabólica un comedor para dos personas. Un balcón de que podía ver toda la ciudad. Un baño con su respectiva ducha y yacusi. Y la cama matrimonial. Es muy bonita la habitación dijo Adriana impresionada ya que tenía todo lo ellos necesitaban en estos días de descanso.

—Quisiera despertar todos los días con esta vista. —dijo Adriana en el balcón.

Yo me posiciono detrás de ella, deje su cabello hacia un lado exponiendo su cuello y la abrazo.

—claro amor y bese su coronilla. —vamos a disfrutar de este paisaje todo lo que quieras.

Mi esposa se dio media vuelta apoyando su espalda en la baranda del balcón.

—Mi amor… gracias por consentirme.

Mi esposa se puso de puntitas y me dio un tierno beso en los labios.

—Voy a bañarme. Me dijo contra sus labios. —luego podemos ir a pasear.

Yo asintió y observo la vista mientras saboreaba en su boca.

El transcurso del día no la pasamos pasando por la ciudad y conociéndola. Que tan bella es su sitio interesante que tiene. No nos dimos cuenta el tiempo se nos pasó rápido m dijo Adriana cuando consultaba el reloj y viendo que ya era de noche. Decidimos irnos al hotel. Para descansar.

Llegamos a la suite del hotel como a las 9 de la noche. Queríamos estar los dos juntos y La desesperación y la lujuria estaban en ambos de igual medida. No nos importó demasiado nada. Ya que cuando llegamos a la suite Adriana me empezó a besarme con desespero con amor como si le hacía falta su necesidad. Yo le correspondía los besos y le decía que cuanto la amaba.

Gracias por estar aquí conmigo me dijo ella subiéndose a horcajadas sobre mi para que la cargue a la cama. —Te amo.

Yo la acuesto sobre la cama y le quito el vestido que llevaba puesto con facilidad, que constaba con un vestido eterizo con un escote que no era pronunciado, mi sorpresa es que no llevaba sostén me deleite con acariciar su cuerpo y sus pechos que son hermosos, con escuchar gemidos y sentir la humedad de mi esposa. La bese con toda pasión que ella le gusto, baje mis manos hacia abajo, le acaricie sus hermosos pechos y me fui bajando y llegue en la parte de abajo y le quite su tanga negra que traía puesta. Viendo como estaba expuesta frente a mí. Me puse a desnudarme, ya ese momento tenía una erección que si no me quitaba el bóxer no aguataba más. Y me uní a ella enseguida. Besándola en todo momento.

Comenzó a bajar a su parte más íntima de ella con besos esparciendo por el cuerpo, mientras ella gemía de placer en cada movimiento que daba. Y un escalofrió recorrió por su espina dorsal entre una mezcla de excitación y vergüenza al sentir lo expuesta que estaba. Yo le pronuncie un par de palabras para que estuviera relajada.

—¿Estas bien? —Dije yo.

Ella asintió con la cabeza.

Yo baje mi boca y fue dejando un rastro de besos por sus pechos en los que me detuve a lamer y succionar como me gusta acariciarlos, ella gemía con tanta pasión que me decía que hiciera más y más y yo me sonríe contra su piel al sentir lo rápido que ella se había excitado de esa manera.

—¿Tan pronto amor? —me dijo levantando la cabeza para verle.

Ella se mordió el labio y ahogo un gemido.

—Por favor. —fueron las únicas palabras que salieron de su boca.

Yo continuo el camino de besos por su abdomen hasta que llego a su lomita donde comenzaba su vello púbico donde deposito un par de besos descuidados sonriendo con descaro al notar como ese pequeño gesto a ella le gustaba tanto.

—Te gusta —dije.

—Sí. —reconoció ella retorciéndose.

La bese en aquel lugar un par de veces más y luego sujete sus piernas para hacerlas un lado mientras se acomodaba entre ellas. Y de inmediato introduje uno de mis dedos en su clítoris sin dejar de hablar, Ella gimió al sentir como mis dedos acariciaban su clítoris con precisión.

Hice ese mismo moviente como varios minutos acariciando su clítoris, y me di cuento como estaba ella sin aguantar más la excitación que teníamos en ese momento, y dispuse a subir quedando frente a ella y la bese con tanta pasión que no había oportunidad de hacer más.

Adriana me devolvió el beso y mordió el labio.

—¿Qué piensas hacer amor mío tenerme hace como estoy el resto de la noche? —dijo ella, haciendo alusión a que estaba tan excitada y que era crimen dejarla prendida.

—No. —dije enseguida antes de bajar mis labios a su cuello.— solo me estoy asegurando que piense en mi todos los días de tu vida y que disfrutemos de este viaje como una segunda luna miel.

Volví a besarla su lomita antes de bajar mi boca e introducir mi lengua en su intimidad. Adriana se retorció inquieta de tal manera, que debió sujetar su cadera para mantenerla quieta. Todo lo que podía oír eran sus gemidos y ruegos entre cortados hasta que alcanzo el orgasmo. Se limpió la boca con el dorso de su antebrazo y le sonrió.

—¿Ahora que viene? —pregunte levantando la cabeza mientras la miraba tratando de normalizar la respiración.

Yo la bese y corto sus palabras.

—Sé que a tu mente pervertida le gusta que te amarré.

Ella se sonrojo involuntariamente, pero no lo contradijo.

—Eres tan dulce cuando te sonrojas. —Dije posicionándose sobre ella.— mi hermosa esposa te amo tanto. Y de me inmediato yo comencé a besar sus labios mientras sujetaba su cintura, ella levanto su pierna derecha para aumentar el contacto.

—Cristian…

—¿Sí? —dije mordiendo el lóbulo de su oreja.

Ella apuro las cosas y con su mano atrapo mi miembro para guiarlo a su zona, pero yo la detuvo echándose hacia atrás.

—Tú conoces la palabra mágica. Dije yo

—Has la excepción hoy amor. —dijo ella tratando de sujetarlo con sus piernas, pero yo no cedi.

—Te dije que te arrepentirías de decidir ir a ese seminario.

Adriana me hizo un puchero con frustración, yo siempre terminaba ganando, pero ella no se iba a dar por vencida. Se ubicó un poco más arriba en la cama y abrió las piernas lo suficiente para que yo se posicionara entre ellas, pudo ver como mis ojos la recorrían con lujuria. Instintivamente llevo una de sus manos a su centro y comenzó a acariciar su zona sintiendo como sus dedos resbalaban con facilidad entre sus pliegues por el exceso de secreciones. Los ojos de él se abrieron con sorpresa.

—Adriana, planeas matarme. —dije con la boca seca. Claramente no se esperaba esto.

Ella se retorció gimiendo, tratando de concentrarse en mi rostro.

—Te he ganado. —dijo Adriana finalmente con satisfacción mientras continuaba dándose placer a sí misma.

Yo sujete la mano que tenía perdida entre sus piernas y la llevo sobre su cabeza junto con su otra mano.

—Yo creo que ya no. Dilo.

Sus ojos chispeaban y ella gimió al sentir su miembro rozando su entrada.

—Te amo.

Sus ojos azules se suavizaron y él le dio un beso tierno.

—Te amo también, pero ahora dilo. Adriana me acaba la paciencia.

Trato de que su tono no delatara lo desesperado que estaba por perderse en su interior. Su erección necesitaba ser liberada porque ya le estaba provocando un dolor en la zona. Presiono la punta solo un poco entre sus pliegues y le tomo mucho esfuerzo no empujar hasta el final.

Ella gimió al sentirlo.

—Follame.

—Adriana. —se quejó él casi perdiendo la cabeza.

—Follame por favor.

Yo sonreí soltando mis manos para luego sujetar su cadera y empujar su virilidad hasta el fondo de su vagina húmeda. Ella respondió arañando su espalda y entre besos fogosos y gemidos lo único que podía oírse era mis testículos chocando con fuerza contra la piel de ella.

—Te amo. —murmure yo como una plegaria tratando de prolongar el momento al máximo, pero ella que estaba más sensible llego primero al orgasmo y ese envolvente agarre después de unas profundas estocadas lo llevo a la cima.

Con sus últimas fuerzas gire su cuerpo y cambio las posiciones para que ella quedara sobre mi pecho tratando de normalizar la respiración.

—¡Vas a matarme! —Me quejó él riendo.— Un día de estos vas a matarme.

Ella sonrió y cepillo sus labios con los suyos en un beso perezoso.

—Tú vas a matarme. —Respondió Adriana levantando las caderas lo suficiente para liberarme y ubicarse a mi lado.— Fue… sensacional.

—Cuando te tocaste. —yo me lamie los labios rememorando el momento.— ¡Dios! ¿Por qué no lo haces más seguido para mí?

Ella se sonrojo y golpeo su pecho.

—amor, eso quedo en el momento.

Él beso su nariz.

—¿Lo harías otra vez para mí?

—¿hoy?

—Tenemos mucho tiempo. —dijo ella viendo mis ojos con amor y pasión.

Nos quedamos abrazados para descansar de tanta faena que hicimos, ella por tiempos determinados nos besamos. Y el sueños nos venció y nos dormimos así abrazados y desnudos, no nos importaba nada solo existíamos los dos juntos. Y al final nos quedamos profundamente dormidos sin olvidar de este maravillo día que tuvimos.

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