Nuevos relatos publicados: 11

Dos orgasmos en uno

  • 4
  • 6.170
  • 9,83 (6 Val.)
  • 1

Entré a la librería, puse mi atención en un pequeño libro, lo compré y me senté en la cafetería para hojearlo. Te vi llegar, alto, imponente, con tu cabello rizado y tras unos lentes unos hermosos ojos verdes que hacía que no pasaras desapercibido.

Mientras tomaba mi café te seguí con la mirada, vi tus labios tentadores, tus manos grandes, vi tu trasero, vi tu bulto, ese que de inmediato me invitó a pecar. Nuestros ojos se toparon, te sonreí, te pusiste rojo y bajaste la mirada, me alegré de ir vestida para la ocasión; mi vestido negro escotado, peligrosamente corto, acompañado por unas medias y unas botas altas, me sentía hermosa, lista para llevarte a mi cama.

Me miraste de nuevo, esta vez me incliné un poco para que vieras mi escote, el pequeño sofá donde estaba sentada fue perfecto para que con un movimiento felino cruzara la pierna y poder dejarte ver un poco más de la cuenta, esta vez no volteaste la mirada, tus ojos se instalaron en mis piernas, en mi liguero, en mis nalgas. Sentí de inmediato humedad en mi tanga, necesitaba hablarte, necesitaba hacerte mío.

Me levanté, me acerqué a ti, te sonreí y pregunté tu nombre. Tartamudeando pronunciaste David. Te pedí que te sentaras conmigo, obedeciste de inmediato, mientras estabas frente a mi hice lo imposible para que vieras mi cuerpo, ese cuerpo que estaba listo y totalmente dispuesto a entregarse a ti. Después de una hora estabas tan caliente como yo, con vergüenza en tu cara me pediste acompañarte a tu casa.

Abordamos el metro, en el, sentía la mirada lasciva de varios hombres, pero no me importaba, yo solo quería complacer a uno... a ti. El vagón se llenó lo que me obligó a pegar mi cuerpo con el tuyo, tu dulce olor, tu calor, tu verga dura tan cerca de mí me excitaron tanto que no pude evitar besarte, toda la gente nos miraba, tus besos apasionados, tus manos en mis nalgas, mis pechos turgentes apretados contra ti, todo hacía que aumentara mi deseo.

Al fin llegamos a tu pequeño departamento, me senté en la cama, miraste mi escote y me pediste liberar mis enormes pechos, de inmediato pusiste tus labios en mis pezones, tus manos los apretaban mágicamente, solo podía gemir. Después desabrochaste tu pantalón, una verga grande y dura estaba en mi cara, tan deliciosa como la imaginé. La puse en mi boca, lamida tras lamida mi excitación crecía. Tu bestial verga lastimaba mi garganta, hacía que mis ojos derramaran lágrimas.

No pude contenerme más y te rogué que me cogieras, me quité la tanga, ahora solo vestía mis medias, mi liguero y mis botas de tacón de aguja. Me puse de perrito, me embestiste con tanta fuerza que grité como nunca antes, tu verga partía en dos mi vagina, llegaba hasta el fondo, jalaste mi pelo y un orgasmo demencial llegó a mí, sentí como mi fluido empapaba tu verga, era tiempo de retribuir semejante hazaña.

Me incorporé, ahora estaba de rodillas frente a ti, contemplando ese pene enorme, mojado, sin pensarlo lo metí a mi boca, sentí como palpitaba, reconocí el sabor de mis fluidos, reconocí el sabor de mi orgasmo. Estabas tan húmedo tan delicioso, vi tus testículos, no pude evitar pasear mi lengua en ellos, primero unos pocos lengüetazos, luego los succione un poco, sabía que estabas a punto de estallar.

Metí tu verga nuevamente a mi boca, tus manos en mi cabeza conducían los movimientos de mis labios a tu antojo, con una mano palpé tus huevos mientras mi boca insistía en tenerte todo dentro de ella, mis ojos volvieron a sentir lágrimas, mi lengua jugaba con tu verga mientras esta salía y entraba velozmente, apreté mi labios y sentí cómo estallabas en mí, tu semen abundante, espeso y caliente estaba en mi lengua, lo saboree pero no dejé chupártela, estaba tan caliente, tan excitada que me negué a dejar esa verga.

Bastaron unos segundos después de que te viniste para que otra vez tu potente verga estuviera erecta de nuevo, mis labios seguían chupándola y yo, estaba asombrada. No me detuve, aproveche tan exquisito regalo y continué chupándotela, continué acariciándote las bolas, jalaste mi pelo una vez más, después hundiste mi boca en tu verga, en un movimiento mordaz te viniste de nuevo, esta vez en mi cara, sentí tu deliciosa leche escurrirse por mis labios, por mi cuello, por mis tetas, impulsivamente mis dedos buscaron tu semen y sin pensarlo lo lamí prácticamente todo...

Años después sigues siendo mi mejor amante, años después sé que sigues deseando cogerme, sigues soñando con aquel día en que te viniste en mi boca, sigues añorando que mi cuerpo sea tuyo de nuevo.

(9,83)