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Gracias por la sorpresa, Amo (1 de 3)

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Eran casi las once de la noche y aún seguía en la oficina preparando la reunión más importante del año. Estaban en juego miles y miles de euros y todo iba a depender de cómo transcurriese aquella reunión al día siguiente. Nuestro cliente era una conocida firma navarra, muy interesada en franquiciar el negocio.

Cuando por fin llegué a casa, lo primero que hice fue liberar mis pies quitándome los zapatos. Luego me dispuse a escuchar los mensajes que habían dejado en el contestador. Fui a la nevera y abrí un botellín de agua, de pronto escuché que del contestador provenía la voz de mi amo, me quedé paralizada y presté atención.

"Hola... perrita... Estoy hospedado en el Golden Gate... sí... en tu ciudad... He venido por un viaje de negocios y quería darte una sorpresa. Sea la hora que sea ponte en contacto conmigo, habitación 777. Un beso."

Las piernas me temblaban y el corazón se me iba a salir del pecho. Tan sólo escuchar su voz provocaba en mi un estado de excitación y tensión increíbles. Miré el reloj y eran más de las doce, a las nueve en punto tendríamos la recepción, pero... no podía desobedecerle. Llamé al hotel y pedí que me pasasen con la habitación 777.

- Buenas noches... perrita...

- Buenas noches... amo...

- Tienes treinta minutos para presentarte ante tu amo, deberás traer las bolas chinas en el coñito... ¿entendido?

- Sí... amo...

¿Por qué me sometía a él de aquella manera?. El futuro de mi empresa estaba en juego y yo actuaba como... una perra en celo.

Ya estaba debajo de la ducha mientras pensaba todas aquellas cosas, por mi mente pasaban continuamente imágenes de nuestras anteriores sesiones y me estaba poniendo a mil.

Cuando salí de la ducha introduje las bolas chinas en mi coñito, poco a poco... estaba tan caliente que entraron fácilmente. No podía llevar ropa interior, así que no tuve qué pensar en qué ponerme. Mi amo debía tener fácil acceso a mi cuerpo, así que me puse un vestido negro por encima de la rodilla acompañado de unos zapatos negros con un tacón altísimo. Perfumé mi piel y me puse un poco de rimmel. Dejé mi cabello húmedo caer por encima de mis hombros, cogí mi bolso y me dirigí al hotel, que por suerte estaba cerca.

El sonido de los tacones retumbaban por las calles vacías de la ciudad, al igual que las bolas retumbaban en el interior de mi concha. Podía sentir el frescor de la noche acariciando mi húmeda entrepierna y mis mejillas ardían a causa de los nervios.

Al llegar al hotel quise comprobar mi aspecto en un espejo, noté cómo varios hombres que se encontraban charlando amenamente en los sofás desviaron con descaro sus miradas para observarme.

La puerta de la habitación 777 estaba entreabierta, entré lentamente y cerré con cuidado. La iluminación tan sólo consistía en unas cuantas velas colocadas estratégicamente por toda la habitación, era el sello personal de mi amo... Ya podía sentir el aroma de su perfume en el aire... Llamó mi atención una enorme pecera con peces tropicales de todos los colores, me agaché para observarlos y sentí que mis nervios se iban apaciguando. De pronto, sentí las manos de mi amo, en las caderas...

- No te muevas... perrita...

- No... amo...

Me mantuve inmóvil, con las piernas flexionadas y el culo hacia fuera. Entonces mi amo introdujo sus manos por debajo de mi vestido y comprobó que no llevaba ropa interior. Luego me bajó la cremallera e hizo que el vestido resbalase por mi cuerpo hasta caer al suelo. Quedé desnuda ante él, a su disposición, con tan sólo los zapatos de tacón. Llevó sus dedos hacia mi raja para comprobar que llevaba las bolas chinas, y sus dedos quedaron impregnados con mis flujos.

- Veo que te alegras de verme...

- Sí... amo...

Comenzó a tirar lentamente del cordón de las bolas chinas hasta que salieron todas, la suavidad con la que me estaba tratando me excitaba muchísimo. De pronto, intentó meterlas en mi agujerito de atrás. Al encontrar resistencia me propinó un pequeño azote en el culo, lo que me puso aún más cachonda. Intentó de nuevo meter la primera bola pero estaba demasiado seco y cerrado, por lo que me propinó otro azote, esta vez más fuerte. Entonces, acercó su dedo pulgar a mi boca y yo lo lamí lascivamente. Metió su dedo en mi culo y se me escapó un susurro de placer. Lo sacó y volvió a meterlo hasta que consideró que mi agujerito estaba lo suficientemente dilatado. Procedió nuevamente a introducirme las bolas, que a pesar de tener que presionarlas bastante fueron entrando todas. Cada vez que mi amo encontraba algo de resistencia me propinaba un azote y me decía:

- No seas mala... perrita... abre bien el agujerito para tu amo...

Cada cachete hacía que mi coño se humedeciese, mis pezones estaban totalmente tiesos y deseaba que mi amo me hiciese suya por completo.

- Muy bien... perrita... ahora siéntate en el borde de la cama.

Me giré y ví que estaba desnudo y totalmente empalmado. Verle así me ponía a mil, quería que me desease sin límite. Me senté en la cama y él se colocó entre mis piernas, haciendo que las abriese al máximo. Cogió su verga con una mano y con la otra me agarró de la nuca. Entonces paseó su glande por toda mi cara, yo le miraba a los ojos, llena de deseo.

- Saca la lengua, perrita... ¿tienes sed?

- Sí amo...

Saqué la lengua y él paseo su verga por ella. Llevó mi cabeza hacia sus testículos y yo los succioné y besé como a él le gustaba. Volvió a pasear la punta por mi rostro y al llegar a los labios me la metió poco a poco. Su cara le delataba, le encantaba sentir el calor de mi boca y mi lengua moviéndose alrededor de su enorme verga. Comencé a acelerar el ritmo y a chupársela como una loca, él me apretaba firmemente de la nuca separándome de su verga de vez en cuando para verme la cara. Deseaba con ansias que su verga me llenase de leche, llevé mis manos a sus nalgas y las masajeé vigorosamente. Él me propinó un suave cachete en la cara para que no se me olvidase quién mandaba, pero yo sabía que estaba disfrutando muchísimo de la situación. Cuando sentí que su verga se convulsionaba me separé para retrasar el gran momento. Él, frustrado, me dió una suave bofetada en la mejilla, yo le sonreí y volví a chupar su verga con pasión. Volví a sentir que la leche bombeaba en su interior y entonces introduje mi dedo pulgar en su ano. Él se corrió gimiendo como un loco, y yo trataba de tragar hasta la última gota.

Cuando terminó me miró totalmente serio. Yo sabía que la experiencia le había encantado, pero también sabía que había actuado sin su consentimiento.

- Sabes que te has portado mal, ¿no?

- Sí amo, pero...

- Ponte a cuatro patas, ¡ahora!.

Obedecí inmediatamente y me coloqué a cuatro patas sobre la cama. Sujetó el cordón de las bolas que estaban dentro de mi culo y de un tirón me las sacó todas. Me asusté y solté un gemido.

- No quiero oír ni una palabra, vas a aprender a respetarme.

Abrió un cajón y sacó una pala de ping-pon. Cuando me propinó el primer azote, la impresión y el sonido consiguieron que mi coño se humedeciese. Pero con los siguientes comencé a sentir el ardor y el escozor en mis nalgas. Se que no estaba siendo todo lo duro que podría llegar a ser porque sabía que había hecho aquello por agradarle.

Cuando vio mi culo lo suficientemente rojo se agachó para lamerlo, aquella sensación me estaba poniendo a mil. De pronto sentí su lengua paseándose por mi agujerito, la metió y sacó una y otra vez mientras sentía que mis flujos iban resbalando por mis piernas. Cuando cambió su lengua por su enorme verga gemí de excitación.

- Aaaaaaaaaaaahhhhhh

- Te gusta eh... perrita...

- Sí... amo... aaaaaaaaaahhh

Comenzó a bombear mi culo mientras acariciaba mi raja con una mano. No iba a aguantar mucho sin correrme y él lo sabía. Aceleró sus embestidas y me ordenó que no dejase de gemir.

- Aaaaaaaaahhhhh.... aaaaaahhhhhh.... Amo... por favor... ¿puedo correrme?

- Aaaaahhh... sí... ahora.... aaaaaaaaahhhhhh

Sentir su leche inundando mi culo hizo que me corriese inmediatamente. Al terminar me agarró de la cintura obligándome a ponerme en pie y me giró para verme la cara. Los dos respirábamos entrecortadamente, nos estuvimos mirando fijamente varios segundos y luego me besó.

- Mañana será mi última noche aquí, tendrás noticias mías.

- Sí... amo...

Recogió mi vestido del suelo y me ayudó a ponérmelo. Me despidió en la puerta dándome un beso en la frente. Me dirigí a casa sonriente, pero de pronto miré al reloj y me percaté de que sólo quedaban cinco horas para la reunión...

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