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El debate

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‘Ay... ah... más... dame... más...’, exhalaba entre suspiros y gemidos la candidata a presidenta tumbada sobre el sofá de cuero negro del camerino abierta de piernas, sus muslos blancos tremolando, desnuda, sus grandes tetas provistas de morenas areolas cuyos picudos pezones señalaban al techo, trazando círculos, elipses, con cada empuje del candidato a presidente cuyo pantalón llevaba bajado hasta las rodillas dejando ver unas nalgas bien contorneadas y musculosas: ‘Toma... oh... oh... más... toma...’

Pero, ¿cómo llegaron hasta este tan ardoroso episodio? Ahora lo veremos...

El debate de la campaña electoral en el estudio de televisión estaba siendo muy disputado:

"María del Carmen", decía el candidato, "debemos reducir impuestos para poder crear empleo, el empresario debe ver su negocio como un camino de rosas, si él gana dinero todos ganarán..."; "Un momento, José Luis", así se llamaba el candidato, "el empresario, como todos, debe ajustarse el cinturón, el empleado arriesga su vida, su familia mientras que el empresario sólo su dinero, el empleado no busca una limosna sino un sueldo digno y derechos..."; "No, María del Carmen..."; "Un instante", interrumpió la moderadora, "vamos a publicidad y volvemos en diez minutos."

Corte de emisión.

"¿Os apetece tomar algo?", preguntó la moderadora, "yo tengo una sed..., estos focos dan un calor..."; "Bueno", dijo la candidata desabrochándose los dos primeros botones de la blusa, dejando su canalillo expuesto; "Me hace", dijo el candidato despojándose de la chaqueta, mostrando sus fornidos bíceps apretados bajo la tela de la camisa, pujantes. El candidato echó una mirada a la candidata con detenimiento, ella le devolvió la suya con interés. Fueron al camerino de la moderadora.

Todo comodidades, la moderadora se acercó a un pequeño frigorífico y sacó hielo; después abrió un cajón de un coqueto mueble y sacó whisky. "¿Queréis?", preguntó; "S-sí, s-sí", dijeron los otros dos a la par. La moderadora echó mano a una torre de vasitos de plástico y alargó un par de ellos a sus invitados. "Servíos", indicó. "yo, entretanto, me daré una ducha rápida, apesto". Sí, el camerino constaba también con un plato de ducha oculto tras una mampara. La moderadora se quitó toda la ropa ante la mirada de asombro de los dos y se encerró bajo el chorro de agua; los candidatos se observaron.

La visión de aquella mujer desnuda, de pechos redondos, grávidos, cadera estrecha, cintura ancha y culo prieto, la visión de su coño obscenamente peludo, turbó los pensamientos de María del Carmen y José Luis.

Empezó él, que, tras dar un gran trago de whisky, besuqueó el cuello de ella; ella no le fue a la zaga, y, mientras con una mano tomaba el cuello de la botella de whisky y se la llevaba a la boca para sorber el líquido, con la otra acariciaba la polla de él pasando la palma de su mano sobre la bragueta del pantalón. "¡Seis minutos!", fue el grito de la moderadora salpicado de espuma.

Seis minutos.

"Fóllame, José Luis, lo necesito"; "Seré tuyo, María del Carmen"; y vieron en el sofá su alivio, y previeron su catarsis.

Más tarde, el debate continuó:

"Ah, sí, sí, María del Carmen, nuestro partido propone ayudas sociales, claro..."; "¿Ah, sí, José Luis?, debo leer vuestro programa..."

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