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La Tía Penélope (2 de 3)

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Ya en otras dos ocasiones he contado acerca de una experiencia mórbida con el profe de mate en "El punto de pase" y también les conté acerca de la primera vez que me masturbé en "Mi primer toqueteo". Hace poco comencé a relatar la introducción de lo que ocurrió cuando conocí a "La Tía Penélope", la pariente de mi amiga Rebeca, que tiene unas obsesiones bastante truculentas.

La introducción concluía así:

"Entonces escuchamos ruidos en la sala. Rebeca guardó todo rápidamente, pero vi que guardó algo en la cintura de la falda. Estábamos a punto de salir de la habitación cuando vimos a su tía a punto de entrar. Nos hubiera visto de no ser porque el joven que la acompañaba la tomó de los hombros y la besó. Mi amiga me jaló y nos escondimos dentro del segundo armario tras unos abrigos grandes que tenía colgados.

Beca quedó recargada a la pared y yo recargada a ella.

La voz de la tía ordenaba al joven que se desvistiera. Desde donde estábamos nosotras podíamos ver buena parte de lo que ocurría a través de las rejillas.

El muchacho obedeció y ella le ofreció unas tangas de cuero, un collar con picos y una máscara con cierres en la boca y los ojos. Al chico sólo lo veía de espaldas, pero pude ver su miembro en el reflejo de los espejos; de igual manera observé que ella se metía al baño con algunas prendas, sólo para salir unos minutos después vestida con aquel atuendo raro: Botas de tacón que le llegaban a la rodilla, uno de los trajecitos que a duras penas le cubrían su sexo y los pezones; le hacían juego unos guantes hasta los codos y un antifaz… Todo de color blanco. Portaba además, a la cadera, un cinto con cadenas, esposas, vibradores; y en la mano una fusta…

-Ahora verás cómo te va por no ser niño bueno…- le dijo al muchacho que permanecía de pie con la indumentaria que la tía le había proporcionado…"

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Con voz firme, pero seductora; la tía le ordenó ponerse en cuatro patas al muchacho, que al instante, obedeció. Ella se sentó al borde de la cama, cruzó las piernas y le ordeno le lamiera los tacones. Por traer los cierres de los ojos cerrados, el chico se guió por el sonido de la voz, lo que provocó que no encontrara la punta de las botas. Penélope reaccionó con violencia y le propinó una patada con el tacón de aguja en el hombro… Un leve quejido se escuchó a través de la máscara. Repitió la orden, ahora con más firmeza. Él encontró pronto las botas y comenzó a lamer la punta y luego continuó a lo largo de la suela hasta llegar al finísimo tacón que se introdujo en la boca y chupaba como si la vida le fuera en ello. La tía, mientras, producía gemidos muy leves. En verdad se estaba excitando, pues pude ver como apretaba, con cada lamida, los muslos de sus piernas.

Él levantó su brazo derecho en un intento por acariciar la pierna de ella; como respuesta recibió un golpe en la espalda con la fusta, que lo dejó marcado.

-¡No vuelvas a tocarme si no te lo pido!

El muchacho, gimiendo, regresó a su posición original. Iba a chupar de nuevo el tacón, pero ella movió el pie y lo colocó sobre el dorso de su mano, enterrándolo poco a poco. Un nuevo gemido por parte de él. Ella se puso de pie y le ordenó no moverse de ahí. Comenzó a encender algunas velas y regresó a donde estaba él. Lo observó detenidamente y le dijo que tenía unas nalgas muy bonitas y a continuación lo nalgueó varias veces con la fusta. A cada golpe, ella sonreía y apretaba las piernas. Después, puso una de sus afiladas botas sobre la espalda de éste. Tomó la cadena que colgaba de su cinto y se la abrochó al muchacho en el collar, luego se sentó sobre la orilla de la cama y abrió sus piernas… Comenzó a tirar de la cadena y el chico gateaba en dirección a ella.

-Te has ganado un premio.

Una vez hubo llegado a donde ella, le ordenó que lamiera por encima de la tanga que tenía un cierre. Así lo hizo. Lamía la albina prenda de piel, el cierre; también la parte de los muslos de Penélope que gozaba con la lengua de su esclavo, no me fijé cuando ella agarró una de las velas; y mientras el chico gozaba lamiendo la exquisita piel, ella derramó la cera caliente sobre su lomo enrojecido por los golpes anteriores; provocando que se estremeciera y gritara de dolor.

Como castigo por quitarse y gritar, la tía lo pateó brutalmente en el pecho, dejándole como recuerdo la marca del afiladísimo tacón.

-Cada vez que te resistas, recibirás un castigo más fuerte – le dijo, escupiéndole.

Jaló de nueva cuenta la cadena, atrayéndolo hacia sí. Cuando lo tuvo de frente, lo tomó del mentón y comenzó a besarlo, de pronto, se escuchó un fuerte aullido; cuando ella retiró su boca, tenía sangre en los labios, el muchacho gemía y ella se chupaba el líquido rojo. Aun así, él no se había retirado, pero pude notar cómo un hilillo de baba rojiza escurría por su cuello.

-Buen niño – dijo sonriendo – Vamos a ver cómo te portas con las esposas…

Abrió los cierres que ocultaban los ojos. Estaba llorando, pero se podía apreciar que también le estaba gustando todo lo que ella le hacía.

Le ordenó subir a la cama e hincarse con las manos atrás. Una vez hubo obedecido, lo esposó y le ordenó recostar la cabeza, de tal manera que quedó con las nalgas empinadas.

Ella también subió a la cama, de espaldas a él.

-Bonito trasero… - decía mientras lo sobaba y acariciaba – Me gustas mucho…

Se inclinó y comenzó a lamerle las nalgas lujuriosamente, como si fuera un helado. Se levantó y con la fusta asestó dos nalgadas; luego volvió a lamerlo, sólo para nalguearlo otra vez y así continuó varias veces. Le retiró la tanga, dejando ver el ano. Inclinándose, Penélope introdujo su lengua en el culito del chico, toda vez que su pene se erectaba. La tía tomó un tubo pequeño que exprimió brotando un gel de color morado. Se lo untó al tiempo que introducía primero uno y luego dos y finalmente, tres dedos… Se escuchaban los suspiros de placer de ambos…

Entonces, la mujer agarró un vibrador de buen tamaño y se lo introdujo rápidamente… Inmediatamente él levantó la cabeza, pero no se quitó y tan sólo emitió un ¡AAAUUUGGGHH! Por queja. Ella activó el juguete y comenzó moverlo; mientras lo hacía, ella suspiraba; frotándose los pechos y su vulva. Así duraron unos 5 minutos y cuando pensé que ella estaría por venirse, le sacó el vibrador tan rápido como lo metió.

Se colocó un arnés con un consolador y comenzó a penetrarlo salvajemente. El muchacho emitía gritos de placer que aumentaban con cada penetración; de igual manera, ella gozaba muchísimo, pues estaba sudando y gimiendo…

Después, le sacó la verga plástica, le quitó las esposas y lo tumbó boca arriba dejando ver una poderosa erección.

-Te has ganado un buen premio… Ven, muérdeme los pezones.

Así lo hizo. Sin tocarla y con los dientes, le quitó parte del sostén de piel dejando dos hermosísimos senos desnudos que comenzó por oler y después, buscando los pezones, mordiéndolos…

Ella gritaba de dolor y de placer, pues del pezón izquierdo brotó un poco de sangre, pero sin eso importarle, le pedía que lo hiciera más fuerte…

Le pidió que con la boca le bajara el cierre de su tanga y la follara con la lengua. Él, obediente, bajó hasta la tanga, mordiéndole el vientre y el ombligo… Ella se abrió de piernas para dejarlo hacer y tras un rato le ordenó que se detuviera. Lo volvió a tumbar boca arriba y lo esposó; sólo que ahora de pies y manos a la cama.

Tras hacerlo, se quitó los guantes, dejando ver unas afiladísimas uñas… Comenzó a chuparle el miembro, de manera golosa, mordiéndolo a ratos. Lo montó y al parecer le lastimó el pene al introducírselo, quizás debido al cierre de la tanga porque emitió un gruñido. A través de los espejos se veía la cara de placer de esta hermosa mujer. En un momento determinado, pareció que él eyacularía…

-Ni se te ocurra – le gritó y a continuación le clavó las uñas en el pecho, bajándolas hasta el ombligo.

Él aulló tan fuerte que más parecía un perro lastimado por una gata en una pelea callejera, que alguien que está teniendo sexo. Pero ella se iba y se venía, cada vez que se daba cuenta de que su pareja podría hacer lo mismo, con crueldad repetía los rasguños.

Luego de jadear intensamente, ella se recostó sobre el pecho sanguinolento del amante, lo besó sobre la máscara y le dijo: "Ahora sí, vas tú…" Y comenzó a mover el culo muy despacio, muy lento… Entonces él comenzó a eyacular y ella se salió tomó la vela y le vació el contenido en el ombligo mientras era salpicada por el semen que salía a chorros.

Ahora el grito era de dolor. Pero mientras el trataba de incorporarse, ella seguía teniendo un orgasmo…

Se levantó de la cama y sus muslos estaban chorreados de sus líquidos. La condenada mujer había gozado haciéndolo sufrir, mientras que el pobre tipo se quedó con cara de "qué pasa".

Riéndose, le desabrochó la esposa de la mano derecha y le arrojó las llaves.

-Vístete y lárgate – le ordenó.

-¡Eres una puta! ¡Una hija de la chingada! – gritó él, mientras se trataba de desposar. Ella se volteó con fusta en mano, y le propino dos golpes cruzados sobre la máscara que aun tenía puesta.

-¿El macho está lastimado, porque la hembra disfrutó y él no? – dijo sarcásticamente Penélope.

-Pero… pero… Jugué a tu modo, bajos tus reglas…

-Lárgate – repitió ella metiéndose al baño.

Terminó de liberarse. Se quitó la máscara y comenzó a vestirse. Su rostro estaba muy maltratado por los golpes. Lloraba. No sé si por orgullo o por dolor. Tal vez por ambas cosas. Salió del cuarto y oímos cómo azotaba la puerta.

Rebeca y yo quisimos aprovechar el momento para salir del clóset y discretamente abandonar la casa, pero antes de que abriéramos la puerta del armario, la tía Penélope salió del baño cubierta por una bata de seda negra. Apagó la vela encendida, y dirigiéndose al ropero dijo:

-Ya pueden salir niñas, ya se fue…

Mi amiga y yo nos quedamos heladas.

Continuará…

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