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Mi hija la artista

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Mi nombre es Franco, soy el feliz esposo de Marisa y el padre de nuestra bella y única hija, Lucrecia. Vivimos los tres juntos en una casa alejada de la ciudad. Lucrecia con 19 años había terminado la escuela y empezado a estudiar en el instituto de bellas artes de una ciudad cercana. Siempre le gusto dibujar, era su pasión, ya de pequeña dibujaba todo el día. Como nuestra única hija le damos todos los gustos, algo que no pudieron hacer mis padres cuando era chico, tuve una vida muy dura.

Los quiero poner en situación y describir de dónde vengo y como soy. Ya tengo 45 años y me siento un viejo, pero estoy feliz con mi esposa, ella es hermosa. Nací en el campo y fue una vida de duro trabajo, mis padres fallecieron cuando tenía doce años, quede al cuidado de mi abuela y después yo al cuidado de ella, no necesitábamos mucho, pero tampoco había forma de ganar mucho, todos se iban a la ciudad. Mi abuela falleció cuando yo tenía veinte años, quedé solo y una sequía espantosa e interminable me hizo migrar a la ciudad, vendí lo poco que tenía y fui a tratar de buscar trabajo.

No tenía dinero ni para alquilar por suerte pude ir a la casa de mi amigo Miguel que llevaba viviendo muchos años en la ciudad. Fuimos amigos de chicos, hasta la adolescencia cuando se fue a buscar un futuro a la ciudad. Miguel siempre quiso ser director de cine, esa era su obsesión, pero la vida lo llevo a trabajar de productor de películas para adultos, cosa que le dio un buen pasar económico.

Yo estaba desesperado por buscar un trabajo, a Miguel no le molestaba que me quedase en su casa, tenía lugar y vivía solo, pero yo trataba de independizarme lo más rápido posible. Después de dos meses que no podía conseguir trabajo, Miguel me propone un trabajo, sólo quería ayudarme, pero también decía que me necesitaba.

Él decía que me necesitaba porque me conocía de adolescente, me conocía de cuando competíamos entre nuestros amigos. Por ahí es algo gracioso los que les cuento, pero es real. Éramos unos diez amigos que competíamos en todo, peleábamos, jugábamos al fútbol y cualquier juego que se les ocurra, pero teníamos uno especial en lo que yo siempre ganaba. Cada vez que conseguíamos una revista pornográfica, llegaban pocas al campo, la veíamos entre todos, elegíamos la mejor foto y la usábamos de blanco, sí, como una silueta de blanco de tiro. El juego consistía en ir pasando de a uno y masturbarse delante de la foto, él que lograba la mejor distancia ganaba. Yo tenía un record imbatible, no sé porque pero siempre produje mucho semen y lo expulso en largos chorros, cosa que era hasta gracioso y una causa de cargadas entre mis amigos.

Después de conocer ese defecto, mis amigos, cuando yo empezaba a masturbarme, se ponían alrededor y contaban en voz alta la cantidad de chorros que tiraba, llegué a un record de doce. También les llamaba la atención mi tamaño, sucede con todos, hay hombres muy altos y otros muy bajos, mujeres con tetas muy pequeñas y otras con tetas grande, culos chiquitos y culos grande, bueno en mi caso era es el pene que tengo grande, no es ni mejor ni peor a otros, sólo es más grande. Tampoco es exageradamente grande pero tengo unos no despreciables 25 cm, cuando esta erecto es muy venoso y la cabeza llega a unos 5 cm de diámetro, eso es lo que más incomodaba a las mujeres, el diámetro, un verdadero problema con las relaciones anales.

Toda esta historia aburrida del tamaño de mi pene y mis eyaculaciones no es más que otra cosa que justificar la razón por la que Miguel se haya interesado en mí para un trabajo, suena raro que tenga interés en mí por el tamaño de mi pene, pero él lo veía como un negocio. Tampoco el tamaño lo sorprendía, estaba acostumbrado a ver pijas especialmente grandes en su trabajo, para las películas porno tienen que elegir las más grandes, la más grande es la mejor. En este caso estaba buscando otra cosa, las abundantes eyaculaciones, estaba por hacer una película de bukkake, aunque las eyaculaciones se pueden simular como en muchas películas, él vio en mi la oportunidad de hacerla lo más real posible.

Me propuso hacer una película que consistía en diez escenas donde tendría que acabar en la cara de diez chicas. Aunque la propuesta puede ser la fantasía de todo hombre, me negaba, no quería quedar grabado en una película y no poder conseguir trabajo o tener un futuro en otra cosa que no sea el porno. Pero él insistió, me explicó que no se me vería la cara y que estaba de acuerdo con el director en darme una paga muy superior a los actores habituales, el director estaba muy ilusionado por lo que Miguel le había contado.

Yo me prometí a que sería mi única película, después podría hacer mi vida y emprender algún negocio con el dinero de la película. Miguel me llevo a ver otra película que estaban grabando para ver cómo era un set de grabación y aclimatarme. No era lo que se ve en cámara, varios hombres pajeándose antes de entrar en escena, tomando pastillas o droga y mujeres limpiándose los agujeros delante de todos o con ayuda de otra chica. Las mujeres cogiendo son todas hermosas, en todas las posiciones, pero esas mismas mujeres pasan a ser comunes fuera de escena, es increíble cómo se ven sus cuerpos de mujeres comunes cuando están sentadas esperando otra escena, las cicatrices de los implantes mamarios, la celulitis en las más delgadas o la panza en las rellenitas. Era la visión de una fábrica de sexo.

Llego el día de unos cuatro días en total de grabación, Miguel prometió mucho semen y para eso me deja hacer solo dos escenas por día. Mi único y noble trabajo era el de acabar en la cara de unas diez hermosas jovencitas, ellas me la chuparían por un rato y después acabaría.

La idea de Miguel con el director fue conseguir a chicas sin experiencia en el porno, que se sorprendan por mi tamaño y que se muestren reales en cámara. El objetivo lo cumplieron.

Todo fue muy excitante para mí, ellas empezaban primero sorprendidas al tener mi pija tan grande cerca de sus caras, muchas no podías dejar de reír cuando se las acercaba, tal vez nervios, a todas les costó meterla en sus bocas, pero todas después de unos minutos no paraban de chuparla, sonrojadas y transpiraban sólo se la sacaban de la boca para poder respira. Cuando llegaba el momento en que no aguantaba más, la sacaba y empezaba a eyacular sobre sus caras, el semen golpeaba en sus mejillas, su pelo, su boca, muchas lo tragaban con ganas, otras jugaban con el líquido espeso y blancuzco en su boca y después lo escupían, todas lo disfrutaron.

Aunque Miguel insistió, yo cumplí con lo prometido, fue mi única película. Gracias a ella Miguel me dio una buena paga y más de lo que me había prometido, la película fue un éxito en forma inmediata, pero Miguel respetó mi decisión.

Con ese dinero compre una camioneta vieja, me sirvió para dedicarme al mantenimiento en casas, fue en mi primer trabajo donde conocí a Marisa, resulta que Miguel me recomendó para hacer unos trabajos en casa de los padres de Marisa, él conocía a su padre, un industrial de gran fortuna al que Miguel recurría cuando necesitaba financiar una película. Ella era la más pequeña de su familia, tiene un hermano y una hermana más grandes, le llevan casi cinco años de diferencia, en ese entonces ella con 19 años recién cumplidos era la más rebelde y que más peleaba con su padre.

Recuerdo como si fuera hoy cuando la vi por primera vez, me encontraba hablando con el padre en su oficina mientras me estaba explicando unos trabajos que me estaba encargando cuando Marisa entra por la puerta y sin importar mi presencia increpa al padre enojada no sé por qué cosa. Estaba impactado por su belleza, unos impresionantes ojos verdes clavaron su mirada en su padre y fueron girando lentamente hacia mí. Cuando nos miramos fue una conexión instantánea, una electricidad fluyó a mi pene para ordenarle que se pare. Trataba de pensar en otra cosa para no pasar vergüenza, pero no podía. Tuve que apartar la vista de sus ojos y agachar la cabeza, pero fue peor, llevaba puesta una minifalda a cuadros, tipo escocesa, parte del uniforme de un colegio privado, veo sus piernas blancas terminar en unas medias azules enrolladas junto a sus pies y esa imagen me la ponía más dura, no me queda otra cosa que mirar a su padre.

Ella ya se había dado cuenta de su influencia mágica en mí y comenzó a dibujar una sonrisa. Entonces le imploró ayuda a su padre, enojada, le pedía que la ayude con unas cajas que tenía que sacar de unos estantes, el padre me mira y me pregunta si la puedo ayudar yo, claro, le digo que sí, y después que vuelva con él para que me siga explicando sobre el trabajo.

La acompaño caminando unos pasos detrás, vamos en silencio por un pasillo con una biblioteca a lo largo de este hasta llegar a un cuarto oscuro con una estantería, allí prende la luz y me señala dos cajas sobre el último estante de esta. Me dice que son pesadas y que si se las puedo bajar. No lo dudo un segundo, me subo a un banco y se las alcanzo. Me doy cuenta que por la posición me miraba el bulto de la entrepierna, llevaba puesto un pantalón jean, ni siquiera ajustado, pero ella miraba supongo que por un reflejo normal. Ya con las cajas en el suelo me dice que quiere revisar algo, se pone de rodillas y empieza a revolver adentro de las cajas. Gracias a la minifalda que llevaba le queda el culo al aire y apuntándome, supongo que lo hace a propósito, no puedo quitar la vista del culo, casi dejaba ver todo el ano, sólo lo cubría una tirita muy fina de tela. Fue algo instantáneo, no lo pude contener y esa imagen me hizo acabar en forma instantánea, no lo podía evitar eyaculaba como una fuente, tres o cuatro chorros. Trate de mirar a otro lado pero no pude, sentía el líquido espeso y caliente mojando mi pantalón, me dio mucha vergüenza.

Ella se para, gira y me mira a los ojos, yo estaba colorado de la vergüenza, ella se sonríe y baja su mirada y ve el jean mojado, mi reacción, fue pedir perdón. Ella sonríe y me apoya un dedo en los labios para callarme, me dice que no es mi culpa, que fue por su culpa y que su papá no podría verme así. Se arrodilla y me dice que no me preocupe que ella me limpia.

Yo no podía creer lo que estaba pasando, así arrodilla pasa su mano sobre la parte húmeda del jean y lo saborea, luego me lo empieza a desabotonar. Cuando desprende el último botón, mi pene escapa con fuerza y queda apuntando su cara. Sólo le escucho decir algo en voz baja, “que grande”. Lo mira y lo toma con una mano y empieza a chupar todo el semen derramado. Chupa y chupa, la lengua recorría todo, el pene, las piernas, hasta la tela del pantalón. Se lleva el pene a la boca y lo empieza a succionar, yo estaba por acabar de nuevo. De repente se escucha a su padre gritar su nombre por el pasillo dos veces. Ella para de golpe, se levanta y me da un beso en la boca. Sale corriendo a ver a su padre. Yo me acomodo la ropa y algunos segundos después llevo las cajas a donde está el padre, ella ya no estaba, le dejo las cajas en el piso y el padre me mira con una sonrisa, ve la entrepierna de mi pantalón, todavía húmeda y sonríe, no dice nada, pero él sabía que su hija era una puta.

Así conocí a Marisa, yo empecé a trabajar con su padre y después de un tiempo nos casamos, fruto de esa unión nació Lucrecia, le pusimos el nombre de la madre de mi suegro. Un día si quieren les cuento mi vida con Marisa, ella vive fascinada con mi pene, pero no los quiero distraer de lo que pasó con mi hija Lucrecia.

Les empecé contando de la pasión de Lucrecia, el dibujo, la pintura, las artes en general, un sutil amor por el arte. Ella es perfeccionista, busca la perfección en lo que hace, el instituto al que asiste es muy exigente, la teoría del arte ocupa casi todas las clases y al igual que los distintas técnicas. A ella no le molestaba la teoría, pero se quejaba de las escasas clases prácticas. Nosotros éramos sus modelos vivos, nos dibujaba todo el tiempo, especialmente a su madre. Un día llego a casa del trabajo y estaba mi mujer acostada desnuda en el sofá del living, me acerco y le meto un dedo en el culo, no me había dado cuenta que estaba Lucrecia a unos metros dibujándola, las dos empezaron a reír, no podían parar, a mi primero me dio mucha vergüenza pero también me excito como hacía tiempo que no me pasaba.

Marisa es medio exhibicionista, siempre le gustó mostrar el cuerpo, no tiene ningún problema, bueno, yo la conocí así, no me sorprende que quiera modelar para mi hija. Lucrecia aprovechaba de su prestancia, la acomodaba en diferentes posiciones y la dibujaba, yo las miraba a unos metros. Me sorprendió ver a mi hija ponerla en una posición casi pornográfica, le hizo abrir las piernas y le acomodó un dedo sosteniendo los labios de su vulva, me di cuenta lo excitada que estaba Marisa, la vulva está roja y brillosa, muy lubricada.

A la noche la penetre con fuerza y Marisa pedía más, los dos estábamos prendidos fuego, hacía tiempo que no estábamos así, quedamos agotados. Yo no me podía sacar de la cabeza la imagen del dedo de Lucrecia abriendo los labios vaginales de su madre.

Estábamos los dos agotados en la cama mirando el techo y Marisa me dice en voz baja, que Lucrecia quería dibujar el cuerpo de un varón y que ella le iba a preguntar a su hermano si quería, por unos segundos quedo en silencio y reacciono. Le digo que ni loco lo iba a dejar, que era imposible que mi hija viese a su tío desnudo. Yo sabía cómo era su tío y de que forma la miraba cuando venía a casa, un parásito que se la quería coger si le daba la oportunidad y eso Marisa lo sabía, así que sabía cómo iba a reaccionar con ese supuesto.

Tras mi negativa Marisa me confiesa que Lucrecia le dijo que quería dibujarme a mí y que ella le dijo de su hermano porque sabía que yo me iba a negar. Me puso en una disyuntiva, así que sería mejor que yo hablase con mi hija y le explique porque no era buena idea verme desnudo.

Como todos los días fui a trabajar y no me podía sacar de la cabeza que cosa le diría a mi hija, como la convencería, pero no se me ocurría nada razonable más que alguna razón puritana.

Cuando regreso del trabajo, ahí estaban las dos, mi mujer desnuda sobre el sofá, con el culo bien abierto apuntando el techo y sentada a su lado mi hija con un block de hojas dibujando cada detalle de su arrugado ano. Apenas me acerco, Lucrecia me encara y empieza a indagarme.

Lucrecia: ¿Hola Pa, ya te dijo mamá?

Yo: ¿Qué cosa Lu?

Lucrecia: ¿No te dijo que necesito un hombre para que modele?

Yo: Sí Lu, me contó, pero y soy tu papá y no es bueno que me veas desnudo.

Lucrecia: me dijo que no querías y tampoco que le diga al tío.

Marisa: Dale Franco, no seas tan vergonzoso, te quiere dibujar, no te la quiere chupar, jajajaja

Lucrecia: jajajaja

Yo: Bueno, si quieren me ducho y vengo. Pero todo desnudo, no.

Me voy a duchar, no podía creer lo que querían, especialmente mi mujer, sabía cómo se ponía. Pero decido seguirles la corriente y me ducho rápido y salgo en calzoncillos.

Yo: ¡Acá estoy! ¿Dónde me pongo?

Marisa: Que vivo, te tiene que dibujar desnudo. Sacate todo.

Yo: ni loco

Lucrecia: Dale pa.

Mientras Lucrecia me hablaba por detrás se acercaba mi mujer y toma el calzoncillos de los costados y me lo baja hasta el suelo, queda mi verga colgando delante de mi hija y como son las vueltas de la vida la historia se repite. En voz muy baja Lucrecia dice:

Lucrecia: Que grande

Las mismas palabras que dijo Marisa cuando vio mi verga aquella vez en el cuarto.

Marisa me empuja al sofá y quedo acostado, toma la verga con la mano y la sacude mostrándosela a mi hija.

Marisa: Mira Lu, como es, vení acércate.

Lucrecia se arrodilla a un costado del sofá para mirarla de cerca. Pero Marisa ya no podía parar. Mi pene se empieza a poner duro por el manoseo, aunque trato de pensar en otra cosa, pero se me hace imposible. Tira del prepucio para atrás y deja la cabeza al aire, se estaba hinchando ante la mirada de mi hija y el manoseo de mi mujer. Los 25 centímetros estaban a pleno, mi hija se pasaba la lengua por los labios de forma inconsciente. Marisa rompe el silencio.

Marisa: Dale, toma agarrala

Mi hija toma la verga con timidez y la mueve de un lado a otro inspeccionándola mientras mi mujer la miraba y se le dibujaba una sonrisa de deseo, lo estaba disfrutando. La pequeña mano de mi hija la hacía ver más grande, yo no podía emitir ninguna palabra, estaba muy excitado.

Marisa-Dale, chupala

Mi obediente hija le hace caso a su excitada madre, abre la boca y se lleva la vega a la boca, casi no le entraba, mi mujer la ayuda empujando su cabeza desde la nuca. Puedo sentir la lengua haciendo círculos sobre mí glande, succionaba mientras se quedaba sin aire. Aprieto los puños pero no aguanto más, le acabo en la boca. Cuando mi mujer se da cuenta que empiezo a eyacular, no deja que mi hija saque la pija de la boca, la empuja con más fuerza. Uno tras otro chorro de esperma inunda su boca, le empieza a brotar por las comisuras, acabo con mucha fuerza y por la presión la ahoga de tal forma que sale leche por su nariz, mi mujer empieza a reír mientras Lucrecia, tosiendo, trata de sacarla de la boca. Cuando por fin logra sacarla toma una gran bocanada de aire mientras sigue tosiendo, escupe la leche que no traga. Marisa como un animal se monta sobre mi vega y se la mete con fuerza en su vagina, empezamos a coger delante de Lucrecia, mientras se masturbaba.

Lucrecia no tardó mucho en pedir que se la meta, yo no me podía negar y Marisa tampoco. Se la meto muy despacio, abriendo su vulva muy despacio con la verga, mientras su madre le chupaba los pechos hasta dejarlos puntiagudos. Cuando ya pude meterla toda la empiezo a sacudir con fuerza mientras grita. Pero necesitaba más, quiere que le haga el culo, que se lo estrene aunque le duela, aunque se lo rompa y lo hago. Mi mujer le empieza a chupar el ano y lo dilata con los dedos, lo prepara hasta que apoya la verga sobre el agujero, empujo con fuerza hasta que cede y muy lentamente puedo entrar en sus entrañas. No paraba de gritar, lo que me la ponía más dura. Cuando ya la tengo adentro literalmente le rompo el culo, aunque el dolor era mucho y corría algo de sangre, ella no paraba de pedir que se la meta bien al fondo. Perdimos la noción del tiempo en esa primera vez, pero quedamos dormidos sobre la cama.

Los tres disfrutamos del sexo, yo de sus cuerpos y ellas de mi verga.

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