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Mi primera experiencia

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Yo tenía 35 años y mi esposa 28. Tras nueve años de matrimonio, llevábamos una vida como la de muchas parejas; con problemas y alegrías, pero dentro de todo, creo que una vida normal (por decirlo de alguna manera). Era burócrata y mi esposa ama de casa, teníamos un hermoso bebé de apenas 3 meses y bueno, está por demás decirlo, pero era la alegría de nustras vidas.

Cuando nos hicimos novios yo celaba tanto a mi esposa que le llegué a exigir que en lugar de que usara faldas (como era su costumbre) usara puros pantalones o pantis deportivos, le quite la posibilidad de que usara zapatillas o sandalias y se la cambié por zapatos tenis. En fin, trataba de cuidar tanto a mi esposa (que es una actitud meramente de inseguridad y machismo) que perdí algunos añitos de su juventud en disfrutarla como ahora he aprendido. Que pendejo me vi.

Todo comenzó hace como dos años, cuando me invitaron a una fiesta en la casa de mi jefe inmediato. Nosotros somos de clase media, no tenemos la posibilidad de tener un automóvil ya que nuestros gastos son fuertes. Pagamos renta, alimentación y apenas y vestimos de manera limpia, aunque debo decir que en la ciudad de México (en donde vivimos) la vestimenta es parte importante del "como eres, como te tratan".

Era muy importante para mí el hecho de asistir a esa reunión ya que en la oficina se avecinaban cambios de gobierno y hasta ese momento mi puesto era llamado "De Confianza", ahora ya tengo "Base". Así que el asistir a dicho evento, me haría estar presente en los movimientos y jugadas que fuera a hacer el director de mi área.

Una semana antes de la mentada fiesta nos fuimos a Suburbia a comprar ropa a crédito (única posibilidad de comprar ropa para ámbos y pagarla cómodamente). Yo solo adquirí un saco y corbata, mi esposa se compró un conjunto de blazer y falda a la rodilla algo holgada, una zapatillas cerradas y unas pantimedias de color gris, la verdad no se el nombre exacto del color de medias, pero se veía increible.

He de confesar que siempre he tenido una fijación muy especial por esa prenda, pero por falta de comunicación con mi esposa nunca le pedí que las usara para mí (aparte de que el costo de las pantimedias, bien lo podríamos utilizar en algo más importante).

Llegamos a la fiesta y cerca de las 9 de la noche nos disculpamos y nos retiramos, ya que esperábamos a que mi suegra llegara a pasar el fin de semana con nosotros, y no es que sea un vividor, pero la verdad es que a veces ella nos ha sacado del apuro dándonos algunos centavos que nunca terminamos de pagarle, así es que teníamos que ser atentos con ella.

De regreso a casa tomamos el metro, salimos de la estación para tomar un micro, el cual nos llevaría hasta el departamento en donde vivimos, pero como siempre, la fila en la base para tomar el pesero estaba tan larga que fácil tardamos una media hora en subirnos al micro.

Subimos al micro pero desafortunadamente nos tocó irnos parados. Siempre traté de estar muy cerca de mi esposa, pero los empujones me obligaron a moverme hacia un costado de ella. Un tipo que recién había subido al micro por la puerta de atrás se puso detrás de mi esposa, con una mano se apoyaba del tubular que va en la parte superior del micro mientras que con la otra cargaba su portafolios; de hecho no podía yo ver su mano, de lo que sí me dí cuenta es de que la llevába muy cerca de las nalgas de mi esposa.

Me herbía la sangre del pinche coraje que iba yo haciéndo por ver como ese tipo se movia detrás de mi vieja y yo sin poder hacer nada, por supuesto que mi vieja tampoco se movía la cabrona. En un enfrenón brusco (de esos que suelen hacer los microbuseros) traté de empujar a quienes me estorbában para tratar de estar cerca de mi vieja, pero lo único que conseguí fue pisar a un señor de edad avanzada quien me maltrató diciéndome que me fijara lo que hacía, que no fuera idiota.

Oh sorpresa, lo que alcancé a ver me dejó helado, el tipo del portafolios tenía su mano bien sujetada a una de las nalgas de mi mujer y su portafolios estaba en el suelo, mi vieja se hacía la indiferente, como si nada estuviera pasando.

Pensé dentro de mi tantas cosas que, mientras más coraje me daba ver lo que estaba sucediendo, que mi verga se ponía más y más dura y no entendía hasta ese momento el porqué de ese sentimiento. En un semaforo adelante se bajaron dos tipos y quedó libre un asiento para dos. Mi vieja fue la primera en sentarse cerca del vidrio, pero aunque yo quisiera, no podía llegar hasta allá, el tipo del portafolios se sentó a su lado.

Unas cuadras adelante mi mujer recostó su cabeza en el cristal y comenzó a dormitar.

Poco a poco la gente iba bajando y yo pude acercarme a donde estaba sentada mi esposa.

Esta vez el cabrón traía sus dedos acariciando la rodilla de mi vieja y ella se seguía haciéndo la dormida, pensé en romperle la madre al tipo, pero la verga la traía tan parada que hasta los pelos me venían jalando el pellejito y mejor dejé que siguieran las cosas como hasta el momento.

En un movimiento brusco de mi vieja le empuja sus dedos al muchacho y le dijo pendejada y media en un ratito, el tipo lo único que hizo fue levantarse del asiento y pedir la bajada al micro.

Llegando al departamento, apenas habían pasado como 10 minutos y recibímos una llamada telefónica, era mi suegra, reportándose ya que no llegaría sino hasta el día siguiente.

Nos sentamos a ver la televisión y a tomar un café, mientras le pedía a mi esposa que no se cambiara. Comencé a acariciarle sus piernas, todavía con las pantimedias puestas. Nuevamente se me volvió a parar la verga y me la llevé a la recamara, mientras cogíamos (como no lo habíamos hecho hace ya un tiempo) le empecé a hablar del tipo del portafolios, ella al principio se resistía a decirme lo que había sentido, pero era tanta mi insistencia y tanta la calentura que me confesó en ese momento que si, en efecto, le había estado apretando las nalgas por encima de la falda y que le había excitado tanto como le acariciaba las rodillas que en ese instante le hubiera permitido hacer más de lo que hasta el momento había hecho.

Si se detuvo fue porque nunca antes lo había hecho y eso era nuevo para ella, pero que si me había gustado, que lo podríamos volver a intentar.

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