Me miro al espejo. Tengo unas ojeras tan grandes que parecen cuencos y una resaca terrible. Yo no quería ir a la fiesta, pero no podía negarme. Si por mi hubiese sido me habría quedado en mi habitación tranquilamente, de relax. Siempre he preferido el plan sofá, manta y peli que las fiestas y borracheras, pero desde hace un par de meses tengo un plan mucho mejor… Ella.
Recuerdo aquel primer contacto que tuvimos. Ya nos habíamos visto antes por el campus, pero por no saber no sabía ni su nombre. A pesar de eso, me aventuré a dejarme llevar por primera vez en mi vida. Cierro los ojos buscando volver a ese instante…
Llego agotada después del examen. Tercero de ingeniería no es moco de pavo. Me tiro en la cama y me quedo mirando fijamente al viejo póster de los planetas que hay pegado al techo. De pronto alguien llama a la puerta.
Una estudiante de cuarto de magisterio espera impaciente en el pasillo. Abro la puerta y ella me mira confundida.
– Disculpa, creo que me he equivocado- dice ruborizada. Pero yo no la escucho. Sus palabras se han convertido en un ligero murmullo dentro de mi cabeza mientras no dejo de mirarla.
Es una chica alta, con el pelo largo y moreno recogido en un moño, y unos labios increíbles que piden a gritos ser besados. Una chica capaz de hipnotizar a cualquiera que se cruce en su camino.
– ¿Sabes dónde está? – insiste, haciéndome bajar de la nube. Mierda, no tengo ni idea de qué me está hablando. La miro y trato de contestar, pero se adelanta.
– Oye, ¿Todo bien? Te noto pálida. – dice mientras coloca su mano sobre mi hombro.
"Por favor, no me toques que me pierdo" pienso, pero ella no se mueve. Intento volver a la conversación.
– Sí, sí, eh… perdón, no, es que… – balbuceo. Mierda, parezco imbécil. Ella no me quita el ojo de encima. -Es que acabo de salir de un examen y estoy hecha polvo.
– Época de parciales, la mayor mierda del mundo- Dice mientras sonríe. Yo le devuelvo la sonrisa. O algo que se le parece.
– Si… – murmuro.
– Pues estarás agotada, sé de algo que ayuda. A ver déjame a mí- Suelta mientras entra en mi habitación.
Mi cuerpo solo me permite mirarla embobada mientras se sienta en la cama. Quiero ir con ella, pero mis músculos no responden, estoy nerviosa y sigo ahí plantada sin moverme.
– Puedes venir, ¿Eh?- dice entre risas- que no muerdo.
"Tampoco pasaría nada si me mordieses el cuello, o los labios…"
Y otra vez esos pensamientos vuelven a mí, pensamientos que tengo desde la primera vez que la vi paseando tranquilamente por el campus hace unos meses.
– ¿Hola?
Vuelvo a la vida real otra vez, y la miro. Sonrío tímidamente mientras me siento a su lado. Ella se gira sobre la cama sentándose por completo encima del colchón y deja las piernas abiertas. Da unos golpecitos para que me ponga ahí.
Me coloco un poco más cerca de lo que debería, y más lejos de lo que me gustaría. Me sujeta los brazos y me guía hacia donde quiere que esté.
Mis mejillas arden. Cuando me quiero dar cuenta noto como se levanta mi camiseta, y como sus manos acompañan la prenda trazando un camino vertical sobre mi espalda que me eriza hasta el último vello de la piel. Me muerdo el labio.
Ella sonríe – se te ha puesto la piel de gallina.
Mierda. – Si… Es porque tengo un poco de frío.
No puedo sentirme más idiota. ¿Frio? ¿En serio? Pero si tengo unos calores que ya no sé cómo disimularlos.
Ella se pone en posición y comienza a masajear mis hombros, deteniéndose concienzudamente en los puntos clave. Me encanta. Deja de apretar, y poco a poco convierte el masaje en suaves caricias que recorren cada rincón de mi cuello.
Se acerca. Puedo notar como su respiración se acelera cada vez más y noto su aliento cerca, muy cerca. Sus labios se posan en mi cuello y yo echo la cabeza hacia atrás para dejarle espacio. Sigue con el recorrido hasta pararse en mí oído.
– No sabes el tiempo que llevo esperando esto.
Nos fundimos en un beso muy largo, jugando y mordiéndonos los labios, bailando un vals lento con las lenguas. Fuerte, despacio…
Con mi mano bajo por su vientre, buscando el botón del vaquero, el botón del placer. Está totalmente mojada. Me mira con picardía al ver que yo estoy tan empapada como ella y comienza a jugar rodeando con el dedo mi clítoris hinchado y palpitante, consiguiendo que grite de placer.
Me mira, y sin quitar la mano se acerca otra vez a mi oído, tenemos las caras pegadas. Nuestras agitadas respiraciones se acompasan, y acompañadas de los gemidos logran crear la más perfecta sinfonía de pasión jamás compuesta.
– Haz conmigo lo que quieras- sollozo.
Se acerca mientras su lengua juega con mi lóbulo -No sabes lo loca que me vuelves cuando te muerdes el labio. Me entran ganas de hacerte de todo- dice. Me sujeta con dos dedos la barbilla para volver a besarme.
No aguanto más y me abalanzo sobre ella. Con las piernas me hago un hueco, dejando espacio a mi mano para moverme con soltura. Puedo notar la humedad de su sexo en mi piel, su jugo. Yo me pierdo mientras ella grita que quiere que me corra. Estoy a punto. Estamos a punto, y dos fuertes gemidos resuenan por toda la habitación dando la nota final del concierto.
Abrazadas tratamos de coger aire de nuevo, ella empieza a dormirse mientras le acaricio el pelo. Ojalá pudiera detener el tiempo ahora mismo. Pero pesan los párpados, no quiero dormirme, no quie…