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Frustración

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Sé que me estás esperando. Por teléfono me dijiste que habías invitado a tus amigos para jugar ese tonto juego de mesa que adoras. Llevo meses enamorado de ti y lo sabes. Recuerdo tu rostro cuando te lo confesé. Era mi cumpleaños y me regalaste galletas, te dije que siempre había deseado que me regalaran galletas. Pensé que también me mirabas con deseo y traté de besarte. Siguiendo en mi torpeza te grité “Te amo”. Tu rostro... tus ojos negros brillaban en la noche frente a mí. Sabía que tus lágrimas no eran de emoción porque tu nariz hacía eso. Tus mejillas enrojecidas recogían tus lágrimas y decías con voz ahogada “No”. Repetidamente esa palabra salía de tu boca. Tardé semanas en tener el valor de escribirte de nuevo.

Hoy, después de verte ayer con tus mejillas rojas riendo a mi lado y tus ojos negros atravesando los míos, deseo que estemos solos. Pero no va a suceder. Voy a tu casa ciego por el amor a hacerte feliz, a ser tu amigo. Quisiera llegar y verte en la entrada diciéndome que tus amigos cancelaron; no quisiste decirme porque me extrañabas. Has estado pensando mucho en mí. Mis labios se quedaron en tu memoria pero no los tocaste.

Estremezco con eso, no puedo dejar de ver tus labios. Me dices que lamentas haber llorado pero te asustó la idea de mi amor. Me cuentas que ese día no pudiste dormir y pensabas en besarme. Estamos sentados en tu sofá y tú tienes puesta esa blusa morada que delinea el contorno de tu sujetador sin importar cuál uses. Dejo de escucharte por unos segundos perdidos en tus senos.

Suena la tetera y me despierto de la hipnosis. Te levantas y mientras sigues diciendo que lamentas haberte alejado. Hoy estás nerviosa porque quieres confesarme algo. Con esas palabras entras a la cocina, veo tu falda. Jamás entendí que usaras falda en invierno en tu casa. “Me gusta sentir el frío en mis muslos” eso dices siempre que pregunto. No lo soporto, corro a la cocina.

Me escuchas entrar y giras haciendo que pueda saber el color de tu ropa interior. Antes de que reacciones estoy besándote y tengo mis manos en tu cintura. No te resistes. Levantó un poco tu blusa y toco tu estómago. Tus brazos rodean mis hombros y me besas como siempre deseé.

Mis labios van a tu cuello y mis dedos se deslizan sobre tu ropa hacia tus senos. Se te escapa un gemido. Se te escapa un gemido. Se te escapa...

Tus manos se alejan de mi cuerpo dejando a mis deseos controlar mis dedos sobre tus pechos. Beso tu cuello y bajo hasta tu hombro derecho. Sigo sobre tu blusa, tengo miedo de arruinarlo todo si voy muy rápido. Mi barbilla toca tus senos, con los nervios me pregunto si mi barba te molesta. Mis manos ahora están bajo tu blusa y desatan tu sujetador... fue difícil, se abrochaba por enfrente. Veo tu rostro. Tus ojos negros están cerrados. Respiras rápido. Ahora que tus senos son libres puedo ver su perfecta silueta dibujada en morado.

Tus pezones disfrutan a través de la tela de mi lengua. Me encanta que me dejes acariñarte sin decir nada. Te abrazo y pego tu cuerpo fuerte contra el mío. Me encargo de que sepas qué tan excitado estoy y disfruto el calor de tu pecho sobre el mío. Mis manos van de tu espalda a tus nalgas. Adoro tu falda... la aparto con velocidad y lleno de caricias tus glúteos a la vez que te aprieto más fuerte sobre mi pene. Te escucho gemir y siento tus manos aferrándose a mi espalda.

Entonces llego a tu casa. Toco la puerta.

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