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Con mi tío Cris (2): No me quedaré solo

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Mi tío Cris vive muy preocupado por mí. No es que me considere menos cuando ya estoy para cumplir 20 años en un par de meses, pero cuando lo voy a visitar me pregunta por mi relación con mi padre y acabo por contarle que paro discutiendo con él porque no da su brazo a torcer, a veces viene borracho a casa y la emprende con mi hermano menor que ya va para 16 y me preocupa que un día lo desgracie de una paliza, porque le golpea fuerte y el muchacho resiste. También me preocupa el tema por mi hermana que es mujer y no sé qué le haría yo a mi padre si le metiera mano a mi hermana de alguna manera. Porque a mí me tiene miedo. Un día me fue a golpear y le esquivé y fui yo el que le di un sopapo derechazo y un mandoble con la izquierda que cayó al suelo y quedó tarambana, desde entonces me mira con los ojos torvos, pero se cuida mucho de tocarme, tan solo discutimos.

Mi tío quería decirme que me fuera a vivir con él para tener más paz y sosiego y estudiar sin tensiones. Me hubiera gustado pero mis hermanos solo me tienen a mí como defensor. Eso lo entendía Cris y no me insistió. Al poco tiempo decidió sentarse ante mí para decirme las cosas claras:

— Tu hermana debe irse de casa, que se case con su novio o que se busque un trabajo, tú has de venirte aquí, pues eres mayor y tu padre no puede decirnos nada ni denunciarnos. Para Ignacio hay que buscarle un internado para dos años, tendrá paz y podrá sacar mejor rendimientos en el estudio.

— ¿Y mi padre se quedaría solo? Eso me gustaría para que no atormente a nadie.

— Pues habla con tus hermanos, tanto la boda de tu hermana como el internado de Ignacio correrían de mi cuenta. Desde aquí puedes ir en coche a la universidad.

— No tengo coche…

— Claro, como no venden coches, crees que ya no vas a tener coche nunca…

— Yo no te voy a exigir que me compres un coche, eso lo sabes, yo nunca te exigiré nada…

— Tú no necesitas exigir, tu coche está esperándote…

— ¿Dónde?

— En la tienda; dentro de dos meses es tu cumpleaños, pedimos el coche ahora y para tu cumpleaños o antes ya lo tienes; pero, ahora, me preocupan tus hermanos, habla en serio con Eleonora y pregunta a Ignacio si le gustaría estar en un internado durante dos años. Luego, si te dice Ignacio que sí, hablas con tu padre, le dices lo que tienes pensado y si intenta negarse lo amenazas con denunciarlo por ataques violentos.

— Solo tengo que unir las ideas, hablaré primero con Eleonora y Fermín, con los dos a la vez. Si aceptan, hablaré con Ignacio. Oye, Cris, lo que estás tramando es un golpe de estado familiar…

— Lo que estamos tramando…, tienes que estar convencido del bienestar de tus hermanos y del tuyo propio.

— Por qué haces esto por nosotros?

— Porque no tengo hijos y solo tengo un hermano con hijos maravillosos y no quiero que me estropee a mis sobrinos.

En contra de lo que imaginaba no me costó nada la conversación con Eleonora y su novio Fermín. Estaban pensando en casarse, Fermín por la edad, 26 años, y Eleonora estaba cansada de mi padre, además se amaban y no querían tener hijos fuera del matrimonio. La oferta de Cris de hacerse cargo de los gastos les animó para hablar con los padres de Fermín, los cuales no pusieron obstáculos sino todo lo contrario pues ya tenían la vivienda para su hijo en el segundo piso de la casa de su propiedad con entrada distinta.

Más me costó convencer a Ignacio. Él quería venirse conmigo, pero dije que sería un problema si papá se negara y cierto que se negaría. Un internado para dos años, le abriría horizontes, amigos, otros modos de pensar y de vivir y nuevas aventuras. Me dijo que antes de decidirse le gustaría ver uno para saber cómo es eso.

Conocedor Cris de los resultados, ya no hubo problema, se concertó la boda para tres meses después. Un día que yo saqué a mi hermano de casa nos fuimos con Cris a visitar un internado. Fuimos a Toledo, tras informarse y visitarlo, a mi hermano le gustó. La persona que nos atendió ya tenía una orden positiva aceptando la admisión de Ignacio. No supe en ese momento cómo, pero imaginé que fue cosa de los contactos de Cris, luego supe que Cris es uno de los benefactores de esa institución.

Desgraciadamente mi padre se desentendió de mi hermano. En las primeras vacaciones regresó a casa y mi padre lo echó a la calle. Me llamó, ya no lloraba, me dijo que me apersonara de inmediato. Fui y me dijo:

— Todavía soy menor, llévame a un juez o a la policía o no sé donde y denunciamos a papá por haberme sacado de casa y que me den autorización para irme contigo.

— Espera que llame a Eleonora…

— Ya lo hice y me ha contestado que está de viaje con sus suegros y su esposo y no he querido contarle nada para que no se inquiete.

Tuve que hacer lo que me dijo. Fuimos a la policía, un inspector se fue a preguntar a mi padre para asegurar la denuncia y lo encontró medio borracho. Al que le preguntó por su hijo, en medio de su borrachera le dijo que lo había echado de casa porque todos sus hijos son maricones.

Con esto fue suficiente, me autorizaron para que me lo llevara a mi casa hasta que el juez nos llamara a declarar y determinara qué hacer. Pidieron datos del Colegio, datos de mi domicilio actual, teléfonos…; luego nos fuimos. Preparamos una habitación para Ignacio. Le declaré mi situación con Cris, que fuera discreto, aceptó mi decisión sin problemas ni preguntas y jamás vi a Cris tan feliz como teniendo a sus sobrinos en casa.

El tiempo pasó, yo iba casi todos los días a la universidad. Me iba bastante bien, ne me podía quejar.

Mi padre murió casi dos años después, justo a mitad de semestre, poco antes de que Ignacio ingresara en la Universidad. Murió en medio de una borrachera y se cayó por un barranco. Por el grado etílico que registró tan elevado, no había duda que había sido un accidente.

Apenas supe la muerte de mi padre, avisé a mi hermano por si quería venir, me dijo que no vendría. Le reconvine:

— Mira, es posible que tengas razón y no quieras venir, pero hay cosas que hemos de hacer para no tener que arrepentirnos luego.

El insistía que estaba en su último semestre con muchas razones.

— Anda, el día que te acuerdes que no quisiste estar en el entierro de tu padre, vas a sufrir y te castigarás duro. Ven hoy mismo, tomas un avión, voy a recogerte al aeropuerto y te regresas en cuanto antes.

Me relajé cuando aceptó, y cuando me llamó para decirme la hora. No quiso ir al tanatorio para verlo. Pero fue al funeral y esperó hasta que nos dieron la urna con las cenizas. Pregunté a mis hermanos, a mi tío y a mi madre que también vino desde no sé donde si querían la urna con las cenizas. Nadie las quiso. Hice las gestiones para poderlas enterrar legalmente. No quería que por causa de mi padre tuviéramos problemas. Y ahí acabó la pena y comenzó para nosotros una vida totalmente diferente.

Cuando repartimos los bienes, Ignacio y yo nos pusimos de acuerdo para regalarle a Eleonora todo, las tierras y la casa. Cuando le contamos a Cris dijo que habíamos hecho lo mejor, porque ella vive allí y nosotros no nos vamos a cuidar de todo eso, además teníamos como herencia todo lo de mi tío:

— Ahora no hay duda, sois mis herederos, pienso que tardaréis en heredar, pero igual viviremos bien los tres.

Le pregunté a mi hermano si tenía ya alguna novia y me contestó:

— No tengo novia, pero tengo un novio, es un compañero que está en el internado, nos queremos.

Entonces Cris dijo:

— Sobrino, en las próximas vacaciones lo invitas a venir, habrá que ampliar tu habitación.

Entonces caí en la cuenta de que mi padre tenía razón, sus hijos son homosexuales, sí, me dio pena mi padre, me dio pena su muerte, me dio pena su tozudez, porque pudo haber sido feliz con nosotros, lo queríamos, pero estaba claro que él mismo se llevó a la ruina.

Referente a Cris y a mí vivíamos juntos como pareja en todo, él se dedicaba a sus negocios y yo a mis estudios, pero poco a poco me metió en sus negocios. Un día le dije:

— Vamos a ver Cris, sé que te gustan también las mujeres y según me dices con ellas siempre utilizabas condón porque te lo exigían, ¿sí?

— ¿Qué quieres decir con esto? ¿No te fías de mí? ¿Te has cansado?

— Deja, deja de tonterías, yo soy gay, pero tú no necesariamente has de serlo…

— ¿No, entonces…?

— Entonces…, puede ocurrir que quizá seas bisexual, es decir, que te gusta igual una mujer y un hombre… ¿o no?

— Quizá sí, pero…, si estoy contigo y tú conmigo…, no me voy a meter con una mujer, digo yo.

— Yo sí sé que soy gay, que he encontrado a mi hombre que me hace feliz…

— ¿Quién es?

— ¿Pues quién va a ser, Cris? ¡¡Tú!! —le dije y suspiró—, pero eso no quiere decir que te apartes de tus amigos y que no has de hablar de mujeres e ir de putas, quizá te ayude a desahogarte de problemas…

— Eso que me dices es muy peligroso, pero alguna vez me gustaría, sí.

— Cris, yo sé que te tengo, no soy celoso, quiero que seas feliz y hagas tu vida, yo estoy contigo y además mis hermanos y yo te estamos muy agradecidos.

— No digas esas cosas, Yago, no sé…

— Te digo que seas feliz y tengas libertad, luego me cuentas y lo gozamos los dos. Y de esto no se hable más, sé libre.

No tuve necesidad de decirle más veces que tuviera libertad, porque lo entendió. Lo bueno es que cada vez que se juntaba con sus amigos, cuando regresaba del prostíbulo me decía cosas como estas: «no la mama como tú», «se ha negado a chupármela», «en un ratito todo hecho y luego la puta se queda y yo me voy a la puta calle» y otras lindezas por el estilo.

En las siguientes vacaciones, Ignacio se trajo a su novio, Mario, guapo y regordete, simpático, en un dos por tres ya estaba cogido de la mano de Ignacio, se sentía protegido. Ignacio le señalaba que lo soltara, a mí me resultó tan simpático que llamé a Cris:

— Cris, sal rápido al salón.

Salió, me miró, nos miró a los tres, fui hacia él, lo besé y nos cogimos de la mano, inicié un tonto paseo y Cris me siguió el juego. Mario cogió la mano de Ignacio y nos seguían dando vueltas por la sala, al final le dije a mi hermano:

— Si no tenéis libertad para manifestaron como sois y para manifestar vuestros sentimientos sin faltar el respeto a los demás, no sirve para nada vuestra amistad ni vuestro noviazgo; sería pura mierda.

Entonces Ignacio besó a Mario y se morrearon de lujo, hasta me puse felizmente cachondo y me morreé con Cris que ya la tenía dura. Vinieron los dos, Ignacio y Mario y me abrazaron, los besé, se formó un deshonesto beso a tres, tocándonos el culo y metiendo mano. Como Cris no quiso ser menos, se unió a la fiesta, poco a poco nos desnudamos y quedamos besándonos alternativamente los cuatro. Aquello fue bonito, una orgía familiar. Nos apeteció a Cris y a mí continuar sobre la alfombra tumbados haciendo un 69 para abrirle el culo con mi lengua y él preparaba muy dura mi polla.

Mi hermano y Mario nos observaron primero sentados en el sofá, pero pronto se calentaron y sobre el sofá hicieron lo mismo. Ignacio se iba comiendo el culo de Mario y este le daba una mamada de padre y muy señor mío a su chico. Parece que se encontraban incómodos en el sofá y se arrastraron hasta la alfombra. Mario estaba tumbado de espaldas e Ignacio se metió de rodillas a besarle, boca, cara y pezones de sus blandas tetillas. Entonces me desplacé arrastrándome por entre las rodillas de Ignacio para comerle la polla que siempre había deseado y jamás me había atrevido. Cris quiso hacerle la gracia a Mario y le dio mamadas sin parar a su polla. Los gemidos eran inefables e indescriptibles, parecía una banda intentado ensayar una pieza musical nueva que no habían estudiado, todo eran manotazos, suspiros, resoplidos, gemidos y morreos sonoros sin parar. Los dos, Mario e Ignacio sin más que gritar como locos, se vinieron en nuestras bocas y nos dieron la merienda de néctar testicular.

Se les quedaron muy rojas sus pollas y cuando vieron que Cris y yo pretendíamos acabar la faena entre nosotros, comenzaron a chupar nuestras pollas sin permitir que nos levantáramos de la alfombra y nos vinimos en sus bocas. Mario tragó el río de semen de Cris como si fuera una coladera, a Ignacio, por el contrario, le costó más y se le escapaba sobre mi pubis lo que aproveché para recoger con mis dedos y convencerme una vez más de que mi semen era de clase especial.

Ahí estábamos los cuatro tumbados en el suelo y a gusto. Ignacio en voz muy baja pero que distinguí lo que le dijo a Mario:

— ¿Nos follamos a los viejos? Yo voy por mi hermano y tú vete por mi tío Cris.

Sin pensarlo dos veces se vinieron y comenzaron a aprovechar lo que ya estaba medio preparado. Mario se sentó sobre el pubis de Cris esperando que reaccionara. Como era tardo en reaccionar, le cogió su polla semi lánguida y se la aproximó a su propio culo. Cris reaccionó perfectamente. Mientras Ignacio me estaba levantando las piernas para meter mi culo a la altura de su polla y la ensartó de una sola vez. Me sonreía y le sonreí y comenzó a darme gusto con su mete y saca glorioso, hasta que enterró su esperma en mis entrañas y se tumbó sobre mí. Era la primera vez que mi hermano y yo nos poníamos desnudos juntos y a follarnos; jamás me había puesto tan cachondo. Estábamos en ese momento verdaderamente felices.

En esta postura observaba el baile de Mario y el placer de Cris subiendo y bajando con las palmas de sus grandes manos las nalgas de Mario. Gritando como una loca, Mario entró en verdadero trance. Mi hermano dejó de besarme y, sacando su polla de mi culo, miraba a Mario en su orgasmo acabando la faena y se tumbó encima de Cris. Allí acudimos para ser un pelotón de carne, sudor y semen. Solté toda la lefa de Ignacio que tenía en mi interior sobre la espalda de Mario convirtiendo su espalda en un mar se semen amarillento. Luego Ignacio se puso encima de Mario para embadurnarse de sus propios jugos mal gastados aunque placenteros.

Mario liberó la polla de Cris levantándose y nos echamos sobre él para extender el esperma de Cris sobre los cuerpos de Cris y Mario. Mi hermano quiso jugar conmigo y se secó sus manos en mi cuello al querer darme un erótico beso con su lengua. El propio Mario todavía recogía semen de sus piernas para embadurnar la espalda de Ignacio.

Todos los cuatro olíamos a semen y mierda. La sala olía a semen, así que mientras yo encendía palos de incienso para disipar el olor, se metieron los tres en la ducha de Cris y mía, yo me fui a la ducha de la habitación de mi hermano.

Esto fue el primer día que tuvimos nuestra puerca vida los cuatro a la vez. En la noche Cris y yo hacíamos el amor como siempre y escuchábamos a los más jóvenes gritar mientras se enamoraban. Cada día poníamos la lavadora para las sábanas, de eso me encargaba yo y sé cómo quedaban. Limpié la alfombra del salón con la aspiradora a vapor y quedó como nueva.

El resultado es que nos acostumbramos a tener sesiones en común los cuatro y las echábamos de menos cuando Mario regresó a su casa para ir a su universidad. Ignacio y Mario aprovechaban cualquier vacación para juntarse, ya con nosotros ya en casa de Mario, que sus padres tenían todos los derechos y lo merecían, ya que comprendieron a su hijo y se encariñaron con Ignacio. Tanto que tuvimos que ir a visitarlos Cris y yo a petición de ellos en una ocasión en que Ignacio cumplía años. Nos encontramos muy a gusto en aquella casa, aunque teníamos el hotel para retirarnos en las noches, muy a pesar de nuestros anfitriones que se mostraron muy hospitalarios. Cris y yo pensábamos que no debíamos aprovecharnos a fin de tener más libertad nosotros mismos y mayor respeto a nuestros nuevos amigos.

Los cuatro comenzamos a tomar a los dos jóvenes como hijos nuestros. Mi hermano Ignacio me dijo un día:

— Ya no sé cómo tomarte, como hermano, como padre o como tío.

Cris le dijo:

— Tómalo como te convenga en cada momento, es lo mejor.

— Y qué a ti, ¿cómo debo tomarte, como tío, padre, cuñado o hermano?

— Alto ahí, yo soy Cris, me tomas por Cris, ¿entendido?

Cris siempre ha sido fácil de tomar como excelente amigo, es generoso y estaba feliz de tener a la familia de su hermano, aunque nunca lo nombraba. Con los padres de Mario nos hicimos muy buenos amigos; Mario, el padre, era todo bondad, donde se podía decir que había un buen hombre, la mamá de Mario se llama Isabel, se casó con su esposo porque todavía le supera en bondad y generosidad. Mario e Ignacio son felices, son como dos hijos únicos que tienen que complacer a dos familias y que continuamente buscan tretas para juntarnos por cualquier motivo. Merecen todo nuestro cariño y se lo estamos dando.

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