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Nuestra amiga Marisa (final)

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Dos días después de aquella tórrida tarde, mi mujer salió a tomar café con Marisa.A su regreso, me dijo que habían hablado sobre nuestro próximo encuentro, y  que Ana estaba no solamente de acuerdo en realizarlo, sino ansiosa de que se produjese.

Todo iba, pues, viento en popa. El problema estribaba en quien sería el hombre que nos acompañaría. Evidentemente, era sumamente fácil encontrar a alguien dispuesto a compartir la experiencia, pero otra cosa era contar con su discreción. Las mujeres, por la cuenta que les tiene, son discretas cuando tienen algo que perder, pero con los hombres suele ser distinto, porque es fácil que, para presumir, quieran hacer gala de sus éxitos en el terreno sexual, y nosotros, muy celosos de nuestra intimidad, no estábamos dispuestos a correr riesgo alguno de que aquello fuese de boca en boca por nuestro entorno más próximo. Queríamos hacerlo, pero no a cualquier precio.

Así se lo dije a mi esposa que, dándose cuenta de que tenía razón, se quedó un rato pensativa.

-Creo que tengo la solución- dijo finalmente -hay que buscar a alguien que tenga tanto que perder como nosotros, y se me ocurre quien puede ser: Carlos, el marido de Celia-

-¿A que te refieres con que tiene tanto que perder como nosotros? ya sé que nos estamos follando a su mujer desde hace tiempo, pero él ni siquiera lo sabe-

-No lo sabe de momento, pero lo va a saber-

-¿Estás loca? que quieres ¿provocar un crimen pasional?-

-No te preocupes, que la sangre no va a llegar al río. Cuando Carlos lo sepa, no tendrá argumentos para enfadarse, porque para entonces ya habrá hecho él lo mismo-

Me la quedé mirando, asombrado de lo maquiavélica que podía llegar a ser para alcanzar sus objetivos.

-Además- añadió -antes de hablar con él quiero que Celia conozca nuestro plan y lo acepte. Si no es así, no le diremos nada a Carlos. Pero no te preocupes, porque ella aceptará, más que nada porque eso le abriría la puerta para gozar de futuras experiencias sin correr riesgo alguno-

Y dicho eso, cogió el teléfono y llamó a Celia. Le explicó todos los pormenores del asunto. Tal y como había previsto, su amiga aceptó encantada el plan.

-¿Y por que escogiste al marido de Celia y no al de Manoli?-

-Bueno, tenía que ser uno de los dos, y me apetece más follarme a Carlos- me dijo sonriente y con toda la naturalidad del mundo.

Carlos era algo mayor que yo, unos 5 años, pero se conservaba bien. Era bien parecido y vestía elegantemente, y era muy agradable en el trato. Solía coincidir con él a la hora del aperitivo, y era frecuente que alternásemos juntos.

Lo localicé al día siguiente. Estaba solo, así que me acerqué a él y lo saludé. Mantuvimos una conversación intrascendente, que al cabo de un rato desvié hacia lo que me interesaba.

- Oye Carlos, cuanto hace que no te echas una canita al aire-

-Si te digo la verdad, ni lo recuerdo. Por qué lo preguntas-

-Bueno, el caso es que tengo a tres amigas a disposición para hacer una fiesta. Para mí solo, son muchas, así que necesito a alguien muy discreto para que me eche una mano, y pensé en tí. Es que se trata de mujeres casadas, sabes?-

-La discreción te la garantizo, y por supuesto que acepto encantado-

-Perfecto. Entonces, pasado mañana te espero a las 5 de la tarde en mi casa-

-Joder. ¿en tu casa?- preguntó sorprendido.

-Si, en mi casa. Luego iremos a donde yo te diga- repuse para no darle demasiadas pistas -Tú confía en mí-

-De acuerdo, allí estaré-

Al llegar a casa se lo comenté a mi mujer:

-Arreglado. Pasado mañana estrenarás una polla nueva. Puedes avisar a tus amigas-

Y llegó el día. Sobre las cuatro y media llegaron Marisa y Ana. Venían muy elegantes, ambas con vestido corto. Mi esposa también se había puesto sus mejores galas, pese a saber que aquella tarde no iba a salir de casa. Tomamos café mientras esperábamos al otro invitado, y mantuvimos una charla llena de insinuaciones sobre lo que previsiblemente iba a suceder después.

A las cinco en punto sonó el timbre del portal. Era Carlos. Le esperé con la puerta abierta. Mientras tanto, mi mujer estaba llamando a la suya por el móvil, e hizo lo mismo que nosotros habíamos hecho con Marisa unos días antes. Dejó abierta la llamada para que ella se enterase de todo lo que ocurría. Supuse que con lo caliente que era Celia, iba a tener a mano algún consolador para utilizarlo tan pronto empezase la fiesta.

En eso llegó Carlos y lo acompañé a la sala. Cuando se dio cuenta de que entre aquellas tres mujeres estaba la mía, casi le da un síncope.

-No te asustes. Como ves, no te mentí. Las tres están casadas y tienen ganas de juerga-

Tranquilizándose, aunque todavía un poco cortado, le presenté a nuestras amigas y le pedí que se sentara, y tomé la palabra.

-Bueno, todo los aqui presentes somos mayores de edad y sabemos por que estamos aquí. Para romper un poco el hielo os voy a proponer una especie de juego, en el que las mujeres llevarán la iniciativa- señalé tres folios y otros tantos bolígrafos que había sobre la mesita -vosotras tres debéis escribir ahí lo que os gustaría hacer a partir de este momento con todo lujo de detalles; dicho deseo se cumplirá en uno de los casos, el que decida la suerte. Pero hay una variante, y es que la persona que cumpla ese deseo no tiene porque ser la que lo escribió, porque eso irá igualmente a sorteo. Lo habeis comprendido todos?-

Todos asintieron. Las mujeres tomaron los folios y los bolígrafos y se pusieron a escribir, mientras Carlos y yo guardábamos absoluto silencio. Terminaron al cabo de unos minutos, doblaron los folios y me los entregaron. Los barajé para que no pudieran identificarse, y los dejé sobre la mesa, y tomando un bolígrafo escribí algo en la palma de mi mano izquierda.

-Decidme las tres un número del uno al diez.La que más se acerque será la ganadora-

Comenzó Marisa diciendo el número 5. No hizo falta continuar porque dio en el clavo a la primera.

-Bueno- dije al tiempo que les mostraba a todos el número escrito en mi mano -Ahora tienes que elegir el papel que te toca interpretar. Dame uno de los folios, el que tú quieras-

Con una mezcla de nervios y de excitación, tomó el primer folio que le vino a la mano y me lo entregó. Lo desdoblé e identifique al instante la letra de mi mujer, y a continuación leí en voz alta lo que decía.

-Me gustaría que las otras dos mujeres me desnuden y me acaricien con sus bocas todo el cuerpo, empezando por las orejas y llegando a los dedos de los pies, sin tocarme el chocho ni el culo, que quedarán para el final. Los hombres deberán permanecer sentados, mirándonos, hasta que yo tenga un orgasmo. En ese momento, cambiaré a una de las mujeres por uno de los hombres, y el otro y la mujer que quede libre pueden hacer lo que quieran-

No fue necesario hacer aclaración alguna. Las tres se pusieron de pie a unísono, mientras nosotros permanecíamos sentados, expectantes.

Mi mujer y Ana flanquearon a Marisa. Desabrocharon su vestido y se lo fueron quitando con suavidad hasta que, libre de impedimentos, cayó al suelo. Marisa quedó solamente vestida con un excitante conjunto de ropa interior negro y con encajes y unas medias oscuras que le llegaban hasta medio muslo -realmente se había vestido para la ocasión-. Me fijé en la expresión de las tres, que reflejaba la lujuria que estaban sintiendo. Otro tanto le ocurría a Carlos, y supongo que a mi.

Le quitaron los zapatos y las medias y desabrocharon el sujetador, dejando en libertad aquellos melones que yo disfrutaba tanto chupando, y que quedaron durante un instante temblorosos como flanes.

Solo quedaba la braga, que no tardó en acompañar al resto, quedando su propietaria expuesta a nuestros ojos, totalmente desnuda.

Me fijé en su entrepierna, y pude apreciar que tras la frondosa mata de pelo traslucía un brillo que delataba inequívocamente la salida de flujo producto de la calentura, pese a que de momento nadie la había tocado.

Sus dos acompañantes, de pie junto a ella, acercaron simultáneamente sus labios a las orejas de Marisa y comenzaron una serie de lamidas y mordisqueos que alternaban con incursiones de sus lenguas en el pabellón auditivo.

Marisa empezó a emitir suaves gemidos y la piel de sus muslos se puso de carne de gallina. Desvié un momento mi mirada para observar la entrepierna de Carlos, en la que se apreciaba el poderoso bulto provocado por aquella polla que pronto iba a comerse, entre otras, mi mujer.

Esta y Ana habían descendido al cuello, que mordían y chupaban suave pero vehementemente.

Aquellas voraces bocas siguieron camino hacia sus tetas. Primero lamieron cada centímetro de piel y después trabajaron los pezones concienzudamente, mientras los gemidos de Marisa aumentaban de intensidad.

Recorrieron después su estómago, y dejando al margen las zonas íntimas continuaron, ya arrodilladas las dos, por los muslos, pantorrillas y pies, cuyos dedos lamieron y chuparon provocando estertores casi agónicos en nuestra amiga.

Despues ambas subieron. Ana se hizo cargo de la vulva de su cuñada abriendo los labios con los dedos y comenzando a chupar con frenesí, mientras mi mujer, por detrás, abría sus nalgas y daba eficaces lengüetadas en el agujero del culo.

Marisa no podía más. Comenzó a gritar como una posesa.

-Hijas de la gran puta, me estáis matando de gusto. No aguanto más. Me corro, me corroooo-

Su rostro se tornó lívido, y cayó desmadejada en el sofá, presa de un orgasmo increible.

Tras una pequeña pausa, mi mujer se acercó a ella y le dijo:

-Ahora tienes que decidir que hombre quieres que venga contigo y que mujer va a acompañar al otro-

Marisa se quedó dudando unos instantes y luego dijo:

-Quiero que venga Carlos y que se marche Ana. Es el que nos queda por probar a tí y a mí, y Ana y tu marido tampoco han estado juntos nunca- matizó

Me pareció una sabia decisión. Me apetecía enormemente ver a mi esposa probando una polla nueva, y además mientras lo hacía podía saciar mi calentura con una hembra como Ana. Esta se acercó a mi con mirada lujuriosa, luciendo una sonrisa perversa. Me puse en pie para recibirla y nos unimos en un violento beso, entrelazando nuestras lenguas con deseo. Comenzamos a desnudarnos mutuamente con furia, sin separar nuestras bocas, y enseguida quedamos completamente desnudos.

Otro tanto empezaba a hacer Carlos con mi esposa, mientras Marisa, todavía jadeante, los contemplaba desde el sofá.

Me quedé mirando a Ana. Si vestida era un bombón desnuda era una mujer rotunda: una cara preciosa, adornada por una mirada felina, y un cuerpo estilizado pero lleno de curvas,con unas piernas perfectas y unos pechos coronados por pezones oscuros y gordezuelos. El coño estaba depilado, a excepción de una rayita vertical que añadía erotismo al conjunto.

Me miró y me dijo, adivinándome el pensamiento:

Tengo muchas ganas de follar contigo, pero ahora quiero que te sientes y te mantengas pasivo mientras yo te hago un trabajito con la boca, porque sé que te apetece ver como tu mujercita prueba una polla nueva, y quiero que disfrutes de esa visión.

Se lo agradecí y seguí sus instrucciones. Me senté y ella se arrodilló en el suelo. Cogió mi polla y empezó a lamerla rodeando todo su contorno con la punta de la lengua. Tras recorrerla un par de veces, se la metió glotonamente en la boca, trazando círculos con la lengua. Se notaba que disfrutaba chupándola.

Mientras tanto, yo no sacaba ojo de lo que hacían Carlos y mi mujer. Estaban ya desnudos, besándose apasionadamente. Ella se agachó, y levantando con una mano la polla, de un tamaño normal, similar a la mía, se aplicó a lamerle los huevos, metiéndose de vez en cuando uno en la boca. Después, se tragó la polla y empezó a mamarla como ella sabe.

Así estuvieron unos minutos, y luego ella le pidió que se sentara en el sofá. Lo hizo y ella se sentó sobre él dándole la espalda. Se introdujo la polla en su coño y comenzó a cabalgarlo furiosamente sin apartar su mirada de mí, que estaba extasiado viendo aquello al tiempo que recibía una impresionante mamada de Ana.

En ese momento reaccionó Marisa. Se acercó a ellos y se arrodilló, acercando su boca al coño de mi esposa y comenzando a pasar su lengua por allí y los cojones de Carlos, que alucinaba de placer.

Yo conocía bien las reacciones de mi mujer, y veía claramente que estaba a punto de correrse, lo que se convertiría en pocos instantes en una serie de orgasmos encadenados. Jadeante, empezó a hablar espasmódicamente dirigiéndose a mi.

-Cabrón, mira como disfruto de este rabo y esta lengua que me están matando de placer, y todavía me gusta más que me mires mientras esa zorra te come la verga. Ahora quiero ver como te la follas. ¡fóllatela ya!-

Sin que yo llegase a decirle nada, Ana, por propia iniciativa, sacó la polla de su boca, y situándose de espaldas a mi, se sentó sobre ella, introduciendola en el resbaladizo túnel al tiempo que daba un largo gemido de placer. La rodeé con mis brazos y mis dedos buscaron sus pezones, que pellizcaron con fuerza. Como si de un resorte se tratara, reaccionó subiendo y bajando mientras yo sentía el roce de mi miembro contra sus paredes vaginales, y un placer extremo recorría mi cuerpo por oleadas.

El grupo de enfrente decidió cambiar de posición. Carlos se acostó boca arriba sobre la alfombra del salón, marisa se sentó sobre él, empalándose en su polla, y mi mujer lo hizo sobre su boca, empezando a recibir las caricias de su lengua en el chocho. Ellas comenzaron a morrearse y a tocarse las tetas. Tanto Ana como Marisa gozaron de un profundo orgasmo, cada una montada en su polla, y mi mujer ya había empezado a encadenarlos. Los hombres aun no nos habíamos corrido, pero no faltaba mucho para que eso se produjera.

Le comenté a Ana que opinaba sobre mezclarnos con los restantes y me respondió afirmativamente.  nos acercamos hasta mi mujer, sentada sobre la boca de Carlos, y nos pusimos de pie a su lado. Mi polla y el coño de Ana quedaron a la altura de su boca. Se decidió por este último, que abrió con sus dedos y comentó a lamer su interior, mientras asía mi polla con una mano y empezaba a masajearla, Ana y yo nos morreábamos.

Se me ocurrió que me apetecía meterla en el culo de alguna y la más idónea me pareció Marisa, que seguía sentada sobre Carlos, con su polla dentro. Solté la polla de la mano de mi mujer y me acerqué a mi objetivo. Había que ensancharlo un poco, así que introduje un dedo por el orificio, que hizo incrementar los gemidos de nuestra amiga, luego otro y poco después un tercero. Se notaba bien que aquella no era su primera vez. Abrí sus nalgas y me metí hasta dentro, de un solo empujón, casi sin esfuerzo. Debajo, notaba los embates de la polla de Carlos dentro de su coño, lo que me provocaba un morbo increible pese a que no tengo tendencias homosexuales.Escuché los gemidos de Carlos que delataban que se estaba corriendo y llenando de leche el coño de Marisa. A mi también me llegaba el momento, y sin dudarlo, decidí hacerlo dentro de aquel hermoso culo, cuya propietaria me lo agradeció con una corrida continuada, que ya había iniciado respondiendo al orgasmo de Carlos.

Ambos sacamos nuestras pollas del interior de Marisa y se las ofrecimos a las tres para que las limpiaran con sus lenguas, cosa que hicieron con entusiasmo, Mi mujer la de Carlos y las otras dos la mía.

Descansamos un rato y nos dimos una ducha, en la que los dos hombres tuvimos el placer de orinar sobre ellas y ellas sobre nosotros (me encanta la lluvia dorada). Todavía tuvimos posteriores escarceos en el baño y en la habítación, disfrutando de nuevo todos contra todos.

Llegada la hora de separarnos, mi mujer hizo un aparte con Carlos.

-Me gustaría que la próxima vez vinieras con Celia. Sé que le gustaría venir-

-Me encantaría traerla, pero no creo que quiera y me expongo a tener problemas serios si lo sabe-

-Hazme caso y díselo. Sé que dirá que si. Es más, te lo aseguro-

-Bueno, confiaré en tí y me arriesgaré. La verdad es que me hubiera gustado que estuviera hoy aquí-

-Cuando se lo digas, dile que me llame-

-De acuerdo-

 Tan pronto marchó Carlos, mi esposa fue a donde tenia escondido el teléfono.

-Celia, estas ahi?-

-Si que estoy, hija, como me habéis puesto de largos los dientes con todo lo que oí y lo que imaginé. Acabo de matarme a pajas, pero aun me quedan fuerzas para exprimir a ese golfo hasta la última gota en cuanto aparezca-

-Te parece bien que nos reunamos el próximo jueves? seremos cuatro mujeres y dos hombres-

-Me parece bien todo. Hasta el jueves, si no nos vemos antes-

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