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Con mi suegra, fue inevitable

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Hacía tiempo, más de un año, que estaba saliendo con Ricky. Era un chico genial, comprensivo, cariñoso, detallista, risueño... Pero, en el ámbito sexual, era bastante aburrido. Antes de estar conmigo, siempre fardaba de a cuántas chicas se había tirado, ahora dudo bastante que eso sucediera.

No me dejaba innovar. Ni yo encima, ni a cuatro... mamadita de dos minutos, tocamiento de tetas, y penetración en misionero hasta que se corra. Creo firmemente que mis abuelos llegaron a tener mejor sexo que nosotros.

Lo malo, es que era guapísimo, y que le quería. Solo con verle me mojaba; pero cuando me la metía, estaba más seca que el desierto. Era muy torpe, soso, y aburrido en la cama.

Nunca me habría planteado la infidelidad, y menos con quien tuvo lugar.

Aquella mañana de julio, como era normal, estaba en la piscina de Ricky, solos en su casa, y él aparentemente sin libido sexual. Pero, yo estaba bastante cachonda, los dedos ya no daban para más y necesitaba que me metiera la polla.

Me aproximé a él, estaba sentado en los escalones de la piscina. Cuando me vio llegar, me miró de arriba abajo, y mordí mi labio, pero no reaccionó. Ni una sonrisa, nada.

-Ahora no quiero, Alexandra.

Bufé fuertemente. Me alejé de allí aún bastante cachonda, pero con la dignidad por los suelos.

Cuando llegó su madre, yo estaba únicamente vestida con el bikini seco, sentada en el sofá del salón. No era normal que estuviera de tan mal humor, así que se acercó a mí a ver que tal estaba.

-¿Qué ha hecho mi hijo ahora? Siempre tiene la manía de cagarla, así que dime.

- No creo que sea normal hablar de ese tema con mi suegra.

-O sea, que el problema es en la cama... ¿Aguanta poco? ¿Se corre antes de meterla?

-La primera opción quizá un poco pero es que... ¡Es muy aburrido en la cama!

-¿Lo has hablado con él?

-Muchas veces. Sigue igual. Misionero, y punto.

-Y mamada, no lo ocultes.

-Bueno, y eso. Pero vamos, que tampoco parece gozarlo mucho. Y yo sé que por mí parte lo hago bien, porque otros chicos se corrían al minuto de metérmela en la boca...

La madre de Ricky, Noelia, rio. Era una mujer muy guapa de treinta y seis años, ya que tuvo a los dieciocho a su hijo, seguía siendo una mujer joven. Más que una suegra, parecía mi amiga. Ligaba con frecuencia, era alta, delgada, con unos pechos grandes (operados), y un culo fruto del gimnasio. Las piernas eran largas, quizás suaves también, no lo había comprobado hasta ese momento.

Era castaña, de facciones marcadas, ojos claros y unos carnosos labios. Si fuera un tío, sería el tipo de mujer que me gustaría.

- Me he comprado unas cosas, ¿subes conmigo y me dices si me quedan bien?

Asentí. Hacía unos minutos pensaba en irme a casa, ahora en pasar tiempo con mi suegra/amiga. Subió las escaleras delante de mí, y por primera vez en mi vida, miré un culo femenino. Lo tenía exactamente delante de mi cara, me pregunté si Ricky se haría pajas pensando en su madre. Era lo más seguro, y no me extrañaba.

Entró al baño y yo permanecí en su habitación, sentada en la cama. Era amplia, bonita, y olía a su perfume habitual. No tardó mucho en salir con un body, aunque llevaba mal colocadas las tiras de la espalda.

-Espera, que te lo coloco.

Ella asintió, y me acerqué. Estaba frente al espejo, y yo detrás de ella. Con suavidad, comencé a tocar su tersa piel con la intención de colocar las tiras que cubrían únicamente su espalda.

Al colocarle las tiras, se habían bajado la cremallera lateral, así que se la subí, y fue inevitable tocarle uno de sus pechos.

-¡Ups! -rio. Yo también reí.

Me desfiló por la habitación únicamente vestida con el body, lo que le hacía unas piernas kilométricas.

-Estás muy sexy.

Sonrió, y fue al baño a por el plato fuerte, según ella.

-¡Alexandra, cariño! ¡Ven un momento!

Fui al baño, y abrí la puerta. Al ver la imagen del interior, casi salgo corriendo, Noelia estaba únicamente vestida con el sujetador en su interior.

-¿Q-qué pasa? -pregunté tartamudeando.

- No tengo ni un pelo, ¿ves? Quizá, si tú tampoco tuvieras, Ricky te lo comería.

- Me depilaré esta tarde.

-¡De eso nada! -exclamó. Tiró de mí, y me sentó en el váter.- Te lo hago yo, que tengo práctica. Además, somos familia, no es incómodo.

Para mí sí lo era. Y aumentó la incomodidad cuando, mirándome a los ojos, la diosa me bajó el tanga del bikini y desvió en alguna ocasión su mirada a mi vagina. No quería admitirlo, pero esa mujer me estaba poniendo un poco caliente.

Cogió espuma, agua, una cuchilla, y un pincel. Primero, me echó un poco de agua para limpiar mi coño, utilizando las manos para ello. Cuando su dedo índice inocentemente rozó mi clítoris, me afectó tanto que me sobresaltó. No dijo nada, solo sonrió. Eso terminó de calentarme.

Me echó espuma con el pincel, y me indicó que me abriera completamente de piernas. Tener a aquella diosa con la cabeza tan cerca de mí coño era algo completamente cachondo. Nunca me había puesto así una tía, pero es que Noelia era única.

Dejó el pincel, pensé que cogería las cuchillas, pero no. Con sus manos, abrió completamente mi vagina.

-Alguien está estropeando mi trabajo, con tu humedad quitas la espuma. ¿Qué podemos hacer?

Me miró directamente a los ojos, aun teniendo su cara a centímetros de mí coño. No pude evitarlo. Empujé con fuerza su cara contra este. Se alejó, pensé que estaría enfadada. Me despedí mentalmente de venir más a su casa, de Ricky... entonces, volvió con papel. Limpió toda la espuma.

Y entonces, lamió. Cuando empezó a lamer mi clítoris, tuve que agarrarla de los pelos porque no encontraba otro sitio de donde sujetarme. Aumentaba su velocidad, metía y sacaba dedos tan rápidamente que mis convulsiones nunca cesaban. Estiré mi brazo hasta llegar a su coño, y empecé a masajearlo. Notaba como sonreía entre lamida y lamida.

Metió su lengua hasta el fondo en mi coño y empezó un mete-saca. Yo seguí metiéndole los dedos, hasta que sentí que se corrió. Y yo exploté en su lengua.

Permaneció unos segundos, y cuando recuperó todo el líquido posible, lo tragó, y me besó.

-¡Mamá! -oímos gritar a Ricky desde el salón.

-Quédate aquí. Luego seguimos.

Y me besó antes de meterme su dedo por última vez.

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