Salimos a recorrer Barcelona y a refrescar nuestros calores corporales. Paseamos por la Ramblas y acabamos en el puerto donde nos dispusimos a cenar y recuperar fuerzas. Eran la 21.30 horas y no queríamos regresar tarde al hotel, ya que teníamos aún algún asalto sexual pendiente y había que tener en cuenta que Alicia tenía que estar en la Ciudad de la Justicia, en la Avenida de las Cortes Catalanas, a la 10 de la mañana del día siguiente. Por suerte y siendo previsor, el hotel donde nos quedábamos estaba muy cerca.
Elegimos un restaurante y nos dispusimos a cenar. Pedimos para compartir una ensalada con queso de cabra y nueces, pulpo a la gallega, revuelto de setas y como plato principal salmón para Alicia y lubina a la espalda para mí, regado todo ello con un vino blanco Verdejo José Pariente. De postre tarta de queso para Alicia y piña natural para mi. Mientras nos traían la cena, no dejábamos de miraros con nuestras manos sujetas con nuestros dedos, uno enfrente del otro, con nuestras rodillas tocándose y contándonos cosas tras meses sin vernos.
– ¿Te arrepientes de haber venido? –dijo.
– ¿Cómo puedes decir eso? sabes que no, eres como una brisa de aire fresco para mí, me haces rejuvenecer y sentirme vivo. Además, sabes que me haces mucho bien y que siempre aprendo algo de ti. Eres muy buena persona, como compañera de trabajo fuiste genial y como amante… -le dije haciendo un gesto de morderme el labio inferior.
La cena transcurrió entre risas y miradas cómplices y cuando yo pretendía ir al hotel de nuevo andando y recorrer de vuelta los aproximadamente cuatro kilómetros que habríamos hecho antes, me dijo que no.
– ¡De eso nada, chaval! Cogemos un taxi, porque estoy deseando devorarte y si vamos andando igual la guardia urbana o los mossos nos detienen por escándalo público, porque te pediría que me fueras metiendo mano todo el camino. Necesito sentir esas manos tuyas recorriendo mi cuerpo y que me hagas sentir viva, como tú dices, me dijo ella con una mirada que hacía prometer mucho.
Cogimos un taxi y en 10 minutos estábamos en el hotel. Nos fuimos directos al ascensor, donde comenzó de nuevo un combate cuerpo a cuerpo en el que nuestras bocas no dejaban de buscarse y nuestras lenguas nadar en el interior de ellas mezclando nuestras salivas.
Sonó la campanilla del ascensor cuando llegamos a nuestro piso y mirándonos nos reímos recordando a la camarera que nos había pillado al comienzo de la tarde.
– Si estuviera ella por aquí y quisiera entrar con nosotros en la habitación, – – ¿lo aceptarías? preguntó.
– No lo sé pero, ¿tú aceptarías hacer un trío con ella?, pregunté.
– No me importaría compartir cama con ella, pero yo solo quiero disfrutar del placer de ver cómo te la follas, pero a mí que no me toque, dijo Alicia, sonriendo.
– Vaya, pensé que también querías algo con ella
– No, solo lo que te he dicho, ver cómo te la follas, que la pongas a cuatro y le des caña y verte disfrutar, ver cómo le comes el coño y se corre en tu boca, me dijo.
– Contigo tengo más que suficiente y solo lo aceptaría por ti, siempre y cuando tú lo disfrutaras, dije.
Entramos en la habitación y cuando voy a besarla poniendo su espalda contra la pared me pone una mano en el pecho y me dice que espere.
– Lléname la bañera, me pide, mientras empieza a desnudarse.
Entra en el cuarto de baño, desnuda y radiante, se sumerge en la bañera llena de agua inmaculada y me dice que la mire mientras se baña, que la vaya deseado.
– ¿Más aún?, le pregunto.
– Si, más, ahora soy yo quien quiero hacértelo desear. Me has hecho sufrir antes y ahora te vas a enterar, me decía con cara de pícara y sonriendo.
Las sales de baño liberan, dulces esencias y burbujas entre sus piernas, invadiendo su cuerpo como yo quisiera hacerlo. El movimiento de sus piernas y pies entrando y saliendo del agua me estaban excitando. Sus pechos flotando en el agua me incitaban a acariciarlos, pero me lo impedía con sus manos, mientras se enjabonaba. Empiezo a desnudarme con la intención de meterme en la bañera y con un movimiento de su dedo índice me dice que no, y me dice que me quede ahí de pie mirándola y deseándola.
Me pide que la enjabone. Arrodillado en el suelo, masajeo su cuello, los hombros, la espalda, después de haberlos untado con gel que suaviza el roce de mis manos. Ese contacto me excita y noto que abre su piel al deseo y desvela su sensibilidad a lo que va a suceder. Sus suspiros se incrementan mientras mis manos se esfuerzan en sentir. Masajeo su espalda siguiendo la senda del surco de su culo, mientras con la otra mano la llevo a sus pechos que voy acariciando.
Es un masaje lento y voluptuoso, que se despliega invadiendo gradualmente su cuerpo pero que no me deja indiferente. Mi erección da fe de ello. Me mira, mira mi polla y sonríe. Sigo delineando su vientre. Me gusta acariciar su vientre, cuna de vida.
Voy acariciando todo su cuerpo jugando alternativamente también con un pecho u otro, luego voy en busca de su coño. Paso un dedo para separar sus labios, siguiendo el pubis con la palma, apoyándome muy suavemente sobre la palma; por encima de donde vibra su clítoris, descendiendo aún, tras la ranura, hasta llegar al ano, rugoso y, con pequeños movimientos circulares, lo acaricio y lo perforo con un dedo. Da un suspiro largo de placer. Que hermoso me parece su coño y su culo. Los siento calientes a pesar de la temperatura del agua. Siento como su coño se abre y babea cuando vuelvo a tocarlo con la palma de mi mano y mi dedo se desliza sobre su clítoris.
– Cabrón, me vas a hacer correr, cuando yo pretendía que fueras tu quien lo hicieras, me dijo, jadeando.
Introduzco otro dedo más en su ano y sigo acariciando su clítoris mientras la miro. Le encanta que la mire y mucho más que verme, lo sé y por eso no dejo de mirarla y decirle lo bella que me parece. Siento sus jadeos y suspiros más intensos y desviando la mirada acentúo mis caricias y penetraciones, adentrándome en su ano y en su sexo mientras la palma de mi mano no cesa de acariciar su clítoris. Siento su órgano eréctil, las ávidas palpitaciones de su abierto coño y su caliente ano jugoso. Me centro en mantener el ritmo y siento que se va a abandonar en un plácido orgasmo por lo que acelero el ritmo y en un largo gemido que callo con mi boca, siento que ha culminado, cerrando su ojos y abrazándose a mi.
Tras unos minutos relajándose que aprovecho para empaparme visualmente de su placer, se incorpora y comienza a aclararse mientras yo me meto en la bañera para ducharme. Se seca, sale de la misma y sin de dejar de mirarme a través del espejo, se lava los dientes y se enjuaga y con colutorio. Se perfuma y sale del cuarto de baño no sin decirme – te espero en la cama, cielo.
Me doy prisa y tras hacer lo mismo que ella, me dirijo a la cama donde me espera cubierta con la sábana que aparta nada más verme.
– Aquí tienes tu postre preferido, me dice, mientras mueve rítmicamente su cuerpo y se muerde su labio inferior.
Cuando pretendo apartarle sus piernas e introducirme entre ellas, me empuja y hace que caiga de espaldas en la cama. Se pone en cuatro mirándome lascivamente y sin más, se lanza a por mi polla, que nada más que la toma en su mano comienza a cobrar vida de nuevo.
Su boca se desplaza hacia mi polla y en ese momento me giro buscando su coño, colocándonos en un excitante sesenta y nueve. Me acaricia con su lengua a lo largo de ella y de vez en cuando mete la punta del glande en su boca hasta que poco a poco la va engullendo. Yo mientras me sumerjo con toda la cara en su coño que me parece una visión para mis ojos, me resulta tan fascinante su sexo que no me importaría que meara encima de mi boca. Me resulta encantador su coño y pienso que es una precios y perfecta entrada al placer y salida a la vida.
Yo estoy tan excitado que le digo que pare un poco o no podré aguantar. Me dice que no importa que me corra, pero no quiero. Le digo que voy a hacer que se corra con y en mi boca. Para un poco mientras yo sigo devorando ese manjar de la naturaleza.
Noto que estamos embriagados, nuestras secreciones van en aumento y el olor a sexo nos invade. ¡Qué maravilla! Noto que no aguanto más. Ella también lo nota y me pide que me deje ir. Lo hago e inundo su boca de mis secreciones en unos espasmos que me transportan a otro mundo. ¡Diooos que placer! Cielo, eres una maravilla, que boca tienes. Una vez ya me he abandonado Alicia empuja mi cabeza contra tu coño y me pide que siga, que está a punto.
Meto mis manos debajo de sus nalgas las agarro y aprieto mientras mi boca naufraga en su cueva que cada vez está más inundada, lanzo mi lengua, la lleno de secreciones y me dirijo a su clítoris que chupo, lamo y cojo entre mis dientes dando pequeños y suaves tirones que hacen arquear su cuerpo. Meto dos dedos dentro del coño, los arqueo como si de un garfio se tratara y busco acariciar la zona interior y rugosa de su coño, su punto G mientras oigo uno y otro jadeo cada vez más intenso. Mojo un dedo de la otra mano en su humedad y sin dejar de chupar su clítoris y acariciar su punto G, acaricio su rugoso ano, lo introduzco y se abandona de nuevo en brazos del placer, gritando como solo ella sabe hacerlo, maldiciendo y agradeciendo al mismo tiempo esa sensación.
– ¡Cabrón, cabrón, como me gustaaa! ¡Diooos, me corro, me corro, me voy a moriir! gritaba, Mientras apretaba más mi cabeza contra su coño como si quisiera introducírsela.
La coloco de costado, me tumbo a su espalda y la abrazo, en posición de cuchara. Me embriago de su belleza y de su olor, intento llenarme de ella para cuando no la tenga conmigo. Nos quedamos así tiempo mientras nos susurrábamos lo que sentíamos. No sé el tiempo que pasaría hasta que Alicia buscó mi polla, acariciándola mientras yo hacía lo mismo con sus pechos y sus muslos sin tocar su coño. Tenía muchas ganas de sentirme dentro de ella.
– Quiero que me folles, me dijo ya jadeando, pero hazlo ya, no empieces a hacerme sufrir. No creo que pueda desearlo más.
Así, disponible como la tenía, abro ligeramente sus piernas y desde atrás busco su coño que acaricio con mi polla. Ambos sabemos que ahora solo busco humedecerme la polla para disponerme a follarla.
Meto un poco la polla en su coño, la saco y la vuelvo a meter unas cuantas veces, mientras ella jadea, me aprieta el culo contra su espalda y noto como entra en su cueva, distendiéndose con una facilidad pasmosa. Estaba encharcada, las sábanas de nuevo mojadas, pero eso no nos importaba nada. Su coño traga mi polla y me paro para sentir se hincha aún más y me entrego a un placentero dolor por mi rigidez, hasta que noto que se separa de mi dejándome huérfano de su coño y se pone en cuatro.
– Fóllame así José, pero ahora quiero que me vuelva a dar duro y que me des nalgadas. Ha sido muy dulce todo lo anterior, pero ahora necesito algo más fuerte, me dijo.
Me pongo detrás de ella y agarrándome de sus tetas, la penetro de golpe haciendo que suelte gritos de placer no solo con la penetración sino porque inicio movimientos vivos de entrada y salida, duros golpes de mi polla contra su coño y mi pubis y huevos contra su culo.
– ¿Lo sientes? Pregunto.
– Si, cielo, siii, sigue, dame más fuerte, ahora toca un poco de daño como sabes que me gusta, azótame el culo, tírame del pelo y retuérceme los pezones y sobre todo métemela fuerte y deprisa, me dijo
Siento su entrega a mis penetraciones y ella nota la mía y siente que querría meterme todo yo dentro de sus entrañas. Me hace sentir un placer infinito. Me siento goloso ante ella, queriendo seguir disfrutando de ese dulce.
Tiro fuerte de su pelo y pongo la otra mano sobre su vientre para sentir sus vibraciones. Alicia grita y grita, goza y se entrega con una facilidad que hace que me sienta dependiente de ella, del placer que me devuelve y atraviesa. Es una sensación fabulosa.
Me aprieto contra su espalda y tirándole del pelo hago que gire su cara. Quiero y necesito su boca, su calor, su lengua, su saliva, quiero me mi lengua vuelva a nadar en su boca y la suya en la mía, la necesito como el aire que respiramos.
Siento que nuestra excitación está al máximo, cuando me dice que está a punto que pare un poco. Sin hacerle caso, sigo golpeando sus entrañas, tirando y acariciando sus pezones, dándole algún azote cuando me lo pide y cuando llevando mi mano a su coño lo noto palpitar y chorrear. Al tocar su clítoris, se abandona en un profundo orgasmo que me hace abrazarla como si quisiera impedir que se fuera de mi lado. Sus gritos y jadeos eran tan profundos y el movimiento de su culo golpeándome en un movimiento reflejo hacia atrás, hizo que acelerara más mis movimientos y me corrí cuando aún ella no había terminado su largo orgasmo.
Se dejó caer boca abajo y yo sobre ella sin dejar de abrazarla. Así comenzamos a recuperarnos de nuestro combate amatorio que nos había dejado agotados, pero con unas maravillosas sonrisas de satisfacción.
Nos acomodamos y la abracé poniéndome a su espalda y en posición fetal besando suavemente su espalda y cuello, con mis manos en su pecho y vientre, en silencio, porque no necesitábamos decirnos nada, solo roto por un susurro suyo que me decía que aún nos quedaba algo pero que no se sentía ya con fuerzas.
– Tranquila cielo, relájate y descansa, siénteme junto a ti. Dulces sueños.
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