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Gracias a mi hijo salí de una depresión

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Después de mi separación entre en una profunda depresión, que con el tiempo se hizo crónica. Me llamo Clarisa Feldon, tengo 37 años y hace dos años y cinco meses que estoy separada, era una relación enfermiza, peleas interminables con mi ex terminaban en constantes ataques de pánico y trastornos psiquiátricos que hacían de mi vida un calvario. Pero no todo en la vida es oscuridad, siempre existe la luz que la compensa.

Esa luz fue mi hijo Alejandro o Alejo como todos le dicen, con sus 18 años ya es un hombre, siempre me defendió de su padre, es mi protector.

El otro rayo de luz en vida es mi amiga Leticia, nos conocemos de toda la vida, ella es una profesional y gracias a ella pude tomar la decisión de separarme. Ella es psicóloga y me atiende como paciente, pero más como una amiga, aunque yo respeto su trabajo y le pago la consulta semanal en contra de su voluntad, pero esa era la única condición para que me atienda, yo siempre quise que me trate como a un paciente más y así lo hacía.

Leticia conocía todas mis obsesiones y casi todos mis secretos, ella me ayudo a salir de la unión toxica que tenía con mi marido, del maltrato psicológico a que me sometía. Luego del divorcio, después de la euforia inicial de la separación, fui entrando lentamente en una depresión, cada día que pasaba era como la gota diaria que llenaba un vaso de angustia frente a la soledad. Leticia sabía que debía tomar medidas extremas para que rápidamente me alejaran de esa situación.

Ella durante la terapia hacia un trabajo profesional y aunque era mi amiga, no se exponía ante mí, un día decidió cambiar su estrategia y enfocar mi problema desde otro ángulo. Comenzó a contarme de su vida, de como había enfrentado una obsesión que la frustraba en su matrimonio. Les detallo como fue esa sesión.

Su consultorio es luminoso, gracias a una gran ventana que da a una avenida, muebles de estilo en madera oscura y una biblioteca que cubría toda una pared, también un sillón de cuero y un cómodo diván para el paciente, completando el juego de muebles. Pertenecía a su padre, ella siguió la profesión de su padre, siempre lo admiro

La cita era todos los miércoles a las tres de la tarde, me quedaba de paso después de terminar las clases de yoga. Ella siempre viste muy formal, una camisa clara y una minifalda oscura que deja ver sus largas piernas, los zapatos parecen su fetiche, por los colores y marcas siempre se destacan. Yo en cambio no voy muy elegante que digamos, casi siempre en remera y jean si me cambio en la clase de yoga o en calzas cuando no me cambio después de las clases, como fue este día. Tenemos la suficiente confianza para que no le moleste si estoy un poco transpirada cuando esto ocurre, somos amigas y comprende que vivo apurada.

Ese día mientras desde el diván miraba el celeste cielo a través de la ventana, Leticia decide romper el silencio y contarme algo personal con el fin de sacarme de mi depresión.

-Te voy a contar algo que me paso el primer año de casada. No era feliz, no estaba satisfecha con mi marido, me sentía frustrada, triste. Siempre tuve una relación especial con mi padre, estaba obsesionada con él, sentía una atracción física, que aunque parezca enfermiza, existía, era real y me torturaba, necesitaba estar con él y sentía que el matrimonio fue el desencadenante de ese sentimiento de abandono y depresión, porque me alejaba de mi padre. La obsesión por mi padre empezó un día en que por casualidad lo espíe mientras se duchaba, fue mucho antes de que saliera con mi futuro esposo. Se estaba duchando con la puerta entreabierta, porque pensaba que estaba solo en casa, pero yo llego antes del colegio y lo veo. Nunca había visto un pene y ahí estaba el de mi padre, colando entre sus piernas, brilloso por el agua de la ducha, sobre dos enormes huevos, quedé impresionada y fue la primera vez en que eyacule.

-pe, pe, pero, como lo resolviste, era tu padre.

-Te cuento como pude superar mi obsesión. Mientras hacia el amor con Juan (su marido), no podía sacarme de la cabeza a mi padre, cuando se la chupaba a Juan pensaba que era la pija de mi padre, pero no me satisfacía, sabía que eso no era verdad, que la única forma de romper con mi obsesión era estar con mi padre.

-Pero eso sería incesto, es enfermizo.

-Yo en ese momento pensaba lo mismo, lo que acrecentaba el deseo de estar con mi padre, el cuerpo me lo pedía, lo sentía necesario. Entonces fue cuando leí en un libro que en las tribus de Papúa donde los jóvenes les practican felatios a los ancianos para nutrirse del “líquido vital” o en Malawi que los padres pagan para que sus hijas tengan sus primeras relaciones o como era normal en el antiguo Egipto y entre los reyes de la edad media el incesto. Aunque las prácticas incestuosas sean rechazadas en casi todas las culturas por razones biológicas o sociales, no impiden la atracción entre un hombre y una mujer.

-Pero está mal

-Qué es el bien o mal, más que un punto de vista. Peor es vivir una vida de frustración, eso nos enferma. Mira vos conoces a mi papá, sabes que para su edad es atractivo, alto, atlético y algo que no sabes, tiene una pija gigante.

-jajaja, pero que hiciste.

-Al mes de casada empiezo a trabajar en lo que era su consultorio, este donde estamos ahora. Yo estaba contenta y agradecida con su regalo. Yo lo ayude a mudar unas cosas y él a traer mis cosas. Siempre teníamos largas charlas, pienso que él siempre me analizó, no lo podía evitar, una deformación de su trabajo. Yo estaba sentada donde estas vos y él me preguntaba desde su sillón como la estaba pasando en mis primeros días de convivencia y le dije la verdad, que me sentía frustrada que pensaba que iba a ser otra cosa el matrimonio.

-¿Te ayudo?

-En realidad fue mutuo, cuando me pregunto si sabía porque me sentía así, le conté la verdad, que lo necesitaba a él, que me hacía falta sentirlo, que necesitaba su sexo. Quedo callado y después de unos segundos trato de persuadirme de que trate de no pensar en eso, que con el tiempo mi marido me iba a satisfacer, pero no quise perder la oportunidad y decidí dar el primer paso.

-¿Qué hiciste?

-Voltee a mirarlo y puse mi mano en su entrepierna, él enseguida puso su gigante mano sobre la mía. Pude sentir de inmediato como crecía su gran pija en mi mano, como se puso dura. Pero yo fui muy rápida, me arrodille y le baje la cremallera del pantalón, metí la mano y saque ese palo inmenso, él no dijo nada, sólo se dejó hacer. Se la empiezo a chupar, casi no me entraba en la boca, le dejo la cabeza roja y brillosa, le chupo los huevos y acaba en mi cara.

-Pero ¿No se enojó?

-¿Por qué? Es sólo sexo, no quería tener un hijo con él, se la quería chupar, quería liberarme y así lo hice. Él me entendía y lo sigue haciendo. Una o dos veces por mes me visita en el consultorio y se la chupo, eso es todo, no quiero que me la meta y él tampoco, es algo casi tántrico un secreto y un alivio para los dos. Pero es nuestro secreto y ahora tuyo también.

-¿Y tu mamá?

-No sabe nada, obvio, nos hubiera matado, literalmente, pero hace más de veinte años que se come esa pija, tiene que aprender a compartir.

-jajaja estás loca.

-Muchas veces las soluciones están a nuestro alcance y no nos damos cuenta o no nos atrevemos a tomarlas. Yo todavía no entiendo como aguantaste a ese hijo de puta por tanto tiempo.

-Es que somos diferentes. Por eso vengo a que me ayudes, te respeto y sé que me podes ayudar.

-Yo te voy a ayudar, pero sólo si me haces caso, dejar de lado los prejuicios. ¿Estas dispuesta?

-Sí, pero yo quiero decidir.

-No, yo voy a tener el control, soy la profesional y si aceptas no hay vuelta atrás.

-Bueno, es un trato.

-Entonces primero te voy a decir que provoca tu depresión y que te falta para superarla.

-ya sé, me vas a decir, un hombre. Ya te dije que no quiero saber nada de tener otra relación con un hombre, no quiero pasar por ese ritual de conocerlo y que después me desilusione.

-Yo no te voy a decir un hombre, sino sexo.

Se levanta del sillón y se para a mi lado, yo sigo acostada en el diván. Lleva su mano a mi barriga y desliza su mano debajo de mi calza hasta tocar mi vagina. Casi como un reflejo le tomo la muñeca pero dejo que me toque. Mete un dedo y saca la mano.

-Ves como te puso mi confesión.

Me lo dice mostrando un hilo de baba entre los dedos índice y pulgar. Se los lleva a la boca y los chupa.

-Ahh, no seas chancha

-Hasta tiene rico gusto, mira, toca, yo estoy igual.

Se levanta la pollera y se baja una diminuta tanga de encaje blanco, dejando expuesta su vagina pelada y rosada. Sin dudar le hago caso y le meto un dedo, efectivamente, estaba muy mojada. Hago lo mismo que ella, me chupo los dedos y puedo saborear su néctar salado.

-También tiene rico gusto.

Se vuelve a vestir y vuelve al sillón.

-¿Nunca deseaste a tu hijo?

-No, ¿de qué forma?

-Ya sabes de que hablo.

-¿en el sexo? Claro que no.

-Pero es joven, atlético, mide como un metro noventa ¿nunca lo miraste como a un hombre?

-No.

-Soy tu psicóloga y también tu amiga, no me mientas.

-Bueno alguna vez, cuando está con el torso desnudo, pero trato de no pensar, es mi hijo.

-Lo viste desnudo

-Cuando era chico

-Si lo vistes ahora, te pregunto.

-No.

-Bueno, eso es lo primero que vamos a tener que cambiar.

-No, no, no, es imposible.

-Clarisa, tenemos un trato y me ibas a hacer caso, si no podes cumplir con tu palabra no te voy a poder tratar más.

-No, no, pero…

-Ningún pero. Clarisa, sos una mujer hermosa, atractiva y tu hijo seguro no es ciego. Quiero que hoy salgas de acá con un objetivo a cumplir, verlo totalmente desnudo, a él seguro le va a gustar que lo veas, los hombres siempre tienen un lado exhibicionista, complácelo, dale el gusto. Mira, un día cuando se esté duchando, golpeas en el baño, dile que te deje pasar para orinar, insiste, vas a ver que te dejará, la semana que viene me cuentas.

Me fui de la sesión, me sentía excitada como hacía mucho tiempo antes, más aun como casi nunca. La propuesta de Leticia me daba vueltas en la cabeza durante todo el viaje. Sabía que mi hijo iba a estar en casa, está casi todo el día ya que termino sus estudios, pero ese día no me atreví a hacer nada.

Pasaron tres días y seguí con mi rutina, pero no me podía sacar de la cabeza lo que me dijo Leticia, fue como un virus que se metió en mi mente y me carcomía todo el día. También sabía que el tiempo se acortaba y vendría la próxima sesión, así que debería tomar coraje y decidir qué hacer.

El sábado por la mañana salí a correr temprano por el parque como hago siempre, sabía que Alejo se levanta a eso de las 9 AM y se ducha, él sabe que voy a correr pero siempre llego antes del almuerzo. Tomo coraje y decido ejecutar un plan.

Llego de correr a las 8:45 AM y entro sin hacer ruido a la cocina y espero a que mi hijo se levante y se vaya a duchar, siempre tiene la misma rutina, casi es un autómata por las mañanas.

Espero hasta escuchar el sonido del agua corriendo en la ducha. Cuando esto ocurre tomo valor y subo las escaleras hacia la puerta del baño.

-Toc, toc, toc. Alejo

-Toc, toc, toc, Ale

-SÍ, MA, ¿QUÉ PASA?

-Te falta mucho.

-RECIÉN ENTRO.

-¿Puedo pasar?

-¿AHORA?

-Me hago pis, dale, miro para otro lado.

-BUENO, DALE PASÁ

Abro la puerta y entro, el baño tiene la ducha con una mampara de vidrio transparente así que apenas entro lo veo desnudo con el agua escurriendo por el cuerpo. No me mir, se sigue bañando como si nada, tenía razón Leticia, le gusta exhibirse o por lo menos no tiene prejuicios. Estaba de espaldas le veo el culo más blanco que el resto del cuerpo, redondito y firme. Mientras me acerco al inodoro lo veo de costado, sigue sin mirar, yo no lo puedo evitar. Me bajo las calzas y me siento, él gira un poco mientras se lava la cabeza. Ahora puedo ver colgando entre sus piernas el pene sobre un escroto que sostenía dos grande huevos, no puedo alejar la vista de esos huevos, él como si nada. Largo un chorro de orina y me pregunta algo.

-¿Fuiste a correr?

-Sí, ahora tengo que ir a comprar algo para comer.

Me seco, me levanto y salgo del baño. Él siguió como sí nada duchándose. Quedo muy excitada, no puedo aguantar y me tengo que masturbar en el dormitorio antes de cambiarme para salir. Fue algo increíble ver su cuerpo enjabonado y saber que no le importaba que lo viera desnudo.

Después de una hora regreso para preparar el almuerzo, nos sentamos a comer y le pido perdón.

-perdón por entrar al baño, me hacía encima.

-¿Por qué?

-Te estabas bañando

-¿Por qué estaba desnudo? Jajaja, no pasa nada, en el vestuario del club están todos desnudos y tengo que ver a cada viejo que me mira las bolas, van para eso algunos viejos putos.

Me dejaba más tranquila, no era la única que la volvía loca sus huevos. Los días parecían que pasaban más lentos, yo me moría por contarle a Leticia que había cumplido la promesa, pero eso no fue todo. Dos días después de verlo en el baño era casi el mediodía y Alejo no se levantaba, voy a su cuarto, golpeo y no responde, entonces abro la puerta y lo veo dormido profundamente y desnudo, con el pene colgando hacia un costado apuntando la cama.

-Uy, perdón, ¿Te pasa algo?

-No, nada, es que tengo sueño, ahora me levanto.

Cierro la puerta y me doy cuenta que le gustaba que lo vea desnudo. Yo no podía creer que mi cabeza ya no la ocupaba mi ex marido, ahora pensaba en el pene de mi hijo todo el día.

El miércoles, como todos los miércoles después de las clases de yoga voy de Leticia. Ahora con novedades.

-Bueno ¿Cómo te fue en la semana?

-pude cumplir, lo vi desnudo.

-Bien y ¿dijo algo?

-Parece que no le molesta.

-jajaja lo sabía.

-Tenías razón.

-¿Cómo la tiene?

-¿Qué cosa?

-Ya sabes, la pija. Es grande.

-Si es larga, los huevos se veían grandes.

-¿Te gusto? ¿Te excito?

-Si.

-bueno, ahora hay que ir más allá, él objetivo es hacer tuya esa pija.

-No, no puedo.

-Ya dijimos que tenemos un trato y veo que ya estás dejando atrás la depresión. No hay nada malo en tener deseo sexual por un hombre, que sea tu hijo es una anécdota.

-Bueno ¿Qué tengo que hacer?

-el segundo objetivo es seducirlo.

-Pero ¿Cómo se va a fijar en mí? Soy su madre.

-Créeme, él se muere por cogerte, como todos los hijos con las madres, yo sólo te voy a enseñar a provocarlo, calentarlo como a un motor para que funcione. Quiero que un día cuando vayas a correr lo llames por teléfono y le digas que te caíste en el parque y te golpeaste muy fuerte, que te vaya a buscar. Vas a ver que va a salir disparado para buscarte, él instinto protector con su madre le pondrá la adrenalina al tope en sus venas, estará en el punto justo para que crear toda tu actuación.

-Pero si me quiere llevar al médico.

-Mejor aún, él va a sentir que tiene el control de la situación y lo vamos a poder mover como una ficha de ajedrez. Tengo una amiga en el piso de abajo que tiene un consultorio, es pediatra, pero es más mi amiga y me debe un favor, yo le voy a decir que tiene que hacer. Solamente tu hijo te tiene que llevar a su consultorio, vos solamente tienes que fingir un fuerte dolor, avísame el día que vas y yo arreglo todo. Actúa lo mejor que puedas.

No me quiso adelantar nada de lo que le dijo a la doctora que tenía que hacer.

El viernes sería el día, salgo a correr temprano y a eso de las 8 AM me decido a llamar a mi hijo, me siento en un banco de plaza y marco su número de móvil, suena varias veces y entra el contestador, debo insistir, ya le había avisado a Leticia para que le avise a su amiga la doctora. Llamo otra vez, suena unas cinco veces hasta que atiende.

-Hola Ale, soy tu madre.

-Sí, sí, ¿Qué pasa?

-No te preocupes, pero me caí en el parque, podes venir a buscarme.

-¿Estas bien?

-Sí, si, no es nada me golpee, pero no es nada grave.

-¿En qué parte estás?

-Cerca de la fuente, debajo de un árbol.

-Ok, Ahora voy para allá.

Me sentía una basura, no quería asustar a mi hijo pero la idea de Leticia era más fuerte y me obligaba a seguir con el plan.

No pasan 20 minutos y veo que viene corriendo desde un sendero de polvo de ladrillo.

-¿Qué te pasó? ¿Te duele? ¿Podes caminar?

-Me caí sentada, pisé una piedra y me desestabilizo. Me duele mucho la cintura.

-Llamo una ambulancia.

-No hace falta, puedo caminar, ayúdame a llegar al auto y vamos a un consultorio de una médica amiga.

Alejandro estaba asustado, me toma con su brazo por debajo del mío y me ayuda a llegar al auto. Dramatizo un estado de dolor y hago que me cueste sentarme en la butaca por el dolor. Arranca el coche y vamos de la doctora.

Llegamos al consultorio, él baja del automóvil y sale corriendo hacia el portero eléctrico de la entrada del edificio, vuelve y me ayuda a salir del auto. Subimos por el ascensor hasta la puerta del consultorio. Tocamos y abre la doctora. Yo no la conocía, era una mujer grande, de unos 60 años, rellenita. La seguimos hasta una habitación que era el consultorio. Tenía elementos de cualquier consultorio, pero muchas fotos de niños y una balanza para bebés, pero mi hijo no se iba a fijar en esos detalles, sólo la veía a ella con un guardapolvo blanco y un estetoscopio colgado de su cuello.

-Pasen

-Permiso.

-¿Qué paso?

-me caí en el parque, caí sentada y me duele mucho la cintura y la columna.

Mi hijo estaba miraba a un costado.

-Bueno te tengo que revisar, ¿él quién es?

-mi hijo, ¿quiere que salga?

-no, no hace falta, mejor que se quede, puede que la tenga que ayudar. Por favor sáquese la remera.

Le hago caso y quedo en corpiño, uso de esos deportivos cruzados en la espalda, con otros no puedo correr es muy incómodo cuando las tetas saltan para todos lados. Yo estaba parada y ella se sienta detrás de mí. Me empieza a apretar las vértebras de la columna mientras me preguntaba si sentía dolor. Llega a la cintura y me baja la calza y la tanga, quedo con el culo al aire y lo empieza a tocar como hacía con la columna. Yo finjo dolor cuando me toca.

-¿Duele?

-Ay, si, si

-¿Acá?

Llegó más abajo y me tocaba el coxis con el dedo y lo apretaba, no podía ver a mi hijo, pero me imagino el espectáculo lésbico que estaba viendo, una doctora metiendo el dedo en mi culo.

-Sí, sí, duele.

-Bueno déjame que te inyecte un calmante y te digo que hacer.

Yo no me imaginaba que sería tan realista la entrevista pero parecía que las instrucciones de Leticia fueron muy precisas. Yo la obedezco en todo. Me inyecta en la nalga un supuesto calmante, casi no siento el pinchazo, pero me lo dio.

Tomo asiento, simulando dificultad en hacerlo, en una silla junto a mí hijo frente al escritorio, del otro lado del mismo estaba la doctora anotando algo en unas planillas y haciendo unas recetas. Estábamos en silencio, se podía escuchar el sonido que hacia la pluma sobre papel mientras escribía.

-Bueno, por suerte fue solo un gran golpe, no sentí nada roto, aunque te va a doler unos días, vas a necesitar ayuda. Mira acá te receto unos calmantes y una crema analgésica que te tienes que pasar cada 6 horas. También esto por si te duele cuando vas al baño. ¿Tienes a alguien para que te ayude?

-No, vivo sola con mi hijo.

-bueno, te va a tener que ayudar a desplazarte o higienizarte, lo digo porque te va a empezar a doler más mañana. No te puedes caer de nuevo.

-Voy a tratar de hacerlo sola.

-No, ¿Cómo es tu nombre?

-Alejandro.

-Mira, ella no puede moverse, así que la vas a tener que ayudar con las cosas de la casa y a desplazarse por la casa, las vas a tener que ayudar a ir al baño o cambiarse, es peligroso que se caiga, se tiene que desinflamar la columna pasan muchas terminales nerviosas. Ella te va a decir que necesita, depende de ella. ¿Podes ayudarla?

-Sí, puedo

-Bueno, te tomo la palabra, ahora sos responsable por su salud.

Ella logró su objetivo, preocupo a mi hijo por mi salud, me lo dejo servido en bandeja, ahora dependía de mi hasta donde quería llegar. Hasta me receto sin que mi hijo viera, unos supositorios de glicerina, se ve que las instrucciones de Leticia eran para llegar muy lejos.

Nos fuimos del consultorio, yo caminaba colgada del hombro de Alejo. Él me ayudaba con mucho cuidado, mientras fingía dolor al caminar. Hace lo mismo cuando llegamos a casa, me acompaña a mi habitación y me deja en la cama donde me acuesto agotada.

Estaba desesperada por hablar con Leticia, por el horario sabía que debería estar con algún paciente, decido mandarle un mensaje para contarle como me fue con la doctora, sabía que me iba a contestar, me dice que si no se distrae con algo con algunos pacientes se duerme, así que me iba a contestar.

-Hola Leti.

-(manito saludando)

-Fui de la doctora, Alejo, se lo creyó todo.

-(pulgar para arriba) (pulgar para arriba)

-Pero me recetó unos supositorios, ¿fue tu idea?

-(Pulgar para arriba) (cara sonriente y gota de sudor)

-No creo que llegue tan lejos.

-(cara enfadada) (cara enfadada)

-No sé qué hacer, te lo prometí, pero tengo miedo, ¿Qué hago?

-(signo ok) (dedo índice señalando a la izquierda)

-jajaja te voy a hacer caso. Después te cuento.

-(pulgar para arriba) (pulgar para arriba) (cara sonriente)

Fue una promesa y el empujón de Leticia lo que me llevo a lo que les voy a contar.

Desde la cama lo llamo a Alejo para que me ayude. Golpea la puerta y entra a la habitación.

-Ale, me ayudas a ir al baño, me quiero duchar y cambiar esta ropa.

-Sí, vamos.

Voy caminando despacio colgada de Alejo y entramos al baño.

-Gracias hijo.

-Podes sola.

-¿me podes ayudar?

-Sí.

Me quedo inmóvil para que me ayude a sacar la ropa, yo estaba decidida a todo. Primero me saca la remera y quedo en corpiño, luego me baja la calza y quedo con mi pequeña tanga que me doy cuenta que estaba mojada. Yo pensaba que él pararía ahí pero no, siguió, tomo el corpiño de los costados y lo saco por mi cabeza, luego sin mediar palabras me saca la tanga. Quedo completamente desnuda, siento un poco de vergüenza pero estaba más excitada que nunca. Toma mi mano y me ayuda a entrar a la ducha y cierra la mampara de vidrio.

-¿Llevo esta ropa al lavadero?

Con su mano izquierda sostenía la calza y la remera, y en la derecha el corpiño y la tanga.

-Si, por favor.

Yo me di cuenta que su intención era saborear mi ropa interior, yo en su lugar haría eso.

-Cuando termines llámame que te ayudo a ir a la habitación.

Apenas salió del baño me masturbo bajo el agua de la ducha, supongo que él estaría haciendo lo mismo con mi ropa interior. No puedo evitar el ruido que hacia mi mano en la vagina mientras me masturbo, plaf, plaf, plaf, trataba que no se me escape ningún gemido, aunque no sé si alguno salió de mi boca.

Termino de ducharme y estoy mareada, no sé cuántos orgasmos tuve mientras me duchaba, pero fueron muchos, estaba agotada. Me seco con una toalla y me pongo una bata de tela de toalla y llamo a mi hijo.

-Ale, me puedes ayudar.

No pasaron ni diez segundo que golpea la puerta y pasa. Me mira con cara de desilusionado por no verme desnuda, pero yo sé que es más poderoso el deseo en los hombres.

Repitiendo la escena anterior me lleva caminando a mi habitación y me deja sentada en la cama. Él me pregunta.

-¿Te duele?

-Sí, espero que sea un par de días, es molesto este dolor, ojalá la crema que me dio la doctora sirva de algo. ¿Me puedes ayudar con la crema?

-Si.

Con total naturalidad me acuesto boca abajo en la cama y me levanto la bata hasta veinte centímetros arriba de la cintura. Quedo con el culo al aire y le doy en la mano el pomo de crema. Me coloca justo arriba de la cintura un poco de crema y la empieza desparramar con sus dos manos masajeando la zona. Sus manos se deslizan de un lado a otro de la cintura pero de a poco van bajando hasta mi culo. Sé que tengo un culo atractivo, grande en su justa medida, mi marido lo besaba y chupaba por horas, pero con el tiempo fue desquitando su furia en él, me sodomizaba cuando quería someterme, no paraba hasta que lloraba mostraba sumisión. En realidad a mí me gustaba pero nunca le di el gusto de que sintiera placer en cogerme por el culo, lo odiaba. Con mi hijo era diferente cuando lo empieza a tocar puedo sentir que lo hace con ternura y miedo, siento que lo puedo dominar con el culo. Mientras con el movimiento de sus manos me doy cuenta que trata de separarlo y abrirlo para ver el ano, me pregunta.

-¿Son analgésicos lo que te dio?

-¿Cuáles?

-La caja azul.

-Ah eso, no.

-¿Qué son?

-Supositorios, me los dio para que no me duela cuando voy al baño, facilitan el trabajo.

-¿Quieres que te lo ponga?

-¿Lo harías?

-Sí, si te ayuda.

-Gracias. Están en ese cajón.

No imagine llegar tan lejos, supero todas mis expectativas, me moría de ganas de contarle a Leticia.

Saca del blíster un supositorio y me lo muestra.

-A ver dame que lo chupo un poco, así lo podes meter más fácil.

Me lo da y le paso la lengua para mojarlo con saliva y se lo doy. Levanto el culo y quedo arrodilla en la cama y con la cabeza en la almohada. Siento que empieza a tocar el ano con el pequeño supositorio y lo va introduciendo de a poco.

-Mete bien profundo el dedo para que no se salga.

Como un fiel esclavo me hace caso y mete el dedo hasta que hace tope la mano, luego retira el dedo de a poco. Me vuelvo a acostar y bajo la bata.

Fueron unos segundos en lo que pensé, por qué no ir más lejos. Entonces me doy vuelta y le digo.

-¿Querés meterlo más profundo?

-¿Cómo?

-Ven.

Lo tomo de la cintura y le bajo el pantalón, el pene sale disparado, lo tomo con las dos manos y me lo llevo a la boca y se lo empiezo a chupar, no quería que acabe en mi boca, así que lo saco y le digo.

-Mételo en el culo, bien profundo.

Me pongo en cuatro, me toma de la cintura y apoya el pene en el ano. Ya tenía el agujero tan lubricado y dilatado que no hizo falta mucho esfuerzo para meterlo, empujo y empujo hasta tenerlo bien adentro, entraba y salía, hasta que acaba adentro del culo, puedo sentir como me llena su leche caliente.

Cogimos todo el día y toda la semana. Cuando el miércoles fui de Leticia le cuento todos los detalles de lo que hicimos y como no podemos para de hacerlo.

Leticia me saco de la depresión, me dijo que ella quería participar y así lo hizo. Ahora somos un trio que nunca agota su apetito sexual. Mi hijo nos coge como a dos adolescentes, nos rompe el culo cada vez que nos encontramos. Nos hicimos adictos al sexo y no podemos parar.

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