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Yiyo
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Tiempo de lectura: 6 minutos

Conocí a Yiyo por cuestiones laborales y enseguida me di cuenta que tenía amaneramientos y actitudes de gay. No había que ser muy despierto para notarlo. Nos fuimos haciendo bastante amigos pero nunca en esos primeros tiempos se me insinuó o tuvo alguna actitud oferente. Era realmente un chico de rasgos finos, con cuerpo de buenas formas y proporcionado. Como decía, nos fuimos haciendo bastante compinches en cuanto al trabajo y solíamos ayudarnos. Hasta que un día surgió un problemita y era necesario arreglarlo fuera del ámbito estrictamente laboral. Así que lo charlamos y convenimos encontrarnos en su departamento.

Un sábado a la tarde me aparecí por allí y enseguida nos pusimos a trabajar, mientras nos tomábamos alguna cerveza de su refrigerador. –Te las debo, le dije… -No te preocupes, no soy de tomar mucho y me alegra compartir. Trabajamos duro y ya entrada la noche terminamos. Yiyo me preguntó si tenía algún compromiso o urgencia por irme. Caso contrario podría cocinar algo o podíamos pedir comida a un delivery. Por supuesto le dije que mejor esto último, antes que se molestara en cocinar. Por lo tanto hicimos el pedido y nos tomamos alguna otra cerveza mientras esperábamos charlando. Luego comimos y seguimos conversando animadamente. Cerveza va, cerveza viene, los temas fueron surgiendo para pasar a ser motivo de conversación. Ambos estábamos “achispados” por las bebidas. Me preguntó cosas de mi vida, si tenía novia, casado o qué. Le dije que había tenido novia pero en ese momento estaba solo.

-Yo tampoco tengo novia… ni novio dijo y se rio. Yo le seguí la broma y reímos juntos. Seguimos bromeando hasta que se puso un poco serio y me dijo que tal vez me había dado cuenta de su condición de gay. Que estaba solo y que nunca se había atrevido a tener una relación o experiencia en sus 19 años. Yo le dije que gracias por la confianza pero que eso no cambiaba en nada lo de nuestra amistad, que respetaba su condición y que cada quien es lo que le toca ser.

-Gracias, eres muy buen tipo, me dijo. He tenido ya que soportar algunos insultos. Y como tú dices, soy lo que soy y como soy… lo que me tocó en suerte y no reniego…

La charla se siguió haciendo más íntima y ni sé desde cuando fue que estuvo sentado al lado mío. Me dijo que era totalmente pasivo, virgen y que nunca se había animado a consumar nada. Que le aterraba la idea de ofenderme pero que conmigo no le importaría confirmar su condición de gay. No sé si fue la cerveza o qué, pero de pronto tuve su cara entre mis manos y lo bese. ¿Era yo? ¿Me hacía esto menos hombre? Y yo mismo me contesté que no, para permitirme algo que ya me había empezado a dar morbo. Le dije que no me ofendía, que nunca había ni habría planeado nada para con él, pero que estaba dispuesto a complacer sus deseos ya no tan ocultos.

Me pidió que lo esperara unos minutos y salió hacia su habitación. Cuando regresó casi no lo creo. Venía envuelto en una tela muy fina, que transparentaba una tanga negra. Peluca y labios pintados.

–No sé si está bien o mal, pero hace tiempo lo sueño así… imaginé así el momento y ojalá no te parezca ridículo!

Le dije que no, que estaba precioso y que hiciera como quisiera ya que era su noche. Me agradeció, se paró delante de mí dándome la espalda y levantó la fina tela, hasta dejar al descubierto su tesoro. La tanga le marcada un culo harto tentador y hasta muy femenino. Terso, con apenas una ligera vellosidad. Esto terminó de aplacar mis dudas y ya mi verga mostró signos de calentura. Se sentó a mi lado para besarme ya sin reparos, en tanto su mano se posaba delicadamente sobre mi bulto para explorarlo. Aparté la tela para chupar sus diminutas tetillas, arrancándole un suspiro. –Ven, vamos a mi habitación… estaremos más cómodos, dijo y lo seguí.

Nos tiramos en la cama. Me acarició y pidió permiso para quitarme la ropa, a lo que por supuesto accedí. Una por una mis prendas fueron quedando en el suelo. Hasta llegar a quedar solo con el bóxer. Acarició mi verga enhiesta por encima de la tela, para enseguida quitarlo. Se quedó mirando con la boca entreabierta. –Es hermosa, dijo… me encanta ese tamaño! Puedo? –Claro, respondí. Me la tomó entre sus manos con una delicadeza femenina. Acercó sus labios pintados y me la empezó a chupar de una forma que, juro, pocas veces me lo habían hecho.

-Disculpa si cometo alguna torpeza… soy nuevo en esto… sin experiencia!

-Lo haces a la perfección, dije… Chúpamela por favor! Y eso hizo… Vaya si lo hizo tanto y tan bien que al rato debí detenerlo. –No me hagas acabar todavía… tengo otros planes para mi leche!

Sonrió y me dijo que era un loquillo picarón… Hice que se estirara en la cama, boca abajo, para masajearle y acariciarle la cola. Le quité luego la tanga. Separé sus nalgas y sin reparos busqué el ano para lamerlo. Lo fui preparando a conciencia, correspondido por sus gemidos y suspiros. Lentamente me masturbaba para mantenerme erecto. Tomé líquidos de mi verga y se los dejé caer en el ojete ya muy mojado. Con mi dedo medio lo fui masajeando e insinuando una leve penetración, en tanto el meneaba sus caderas bamboleando sensualmente las nalgas. Muy despacito le introduje la primera falange del dedo para masturbarle y lubricarle el apretado ano. Apoyando las rodillas, tiró bien las nalgas hacia atrás, descansando el vientre sobre los muslos. Así su orifico quedó más expuesto, palpitante, tentador… Cada vez más ganas me venían de penetrarlo de una vez. En tanto lo lamía, lo masturbaba para ponerlo totalmente loquito y en clima.

-Crees que es hora?, le pregunte…

-Mmmm, si… por favor

Le levanté un poco la cola para acariciarle el culito con la punta viscosa de mi verga. Se estiró un poquito para tomar algo del cajón de la mesa de luz. Me alcanzó un pote de vaselina. –Toma… termina de prepararme. Cargué mi dedo en lubricante y se lo desparramé en el ano empujando hacia adentro. Estaba totalmente ofrecido y lubricado.

-Ahí voy… si te molesta me dices…

Me preparé a sus espaldas. Con una mano aferré su cadera, con la otra agarré fuerte mi pica para apoyarla en la boca cerrada de su esfínter. Empujé despacio. Estaba tan lubricado que no me costó ganar terreno. Ya casi loco de lujuria vi perderse la cabeza de la poronga en sus adentros. Un pequeño gemido me hizo detener.

-Te duele?

-Solo un poquito pero lo soporto… sé que no me harás daño!

-Claro que no… quiero darte placer, no dolor. Cogerte bien rico…

Empujé otro poco y le clavé media verga. Retrocedí y avancé… retrocedí y avancé. El juego lo puso más que frenético. Me acompañaba. Retrocediendo cuando yo avanzaba y quitándose cuando yo retrocedía. Cuando supe que estaba listo lo tomé de ambas caderas y le mandé la verga hasta el fondo de su ser. Lanzó un gemido pero no de dolor.

–Ahora si eres totalmente mi macho… no dejes de cogerme… cógeme fuerte… coge mi culo. Y cómo no cogerlo? Enardecido fui y vine varias veces. Hasta el fondo para casi quitar la verga y llevarla nuevamente a lo profundo de su cuerpo. Se la saqué y me miro extrañado.

–Te cansaste?

-No… probaremos de otra forma… Lo hice acostar boca arriba y levantar las piernas abiertas. Su orto así se me ofreció, totalmente abierto. No tuvo problemas en volver a recibirme dentro ni yo remilgos en penetrarlo de un solo golpe. Volví a cogerlo con fuerza. Gemía y se movía a cada estocada. Su pequeña verga estaba a punto de estallar y no atinaba a tocarla. Traje su mano, hice que se la agarrara y le pedí que se masturbara. Con mis furiosos juegos anales y el meneo, no tardó en eyacular estruendosamente. Lanzó un grito agónico en tanto su leche le saltó al pecho. Se la frotó y desparramó por las tetillas. Sin dejar de cogerlo, me acerque y besé sus labios aún pintados. Nuestras lenguas serpenteaban de una boca a la otra. Mis huevos pedían a gritos ser vaciados.

-Ahora si te daré mi leche…

-Siiii, por favor, llena mi sediento culo… llénalo de tu lechita.

Aumenté todavía más el ritmo y sentí venir mis líquidos. Acabé de una forma extraordinaria, alocadamente placentera.

-Aaaah, dijo… la sentí bien adentro. Tu leche me quema el ojete… que divino.

Me dejé caer a su lado y Yiyo me beso con suma pasión. Fue hasta mi verga que aún manaba esperma para dedicarse a lamerla, a limpiarla.. A los pocos minutos, casi enseguida y merced al buen trato bucal, mi miembro comenzó otra vez a erectar… Debo ser sincero y reconocer que, cogiendo con una mujer, me costaba recomponerme. Pero Yiyo lo logró y merecía su premio. Volvió a colocarse en cuatro. Con sus dedos untó la leche que aún le brotaba del ano para lubricarse, como supiera que eso me pondría más loco. Apunté, presioné, entré y cogí. Sus gemidos me informaban del gusto, del placer que sentía. Juegos. Una estocada a fondo, una estocada a la mitad. Siempre sin perder la boca de su túnel y mi barra de carne jugando. Me auto excitaba.

-No acabes todavía! Cógeme mucho… cógeme bien… Mmm! Tengo otra vez la verga a mil… Quiero paja y mucha verga en el culo… quiero un doble orgasmo!

-Vamos por eso, le dije…

Lo seguí cogiendo cada vez a mayor ritmo. Tan veloz como el ritmo de su mano masturbando. Al cabo de unos minutos, otro largo gemido me anunció que estaba acabando. Acabando por su pene y con unas contracciones anales que casi me arrancaron la lefa de los huevos. Un momento que ni soñado hubiese sido tan intenso.

Lo solté. Se cayó en la cama y dándose la vuelta me dijo que le encantaría le chupara la verga.

-Perdona, le dije… no estoy preparado todavía para eso… Lo siento.

-Ya… te entiendo. Igualmente me has dado ya mucho más placer del que esperaba. Esto no se olvida.

Descansamos un rato. Luego nos fuimos a duchar y allí me quedó resto para cogérmelo otra vez y de parado.

Después seguimos siendo amigos y del asunto no se habló más. Bueno, casi. Un mes después me llamó y me dijo que estaba loco de ganas. Volví a su departamento. Cogimos intensamente y acordamos que sexualmente hablando, la relación terminaba allí…

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