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Dudas existenciales: Nora se adentra en una nueva aventura

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Me acuerdo cuando estaba en el bar pensaba en la novia, lo mal que le sentaba el vestido, ella es muy poca cosa, aunque tampoco ese traje hubiera sentado bien a nadie. El novio con ese traje que le sentaba como el culo, todo orgullo, un simple empleado municipal de mantenimiento. Por su parte mis tíos pareciera que estuvieran exultantes ante la boda de mi prima.

Para mi había sido un gran engorro acudir a la fiesta, encima mi marido había puesto una excusa para no venir, como si yo no supiera que se está tirando a su secretaría, apenas 25 años, la rubita esa, cuando la vi el otro día la encontré ingenua y pusilánime. Encima hoy está el amigo de mi prima, ese que me liga una amistad hecha a la ligera y que después resultan molestas en la vida. Ha tenido el descaro de hacerme bromas y a presentarme a esa joven que le saca casi 20 años; cree que porque en tiempos pasados tuvimos unos revolcones tiene derecho a emplear un tono familiar conmigo y a cada momento se recreaba en recordar viejas anécdotas de cuando yo vivía en la comarca. Encima mi madre con esa verborrea aleccionadora.

—Nora, es una lástima que Cesar y los niños no hayan venido, teníamos tantas ganas de verlos tu padre y yo, es una pena que estéis en la gran ciudad.

—Mama, Cesar en el despacho tiene mucho trabajo y los niños los cuida mi suegra, además son 400 kms.

—Es lo que tiene haberse casado con un abogado, pero estamos muy contentos que te vaya bien, por cierto has visto a tu antiguo amigo, está con una chica tan mona y tan joven, quién diría que a sus cuarenta años recién cumplidos, aunque a día de hoy os conserváis muy bien, aunque a ti te veo más delgada, esa obsesión… el vestido te sienta de maravilla.

—Sí, lo he visto y me alegro por él, y no te preocupes por mi, es que voy al gimnasia, las cosas ya no son como antes mamá.

—Y al menos podrías haberte quedado en casa, no sé por qué tienes que irte tan deprisa.

La boda me fue insoportable, no tenía ganas de encontrarme de nuevo con la gente que había dejado en mi juventud, me excusé que tenía obligaciones y me era imposible quedarme, la verdad es que había planeado pararme a tomar algo en algún lugar y buscar donde dormir para la mañana siguiente continuar, a ver si podía centrarme y pensar un poco en mi misma.

Los faros del coche iluminaban la carretera mojada, no sabía donde me encontraba, estaba algo desubicada, la tormenta arreciaba, la cortina de agua del parabrisas me estaba cansando la vista, aparque donde pude en la explanada, al fondo se veía un pequeño bloque de pisos y un local en apariencia de copas, al salir del coche pude oler a tierra mojada, la tormenta estaba amainado. Una vez dentro del local observe que estaba poco concurrido, una pareja de jugadores de dardos y poca cosa más.

—Buenas noches, sabe si hay alguna habitación libre por los alrededores —pregunte al camarero.

—Difícil, aquí las pocas que tenemos están todas ocupadas por operarios de la nueva obra.

—¿Tienen teléfono? Es que mi móvil aparte de no tener cobertura me ha terminado la batería.

Llamé a mi marido y me crispé más de los nervios al saber que no estaba con los niños, encima sospeché que me escondía algo, se excusó que estaban en la casa de su madre y como no, él debía estar con su joven secretaria. Pedí un whisky doble, estaba enfurecida. Me sentía ridícula en ese bar con ese vestido, estaba desubicada. Ni tan siquiera este sitio es bonito ni romántico. Miraba con ojos de otra persona y necesitaba repasar el mundo, porque tenía la impresión de que había algo que se me escapaba.

—Si necesita volver a llamar solo tiene que pedirme el móvil —dijo una voz joven a mi lado—. Perdón, pero no he podido evitar oírla cuando estaba con los dardos.

—Ere… eres muy amable, pero ya he… he llamado —dije sorprendida.

—Va usted muy elegante.

—Gra… gracias, pero venía de una fiesta y la tormenta me ha pillado… he tenido que parar.

—Sí, tiene razón, estas tormentas de verano son fuertes, pero escampan rápido.

—¡Qué pasa aquí, veo que has encontrado mejor compañía, qué cabronazo e hijo puta eres, me has dejado solo con los dardos —exclamó un hombre ya entrado en años tras nuestro.

—Bueno, la señora… he creído pode ayudarla —contesto el joven.

—¡Qué nos pongan otra ronda, coño, para mi más cerveza! —exclamo en tono jocoso y dejando entrever una boca desdentada.

—Yo no sé… si… de… dejarles, me siento cansada… mirare si encuentro —respondí algo confusa.

—Para nada señora, no se asuste… mi amigo solo quiere ser simpático —dijo él y dirigiéndose al camarero le pidió otra copa para mi.

—¿Has venido de fiesta, o qué? —pregunto en tono interrogante el hombre.

—Perdone, pero mi amigo se llama Tiburcio, y yo Víctor; ni siquiera nos habíamos presentado.

—Yo soy Nora, encantada.

—La veo algo apesadumbrada, y no se preocupe por el vestido, le sienta de maravilla.

—Gracias por tu interés, pero es que hoy he tenido muchos pormenores que me han cambiado el humor —dije en un tono agradecido y algo impresionada.

—¡¡Estás para darte un meneo!! —Dijo Tiburcio para después eructar de forma sonora--- y ahora señores voy a echar una meada.

—No se lo tenga en cuenta, trabaja toda la semana, tiene su familia lejos, ha venido a sacar el jornal. Trabajamos duro en la obra.

—No hay nada que reprochar, todo el mundo vale lo mismo, no te preocupes. Por cierto, tú tienes vocabulario, no te pega con gente de la obra, sin menospreciarlos, claro.

—Gracias de su parte, es que trabajo para sacarme una carrera, en casa no pueden darme estudios…

En esos momentos me sentía algo eufórica, el licor estaba empezando a hacer efecto. Observe bien a mi joven interlocutor, era de facciones finas, rubio y un cuerpo muy equilibrado, me alegre de que aún yo tuviera ese poder de seducción aparente, el gimnasio como me dijo mi entrenador había dado resultados, era prieta y si bien los pechos eran algo grandes y empezaban a caerse el culo era prieto debido a la dedicación que conllevaba ir al susodicho gimnasio. En contrapartida observe que al salir el compañero del baño aún se subía la cremallera de la bragueta, iba algo descamisado, de su pecho salía abundante vello blanco; era alto, pero algo amorfo, por lo que sus mejillas sin afeitar le daban un aspecto tosco y rudo. El subidón de la bebida me hizo mostrarme más sensual, algo postiza, supongo. No podía dejar de colocarme en señal de nerviosismo el pelo, esa media melena morena que esa misma mañana me habían arreglado en la peluquería. Era evidente que el joven se dio cuenta de ello.

—Oiga lleva un peinado muy bonito, la hace más atractiva. Por cierto, si necesita llamar aquí tiene mi móvil —dijo dejando el móvil encima de barra apoyado en la botella en posición horizontal.

—Me han dicho que tiene la familia lejos —dije cuando llego a la barra el más viejo.

—¡Cinco, tres vástagos y dos hembras! ¡He preñado a mi mujer cinco veces! —Dijo efusivamente extendiendo la palma de la mano con los cinco dedos— y por dios que los he subido todos con estas manos.

Tras la contestación me quede algo pensativa, es inevitable no pensar en los niños que están con la madre de mi marido. Tenía ganas de llegar a mi casa y por otra parte me atraía mucho aquel joven.

—Ponnos otra ronda —dijo el joven.

—¡Estás para comerte maja —dijo el viejo a mi oído, apestando a cerveza y a tabaco dejando entrever esa boca desdentada.

Estoy pensando en pretérito, mientras veo el enlace y el vídeo que me ha dejado en el whatsapp. Sí, el joven tiene un blog con el seudónimo “Conejero voyeur“ y a tenor de su visionado puedo recordar los acontecimientos, ese móvil en la barra lo registraba todo. Ingenua de mi, no me di cuenta que su maquinaría se había puesto en marcha.

El blog constaba de muchas entradas, las cuales el joven daba rienda suelta a sus ínfulas literarias con introducciones a los vídeos. Atónita miré las tres últimas entradas:

Título: La Ana montada.

“Nunca hubiera imaginado la capacidad de la Ana, tan pequeña, con aire ingenuo, mirada perruna, inocente. Ved vosotros mismos.”

En el vídeo podía observarse como una chica muy joven como la de la descripción hecha se lo hacía con tres sobre la playa.

Título: Tiburcio

“Auténtico, un hombre de raza, currante: Vean.”

En el vídeo se observaba a Tiburcio mirando a cámara con una sonrisa desdentada, al mismo tiempo que se desabrochaba los pantalones y sacaba su gran miembro y meaba sobre los escombros de la obra. Era una meada larga y humeante, al final se sacudió el pene tirando las últimas gotas y mirando a cámara escupió un gargajo mientras se agarraba los peludos y grandes testículos.

Entonces miré la última entrada y el mundo se me vino encima:

Título: Milf a escape.

“Tuvimos la suerte de cara, sin buscárnoslo vino una hembra vestida de gala, era la clásica relamida casada y despechada en la primera impresión (…) Una hembra muy brava, sobre la cuarentena de buenas tetas y culo recio (…) Un poco sosa con ese aspecto de las que han estado pendientes toda su vida de su aspecto físico. Tiburcio se lució, le hizo un A FULL. “

Empecé a visionar el vídeo, vi como estaba yo de pie en la barra con el maduro delante, se podía oír su voz pastosa y gutural junto con las muecas que le hacía al joven, era un hombre que se notaba que estaba en trance. Su mirada hacía mi era lenta, me escrutaba y aprovechando mi estado daba rienda suelta a su lengua. Me disculpe que tenía que ir al baño, visionando el vídeo me di cuenta de lo tonta que había sido, ya que aprovecho para recolocar el móvil en mejor posición y grabar desde un punto de vista más amplio y por si ya fuera poco lo estaba grabando en directo en su blog, con interacción de gente mediante un chat. Mientras iba al cuarto de baño, notaba que andaba con gravedad estudiada. Una vez allí abrí el grifo de agua fría y me eche un poco en la cara. Notaba que mi rostro estaba algo desencajado, las consecuencias de la bebida, pero aun así —ingenua de mi— aún creía que llamaría la atención del joven. Ahora puedo observar que cuando volvía a la barra tambaleaba algo y guardaba el equilibrio con una sonrisa en la cara. Me senté en el taburete, Tiburcio se acercó de forma descarada y me agarro de la cintura, quise esquivarlo pero tenía dejadez en mis movimientos, también pude observar (como he dicho, todo esto mirando con espanto el vídeo) y tenía la mirada muy cargada. Notaba como me magreaba, el joven se limitaba a mirar, yo hubiera querido… Mis pechos eran sospesados por unas manos rudas con restos negros en sus uñas. Noté que me subía la falda y me posicionaba enfrente del móvil.

El chat en directo tenía muchas entradas, el apodado Mirlo blanco

Decía: ¡Ya la tiene ahí, vamos Tiburcio!; el Oso rojo: ¡enséñanos más material, la milf es la ostia!

Los deseos de los chateros fueron tenidos en cuenta y me subió mis pechos sacándolos del sostén quedando libres encima del vestido. Bajo hacia mis piernas y me aparto el tanga.

El chat estaba saturado con exclamaciones “¡qué arte tiene!“ “el veterano sabe aprovechar sus ocasiones“. Había mención especial el hijo mayor de Tiburcio, se apodaba Polla loka y exclamaba:

“ja va a porr eja”; otro decía “va de palomero” y otro con ínfulas intelectuales contestaba “es a las claras la técnica de escape palomero, eso es evidente”. Las expresiones técnicas de chat estaban a la orden del día “la va a aprovechar en retrochute”, otro exclamaba “es un arramble pelón en toda regla”…

El bar tenía que cerrar y fuimos invitados por el gordinflón y seboso camarero (a tenor del visionado) a “hacer las guarradas con la puta a otro sitio”. Recalco la indecencia y la mala educación. Lenta y agarrada de la cintura, dubitativa, con los pechos al aire y con la falda levantada, mostrando mi culo, con el tanga de hilo iba yo siendo filmada, por las escaleras y el pasillo de las habitaciones. Notaba como me sobaba, me magreaba el culo, al mismo tiempo que me decía “ves mi fierro” abriéndose la bragueta y dejando visible un pene largo, erecto y medio descapullado.

Entramos en la habitación, notaba mis movimientos mecánicos, tenía que pensar embotada mi cabeza no pensaba de forma lógica, es decir, no controlaba. La habitación constaba de dos camas, un baño y un armario; apestaba a macho y a tabaco rancio, las camas sin hacer, la ropa tirada por el suelo. Víctor con su IPhone en mano, en cuanto vio que no tenía mucha luz encendió la lámpara central y aviso a Tiburcio con un “cuando quieras”. Note la lengua en mi boca al mismo tiempo que me agarraba las nalgas abriéndolas y cerrándolas para que Víctor tuviera un buen primer plano del culo. Notaba la dureza del pene en mi barriga, me babeaba con su lengua toda la cara, podía ver sus jadeos con la boca abierta desdentada; me tiró de los pezones, los succionó de forma sonora y cuando iba a tirar del tanga Víctor exclamo “¡no! ¡Hazle el coño vestida!

Entonces me sentó en la cama, me aparto el tanga y haciendo pinza con los dedos hacía la cámara me abrió los labios vaginales. Metió un dedo, después otro y con expresión de asombro dijo “está chorreando la puta” y con una expresión de perro de presa y mirándome se quitó la ropa. Su pecho era velludo y canoso al igual que sus testículos y su pubis. Me atenazó el cuello y me introdujo todo el calado troncal de su miembro en mi boca. No podía respirar, me entraban arcadas, la volvió a sacar y me la restregó por toda mi cara, era un olor a polla penetrante, me dijo que abriera la boca y me la folló literalmente. Aún jadeante en un momento de respiro que tuve al volver a sacarla se cogió sus peludos testículos y me los hizo succionar.

Se regodeaba en ello mirando a cámara entre jadeos y ojos rojo sangre. Miró a Víctor y dijo “¡ahora le trabajaré el coño! Me tumbó en la cama y me levanto las piernas cogiéndome de los tobillos hasta arriba del todo, En esa posición y balanceando mis piernas como si fueran las varillas de mando de un aparato mecánico me balanceo al mismo tiempo que me comía coño culo en los vaivenes. Mojé, mojé mucho, era una sensación placentera, sucia y cutre al mismo tiempo, pero quedo la evidencia que estaba sobreexcitada. ¡Y sí! Pedí polla desesperada,

—¡Fóllame cabrón! ¡Dame polla! ¡Puto viejo de mierda! ¡Víctor, quiero la tuya! —dije deseosa.

—¡Suplícala! ¡Pídela como una puta, di que eres una puta! —contesto Tiburcio.

—¡No tendrás la mía, solo te queda la opción de la suya. ¡Pídela como te han dicho! —dijo Víctor.

—¡Soy una puta! ¡Quiero que me folles, puto viejo!

Con arrojo y pundonor Tiburcio me penetro de una tacada sonora, mis piernas estaban sobre sus hombros, notaba su aliento en mi cara, arqueaba sus nalgas en repetidos bombeos, se enderezo y apoyando sus manos firmes sobre la cama empezó adentros y afueras enérgicos, en cada mete saca se oía el golpeteo de sus embestidas; mi coño chapoteaba de forma sonora.

—¡Toma fierro puta! ¡Toma, toma y toma!

—¡Sí, así, así, así! ¡Más, más, más! ¡Oh, oh, oh! ¡No pares ahora, no pares, me voy… me… ohhhh… me…! ¡Me voy a venir! ¡Sigue! ¡Así, así, así! ¡ Ohhhh! ¡Me… me… me…

Me corrí de forma abundante, lo ojos del Tiburcio me miraban desencajados, las venas de sus sienes estaban hinchadas de su boca salían sonidos guturales, me estaba dando los últimos empujones, se contraía cada vez que me penetraba, lo hacía a fondo, daba señales evidentes de corrida, y lo hizo dentro en un espasmo sonoro y un bufido parecido al de un animal. Quedé exhausta y rendida sobre la cama. A través del vídeo puedo ordenar algo las ideas de lo que paso, que fue lo siguiente:

Puedo observar que estaba tendida en la cama con las piernas abiertas, Víctor se acercaba con el móvil captando un primer plano, al mismo tiempo que bajaba el plano en el cual se veía que se masturbaba, a medida que se acercaba puedo verme abierta de piernas. Tiburcio apartó el tanga que aún llevaba puesto y me abrió labios vaginales. De mi coño sale esperma. Entonces Víctor sube el plano hasta mi cara al mismo tiempo que se pajea, no tarda en correrse, mi cara queda llena de lefa. No recuerdo muy bien, ya que quedé dormida y a no ser por las imágenes que me ayudan a recordar.

Chat de Conejo Voyeur

“es el puto amo” “flipante de la ostia” “ke makina es mi papa”

“todo de puta madre, habéis visto como le ha comido el puto coño”

“el puto viejo es una makina” “ke polvasooo” “es el puto number one”

“flipante ke makina”

Estaba dormida, me despertó el olor a tabaco, llevaba el pitillo en la boca; Víctor sequia filmando. Me notaba la cara pegajosa, los churretones de semen me llegaban al cuello, necesitaba lavarme, me levante. Aunque Tiburcio no me dio tregua. Vi como su pene estaba empalmado otra vez. Confusa dije:

—Vo… voy a lavarme.

—No te preocupes por eso princesita, ahora quiero hacerte el culo.

—No… no… ¡no!

No me dio opción, para no extenderme en detalles diré que me coloco en cuatro y me penetró el culo sin compasión. Notaba como mi zona anal quemaba, me había escupido de forma sonora en mi culo y sin más dilación me penetró de formal alocada. Tuve que arquear mi espalda ya que me tiraba del pelo. Termino en mi boca, sí, como suena, a la hora de correrse me hizo tragar otra vez su polla hasta que noté el líquido viscoso en mi garganta que junto con los restos que llevaba en la cara me dieron una sensación de suciedad. Para más humillación, al terminar, se apoderó de mi tanga y dijo “me lo guardo a modo de trofeo”.

El chat bullía de comentarios:

“mi padre es una puta makina” “se ha ido bien servida, que culeada”

“ke morbaso”

Los había más técnicos:

“me ha asombrado el repunte que ha tenido Tiburcio después del vaginal, se ha integrado muy bien en ese anal. Muy bien jugado” “mucha habilidad por parte del genio Tiburicio, esta motivación es muy plausible. Buen coito con anal definitivo”.

Llevaba aún el vestido puesto, todo arrugado, me compuse como pude y salí de ese campo de batalla. Bajé las escaleras y me encontré a la limpiadora. Tuvo que abrirme la puerta, no sin antes hacerme la observación de “si tienen esas casas de citas en la ciudad, no sé por qué vienen a hacer las guarradas aquí”

Al cabo de dos días y ya habiendo asimilado los hechos recibí el enlace del blog por whatsapp, era obvio, que Víctor se había hecho con mi número.

Y ahora, en mi mente estoy disertando pensamientos existenciales inherentes a mi comportamiento y no encuentro paz interior, pero en la lucidez de esos momentos, quizá, y solo quizá fue uno de los instantes de grandeza de mi vida. Así como suena, señores. El final es abrupto como la vida misma.

FIN

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