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Gusano 09 - La Gran Putada

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Con tanta alegría que sentí al saber que Jordan iba a darme una nueva oportunidad, no tuve el menor remilgo en tomar del cesto de la ropa sucia dos de las braguitas de mi hermana.

Supuse que el chico quería aquellas prendas para correrse tal vez una paja en compañía de su primo y tratando de congraciarme con él, escogí un par de braguitas de color rosa, muy delicadas y adornadas con boleritos de un encaje muy fino.

Al entrar en su casa, dispuesto a entregármele como él me lo exigiera con tal de obtener su perdón, fui a ponerme de rodillas a sus pies y le entregué las braguitas sin atreverme a decirle nada y sin siquiera osar levantar mi cabeza para mirarlo a la cara.

Pero había errado al pensar que Jordan quería las braguitas para correrse una paja.  El chico no necesitaba machacarse la polla cuando disponía de la boca de Cuter y también dispondría de la mía para hacerse mamar.  Su intensión con el obsequio iba a resultarnos muy humillante a la pobre cucaracha y a mí mismo.

Sin que nos admitiera ninguna protesta, nos ordenó a Cuter y a mí que nos desnudáramos por completo y enseguida hizo que nos pusiéramos aquellas pequeñas bragas.

Eso me causó una gran vergüenza, pues no sólo eran las burlas de Jordan y de Steve por vernos vestidos de semejante forma, sino que además las braguitas eran tan pequeñas que a mí se me metía por la raja del culo causándome mucha incomodidad, además que no cubría casi nada de mi parte delantera y mis pelotas se salían por los lados y mientras que por arriba asomaba el vello de mi vientre.

A Cuter le fue mucho peor que a mí, pues su enorme culo pareció tragarse la parte trasera de la braguita y por delante se le veía tan ridículamente apretada, que sus pelotas y su polla parecían haber desaparecido.

Las carcajadas de Jordan y de Steve resonaban en el living mientras Cuter y yo nos poníamos colorados de la vergüenza.  Los cabrones nos hacían desfilar, obligándonos a exhibirnos y a adoptar poses que debían ser sugerentes y sexis, pero que eran nada más expresiones de humillación para mí y para la cucaracha.

Cuando se les ocurrió hacernos poner en cuatro patas y caminar de esa manera contoneando el culo como si fuésemos un par de perras, Jordan y Steve parecía que se ahogarían por tanta risa y les faltó poco para morirse en medio de sus carcajadas, cuando a Jordan le vino la idea de hacer que Cuter tapara sus generosas y grasientas tetas con un sostén y se les exhibiera.

—¡Joder! – dijo Steve – ¡Pero si parecéis un par de putas!

—¡Pero serán putas muy baratas! – le respondió Jordan poniéndose morado de la risa.

—¡Venga putas! – dijo Steve – ¡A ver cómo conquistáis a vuestros clientes!

Cuter y yo estábamos demasiado avergonzados y humillados como para entender la orden del chico, así que nos quedamos quietos, con la cabeza gacha, el uno a cuatro patas y con el culo respingón, el otro agarrándose las tetas por abajo como para hacerlas más sugerentes tal y como le habían indicado los chicos.

Pero los muy cabrones querían de verdad que nos comportáramos como putas.  Y entre carcajadas fueron indicándonos lo que debíamos hacer.  De esa forma yo tuve que reptar en cuatro patas hasta los pies de Jordan para empezar a olisquearle el paquete y a besárselo mientras le mostraba mi lengua lamiéndome los labios.

Cuter tuvo que hacer lo mismo con Steve, pero con el añadido que el pobre gordo debía meterse los dedos de una mano entre su raja y abrirse el culo para exhibirlo ante su “cliente”, como pidiéndole que lo follara.

—¡Estás demasiado gorda, puta grasosa! – le decía Steve a Cuter viéndolo cómo le ofrecía el trasero –  ¡Ni te sueñes que te voy a meter nada por el culo!

Los muy cabrones seguían torciéndose de risa mientras Cuter y yo hacíamos lo nuestro, rojos de vergüenza y humillación.  Hasta que de todas formas, a pesar de lo mucho que se burlaban, tanto a Jordan como a Steve empezó a crecerles el paquete.

—Venga primo…probemos a las putas con una mamada…aún está temprano para irnos al refugio… – dijo Steve –.

Jordan acogió entre carcajadas la propuesta de su primo y optó por usar la boca de Cuter para darse placer.  Yo por mi parte estaba a punto de echarme a llorar.  Ahora ya no era solo que estuviera allí Steve y que yo me viera obligado a mamarle, sino que además la cucaracha se daría cuenta de lo que yo hacía.  La fama de maricón que iría agarrando seguro se extendería como pólvora.

Pero sabiendo demasiado bien lo que me costaba ponerme digno y desobedecer a Jordan, terminé por resignarme a mi suerte y fui a hacer lo mejor que podía con mi boca sobre la verga de Steve.  Aunque no por ello podía evitar que los ojos se me llenaran de lágrimas, pensando que si tal vez me hubiese tocado mamarle la verga a Jordan, no me sentiría tan humillado y tan avergonzado.

De todas formas supuse que algo bueno iba a sacar de aquello y era que si Jordan y Steve quedaban con los huevos escurridos, no se les ocurriría hacernos mamar en frente de los otros chicos y ello ya valía el esfuerzo y la humillación de ese momento.  Así que acabé de someterme, incluso con algo de ilusión, a semejante acto que tan rebajado me hacía sentir.

Cuter y yo empezamos a mamar al mismo tiempo, puestos en cuatro patas a los pies de los chicos.  El gordo comía la verga de Jordan con toda destreza y entusiasmo.  Por el contrario, yo estaba muy nervioso y demasiado humillado por aquella situación y eso me causaba algo de torpeza que Steve notó desde el principio.

Los golpes empezaron a llover sobre mi cabeza y mi cara mientras el chico se impacientaba a cada momento y al tiempo que me atizaba tortazo tras tortazo, iba insultándome con lindezas que me hacían sentir aún más humillado de lo que ya estaba y me causaban aún más nerviosismo.

—¡Joder, puta estúpida! – me gritaba Steve endilgándome tortazos y bofetones – ¡¿Es que se te ha olvidado como tienes que mamarme la verga, puta inútil?!

Jordan terminó por correrse entre la boca de Cuter mientras yo seguía recibiendo golpes e insultos.  Steve amenazó con obligarme a mamarle la polla al gordo si no me concentraba en comerle bien su propio rabo.  Eso me aterró tanto que me eché a llorar y me esforcé al máximo en mi tarea.

Al parecer aquello funcionó, pues no sé si sería por verme tan humillado que Steve terminó por excitarse como un burro, o sería que mis esfuerzos fueron suficientes, el caso es que el chico acabó por llenarme la boca de semen de una forma tan generosa, que parte de la leche me corrió por la comisura de los labios.

A Cuter también le escurría el semen de Jordan por la barbilla, así que para rematar aquella jugarreta, los muy cabrones nos obligaron a morrearnos, puestos en cuatro patas y dándonos un verdadero beso francés, mientras ellos se descojonaban de risa y nosotros, con los ojos llenos de lágrimas, mezclábamos su semen en nuestras bocas y cada uno nos tragábamos una buena parte de aquella combinación de lefa y baba.

Finalmente nos obligaron a vestirnos dejándonos puestas las braguitas y nos arriaron a tortazos hacia el refugio, torciéndose de risa y comentando lo divertido que iba a resultar aquella velada que Jordan había organizado como una fiesta de despedida para Steve.

Ya en el refugio, las cosas para mí parecían ir nada mal, pues desde el principio Jordan me ordenó que me echara a sus pies actuando como su perro y eso me dio la seguridad de que había logrado el perdón de mi Dueño, por lo que ni siquiera me importaba demasiado tener que ladrar de vez en cuando para delicia de los chicos.

En cambio Cuter se la pasó fatal desde el inicio, pues Jordan lo obligó a desnudarse, quedando vestido únicamente con las bragas de mi hermana y el sostén que le cubría sus gordas tetas.

Al ver a aquel imbécil en esas fachas y teniéndolo bajo su poder gracias a la voluntad de Jordan, Wil, Andy y Philip ejercieron todo su sadismo sobre la miserable cucaracha.  Lo escupieron, lo patearon, lo pisotearon, le obsequiaron infinidad de tortazos y bofetones, le soltaron gases apestosos en la boca, lo guarrearon y, sobre todo, se burlaron de él comparándolo con todos los animales deformes que se les ocurrían.

—¡Es una morsa estúpida! – decía Philip.

—¡Joder, que más bien parece una ballena! – afirmaba Wil.

—¡Yo más bien creo que es una cerda! – les respondía Andy – ¡Y por añadidura una cerda maricona!

Cuter se ponía rojo de vergüenza y gimoteaba, pero andaba por ahí, arrastrándose de rodillas, portando una enorme bandeja llena de bocadillos y refrescos para ir a ofrecerles a los chicos.

Yo me mantenía echado a los pies de Jordan, lamiéndole sus zapatillas, ladrando de vez en cuando y compadeciéndome un poco de la pobre cucaracha, pero seguro de la protección de mi Dueño y hasta cierto punto feliz de que los chicos hubiesen encontrado con quién divertirse y me dejaran a mí en paz.

Pero mi seguridad y mi felicidad no iban a durar demasiado, pues a Jordan se le ocurrió que ya estaba bueno de que los chicos jodieran a Cuter y les propuso divertirse haciéndonos luchar.

—¡¿Y van a pelear como los gladiadores de las películas de romanos?! – preguntó Philip con ingenuidad.

Los chicos estallaron en carcajadas ante la ocurrencia del nene mientras Cuter temblaba visiblemente y yo empezaba a palidecer de miedo ante lo que ocurriría conmigo y con el pobre gordo.

—No, hombre… – le respondió Jordan entre carcajadas –…si acaso este par de insectos darán para pelear como putas…

Las carcajadas de los chicos se hicieron más estridentes con la respuesta de Jordan y yo me aterré aún más por lo que harían de nosotros esos sádicos.

—Pero de todas maneras… – propuso Philip algo mosqueado por las carcajadas de los chicos –…deberías hacer que quien gane la pelea mate al que pierda…

—¡Joder, nene! – le respondió Jordan – ¡Qué imaginación la que tienes!  Si este par de insectos no da para tanto.

—De todas formas deberías poner un castigo para el que pierda… – propuso el hijoputa de Wil.

—Claro que sí – anotó Jordan –.  El que gane me viene a comer mis pies y el que pierda le come el culo al que gane.

Por poco me suelto a llorar.  El premio al ganador era lo que más me gustaba hacer.  Pero el castigo para el perdedor era una humillación y una guarrada que no iba soportar.  Además que era injusto que me hicieran pelear con Cuter, que aunque era como de mi edad, me llevaría casi 30 kilos y eso iba a jugar en su favor.

Me volví a ver a Jordan con ojos suplicantes y alcancé a abrir mi boca para implorarle que no me obligara a semejante barbaridad.  Pero su respuesta fue brutal, pues con el tono más altivo y autoritario me advirtió:

—¡Te sacas la ropa, te quedas en calzones y peleas con la cucaracha hasta que yo diga!  ¡O yo mismo voy a molerte y luego le tienes que comer el culo al gordo asqueroso!

Era claro que no tenía opción.  Gimoteando y temblando de miedo, empecé a sacarme la ropa como me lo había ordenado Jordan.  Y en el momento en que empecé a bajarme los vaqueros, la explosión de risa de los chicos me hizo recordar que en vez de calzoncillos llevaba las braguitas de mi hermana.

Ya llorando con descaro, intenté volver a subirme los vaqueros para evitar las burlas de los chicos.  Pero Jordan me asentó una fuerte patada por el culo, acabando de convencerme de obedecerle.  Tuve así que mostrarme en bragas ante los chicos.

Los hijoputas se pusieron junto a mí y entre Wil y Andy empezaron a sobarme como si acariciaran a una chica, pellizcándome las tetillas y palmeándome el culo casi desnudo, al tiempo que hacían comentarios obscenos sobre mi anatomía.

—Joder…que mariconazo está hecho el gusano…y mírale no más el culo que se gasta… – comentaba Wil.

—Pues será maricón por obligación el gusano… – se rió Andy –…recuerda que el otro día le vimos el pito y lo tiene tan chico que ni para correrse una paja le sirve…

Gracias a la vergüenza y a la humillación de estarme en esas braguitas color rosa y de delicados encajes y por los comentarios y las burlas de los chicos, arrecié mis sollozos y me encogí todo lo que pude, como tratando de ocultarme de sus miradas.

Aquello impacientó a Jordan, que pidiéndole a Wil y Andy que se apartaran, me obsequió con un bofetón y me arrió una patada tan fuerte por el culo, que me hizo ir contra Cuter.

Traté de agarrarme del gordo para no caerme de bruces.  Pero lo pillé tan desprevenido que lo que sucedió fue que lo arrastré conmigo y los dos terminamos en el suelo.  Aquello hizo que los chicos volvieran a explotar en carcajadas y empezaran a azuzarnos para que iniciáramos la pelea.

Sabiendo ya que no tenía más remedio que hacer lo que Jordan me había ordenado, pensando que de todas formas era mejor intentar ganar aquella denigrante pelea y así poder comerle los pies a mi Dueño en vez de ir a lamerle el culo a Cuter, empecé a forcejear con aquel enorme gordo tratando de sacar a relucir toda la fuerza que pudieran tener mis incipientes músculos.

Pero la cucaracha aprovechó su peso para joderme.  Atenazándome por la espalda, se dio la vuelta sobre sí mismo y quedó estirado sobre mí, con mi cara aprisionada entre sus gordas tetas que seguían cubiertas por aquel sostén

Creí que iba a ahogarme mientras oía las carcajadas de los chicos, que mezclaban su risa con insultos y nos incitaban a no terminar tan rápido aquella pelea que tanto los divertía.

Esta vez, más por el miedo y la angustia a terminar ahogado bajo las tetas de Cuter, me apañé como pude y abriendo mi boca agarré lo que pude con los dientes y mordí con todas mis fuerzas.  El gordo dio un chillido y se levantó con rapidez, sobándose una de sus tetas y gimoteando.

Viéndome liberado, me levanté también con toda presteza y mientras Cuter se sobaba la teta que yo le había mordido, me lancé contra él dándole un cabezazo en su enorme panza, que osciló un par de veces mientras el gordo iba cayéndose de culo en el suelo sin dejar de sobarse su teta a través del sostén.

Como pude me senté a horcajadas sobre su barriga y empecé a rebotar con mi culo sobre ella y a endilgarle bofetones que hacían las delicias de los chicos y excitaban sus carcajadas y sus burlas.

Creí que estaba por ganar la pelea.  Pero Cuter aún no estaba acabado.  Agarrándome por las muñecas con sus regordetas manos, me impidió seguir abofeteándolo y se levantó izándome con él.  Enseguida me asentó un cabezazo en la frente y me soltó de las muñecas, con lo que caí al suelo medio desmayado.

Sin pensárselo, se me echó encima.  Atiné a forcejear con él un poco, logrando arrancarle el sostén que le cubría las tetas.  Pero la puta cucaracha me asentó un bofetón que me sacudió la cabeza.

Cuter aprovechó y se me echó encima de nuevo, tratando otra vez de ahogarme con su obeso cuerpo.  No tuve más remedio que volver a morderlo, esta vez en su panza aunque no logré que la cucaracha me liberara totalmente.

Irguiendo su torso hasta quedar sentado sobre mí, el cabrón me dio un puñetazo en el pecho que me dejó sin nada de aire.  Enseguida se revolvió girando con su culo sobre mi barriga y terminó de acomodarse poniéndome su grasoso, maloliente y enorme trasero en la frente, con lo cual me inmovilizó y se dedicó a darme de puñetazos en el vientre.

Ya todo estaba perdido.  Era imposible liberarme de Cuter.  Su culo parecía pesar una tonelada sobre mi cabeza y los golpes que me asentaba en el vientre me dejaban sin nada de aire.  Casi me había resignado a perder y los chicos creían igual que yo.

—Mira que el gusano le quiere empezar a comer el culo a esa cucaracha grasosa – dijo Wil entre carcajadas.

—Seguro que va a sacar mucha comida con su lengua el gusano de semejante raja… – se rió Andy.

—¡Pero qué cerdo ese gusano! – apostillaba el pequeño Philip.

Y mientras tanto Jordan y Steve se torcían de risa viéndome cómo me debatía con mis últimas fuerzas bajo el culo de Cuter, recibiendo los puñetazos que la cucaracha me daba en el vientre.

Una fibra en mí se sacudió y haciendo acopio de mi ingenio intenté algo desesperado.  Como pude me acomodé bajo el culo de Cuter hasta que sus huevos ocultos entre la braguita rosa quedaron a la altura de mi boca y sin pensármelo ni un instante, le prendí un mordisco en todo lo que pude agarrar con mis dientes.

La cucaracha se quedó quieta, como paralizada, como si ni siquiera pudiera respirar.  Los chicos también pararon de reírse y de insultar y en el refugio se hizo un silencio total.  Como pude me revolví un poco y ello bastó para que Cuter cayera de costado en el suelo liberándome de su enorme peso.

Resollando como un cerdo me levanté con lentitud y con las últimas fuerzas que tenía empecé a patearlo sacudiéndole golpes sin misericordia y sin fijarme en dónde le caían.

Los chicos volvieron a reír a carcajadas mientras que Cuter se mantenía inmóvil en el suelo, encogido y sin respirar mientras yo seguía machacándolo sin piedad.  Aquello debió alarmar un poco a Jordan y a Steve, que se levantaron de su sillón y me agarraron para impedirme que siguiera golpeando a la cucaracha.

Jordan me dedicó una mirada como de orgullo y de asombro y eso me hizo estremecer y me dejé caer de bruces a sus pies y me dediqué a lamerle sus zapatillas compulsivamente y entre sollozos.

Él pareció satisfecho con mi gesto, pero no me dejó hacer por mucho tiempo, sino que se inclinó y agarrándome por los pelos me obligó a levantarme.  Entonces me tomó por la muñeca de la mano derecha y alzándome el brazo dijo con algo de teatralidad:

—¡El gusano ha vencido!  ¡Ahora le voy a dar su premio y me puede comer mis pies!  ¡Y la cucaracha le va a comer el culo!

En ese momento sentí que adoraba a Jordan más que a mi vida.  No solo era mi Amo y Señor.  Era de verdad mi Dios.  Sollocé mientras lo miraba con auténtica veneración y cuando me soltó el brazo no esperé para volver a caer en cuatro patas a sus pies.

Él se acomodó en su sillón y yo lo seguí arrastrándome, besando el suelo que había pisado y cuando ya le descalzaba sus zapatillas para empezar a lamerle los pies, Steve y los otros chicos terminaron de reanimar a la cucaracha y la arriaron hasta donde yo estaba con mi culo en pompa, dedicado ya a repasar mi lengua por las suaves y olorosas plantas de Jordan.

—¡Ahora cómele el culo al gusano, cucaracha maricona! – le ordenó Steve.

Sentí el rostro de Cuter cerca de mi trasero y alcancé a oír sus sollozos en el momento que el muy cerdo empezaba a meterme la lengua en la raja para dedicarse a lamerme, hostigado por los golpes y los insultos de los chicos.

Aquello me hizo sentir a mí también muy humillado y avergonzado, pero no dejé de lamerle los pies a Jordan, besuqueándoselos y chupándoselos, concentrado en lo mucho que adoraba a aquel chico por cuya voluntad Cuter y yo éramos ahora un par de insectos guarros y estúpidos.

Y me apliqué con tanto esmero en mi tarea de adorar a mi Dueño, que no supe en qué momento Cuter dejó de comerme el culo para ir a lamerles a los otros chicos, quienes entre carcajadas, insultos y burlas, le daban el trasero al pobre gordo para que él les metiera la lengua por el ano y les lamiera a conciencia.

Los muy cabrones habían encontrado la peor manera de guarrear a la pobre cucaracha, a tal punto que Steve lo obligó a poner sus labios bien amorrados a su ano y se dedicó a soltarle gases que el infeliz recibía y tragaba con docilidad, mientras los chicos alucinaban entre carcajadas, insultos, burlas y algún tortazo.

—¡Joder! – dijo Steve con voz ronca - ¡Que alucinas cuando te comen el culo!  ¡Deberías probarlo, primo!

Y para mi desgracia, Jordan acogió con entusiasmo la sugerencia de su primo.  Pero no iba él a darle su culo a Cuter para que se lo comiera.  Más bien pensó en mí, que seguía lamiéndole los pies con adoración y total entrega.

Aunque no supe lo que iba a pasarme hasta cuando ya fue demasiado tarde.  Jordan me empujó con sus pies para apartarme y en un santiamén se quitó los vaqueros y el bóxer quedando desnudo de cintura para abajo.  Enseguida me obligó a recostar mi cabeza sobre el sofá y antes de que yo pudiera decir ni una sílaba, se sentó sobre mi cara dejando su culo bien amorrado a mi boca.

Mi sorpresa ante aquello fue tan grande que mis labios quedaron abiertos, pegados como lapa al ano de Jordan.  Sentí la urgencia de ponerme a llorar, pero no podía ni respirar porque mi nariz estaba aplastada bajo el trasero firme y curveado de mi Amo.

—¡Chúpame el culo, gusano! – me ordenó.

Mi situación no estaba ni para protestas, ni para súplicas, ni para gimoteos, ni mucho menos para ninguna rebeldía.  Sólo me quedaba obedecer y clamar que aquello terminara lo antes posible.

Así que traté de sacar mi lengua lo más que pude y empecé a acariciar con ella el ano de Jordan, lamiéndole a conciencia y tratando de chupetearle con mis labios.  El cabrón se estaba muy quieto, mientras mi lengua le repasaba el culo, introduciéndose un poco en su esfínter.

En un momento me percaté de que el ano de Jordan empezaba a ensancharse muy rápido y por él empezaba a salir algo como un cilindro que al tocarlo con mi lengua me dio un sabor amargo.  El cabrón suspiró con deleite y Steve le preguntó qué estaba pasando.

—¡Joder! – dijo Jordan – ¡Estoy cagando en la boca del gusano!

—¡Qué cerdo! – apostilló Steve al tiempo que él y los otros chicos se torcían de risa.

Al oír aquello me superó el asco.  Jordan esta vez se había pasado y por mucho que yo lo adorara, no iba a soportar que el muy hijoputa se cagara en mi boca.  Sentí tantas náuseas que empecé a dar arcadas y a revolverme tratando de liberarme.

—¡Patéale los huevos para que se esté quieto! – le indicó Jordan a su primo.

Y de inmediato sentí el terrible golpe en mis pelotas y aquello me dejó sin ninguna fuerza.  Perdí por completo el poco resuello que me permitía mi situación y tuve que sentir como un zurullo grueso y cilíndrico empezaba a entrar en mi boca colmándola completamente.

Me vi obligado a tragar aquella pasta amarga y fétida, de consistencia suave y que me iba dejando la lengua, los labios, el paladar, los dientes y la garganta colmados con aquel insoportable sabor a mierda.

Y aún debí tragarme otro zurullo más grueso que el primero y chupetearle un poco el culo a Jordan antes de que él decidiera liberarme para ofrecerle su ano a Cuter para que el infeliz se lo lamiera acabando de limpiárselo.

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