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Una milf me comió

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Me sucedió hace tres semanas. Mi amiga Elisa me pidió de favor llevar a su sobrino al fútbol por la tarde. La mamá del niño había tenido un problema y Elisa estaba gozando con algún nuevo chico que recién conoció el día anterior.

Su veinticuatroava verga en sus apenas diecinueve. ¡Vaya zorra! De mala gana pero acepté, - me debes una amiga - le dije al final. Tomé mi carro y me enfile rumbo a la dirección del niño. Cristóbal es un niño de diez años muy simpático y muy inteligente, a su corta edad sabe muchas cosas de muchos temas, tiene buena plática en muchas cosas. Llegamos a las canchas y se fue corriendo con sus compañeros al entrenamiento.

Era un martes a las 5pm, el entrenamiento duraría una hora y media, tiempo que tenía para matar escribiendo algunas cosas, siempre me ha gustado escribir. Estaba en las gradas junto a otras mamás del equipo. Después de un rato empezó a llover y como las gradas no tienen techo las mamás corrieron a sus coches y yo decidí refugiarme en una especie de cabina que había en uno de los extremos de la cancha. Fue cuando me encontré con ella. No sé cómo no la había visto antes.

Lo que tenía frente a mi era una mujer de unos 36-37 años, rubia, con unas tetas que se le salían por su escotada blusa roja de mangas remangadas y unos jeans apretados que delineaban su figura perfecta. Se veía una mujer fina, educada, y se veía que con ese cuerpo se podía acostar con quien ella quisiera. La lluvia arrecio y tuvimos que paramos encima de un borde para que el agua que caía estrepitosamente sobre el piso no nos salpicara tanto. Por estar las dos juntas en ese borde nuestros cuerpos se acercaron un poco de más y siendo ella más alta que yo (mido 1.65) sus protuberantes senos quedaron a la altura de mis ojos. Yo estaba, literalmente, entre la espada y la pared, por un lado el muro de la caseta, por el otro los senos de esta señora.

Entablamos plática y así fue como más o menos fluyo la conversación.

- Vaya tormenta y nosotras aquí atrapadas - me dijo como para romper el hielo ante lo que parecería sería una larga espera a que pasara la lluvia.

- Cierto, lo bueno es que encontramos refugio.

- Y buena compañía.

- ¿Qué haces por acá? Es tu hermanito el niño con quien llegaste?

- Qué va, es el sobrino de una amiga, tenía cosas que hacer (obvio no le dije que mi amiga estaría en ese momento con una buena pija dentro) y me pidió traerlo.

- Eres una buena amiga. Por cierto, me llamo Laila.

- Yo Amanda.

- Eres muy linda, debes tener muchos novios.

- Gracias - dije tímidamente.

De por sí ya era mucho estar la una tan cerca de la otra y con sus senos a escasos centímetros de mis ojos. Y yo sólo tenía dos opciones, o voltear a la pared, lo cual se me hacía no sólo incómodo sino descortés con ella al darle la espalda, o voltear hacia ella y quedar con sus senos casi tomándome las narices.

- Pero niña, estás temblando de frío - dijo de repente - olvidaste ponerte algo más apropiado para este clima. Anda, acercate más a mi, calor corporal - dijo en un tono de doble sentido.

Al ver que no me movía me dijo

- acercate, no seas tímida, no te voy a comer.

En ese momento me di cuenta que efectivamente, esa señora sí me quería comer. Se acercó un poco más a mi y para poder caber mejor, con su brazo rodeó mi cuerpo y posó su mano en mi hombro izquierdo. En ese momento la tormenta arrecio, el estruendo de la lluvia cayendo sobre el techo de la cabina era ensordecedor y en ese momento me dije a mi misma que sucediera lo que sucediera yo iba a dejar fluir las cosas.

- Qué frío hace niña, me muero de frío yo también - dijo mientras su cuerpo se apretó al mío en una especie de abrazo.

Ahora sus tetas tocaban mi nariz y yo podía oler lo bien que olían. Noté que mi concha ya estaba más húmeda que la tormenta que nos caía. Sentir el cuerpo de esa mujer pegado al mío era algo nuevo para mí. Mis relaciones lésbicas con mi vecina y con Elisa eran diferentes, como más igualitarias por decirlo de una forma, chiquillas que se daban placer por simple travesura, nuestros cuerpos todavía tenían más de niñas que de mujeres, pero esto era diferente, Laila era ya una mujer hecha y derecha y todo lo que tenía lo tenía en abundancia.

- Si quieres las puedes probar - dijo dejándome estupefacta. Mi deseo por ella quedó exhibido y eso me hizo apenarme.

- Ellas quieren que las pruebas - me dijo muy cerca de mi mientras olía su fresco aliento salir de esa boca de mujer de labios carnosos.

- Anda, pruébalas, no tiene nada de malo - dijo con voz ya entrecortada por la excitación. - Anda, eres mi bebé - suspiró mientras con su mano libre se sacó una teta de su cautiverio y me lo ofreció guiando su pezón a mi boca. - Amamántate - dijo - bebe de mi.

Entreabrí los labios y toqué su hermoso pezón con mis labios. Su teta era hermosa, blanca como la leche, y su pezón rosado con aureolas gigantes. Su pezón estaba tan tieso que parecía una microverga. Segundos después mi lengua ya descontrolada lamia cada centímetro de esa teta, la lamia, la chupaba, la mamaba y olía esa hermosa combinación de saliva con busto de mujer. En un abrir y cerrar de ojos retiró su teta de mi y me besó agresivamente, parecía que su lengua me quería penetrar la garganta.

Yo, ya totalmente entregada, correspondí el beso lo mejor que pude, intentando avanzar mi lengua ahora hacia dentro de su boca e intentar penetrarle la garganta. Sus ágiles manos me desabotonaron el jeans en un segundo y sin apenas darme cuenta sentí sus dedos posarse en mi sexo, los dedos de una experta. En cuestión de cuatro o cinco minutos me hizo correrme dos veces con violencia, sacó sus dedos mojados de mi y los chupo uno a uno para después besarme juntando nuestras salivas con mis jugos en un beso lleno de lujuria.

- De ahora en adelante vas a ser mi bebé y cada vez que lo quieras te podrás comer mis tetas.

Sacando sus dedos de mi se desabotono la camisa y puso frente a mi sus dos gloriosas tetas. Un manjar, me entretuve con ellas por varios minutos hasta que del otro lado de la cancha escuchamos que el entrenamiento se cancelaria, la cancha estaba inundada, y en esos momentos que la lluvia había amainado, todos corrían de regreso a sus coches. Retiró sus tetas de mi, que mamaba de ella como bebé y me dijo

- tenemos que parar nena, pero esto lo tenemos que terminar en forma. Guardó sus senos en su lugar y me dijo - dame tu número. Se lo di con la mente embotada de aturdimiento, la concha entre mis piernas palpitaba airadamente, mis piernas temblaban. - Te hablo luego para terminar esto. Vístete, estás toda desaliñado.

Efectivamente, ni siquiera me había dado cuenta que mis jeans estaban a la altura de mis rodillas y que tenía una teta de fuera. Esta mujer tiene manos de seda - recuerdo que pensé - es un peligro. Me dio un beso de lengua de despedida y me dejó allí sola, completamente aturdida, a medio desvestir, y con un hambre de sexo que no me lo aguantaba, y eso que me había hecho correrme dos veces. Horas más tarde llegué a casa después de llevar a Cristóbal a su lugar. Esa noche me masturbe como demonio.

Eso fue hace tres semanas, y fue hace tan sólo dos días que me llevó a un hotel a culminar lo que comenzamos en esa caseta bajo una tormenta, lo cual contaré en mi siguiente relato.

Besos

(9,31)