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La historia de Ángel, solo era un muchacho (14)
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Tiempo de lectura: 13 minutos

Guido había terminado de darme las clases y salí en busca de Damián, pensaba que ya estaba preparado para tener el examen y obtener el título que me facultaba para poder conducir, manejaba perfectamente el coche y prácticamente sabía de memoria el libro de normas que Pablo me había entregado y pasaba los ejercicios con un solo error o dos como máximo.

Pablo opinaba que era mejor presentarme por medio de una academia oficial y que debían impartirme alguna clase en carretera y las vías públicas, ahí no podía intervenir Damián.

Después de la clase marché a mi habitación hasta que volviera Pablo de la uni. Observé el documento de identidad que Eduardo había conseguido para mi, seguía conservando el nombre que mis padres me habían dado “Ángel”, lo único que me habían dejado, el resto era todo diferente, la fotografía era reciente, y con el cambio experimentado, conservaba muy poco del ”Ángel” que era antes.

Había memorizado las dos hojas que narraban mi breve historia, repitiéndola hasta la saciedad en mi cabeza hasta acabar por creerme que yo era aquella persona que aparecía en los papeles.

“Mi padre había sido un militar de alta graduación que había fallecido con mi madre en un accidente aéreo, no tenía más familiares que un tío lejano y el amigo más próximo de mis padres, Eduardo, me había acogido en su casa.”

Esta era la base de mi historia y luego, lo demás, eran detalles de mi vida: fechas, el nombre de los que habían sido mis abuelos. Al parecer ese muchacho existió aunque también había fallecido en el mismo accidente de sus padres. Eduardo se encargaba de que todos puntos los supiera al dedillo hasta el punto de que lo consideraba real y mío.

Al día siguiente Pablo tuvo que marcharse a la hacienda, su tía estaba muy grave y quería estar presente, pasar las ultimas horas a su lado y despedirse de ella.

Durante la comida Ana se fijó en mis uñas y me pidió que pasara por su habitación para quitarme el esmalte que se había estropeado, nos estábamos volviendo más próximos pareciendo amigos, no se inhibía para mostrarse casi desnuda ante mi, o vestir con ropa semi transparente mostrando sus breves y duros senos como los de una chica quinceañera.

El miércoles Eduardo se presentó en la sala de clases antes de que termináramos, quería que cuando finalizáramos pasara por la biblioteca donde me esperaba.

La noche la había pasado inquieto sin Pablo que me abrazara, me estaba haciendo dependiente de su presencia en mi cama sin darme cuenta, y lo notaba ahora que no le tenía.

Me despedí de Guido hasta el día siguiente que le vería en las clases de baile y atravesé media casa para llegar donde Eduardo me esperaba. Había un hombre con él y se sentaban en la parte de estar, el hombre era fuerte más que gordo, llenaba totalmente el sillón chester con su voluminoso cuerpo, además tenía las piernas estiradas sobre un reposapiés a juego del sillón.

Retiró rápidamente los pies colocándolos en el suelo cuando entré en la biblioteca y dejó su vaso de cristal tallado sobre la mesita del centro. Eduardo me hizo una seña para que me acercara donde ellos estaban sentados uno enfrente del otro, me incliné para besarle la mejilla mientras sentía detrás de mi al otro hombre que se levantaba del sillón.

-Bueno Millán, este es Ángel en persona. -me volví hacía él, el hombre alcanzaba fácilmente el metro noventa, adelantó la mano, grande como todo él, pero su piel era delicada cuando me sujetó la mandíbula elevándomela.

Sus ojos grises, detrás de las gafas, me miraban analizándome.

-Un rico regalo para una tarde. -su voz gruesa retumbó en mis oídos a la vez que deslizó la mano y pasó los dedos por mis labios.

-¿Entonces te gusta el chico? -Eduardo hablaba sin levantarse.

-Creo que vamos a pasar un buen rato los dos con tu permiso. -el hombre tiró de mi quijada y adelanté dos pasos para quedar pegado a su lado, no resultaba desagradable, olía bien y los labios gruesos, de carne floja le temblaban.

-Eres muy lindo chico, una ricura y auténtica monada. -se dirigía a mi y el tono de su voz cambió, la mano acaricio mi mejilla y las cejas.

-No hay más que hablar, si él te agrada esta todo dicho, eres el primero que vas a probarle. -ahora Eduardo se levantó y me sujetó del hombro.

-Ve a tu habitación y prepárate, enseguida tendrás al señor Millán, atiéndele con amabilidad, ya sabes como hacerlo. -me besó la mejilla y supe que tenía que marchar.

Llegué a mi habitación, si que sabía lo que pretendía que hiciera con aquel hombre que, a pesar de no ser brusco, me intimidaba por su gran tamaño. Me limpié por dentro y me di una ducha rápida, me puse una crema dilatadora en el ano preparándome para lo que pudiera suceder, y me coloqué una camiseta de tirantes que me llegaba a tapar las nalgas, era de seda azul celeste, floja, y al andar se pegaba a mi cuerpo marcándolo.

No había salido del baño y me estaba perfumando cuando escuché abrirse a puerta, salí rápidamente y el señor se me quedó mirando.

-¡Increíble! Qué chico tan hermoso. -se acercó cogiéndome de la cintura y haciendo que la camiseta se me subiera dejando a la vista mis nalgas, me rodeó entre su brazos y me elevó hasta que nuestras caras se juntaron. Colocó sus labios sobre los míos, los tenía muy calientes y mojados de saliva, pero resultaban tiernos, con un brazo me sostenía pegado a él y llevó la otra mano a mi culo, me sujeto las dos nalgas que cabían en su mano.

-Sabes muy rico nene, voy a mear antes de que no pueda hacerlo, vuelvo enseguida. -se metió en le baño sin cerrar la puerta y escuché el estruendo que hacía su orina al caer cobre la loza del water, en lugar de un vaso de licor parecía que hubiera bebido un tonel de cerveza.

Esperé sentado sobre la cama a que terminara de mear escuchando con asombro su interminable meada, salió del baño con la chaqueta en la mano y tenía la cremallera del pantalón bajada.

-Desnúdame precioso, quiero que me vayas descubriendo, ya sabes cual es tu trabajo. -me levanté acercándome a él y le cogí la chaqueta depositándola en una silla, al moverme la seda se pegaba a mi cintura marcando lo respingón de mis nalgas y le miraba como se fijaba en mi.

Comencé por quitarle la corbata y desabotonarle la camisa, tenía que elevar los brazos para llegar a su cuello, apareció su pecho velludo de pelos grises e hirsutos, enmarañados rodeándole las pronunciadas y abultadas tetillas, salían entre los pelos dos pezones que parecían de mujer, morenos y romos, el estómago comenzaba a tomar forma mostrando un pronunciamiento acusado, tenía un buen estómago de aficionado a beber cerveza y a comer, estaba también lleno de pelos haciéndose más frondosos alrededor del ombligo.

Pasé ambas manos por su pecho sujetando los pezones entre mis dedos y enterrándolos en el vello.

-¿Te gusta lo que ves? -el hombre quería una respuesta afirmativa y se la di.

-Son unos pezones muy grandes señor, se ven bonitos. -mi voz sonaba tímida y asustada, hasta cierto punto lo estaba. Comenzó a reír con un sonido bronco y fuerte.

-Chúpalos te van a gustar. -mi boca los alcanzaba con dificultad, lamí uno y no tenía sabor, lo fui cogiendo con los labios pasando la punta de la lengua por la parte plana de la punta hasta que lo metí en la boca mordiéndolo sin fuerza.

-¡Wow! sigue, sigue, mamas como un niño. -chupaba como él quería, como un bebe que deseara su merienda de leche y con la otra mano seguía acariciando el otro pezón duro y erecto, del tamaño de la pollita de un bebe.

Seguía chupando alternando sus pezones y el hombre gemía a veces, le destrabé el cinturón y se le bajó el pantalón resbalando de su prominente panza, llevaba un calzoncillo de pata con raja en el frente para sacarse el pene, terminé de sacarle la camisa, también los brazos y hombros los tenía peludos.

Dejé de chuparle los pezones y el hombre subió los brazos invitándome a que le lamiera los sobacos, aquí si tenía un sabor fuerte a sudor y desodorante, pero no era desagradable y comenzó a gustarme lamer y chupar aquellos abundantes vellos, a veces se excitaba demasiado y me abrazaba con un brazo, al apretarme de esa manera sentía la dureza que se le iba formando en la entrepierna.

Me estaba cansando de estar de pie y le llevé de la mano hasta mi cama, se dejó caer de espaldas transversalmente dejando las piernas colgando, termine de quitarle los pantalones, zapatos y calcetines negros y largos que llevaba hasta media pierna.

La abertura del calzoncillo se le abría al empujar la dureza escondida tras él queriendo salir, la cintura estaba engomada y la sujeté para deslizarlo, pero me cogió las manos haciéndome caer sobre él, tiró de mis brazos hasta que mi pecho estuvo sobre el suyo.

-No corras tanto precioso, tenemos tiempo y quiero gozar al máximo de ti. -sus pelos se me clavaban en la piel y sentía sus gordos pezones pegados a mi pecho como dos montañitas de carne más duras que el resto.

Me besaba con besos sonoros los labios, acariciándome la nuca hasta que su lengua se abrió paso entrando en mi boca, estaba cálida y me gustó, comencé a colaborar voluntariamente y a besarle pasando mi lengua sobre la suya, mordiéndole los labios y haciéndole gemir.

-¡Ahhh! Besas muy bien pequeño. -me elevó de su pecho y deslizó las manos por mis flancos hasta llegar al borde de la camiseta sacándomela por la cabeza, se quedó con la mirada prendida en mi pecho, y con una agilidad que no pensaba de él, se terminó de subir en la cama colocándome tumbado de espaldas, se metió entre mis piernas y empezó a lamerme las tetillas, el pecho, el abdomen.

A veces apoyaba su gorda panza sobre la mía hasta hundirla y creía que me ahogaba.

-¡Ahh! Tu carne está muy rica, ers un putito hermoso, el mejor que he tenido en mis manos. -estuvo unos minutos lamiéndome el cuerpo, probándome lodo y metiéndose mis pies en la boca.

-¡Que rico, joder, pero que rico estás cabrón! -y me mordía los dedos y el talón logrando que gimiera de gusto, hasta que me cogió la polla y se la metió entera en la boca.

-Tienes una buena verga a pesar de ser pequeño. -pero no me la chupó mucho tiempo, estaba muy excitado y a mi me tenía al límite, el hombre sabía dar placer con la boca y hacía maravillas con la lengua y los labios, su pene se movía entre mis piernas y le notaba muy caliente aunque seguía con su calzoncillo puesto.

Me cambió de posición colocándome de rodillas y me empujó apoyándose en mi espalda, me abrió las nalgas y no tuvo reparos en comenzar a chuparme el ano, no se a lo que le sabría con la crema dilatadora que me había introducido pero no parecía importarle.

Me dejó caer rendido sobre la cama, quería, necesitaba que me follara y me diera verga pero no se lo pedí, dejé que él siguiera su programa ya que no tenía prisas.

-Ahora si que te voy a follar ese rico culito que tienes, te voy a dar verga hasta que grites pidiendo más putito bello. -se bajó de la cama y él mismo se quitó el calzoncillo, era dueño de una buena verga, redonda y chata, roma como sus pezones, parecida a la punta de las vergas de los caballos, se la sobó un instante y dejó que le viera los testículos, grades como pelotas de golf alargadas y colgando en una bolsa muy larga.

Su verga era grande, enorme, pero la de Yasín era mayor y me había entrado en el culo sin muchos problema. Abrí las piernas suponiendo que me la quería dar en esa posición. Me sujetó de una pierna y tiró de mi hasta que me bajó de la cama y me abrazó por detrás metiendo la polla entre mis piernas, me salía por delante, a pesar de su barriga pegada en mis nalgas conseguía que su verga sobresaliera.

Me subió un pie en la cama y con un brazo me abrazaba la cintura sosteniéndome, me golpeó la pierna derecha haciendo que la separara dejándole abiertas las nalgas, la verga buscaba la entrada de mi culo y bajaba y subía agachándose sin conseguir enganchar la punta de la polla en mi hoyito.

Se la cogí y la apuntalé en mi ano, enseguida comenzó a empujar dando sacudidas hasta que mi ano cedió dejando que aquel duro tubo de carne se deslizara penetrándome, en aquella posición la penetración no era profunda, pero sentí como se me estiraba el recto haciendo sitio a la gorda verga.

Me estuvo dado por el culo unos minutos en esa posición ejerciendo toda su fuerza de bruto, tuve que sujetarme pasando un brazo por su cuello para no caer, hasta que se sintió cansado y me bajó el pie al suelo y me agarró del cuello haciendo que mi cabeza golpeara en el colchón, y así inclinado sobre la cama siguió cogiéndome el culo.

Ahora me sentía mejor y más a gusto sin temor a caerme, y empecé a sentir las delicias de tener aquel macho en mi espalda, dándome fuerte la verga por el culo. El hombre me atravesaba el cuerpo y yo gozaba, gemía entrecortado con la cara tapada por la ropa de la cama.

-¿Te gusta puto? ¿Sientes la polla de tu macho? -me golpeó con la mano en una nalga exigiendo que contestara.

-¡Sí, sí, me encanta tu rica verga! ¡Ayy! ¡Ayy! ¡Ayy!, es muy rico. -no se si me escuchaba pero si que se excitaba dándome polla cada vez con más ganas.

Era una follada soberbia de macho entrenado y fuerte, con una polla poderosa y potente que me taladraba el culo hasta hacerme gemir como si fuera una puta.

Aceleró los movimientos hasta hacerlos incontrolados, hasta que cayó en mi espalda dando resoplidos y metiendo verga en el fondo de mi culo depositando chorros de leche.

Busque mi verga y me masturbé mientras el semental terminaba de sembrarme con su semen, no tuve que esperar mucho para que yo también me corriera manchando el suelo y la cama con la leche que tiraba.

Estuvo un par de minutos cubriéndome el cuerpo con el suyo, la verdad ahogándome con su peso, respirando con jadeos en mi cuello.

-Has estado sublime pequeño, me has sacado toda la leche que tenía almacenada. -se separó desenchufando la verga de mi ano y me dio una suave palmada en la nalga dejándome allí tirado en el borde de la cama, escuché correr el agua y como se lavaba sin moverme de aquella postura, hasta que salió.

Al ver que no me había movido soltó una gran carcajada poniéndose la chaqueta y dirigiéndose a la puerta.

-Vas a coger un frío en el culo niño, espero verte pronto si Eduardo lo permite. -salió cerrando la puerta y aún le podía escuchar la risa camino de la biblioteca.

Cuando su risa se perdió en la distancia me levanté, sin darme cuenta pisé el semen que había tirado y a la pata coja fui al baño a buscar una toalla para recoger lo que había en el suelo.

Me duché y me puse a terminar los deberes que me había puesto el profesor Oleguer a la mañana, también tenía los de Guido sin empezar, di por perdida mi clase de conducir por ese día y me dedique a estudiar.

Cuando terminé ya era tarde y entro Carmen, la había enviado Eduardo para que arreglara mi habitación, supuse que su amigo el señor Millán se habría marchado, la dejé sola para que hiciera sus labores y no deseaba hablar con nadie en ese momento.

Miré por la ventana, algunas hojas caían de los árboles y revoloteaban antes de posarse sobre la hierba del suelo, se había levantado un viento que movía las ramas haciendo que chocaran y que comenzaran a caer las primeras hojas ya amarillas del otoño. Me coloqué una chaqueta de punto y salí a la calle, hacía frío o yo lo sentía así.

Llegué hasta el pabellón de verano, había una pequeña grua sobre un vehículo de ruedas, la estuvieron utilizando a la mañana para subir hasta el tejado, tenían que reponer algunas pizarras que estaban sueltas y también habían cubierto la piscina exterior con cristales curvados.

Me senté en un banco de madera y me arrebujé en la chaqueta de lana. No tenía noticias de Pablo, desconocía el estado de su tía y cuando sería su vuelta. Seguramente se habría encontrado con Álvaro, si era el médico de su tía tenía que estar con él.

Los dos hombres que quería y amaba estaban juntos, dispuestos a ayudarme según aseguraba Pablo, quizá…, seguramente tenía razón y debía hablar con Álvaro, no perdería nada porque nada había entre nosotros, las palabras de amor y deseo que nos comunicábamos y las promesas de amarnos. Tenía que entender que no había escogido que me secuestran para venderme, ¿pero qué podría decirle sobre lo que hacía? Nadie me forzaba para follarme, más o menos era consentido y hasta deseado. Una verga me volvía loco, y el ejemplo más cercano había terminado de ocurrir.

Había disfrutado la verga del señor Millán con obscena complacencia aunque prefiriera las de otras personas, y ahí estaban parte de mis dudas para pedirle protección y algo más.

En la cena Ana María estaba muy animada, la habían invitado a la representación de Mefisto, primera opera de la temperada, y la comida fue más rápida que otros días, necesitaba su tiempo para prepararse.

En el salón me tumbé colocando la cabeza sobre las piernas de Eduardo y Dulce se colocó entre las mías también tumbado, puse la mano sobre su pecho sintiendo los latidos de su corazón, le pasé la mano con suavidad por la tripa y me lamió la mano.

Después de la mala noche que pasé durmiendo poco, notando la ausencia de Pablo, quería compañía y esperaba que Eduardo se hubiera ofrecido a estar conmigo. Habían pasado las noticias y colocó la mano sobre mi cuello.

-Millán ha quedado encantado de tus servicios, gracias pequeño, has hecho una buena labor, ¿te ha tratado bien? -su mano recorría lentamente mi cuello comenzando a entrar por debajo de mi camisa.

-Ha estado bien, es amable y cariñoso.

-Te enviará un regalo por lo bien que te has portado, quiere repetir la experiencia pero tengo otros compromisos, ¿te importará estar otra vez con él? -lo pensé un segundo, mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer, y en este caso no había estado tan mal.

-No, no me importa, haré lo que mandes. -era lo que Eduardo esperaba oírme y fue lo que escuchó.

Me despedí de él para ir a la cama, Dulce se quedó con Eduardo pero al entrar en mi habitación me había seguido y entró conmigo, me cepillé los dientes y me metí en la cama. Dulce saltó y se puso como estábamos en el sofá, apagué la luz y abrazado a Dulce me quedé dormido.

El día había transcurrido sin incidentes y a la hora de la comida Ana María explicaba lo bien que se lo había pasado a la noche escuchando Mefisto, contando las distintas escenas de la obra y las tertulias del descanso, lo hacía tan entusiasmada que estuve tentado de decirle que me gustaría asistir a una de esas representaciones y si querría llevarme, pero me pareció muy atrevido.

Preparé la mochila con la ropa de bailar, la toalla para la ducha y por último la bolsa de la guitarra para llegarme a las cocheras. No hizo falta porque Damián me esperaba en la escalera con el coche en marcha y se bajó para abrirme la puerta trasera.

La hora de guitarra con Martina se pasó rápida, seguían acudiendo los mismos muchachos que al principio, cuando terminamos quería hablar de un nuevo portátil que se había comprado, era un tema donde no estaba muy interesado ni era un entendido como ella, o sea que me despedí para bajar a los vestuario y prepararme para el baile.

Me vestí las mallas y una camiseta floja como hacían los demás. Noa se había tomado muy en serio la recomendación de Guido y me hacía trabajar duro ensayando distintos movimientos, en pareja o en grupo.

Ese día no me sentía inspirado y no terminaba de hacerlo a su gusto.

-No es tu día Ángel, vamos por la décima vez repitiendo el mismo paso. -pareció enfadada y al darse cuenta de mi cara de pena sonrió para animarme.

-No me centro Noa, lo siento. -tampoco había estado muy bien en la guitarra pero Martina era tranquila y se tomaba la vida de otra forma.

-No voy a tirar la toalla, practicaremos hasta que te salga bien.

Poco a poco nos fuimos quedando solos, los estudiantes abandonaban la sala para cambiarse y algunos para irse a las duchas. Los últimos en salir fueron Ian y Guido. El muchacho se volvió al llegar a la puerta y me hizo un gesto apuntando a su cabeza y a Noa queriendo decirme que estaba loca. Reprimí la risa, no quería que se molestara si veía a Ian que se reía de ella.

Tarde un cuarto de hora hasta que se dio por satisfecha y lo dejamos sin más.

-Al fin lo logramos, si otro día vienes con las mismas ganas será mejor que no empecemos. -normalmente era una chica amable y simpática, pero ese día tampoco ella se había levantado de buen humor.

Nos despedimos y cada uno marchó a sus vestuarios, iba un poco nervioso, me iba a retrasar y Damián tendría que esperarme, decidí que me ducharía al llegar a casa y que solo recogería mis cosas para bajar a la calle. Todos habían marchado, o eso es lo que creía, me pareció extraño que las luces de los vestuario y las duchas estuvieran encendidas, seguramente serían los de la limpieza que estaban en esta zona.

Al entrar en los vestuarios escuché unos gemidos, como si alguien estuviera llorando, avancé hasta el pasillo central donde tengo mi taquilla, entre las dos filas tenemos un banco corrido, para ayudarnos a vestirnos y depositar las bolsas y la ropa, no podía dar crédito a lo que estaba viendo.

Guido estaba totalmente desnudo, apoyando las manos en el banco bajo del centro, con el culo elevado por la posición, detrás de él, entre sus nalgas, estaba Ian con las mallas bajadas a las rodillas y sin camiseta, en ese momento con la pelvis pegada a las blancas y huesudas nalgas de Guido, se tiró para atrás hasta pegar el culo contra la taquilla y sacó la verga del culo de Guido, éste gimió y se inclinó más aún sobre el banco elevando el culo buscando la verga que Ian le retiraba.

La polla de Ian justificaba el gordo paquete que enseñaba sin disimulo en las mallas cuando estaba en la sala de baile, tenía una longitud considerable, lo mismo que el grosor, y unos enormes testículos le colgaban sin dejar de moverse al compas de las metidas que daba en el culo de Guido.

Retrocedí intentando no ses visto, Guido seguramente no me vio al tener la cabeza escondida entre los brazos, pero dudaba que Ian no me hubiera notado al tenerme en un lateral de su visión al final de las filas de taquillas.

Salí al pasillo y apoyé la espalda en la pared dejándome deslizar hasta quedar sentado en el suelo. Que Ian era un buscón de culos hambrientos de verga no tenía duda alguna, porque eso pensé desde el principio al ver como presumía mostrando sus considerables atributos de macho, pero nunca pensé que a Guido le gustara recibir verga por el culo, y vaya verga que se tragaba.

Me lo tomé con paciencia, no iba a interrumpirlos en lo mejor de su momento, solo me inquietaba que Damián estaría fuera esperándome. Diez minutos mas tarde salió Guido, se detuvo mirándome asombrado.

-Pensaba que ya te habías marchado.

-Noa me ha hecho repetir unos ejercicios y hemos terminado ahora. -claro que no me creyó la historia, se frotó las manos nervioso y no sabía donde mirar, como si hubiera cometido un pecado que le llevara al infierno, me parecía una actitud tan infantil que le sonreí y se despidió hasta la clase de mañana.

Volví a entrar en los vestuarios, Ian estaba con un bóxer ajustado que le marcaba la polla, como si aún la tuviera empalmada y el culo de Guido no le hubiera sido suficiente para descargar el deseo sexual.

Me moví rápidamente para llegar a mi taquilla y coger mis cosas.

-¿Te ha gustado lo que viste? -tenía una sonrisa socarrona y picara en la boca y su tono era burlón.

-Ni una cosa ni la otra, ¿por qué me tenía gustar? -se aproximó a mi y me quitó la mochila de la mano.

-¿Crees que no te he visto, desde el primer día, mirarme el bulto de la verga? A ti te gusa la polla más que un caramelo a un niño. -me cogió la mano y la colocó sobre el bulto que se le marcaba en el bóxer.

-Déjame Ian, me están esperando fuera. -intenté retirar la mano pero no me dejó, me hacía daño en la muñeca.

-Se que te esperan niño rico, ya te he visto en ese cochazo, y al chofer boxeador que te trae y te lleva, pero ten claro que tu culito será mío, tiene que probar mi verga y luego me la pedirás cada día. -me abrazó y me besó los labios para soltarme seguido y dejar que huyera, porque eso es lo que estaba haciendo, escapar antes de sucumbir y pedirle que me diera su rica polla por donde fuera.

Mayor sorpresa me llevé cuando vi a Damián hablando con el tipo del otro día, esta vez estaba cerca y pude ver mejor su cara patibularia y perversa, él me miraba muy fijo y sentí un escalofrío recorrerme la espalda, temeroso avancé hacia la puerta trasera, Damian me la abrió y entré cerrando con fuerza.

Esta vez no se marchó, siguió de pie en la acera hasta que el coche doblo una esquina y dejé de verle.

Seguirá…

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