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Secretos de familia

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—Dime la verdad. ¿Acaso te avergüenzas de mi? —preguntó Miriam con ojos llorosos.

—No, no es eso. Es… es… complicado. Dame un poco más de tiempo, por favor. —contestó Jaime abrazándola por la espalda mientras acariciaba sus pechos.

—Llevamos saliendo ¿cuánto? ¿Dos años? ¿Dos años y medio? Y no entiendo porqué no quieres que conozca a tu familia. A veces pienso que solo estás conmigo por el sexo y que en realidad no quieres que pasemos el resto de nuestra vida juntos. Como tantas veces me dic…

—Precisamente por eso, joder! —le interrumpió Jaime alzando la voz— Te quiero!! Coño! Te quiero y tengo miedo de perderte si conoces a mi familia. Es… —su voz se apagó y a duras penas logró finalizar la frase.— …complicado.

—Complicado!! Odio esa puta palabra. Siempre que hablamos de esto sales con lo mismo.

—Joder! Mira quien fue a hablar. Siempre vuelves a lo mismo cuando terminamos de follar.

—Es que no lo veo normal. Tú conoces a mi familia y yo no sé nada de la tuya. Es porque somos de clase obrera y no estamos forrados como vosotros? —preguntó Miriam librándose del abrazo de Jaime y volteándose para poder mirarle a los ojos.

—A mi familia le da igual si tenéis pasta o no. No tiene nada que ver con eso. —fue la respuesta de Jaime tumbándose boca arriba y perdiendo la vista en el techo.

—Entonces no lo entiendo. Y no me vengas otra vez con que es complicado.

—Está bien. —contestó Jaime de mala gana. —Te llevaré a conocer a mi familia. Tú lo has querido.

—De verdad? —preguntó Miriam sin creerse las palabras de su novio.— Estás hablando en serio?

—Tú lo has querido. —fue su única respuesta.

Miriam no cabía en sí de felicidad, de un salto se subió encima de su novio y comenzó a besarle. Loca de alegría, le besó en los labios y de un salto se acomodó entre sus piernas. Tomó la polla de Jaime entre sus manos y comenzó a adorarla. Jaime aún no se había recuperado del polvo que habían echado unos minutos atrás, o quizás fuese debido a la conversación que acababan de mantener, así que se la metió entera en la boca, hasta que los huevos tocaron sus labios y, como pudo, empezó a mover la lengua tratando de darle el mayor placer posible y que recuperase su vigor. Pasados unos segundos, con el objetivo cumplido y la polla dura como una piedra, se la sacó de la boca, escupió en el glande y se la clavó de nuevo hasta el fondo de la garganta comenzando a follarse ella misma la boca. Nuevamente se la sacó de la boca, pero en vez de clavársela de nuevo, reptó sobre el cuerpo de él. Tras besarle en los labios, plantó los pies a ambos lados de las caderas de Jaime, ofreciéndole una visión perfecta de su coño y sonriendo maliciosamente fue bajando las caderas flexionando las rodillas.

— Te mereces un premio. —le dijo Miriam cuando el glande rozó los labios de su coño. Adelantó las caderas y guiando la polla hacia su ano, se dejó caer ensartándose la polla en el culo arrancando un gemido de placer de los labios de Jaime.

Empezó entonces un movimiento salvaje, que sería la envidia de cualquier vaquero de rodeo, sintiendo como invadía sus entrañas hasta que finalmente estas fueron regadas con el esperma de Jaime.

 —Lléname —dijo entre jadeos.— Lléname con tu corrida. Mi culo es tuyo, solo tuyo. —continuó diciendo mientras disminuía el ritmo de las embestidas para asegurarse de que hasta la última gota de la esencia de su amado terminaba dentro de ella.

—Ya lo veremos. —estas palabras se adueñaron de la mente de Jaime mientras se agarraba con fuerza a las caderas de Miriam forzándola a detenerse.

Jaime no dejaba de darle vueltas a la cabeza. Por qué coño había claudicado? Estaba enamorado de Miriam y si la presentaba a la familia... Todas las familias guardan secretos, todas. Solo que algunos secretos son más oscuros que otros.

Entró en casa cerrando la puerta de un portazo y se dirigió directamente a su habitación. Se le había cerrado el estómago y decidió prescindir de la cena. Se desnudó dejando la ropa tirada por el suelo y se tumbó encima de la cama. Tapándose la cara con la almohada, ahogó un grito de frustración.

—Miriam? —oyó decir desde la entrada de su habitación.

—Miriam. —fue si única respuesta.

Rebeca, su hermana mayor, se sentó en la cama a su lado y, posando la mano en el muslo de Jaime, le preguntó:

—Te apetece hablar?

—No. No me apetece. —sin embargo, continuó hablando.— Por qué coño es todo tan complicado? Por qué coño quiere conoceros?

—Es normal, Jaime. —Respondió Rebeca.— Es lo normal en estos casos.

—Lo sé. Pero en este caso es nuestra familia la que se sale de lo normal.

—Y que vas a hacer? —preguntó Rebeca.— Dejarnos? Largarte y empezar de cero con ella en otra ciudad?

—No negaré que es algo que se me ha pasado por la cabeza.

—No seas tonto. —dijo al tiempo que le golpeaba cariñosamente con el puño en el muslo.— Nos echarías de menos.

—Lo sé.

—Y acabarías volviendo con nosotros

—Eso también lo sé. —dijo Jaime quitándose por fin la almohada de la cara.

—Puedo hacer algo por ti, hermanito? —preguntó Rebeca posando de nuevo la mano en el muslo de Jaime.

—No, gracias. Me apetece estar solo un rato. Te importa?

—Para nada. —contestó Rebeca poniéndose en pie.

Jaime observó a su hermana mientras abandonaba su habitación. Era la sensualidad en persona. Alta, con casi un metro ochenta, y unas tetas de infarto, era la perdición de cualquier hombre. Cuando por fin conseguías separar la vista de sus pechos y alzabas la vista hasta su cara, te encontrabas con unos ojos azules en los que deseas perderte y unos labios carnosos que te invitan a profanarlos a cualquier precio. Verla caminar es el mejor de los poemas. Sus tetas se balancean al ritmo del movimiento de sus caderas y sientes que algo de ti se va con ella. Sus ojos se clavaron en su CULO. Sí, CULO con MAYÚSCULAS. Las horas que pasaba en el gimnasio habían dado un precioso, redondo y duro fruto.

Al pisar el pasillo se detuvo un momento.

—Si me necesitas, ya sabes donde estoy. —dijo Rebeca dándole la espalda, sabiendo que su hermano estaba deleitándose con las formas de su culo.

—A la mierda! —gritó mentalmente Jaime al tiempo que lanzaba la almohada contra la pared.— Que pase lo que tenga que pasar.

La verdad es que Jaime hubiese dormido un poco más, pero su cuerpo le pidió despertarse.

—Buenos días Ingrid. —dijo cruzando las manos detrás de la espalda.

—Buenos días Señorito Jaime. —contestó está sacándose la polla de Jaime de la boca.— Quiere bajar ya a desayunar?

A modo de respuesta, Jaime tomó la cabeza de Ingrid y la dirigió de nuevo hacia su polla. Está sacando la lengua, abarcó la base de la polla con su boca y la recorrió lentamente hasta llegar al glande, momento en el que se la metió entera enterrándosela en la garganta. Comenzó a mover la cabeza cada vez mas rápido sintiendo como se abría su garganta. Cuando sintió que la faltaba el aire, se la sacó dejando un rastro de saliva que unía su boca con la polla. Apenas tuvo tiempo de llenar los pulmones cuando ella misma se ensartó de nuevo la polla hasta el fondo de la garganta. Sintió como los músculos de Jaime se tensaban y se le endurecía, aún mas si cabe, la polla, por lo que, aun faltándole el aire, se obligó a seguir follándose la garganta aún más violentamente. La corrida de Jaime no se hizo esperar y buena cantidad de semen se deslizó por su garganta camino de su estómago.

—Gracias Ingrid. Aunque no lo sepas, me has ayudado mucho con una decisión que tenía que tomar.

—Siempre es un placer, Señorito Jaime. —consiguió decir con los ojos llorosos por el esfuerzo.— Quiere que le ayude con algo mas? A ducharse? O prefiere que llame a Olga?

—No, gracias. Hoy me ducharé yo solo.

Jaime se dirigió al baño cuando Ingrid abandonó su habitación. Si había alguna duda de porqué Ingrid seguía trabajando para su padre a sus 60 años, esta había sido disipada hace unos minutos. Y pensar que cinco años atrás le había pedido a su padre que la despidiese para contratar a alguien mas joven!, alguien como Olga. Menos mal que no le había hecho caso.

—Joder. Adoro mi vida. Adoro mi familia —dijo al abrir el agua caliente.— Que pase lo que tenga que pasar. A tomar por culo. Ella lo ha querido.

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