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Mi nueva vecina Milf (Parte 4): La perfecta medicina

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Transcurría el mes de abril del año pasado, a esta altura del año ya se pueden empezar a sentir los primeros frescos de otoño, que para los que vivimos en el norte argentino, no son muy comunes hasta ya entrado los meses de mayo y junio, sumado a las constantes lluvias que se habían presentado en esos días.

Habíamos planeado con mi madre y mi hermana un pequeño viaje de fin de semana a la vecina provincia de Corrientes (Corrientes, Argentina). Nos gusta mucho escaparnos en familia a disfrutar de la belleza de esta hermana provincia del norte. Pero, como suele ocurrir, lo que se planea no sale como lo esperado. El día anterior al viaje, caí enfermo con gripe y fiebre. No lo podía creer, ya en el trabajo me había sentido decaído, pero no le di importancia. El descuido trajo sus consecuencias.

Mi madre y mi hermana viendo la situación, propusieron en suspender el viaje hasta que yo me recuperara, lo cual no me pareció muy justo, ellas estaban emocionadas por viajar y yo, venía con mi mala suerte a arruinarlo, razón por la cual insistí en que fueran de igual manera las dos, ya teníamos alquilado el hospedaje y no valía la pena desaprovechar la oportunidad. Al final, entendieron mis argumentos y decidieron viajar juntas.

Llegó el viernes, día del viaje. No pude despedirme puesto que salieron antes que yo volviera del trabajo. Toda la mañana me había sentido pésimo, pero no quise faltar a mis tareas. Al llegar a casa, ya más tranquilo, me puse a revisar mis últimos mensajes de whatsapp, entre ellos los de Ana, preguntando si estaba todo bien, puesto que había ido a verla a mi madre, pero no había nadie en casa. Le explique lo del viaje y de mi mala suerte por no poder ir con ellas.

Ana me preguntó si mi novia iría a cuidarme por la tarde, y que, si no iba, que le avisara. Ella se encargaría de mí. Mi cabeza empezó a volar, si ya venía caliente de la fiebre, esta mujer logró hervirme más las venas. La idea de tenerla en casa, haciéndome de enfermera, me puso loco. Me duche y me dormí la siesta con esa calentura y, con el efecto de los remedios que estaba tomando, para recuperarme lo más pronto posible. Quería aprovechar al máximo ese fin de semana solo.

Desperté a las 18 hs., momento en el cual tenía que volver a tomar la medicación. Escucho la lluvia intensa afuera. Rápidamente tomé mi teléfono. Tenía un mensaje de mi novia, que me decía que no podría ir a casa por ese motivo. Quizá fue más la felicidad en ese momento que la frustración. ¡já! ¡já!.- Ni un instante me retrase en mandarle un mensaje a Ana. Me dijo que se daría un baño y se cruzaría a casa. Que esté atento para que ningún vecino pudiera vernos.

Esperé acostado hasta que recibí el mensaje de Ana, salí a abrir el portón rápidamente. Ella entró a casa sin decirme nada, puesto que llovía fuerte. Llaveé el portón de nuevo y entré.

-¡Hola bomboncito! -Me dijo. Dándome un beso intenso. A esta altura ya nos tratábamos de casi pareja. De buenos amantes. Le seguí la corriente, mientras la agarraba de la cintura. No podía sentir su piel, puesto que tenía un tapado marrón, largo, que le cubría todo. El olor de su perfume es exquisito, no podría cansarme nunca de olerlo.

-¡Hola amor! -Le dije. Después de habernos dado un respiro de los besos.

-¿Qué le pasa a mi hombre? -Preguntó. Mientras me tocaba la frente, el cuello, los pectorales. Queriendo sentir mi temperatura, que en ese momento, era difícil dilucidar cuál era el motivo de la fiebre. Si mi gripe o ella. Sus manos sobre mi cuerpo me ponían a mil, sabe exactamente donde tocarme para ponerme como quiere.

¡Vamos a la cama! -Dijo, agarrándome de la mano.

Fuimos a mi habitación. Colocó sobre mí escritorio un bolso pequeño que había traído. Mientras yo me acostaba, Ana tomó una percha que estaba colgada en mi ropero, para poder quitarse el tapado. Cuando lo hizo pude ver por fin su cuerpo. Tenía puesta una calza color gris oscuro, tiro alto, marcando perfectamente su preciosa cola, y sus piernas. Arriba, una remerita rosa, muy apretada, con un escote que dejaba ver generosamente sus senos. En sus pies, zapatillas deportivas. Yo, acostado, quedando embobado de ver ese espectáculo de mujer.

Me hice a un costado, y ella se metió a la cama conmigo, con su cuerpo de lado, apoyando su codo en el colchón, y su cabeza apoyada en su mano. Con la otra mano, Ana acariciaba mi pecho y abdomen, mientras buscaba algo para ver en la tv, y charlábamos. Empezó a bajar más por mi abdomen, lentamente con sus caricias. Mi pene empezó a ponerse duro. Y en un instante, ya lo tenía bien marcado en el jean. Sonriendo como putita, ella empezó a acariciarme la zona de la pelvis.

Besé la parte de sus senos que se dejaban ver por su escote, ellas me los acercó a la cara para que la operación me resultara más fácil sin moverme tanto.

-¡Mirá! -Me dijo. Dejó de acariciarme un instante y se bajó un poco la calza, descubriendo una pequeña tirita color rosa, se la estiro hacia arriba y se volvió a acomodar la calza. Quedando la tira sobresaliendo por encima de la misma.

¿Te gusta el color? -Me preguntó. Mientras se la estiraba con un dedo. Jugando a la provocación máxima. Más que provocación, eso era una tortura.

-¡Me gusta! -Le dije.

-No lo puedo ocultar. Continué. Haciendo referencia a mi pene. Que estaba como una piedra en ese momento.

Ana, riendo, volvió con sus caricias en mi pelvis.

-¡Mi hombre está enfermo, y yo le voy a medir la fiebre! -Me dijo, con la mejor voz de zorrita.

Por fin puso sus manos sobre mi bulto, lentamente acariciaba toda la extensión de mi pene por sobre el jean. Desprendió el botón y bajo la bragueta. Solo el bóxer separaba su mano de la piel de mi pene duro y caliente. Nuevamente su mano recorría sin apremio mi miembro. Se levantó de mi lado y me hizo abrir las piernas. Ella se acostó en el medio. Quedando entre mis piernas. Me bajó un poco más el jean. Y mordía mi pene aún atrapado por el bóxer. Sabía que eso me calentaba a tope. La tortura máxima.

-¡No quiero que mi macho haga esfuerzo hoy! -Me dijo.

-Yo me encargo de todo -Agregó.

Mientras me miraba me bajó el bóxer, hasta que mi pene salió disparado hacia afuera. Ana acercó su boca hacia mis testículos. Empezó a chupármelos con intensidad, provocándome placer y dolor. Tomó el tronco de mi pene y se metió el glande en la boca. Sus chupadas eran lentas pero intensas. Yo estaba como loco. Hirviendo de fiebre y calentura. Ella gemía mientras probaba todo mi miembro, como si estuviera comiéndose su plato favorito.

-¡Que caliente y duro que esta esto! -Dijo. Mientras acariciaba su cara con mi miembro.

-¡Me encanta! -Agregó.

-¡Mi hombre está enfermo, pero igual me regala su verga caliente, grande y dura! -Siguió.

Sus palabras y el tono de puta de su voz casi me hacían perder el control de mi calentura. Se puso de espaldas, arrodillada en la cama, en el espacio libre que dejaban mis piernas abiertas. Su preciosa cola quedó sobre mi pene, allí comenzó a bajarse la calcita, dejándome ver completamente esa tanga rosa, las dos tiras diminutas de los costados, uniendo el pequeño triangulo con puntillas. Acaricie lentamente sus nalgas. Disfrutando cada centímetro. Pasando mis manos por su cintura y espalda.

Agarré un aceite de bebe que tenía a mano; empapé mi pene y sus nalgas, le corrí la tanga a un lado para poder penetrarla. Lentamente su vagina se iba comiendo mi miembro. Ella gemía con cada milímetro que entraba en ella. No se lo podía meter por completo, puesto que mis piernas hacían un tope en esa posición. Ana comenzó a moverse lentamente, disfrutando cada subida y bajada sobre mi duro miembro. Yo tenía un espectáculo de primer nivel frente a mi cara.

Su tanga no quedaba mucho tiempo de lado, volviéndose al medio de sus nalgas, provocándome un ardor por el roce del hilo con el tronco de mi pene. Ella comenzó a aumentar la velocidad de sus movimientos, sus gemidos se convirtieron en algunos gritos de placer. Mientras me anunciaba que estaba a punto de venirse. Sentí como su vagina mojó de más todo mi pene en un instante. Ana frenó sus movimientos, mirándome extasiada.

Se bajó de la cama, quitándose las zapatillas y la calza. Se subió sobre mí, esta vez de frente. Tomó mi pene, corriéndose un poco la tanga se lo metió de nuevo. Su vagina y mi pene luchaban por estar más calientes. Colocando sus manos sobre mis pectorales comenzó a moverse de nuevo. Cabalgando como una experta sobre mí. Yo apretaba sus nalgas aceitadas con fuerza. Su tanga seguía rozando el tronco de mi pene, causándome con el ardor un placer extra.

Inclinó su cuerpo hacia mí, besándome con intensidad y gimiendo en mis orejas. Entre esos gemidos, nuevamente me hizo saber que se estaba por correr. Le acaricie con un dedo el clítoris, mientas ella seguía moviéndose. No tardó mucho en correrse. Apretó sus piernas fuertemente contra mí, mientras mojaba mi pene y también parte de mi pelvis. Ese orgasmo había sido más intenso que el primero. A esa altura ya me había olvidado de todo, hasta de mi maldita gripe.

-¡Dios mío, qué vergüenza! -dijo Ana, riendo. Sintiendo como había mojado todo.

-¡Sos perfecta, una perfecta puta! -Le dije.

-¡Tu puta! -Me respondió. Mientras me besaba y acariciaba mi cabello.

-¿Me vas a dar ya tu leche? -Preguntó.

-No nos gastemos todo a la primera, que la noche es larga -Continuó.

-Te voy a dar toda mi leche -le dije.

-Hay preservativos en el ropero -continué.

Ana se separó de mí para ir hacia el ropero. Sacó unos cuantos dejándolos sobre el escritorio. Tomo uno y me lo colocó. Me puse de costado en la cama y la hice acostar. De manera que quedamos en la clásica “cucharita”. Le corrí la tanga y metí mi pene en su vagina. Con una mano me prendí de su nalga y con la otra de su cuello. Comencé con mis movimientos, dispuesto a acabar en esa preciosa vagina. Lo hice lentamente, provocándome el mayor placer posible dentro de ella.

Apretaba su cuello mientras ella gemía, Su cara de placer me provocaba tanto morbo que quería retrasar mi eyaculación el mayor tiempo posible. Cuando la notaba roja, aflojaba la fuerza en su cuello. Metí mi dedo en su boca, ella lo chupaba con intensidad, quitándoselo de la boca solo para suplicarme que acabara dentro de ella.

-¡Acabame ya! ¡Todo adentro! ¡Por favor¡ -Me suplicó por última vez.

Esas últimas palabras terminaron por hacerme perder el control. No pude soportar más y empecé a largar los borbotones de semen. Ana no respiraba mientras yo acababa. Apretaba su vagina para sentir los espasmos de mi pene dentro de ella. Poco a poco el placer iba disminuyendo. Ella me besaba mientras aún tenía mi miembro duro en su vagina. Luego se paró y me acosté mejor boca arriba.

Se subió arriba de mí, me quitó el preservativo antes que mi pene empiece a bajar. La cantidad de semen que había quedado dentro del preservativo era impresionante. Ana lo ató y lo tiró en el basurero. Tomó una toalla y me limpió el pene. Lo mismo hizo con su vagina, para luego vestirse. Mientras ella subía al baño yo terminé de vestirme. Cuando bajó nos besamos un rato, después fui al baño para lavarme bien.

Cuando baje Ana me estaba esperando acostada en la cama. Me acosté con ella mientras mirábamos tv, ella me daba los mejores mimos y recién empezaba...

-Alexander0022-

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