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Todo en familia (6ª parte de 8)

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Aquel primer fin de semana con Sonia y Jorge fue muy esclarecedor en cuanto a los gustos sexuales de Jorge. Este se encontraba estudiando en un colegio en régimen de internado del cual salia rara vez si no era periodo vacacional, de manera que pocas posibilidades tenia para mantener relaciones con chicas. Ante tal situación había hecho lo que todos los miembros del club de natación del colegio, que no era otra cosa que mantener relaciones sexuales con sus compañeros dentro del colegio, con independencia de que sus preferencias se centrasen en las chicas. Las explicaciones de Jorge fueron muy gráficas, llegando a contar que incluso el entrenador formaba parte del grupo de sexo, y me pusieron a mil por hora, lo cual hizo que me acordase de una cosa que llevaba en el bolso desde hacia mucho tiempo y que por fin iba a poder usar. Saque un artilugio que consistía en dos aros metálicos unidos por una bisagra que se podían cerrar con un diámetro ajustable y quedar fijos mediante candados. Espere a que Jorge estuviese con la polla relajada para colocarselo, de manera que uno de los aros quedó alrededor de la base del la polla y el otro alrededor del inicio de la bolsa testicular.

- ¿Que haces? - preguntó Jorge con sorpresa.

Yo le respondí dandole un bofetón en la cara y entonces le dije: - Calla esclavo, te estoy adornando.

- Pero ama - me dijo mansamente Jorge - Vuestro adorno es muy molesto, no me permitirá ni una erección y tampoco correrme.

- ¿Crees que eso me preocupa? - le repliqué yo fríamente - Lo único que me interesa es que mis esclavos estén adornados y vayan convenientemente identificados.

- Pero, ¿qué pasa con los compañeros del club? - preguntó con preocupación.

- Explicales tu situación. De hecho el próximo fin de semana me gustaría verte a ti y a tus amigos en casa de tu hermana. Entonces te retirare el adorno.

- De acuerdo - dijo Jorge mientras su cara reflejaba desasosiego por como iba a explicar aquello.

El tiempo hasta el siguiente fin de semana se me hizo muy corto porque fueron muchas las cosas que tuve que hacer. Por fin la tarde del viernes terminé de acondicionar una de las habitaciones del piso de Sonia de tal manera que paso a ser una mazmorra, ideal para continuar la doma de los hermanos y disfrutar de una buena sesión de sexo en grupo, para lo cual lo único que tuve que hacer fue trasladar el mobiliario de la mazmorra de nuestra antigua casa hasta el piso de Sonia. Jorge llegó al piso de su hermana aquella tarde, y me explicó que había citado a tres de sus compañeros del club para el día siguiente por la mañana. Gracias a esto pude disfrutar de una noche de sexo en solitario con mis esclavos aunque fue solo una cosa suave pues el plato fuerte lo reservaba para el día siguiente.

A la mañana siguiente nos levantamos temprano para terminar los últimos detalles de la sesión de sexo que nos ibamos a dar. Una vez mis esclavos me bañaron y se bañaron ellos procedí a ponerles un enema de agua bien caliente a cada uno. Los dos hermanos se sentían muy incomodos por la situación a la que se enfrentaban y porque les había metido casi medio litro de agua muy caliente por el culo. Cuando se vaciaron, uno frente a otro en sendos cubos, los dos respiraron aliviados y note como a Jorge se le había puesto dura al vivir esa experiencia. Tras esto maquillé a ambos como a dos autenticas rameras y procedí a entregarles sus atuendos. Tanto Sonia como Jorge se vistieron con unas medias de rejilla negra sostenidas con ligueros de encaje negro, un corpiño de cuero negro, que en el caso de Sonia dejaba totalmente al descubierto su opulento pecho, zapatos de tacón de aguja negros y por ultimo delantal y cofia blancas. Una vez así vestidos tenia ante mí a dos autenticas zorras, igual de apetecibles con independencia de su sexo. Yo por mi parte me calcé unas botas de tacón de aguja de cuero rojo que llegaban hasta mis rodillas, bajo las cuales vestía unas medias de rejilla negras rematadas por un liguero de encaje también negro. Cubriendo mi cuerpo llevaba un pantalón super ajustado de látex negro con una cremallera que permitía dejar mi coño y mi culo al descubierto y un corpiño también negro que realzaban mis tetas las cuales quedaban al descubierto.

Al poco de habernos ataviado llamaron a la puerta del piso. Jorge abrió la puerta siguiendo mis ordenes y ante ella se encontraban sus compañeros del club de natación. Estos se quedaron alucinados al ver a su compañero de colegio ataviado de aquella guisa, lo que no impidió que rápidamente lograsen una enorme erección. Entraron en el piso y ya en el salón se encontraron con Sonia que les tendía unos slips de látex rojo, uno para cada uno.

- Por favor, quitaos esas ropas y poneos esto - les solicitó vergonzosamente Sonia.

Los tres muchachos no dudaron un momento y rápidamente estaban vestidos exclusivamente con los slips que remarcaban sus estupendos paquetes. Entonces Sonia les condujo hasta la habitación donde yo esperaba a los chicos y a los hermanos.

- Bienvenidos - les dije a los tres chavales - Me llamo Sabrina y soy el ama de Jorge y de su hermana Sonia.

- Encantado - dijeron los tres al unísono.

Los tres muchachos parecían clones salvo por pequeños detalles, pues los tres eran musculosos, sin un pelo en el cuerpo, de buena envergadura y potente polla. Dos de ellos eran rubios y el tercero tenia el pelo negro. Cada uno de ellos se presentó llamandose los tres sementales, Luis, Pedro y José María.

- Sentaos - les invité yo.

Luis y Pedro así lo hicieron, tomando asiento en un sofá mientras que José María permaneció en pie pues no veía ningún asiento que tomar. Entonces le dije a Jorge: - Vamos cerdo, ofrecele un asiento a tu amigo.

Jorge hizo ademan de salir de la habitación pero le detuve: - No, hazlo sin salir de la habitación.

Jorge comprendió y se puso tras su amigo a cuatro patas ofreciendo su espalda como asiento. José María dudo un momento pero acabó sentandose en el particular asiento que le ofrecíamos. En ese momento Sonia entró en la habitación trayendo una botella de cava y cuatro vasos. Nos entregó las copas a los chicos y a mí y nos sirvió una buena cantidad a cada uno pasando luego y a una orden mía a arrodillarse junto a mi asiento. Los compañeros de Jorge me estuvieron relatando sus aventuras en el colegio, donde los quince chicos del club de natación follaban entre sí y también con su entrenador, quien más de una vez había ofrecido como trofeo a alguna de sus dos hijas, unas preciosas gemelas de trece años, con el regocijo de las chicas al ser folladas por tan soberbios sementales. Tanto Luis como Pedro declararon su predilección por las chicas, aunque decían que también les encantaba un buen rabo, pero José María decía que él gustaba mas de las pollas, y de hecho afirmaba que su sueño era ser un transexual, para tener mas fácil hacerlo con chicos, pero conservando la posibilidad de montar a mujeres.

- María - dije yo a José María - Ven conmigo si tanto te gusta parecer una chica.

Fuimos a la habitación de Sonia donde despoje al chico del slip de látex y le puse unos pantys con abertura central, zapatos de tacón de aguja, y un vestido de látex azul eléctrico que le llegaba solo hasta medio culo de manera que podía verse perfectamente su empalmada y depilada polla. El vestido ademas tenia sendos agujeros a la altura de los pezones, los cuales estaban erectos y desafiantes, quedando estos a la vista. Le maquillé un poco y en un momento tenía ante mí a María.

Volvimos a la otra habitación donde Luis y Pedro estaban masajeandose la polla por encima del slip. Estaba claro que había llegado el momento de empezar a follar, pero en ese momento hizo efecto las tres botellas de cava que nos habíamos bebido los cuatro y tanto Luis como Pedro y María me preguntaron dónde estaba el baño.

- Ahí lo tenéis - dije señalando a Sonia - Eso si no quiero que caiga ni una sola gota fuera de este especial retrete.

Sonia me miró fijamente y empezó a negar con la cabeza. Luis se puso ante ella pero no abrió la boca y giro su cara en otra dirección. Sonia estaba resultando una esclava difícil, no se sometía a mis deseos de manera incondicional en muchas ocasiones, lo que me obligaba a castigarla para que aceptase mi disciplina. Empezaba a cansarme esa rebeldía, sobre todo cuando Sonia me había declarado su intención de someterse a todos mis deseos.

- Levantad a esta puta y alzadle los brazos - ordené a los chicos quienes al momento acataron mi orden.

Una vez Sonia tuvo los brazos alzados coloque en sus muñecas sendos grilletes que estaban unidos a unas cuerda que colgaban del techo de una polea. Tiré del otro extremo de la cuerda y pronto Sonia estuvo de puntillas tratando de no perder el equilibrio. Espere unos momentos antes de dar el siguiente paso y pude ver como Sonia se debatía afanosamente pues en cuanto perdía el equilibrio todo su peso pasaba a recaer sobre sus muñecas.

Cogí de una bolsa otro artilugio que llevaba queriendo probar algún tiempo. Este solo consistía en dos tablas de madera colocadas paralela la una a la otra y unidas entre sí por dos tuercas con palomillas que permitían aumentar o disminuir la separación. Coloqué una de las tablas bajo las inmensas tetas de Sonia y la otra sobre ellas. Sonia adivinó rápidamente lo que iba a ocurrir e hizo el intento de hablar pero una bofetada en la boca se lo impedí.

- Si te quejas o abres la boca para cualquier cosa sin que yo te lo diga antes, te arrepentirás - le susurré al oído muy seriamente.

Sonia creyó mi advertencia y permaneció en silencio. Yo comencé a apretar las palomillas acercando una tabla a la otra, presionando los pechos de mi esclava, de manera lenta pero progresiva. Pronto sus pechos estuvieron sujetos a una importante presión, la cual aumente aun más hasta que la parte de las tetas de Sonia que sobresalían por la zona delantera del artilugio tuvieron una coloración roja muy intensa. Sonia reprimía el menor sonido de su garganta, pero tanto dolor le había hecho que se le saltasen las lagrimas que descendían en cascada por su cara arruinandole el maquillaje. Cuando paré de apretar el artilugio Sonia pensó que el tormento había terminado, pero se equivocaba. Saqué de la misma bolsa de donde había sacado el primer artefacto un juego de pinzas metálicas y unas pesas. Sin darle tiempo a ver que era lo que le esperaba le coloqué las pinzas en los pezones pero como eran bastante grandes también mordieron parte del resto del pecho que no estaba aprisionado por las maderas. Sonia abrió los ojos exageradamente al notar la nueva fuente de dolor que le había colocado, y cuando le coloqué otras dos pinzas, estas en los labios del coño, los ojos casi se le salen de las órbitas, aunque aun resistía sin emitir el más mínimo sonido, quizás porque aquello le estaba gustando como el incipiente torrente de flujos que se derramaba por sus muslos daba a entender. Decidí aumentar otro grado mas la tortura de Sonia, de manera que cogí el juego de pesas que tenía listo y coloqué la primera carga en la pinza que aprisionaba el pezón izquierdo de la esclava. Una vez enganchada solté bruscamente la pesa y el pezón se estiró como si fuese de goma, pues le había colgado de la pinza un kilo nada mas y nada menos. Aquello consiguió arrancar un ahogado grito de Sonia, pero no era suficiente yo me había propuesto hacerla gritar y lo iba a lograr. La repetición del tratamiento anterior en el pecho derecho tuvo como consecuencia un grito mas claro, pero aun con todo Sonia trataba de emitir cualquier sonido. Entonces me agaché y coloqué una pesa de dos kilos unida a las pinzas de los labios vaginales, lo cual hizo que Sonia gimotease pidiendome que no hiciese aquello mientras me miraba con ojos suplicantes, yo mire a Sonia a los ojos y con una sonrisa lancé hacia el suelo las pesas con fuerza, lo cual unido al propio peso de estas, hizo que los labios vaginales de mi esclava se estirasen de manera desmesurada antes de que la caída se detuviese y que Sonia lanzase un fuerte grito que seguramente escucharon los vecinos. No fueron esas las únicas consecuencias del último castigo, pues Sonia dejo escapar de su coño un verdadero torrente de flujo vaginal que puso el suelo perdido, de hecho era la cantidad tan grande que en primer lugar pensé que Sonia se había meado.

- Tu, cerda - le dije a Jorge quien seguía de rodillas sirviendo de asiento a María - Ven aquí y limpia lo que tu puta hermana ha manchado.

Jorge se acercó gateando y diligentemente se dedicó a lamer los flujos vaginales de su hermana que estaban en el suelo. Entre tanto yo cogí una fusta de la bolsa y me acerqué tranquilamente a Sonia mientras le decía:

- Ya te advertí de lo que pasaría si emitías el menor sonido, ahora tendré que castigarte, pero espero que ahora si seas capaz de acatar m is ordenes.

Dicho esto comencé a azotar la espalda de Sonia con fuerza, haciendo que Sonia se agitase a cada golpe perdiendo así el equilibrio y causandole mayor tormento. Mis fustazos no se limitaron a la espalda de Sonia sino que también cubrí con mis golpes su culo, sus muslos e incluso su coño. Pronto todas estas zonas estuvieron realmente rojas y antes de hacerle alguna herida, lo cual no me preocupaba pero no me apetecía en aquel momento, paré el castigo. Aunque habían sido casi cincuenta los fustazos que le había propinado Sonia no había dicho absolutamente nada, la única reacción a aquella lluvia de azotes era las lagrimas que descendían por las mejillas de mi esclava y el torrente de flujos vaginales que caía de su coño.

- Ahora comprendes que has de obedecerme en todo o las consecuencias serán graves, ¿verdad? - le dije a Sonia al oído, a lo que Sonia asintió sin decir palabra.

- Bien, soltadla - le dije a Luis y Pedro quienes lo hicieron al momento.

Sonia se dejó caer hasta quedar de rodillas en el suelo, con sus pechos aprisionados por las tablas y con los pezones y los labios vaginales comprimidos por las pinzas. Luis, Pedro y María se colocaron delante de ella con sus pollas en semierección y Sonia sabiendo cual era su lugar levantó la cabeza y abrió la boca. Luis fue el primero en comenzar a mear lanzando un grueso chorro de dorada orina a la boca de Sonia. Esta sabía que era lo que yo esperaba de ella y sin necesidad de una orden explícita se fue tragando la copiosa meada del chico. Pedro continuó la labor iniciada por Luis y le dio a beber toda su meada a Sonia, aunque con peor puntería que el primero porque parte de su chorro fue a parar a las tetas de Sonia. Fue María el último en mear en la boca de Sonia y en menor cantidad que los anteriores. Cuando este terminó de orinar le dije a Sonia: - No te tragues ese ultimo trago, daselo a beber a Jorge. Este se acercó de inmediato a su hermana y recibió gustoso el buche de orina que esta le proporcionó, y luego lo tragó degustandolo como si de un gran vino se tratase.

En ese punto era el momento de comenzar a follar en serio, pero Sonia iba a continuar castigada por su rebeldía. Cogí una gruesa cuerda de cáñamo y la utilicé para atar fuertemente a Sonia, estrujando lo poco que quedaba libre de sus tetas, oprimiendo sus muslos y sus gluteos e inmovilizandola completamente. Luego até la cuerda a las cadenas del techo y mediante las poleas la icé hasta la posición donde se quedaría suspendida, con el peso de su cuerpo gravitando sobre sus tetas, sus tobillos y muñecas fundamentalmente. Le dije a Luis y Pedro que se ocupasen de Jorge mientras que yo lo haría de María. Los dos chicos le ofrecieron sus pollas a Jorge y este por turnos empezó a engullirlas como un poseso. Se las tragaban hasta los cojones para luego pasar a lamer el prepucio y volver a empezar, alternando estos movimientos con lamidas de los huevos, introduciendoselos a veces en la boca. Jorge estaba como loco con aquellas dos pollas, aunque su disfrute no podía ser completo porque los aros le impedían obtener una erección o correrse. Yo por mi parte me puse un consolador de cintura de gran tamaño y se lo ofrecí a lamer a María después de haberlo lubricado con mis jugos. Este no perdió tiempo y se puso a chuparlo aunque apenas cabía en su boca, y yo para no ser menos también me puse a chupar su polla, una bonita tranca de 20 cm de largo y que tenia un agradable saborcillo a orina.

Estuvimos chupando cosa de un cuarto de hora mientras Sonia suplicaba que la soltase pues ella también quería probar aquellas trancas, pero yo hice caso omiso a sus suplicas. Los ruegos aumentaron en intensidad cuando Luis y Pedro empezaron a pugnar por ocupar el ojete de Jorge, quien alternativamente recibía la polla de uno o la del otro por su recto, aunque arreglaron el problema en cuanto Luis se encargo del recto de Jorge y Pedro del ano de Luis, quedando así los tres satisfechos. Yo por mi parte puse a María a cuatro patas y de un solo embate brutal le metí todo aquel enorme consolador por el recto. El chico recibió el pollón de plástico con un gemido de placer y pronto me pedia que le hundiese mas adentro aquel monstruo. Era increíble ver como aquel jovencito de dieciséis años gemía con su ano abierto descomunalmente gracias a mi dildo y pedía que le abriese aun más el ojete. Yo estaba disfrutando como loca del morbo de sodomizar a aquel chaval y porque tenia metido un consolador en el culo y otro en el coño, que con sus vibraciones me estaban proporcionando un orgasmo tras otro. La situación se mantuvo algún tiempo hasta que Luis y Pedro decidieron catar mis aberturas. Sin dejar de encular a su compañero de colegio ellos me extrajeron los consoladores y ocuparon con sus pollas mis ahora desiertas aberturas. Sentir aquellas pollas gruesas, húmedas, palpitantes y calientes era mucho mejor que tener los consoladores y en pocos momentos logré un orgasmo bestial, aunque ellos no se corriesen. Los chicos estaban demostrando tener mucho aguante, lo cual me iba a proporcionar mas placer.

Jorge por su parte al quedarse falto de atención se dirigió hacia su hermana y se colocó entre sus piernas con intención de darle un repaso a su coño y así aliviarle la calentura que tenía, pero eso no entraba en mis planes y llamé a mi lado a Jorge.

- Ven aquí, perro - le ordené con voz autoritaria - Voy a liberarte de los aros, así que trae mi bolso.

Jorge se alegró de que por fin le fuese a quitar aquel tormento y no perdió un momento en traerme lo que le había pedido. Mientras sodomizaba a María y recibía los empellones de Luis y Pedro en mi culo y mi coño busqué en mi bolso las llaves de los pequeños candados que cerraban los aros. Tan pronto abrí estos la polla de Jorge se puso erecta. Sin perdida de tiempo me la metí en la boca y comencé a lamer aquella sabrosa polla la cual pronto lanzó el semen contenido en los cojones de Jorge. Hacía una semana que no se corría y toda aquella cantidad de semen no había podido salir hasta aquel momento de manera que pude disfrutar de una gran cantidad de semen muy espeso y oloroso, que me encantó. Fue delicioso beber toda aquella abundante corrida de semen con solera, y aunque fue sumamente abundante y por poco se desborda aquel torrente de la boca, me la tragué en su total integridad. Esta corrida fue la señal de salida para las eyaculaciones de los otros tres chicos. Luis y Pedro inundaron mi interior con sendas corridas que se produjeron al unísono las cuales se derramaron por mis muslos, aunque no se desaprovecharon pues Jorge rápidamente se lanzó a degustar la esencia de sus compañeros de equipo y por ultimo María me obsequió con su deliciosa corrida que terminó de saciar, por el momento, mi sed de semen.

Así comenzó aquel sábado de sexo a tope en el cual me puse las botas, follando a Luis, Pedro, Jorge, José María y Sonia y siendo follada por todos ellos. Ya cuando llegó la tarde los chicos, salvo Jorge se marcharon y terminó la fiesta. Aunque en los siguientes fines de semana volvimos a montar otras juergas de este estilo. El problema era que todo esto no terminaba de satisfacerme porque quería adornar de manera permanente a mis dos esclavos, Sonia y Jorge, con tatuajes, piercings, marcas a fuego y no tener que preocuparme por si les dejaba marcas o cicatrices con mis castigos, pero la posibilidad de que sus padres descubriesen aquello era peligroso, sobre todo porque Jorge aun no era mayor de edad. El problema sobre todo era el padre de Sonia y Jorge, Don Carlos, un hombre de 50 años muy atractivo, de gran corpulencia física, pero también muy vocinglero, un tanto déspota y como mucha influencia, gracias a su fortuna. Si se enteraba de que su hijo era bisexual y ademas mi esclavo seguro que tendría problemas. En cambio la madre, Marta, era sumamente tímida y callada, pero muy atractiva pues solo tenía 34 años al haber tenido a Sonia con solo catorce años, y sumamente extraña a la hora de vestir, ya que aunque nunca llevaba ropa escotada o con mangas cortas, siempre era ropa muy ajustada que marcaba su figura y también de manera continua vestía minifaldas, aunque siempre con medias muy oscuras. De manera que tenía un problema de difícil solución.

De pronto un jueves me llegó la solución. Sonia me dijo que su padre había muerto en un accidente de tráfico. Estaba afectada, pero no demasiado pues desde que estaba en edad escolar había vivido mas tiempo interna en diversos colegios de pago que con sus padres, al igual que le sucedía a su hermano, de manera que su relación con sus progenitores no era demasiado intensa. Aun con todo terminó llorando, aunque no como cabría esperar de alguien en tales circunstancias. Aquel mismo día nos fuimos al pueblo de Sonia en compañía de Jorge quien tampoco parecía demasiado afectado por la muerte de su padre.

Una vez en el pueblo la única de la familia que lloraba desconsolada era Marta, lo cual por otro lado era lo que parecía lógico. Por otro lado la casa de mis esclavos se había convertido en un circo pues eran innumerables las personas que fueron allí a presentar sus respetos al difunto y a dar el pésame a su familia, como no podía ser de otro modo pues era el hombre más rico de la población. El velatorio se alargó toda la tarde y parte de la noche, aunque a primera hora Marta se había retirado a su habitación a descansar. Eran las diez de la noche cuando Sonia me pidió que fuese a buscar a su madre para que atendiese a las ultimas visitas. Yo subí a la planta superior de la gran casa de Sonia y me dirigí a la habitación de Marta, pero antes de llegar allí escuché como Marta lloraba y se quejaba, aunque no podía concretar que era lo que decía. Picada por la curiosidad me acerqué lentamente hasta la puerta de la habitación, que casualmente estaba abierta, lo que era toda una sorpresa, porque en todas las veces que había visitado la casa de Sonia siempre había estado cerrada con llave la habitación de sus padres cuando alguno de ellos estaba dentro. Con sumo cuidado miré por la rendija y lo que vi me dejó muy sorprendida, pues nunca me había esperado lo que vi.

Marta estaba totalmente desnuda y la visión de su cuerpo era realmente sorprendente. Para empezar sus pechos, su vientre, los brazos hasta la altura de los codos, la parte inferior de la espalda y la parte superior de su culo estaban tatuados de forma similar a como se tatúan los mafiosos japoneses, los yakuza, pero en lugar de los típicos motivos orientales de dragones, budas y demás parafernalia típica, los tatuajes de Marta mostraban a mujeres y hombres manteniendo relaciones sexuales de carácter sado masoquista de gran crueldad. Ademas los dos pezones estaban adornados con sendas argollas de plata de tamaño bastante grande, al igual que los labios de coño y el clítoris. Por otra parte las zonas de su culo, espalda y brazos que no estaban tatuadas, así como los muslos mostraban señales de cuerdas y cicatrices y moratones debidos a severas sesiones de azotes. Presté atención a los lamentos de Marta, quien ante un gran retrato de su marido se quejaba de que su amo se había marchado y la había dejado sola. Se preguntaba que iba a hacer ahora sin su amo, sobre todo estando embarazada de un negro, como había procurado su amo, y también se cuestionaba como encontraría a otro hombre que le diese lo que su amo le daba y que le gustase una mujer con aquel aspecto. Todo aquello me pareció fascinante y también una oportunidad de oro. Si sometía a mi dominio a Marta no habría ningún problema si decidía tatuar a Sonia y a Jorge ni tampoco si los marcaba de otras formas, así que tenía que arriesgarme y dar un paso al frente.

Súbitamente abrí la puerta de la habitación, sorprendiendo a Marta quien ni siquiera se cubrió ante mi inesperada aparición.

- Ha sido muy interesante todo lo que has dicho - dije yo mientras entraba tranquilamente en la habitación - Eso explica muchas cosas, como tu extraña forma de vestir. Tu marido quería que en la medida de lo posible vistieses como una puta, pero sin mostrar hasta donde llega tu depravación.

- ¿Que quieres? - preguntó Marta a la defensiva - ¿Dinero?.

- Tranquila, no pienso divulgar tus gustos sexuales - repliqué yo - Siempre que te pliegues a mis deseos, y lo que yo deseo es ocupar el lugar de tu marido.

- ¿Como? - volvió a preguntar Marta sin comprender.

- Que ahora yo seré tu ama, no tendrás que preocuparte por encontrar un amo porque ya lo tienes y soy yo. ¿Entiendes, puta?.

Marta permaneció en silencio unos momentos sopesando la situación. Pero al final su personalidad sumisa, su vocación de esclava y el miedo al escandalo la decidieron y pronunció las palabras que yo esperaba: - Si, ama.

Yo apenas podía reprimir mi satisfacción, ahora no solo tenía bajo mi voluntad a jorge y a Sonia sino que también dominaba a su madre, Marta. Me senté en una silla y ordené a Marta que se arrodillase ante mí y me contase la historia de su relación con Carlos. Marta me contó que ella y Carlos eran familia, en concreto su padre y Carlos eran primos y que en una reunión familiar, aprovechando un momento de soledad, cuando ella tenía 14 años, él la violó. Aquella experiencia le gustó y volvió a ver a Carlos, quien a pesar de la diferencia de edad le atraía. La cosa se complicó cuando a las pocas semanas resultó estar embarazada. Carlos y ella decidieron decir a la familia que estaban enamorados y que se querían casar, sobre todo después del embarazo de Marta. Y así lo hicieron a pesar de la oposición de la mayor parte de la familia. Tras unos primeros momentos de normalidad y después del nacimiento de Sonia, Carlos se reveló como un duro amo que se dedicó a someter, azotar e imponer duros castigos a su esposa, ademas de hacerle partícipe de todo tipo de prácticas sexuales. Marta se sometió de buen grado a todo aquello aunque le avergonzase, llegando con solo dieciséis años a prostituirse bajo las ordenes y la vigilancia de su propio marido. Cuando alcanzó los dieciocho, Carlos volvió a preñarla y después del nacimiento de Jorge se dedicó a someter a su mujer, haciendo que la tatuasen y anillasen como máxima prueba de su sumisión. Una vez Jorge fue lo suficientemente mayor para ser internado en un colegio, como estaba su hermana desde que tuvo la edad, Carlos hizo que periódicamente algún semental negro embarazase a su esclava para luego dar en adopción al niño y alimentarse de la leche de su esposa, habiendo tenido ya otros cuatro hijos, situación esta que no advertían sus hijos porque apenas pasaban tiempo con sus padres.

Escuchar todo aquello me puso realmente cachonda, y mi entrepierna destilaba jugos sin parar. Me subí la falda y deje a Marta ver mi depilado coño perforado por un vibrador y sin cubrir con ningún tipo de ropa interior. Marta miró con sumo interés y en cuanto le dije que me lamiese el coño ella se lanzó a satisfacerme. Su forma de comerme el coño me demostró que no era la primera vez que se dedicaba a las prácticas lésbicas, sabía muy bien que tenía que hacer y lo hacía con maestría. Me lamía bien a fondo el clítoris y luego lo sorbía y jugueteaba con él para luego pasar a introducir su lengua en mi vagina tratando de profundizar lo más posible, pues me había quitado el vibrador y ahora hacia compañía a las bolas chinas que tenía en el culo, dentro de este. Su lengua serpenteaba en mi interior tratando de alcanzar lo más hondo de mi ser, para luego dedicarse a explorar el sensible tramo entre mi vagina y mi ano. Aquel cunnilingus me estaba haciendo disfrutar de lo lindo y me corrí un par de veces antes de poner fin a aquello. Le di una palmada en la espalda a Marta y esta paró su tarea.

- Estaba pensando que tengo ganas de orinar - le dije a Marta - ¿Donde esta el baño?.

- Aquí - replicó Marta poniendose muy erguida mientras permanecía de rodillas y procedía a abrir la boca.

- Muy bien, esclava. Veo que sabes bien como satisfacer a tus amos - aprecié yo mientras me colocaba para usar a mi nueva esclava como baño. Sentí como fluía de mi interior un gran chorro de calida y amarilla orina, casi de color oro que salía despedida de mi coño para aterrizar sobre la golosa lengua de Marta quien se la tragaba con verdadera pasión. El calor que despedía mi meada era increíble, parecía responder a mi nivel de calentura, pero Marta impertérrita no dejaba de tragar. Una vez terminé de mear, Marta me limpió el coño con su lengua hasta dejarlo reluciente.

- Muy bien, cerda. Ahora permanece ahí - ordené a Marta.

Salí de la habitación y sigilosamente me cercioré de que todos los invitados se habían marchado de la casa, como así era. Sonia y Jorge seguían en el salón del piso de abajo, velando el cadáver de su padre, que yacía allí en su capilla ardiente, expuesto en un costosísimo ataúd. Volví a la habitación de Marta donde esta seguía de rodillas tal y como la dejé. Abrí la puerta del vestidor y dentro encontré una cantidad de ropa enorme, ademas de un gran baúl que tenía la cerradura abierta. Lo destapé y dentro encontré un montón de ropa de cuero y látex, ademas de consoladores, cuerdas, cadenas, pinzas, agujas, pesas, látigos y más artilugio de finalidad sexual. Cogí un corpiño dorado con remaches plateados y se lo puse a mi nueva adquisición. Junto con esta prenda la atavíe con unas medias de látex rojo que le llegaban hasta medio muslo, unos zapatos de tacón de aguja plateados y un collar de perro que llevaba escrito con letras doradas la palabra puta. Entonces la coloqué a 4 patas y de los aros de sus pezones y coño colgué las pesas mayores que encontré, de tres kilos cada una. La deformación de los pechos, los pezones y el coño de Marta era una preciosidad, estaban totalmente estirados y tenían una apetitosa tonalidad violácea. Marta no se quejó en absoluto y aunque su cara reflejaba el dolor que sentía, el manantial que destilaba su coño dejaba bien a las claras que aquello le gustaba. Yo por mi parte, me desnudé hasta quedarme solamente con las medias de rejilla negras con liguero que vestía y los zapatos de cuero negro y tacón de aguja que calzaba. Por último cogí una correa del baúl y la uní al collar de Marta y comencé a tirar.

- ¿A donde vamos, ama? - se atrevió a preguntar Marta.

Yo le respondí dándole una patada en el pecho izquierdo que junto al posterior bamboleo de la pesa hizo que aullase y se estremeciese de dolor.

- No vuelvas a preguntarme acerca de lo que vamos a hacer. Si lo considero necesario te lo diré - repliqué fríamente - Aunque ya que lo has preguntado te diré que vamos a ver a Sonia y a Jorge.

Marta me miró horrorizada ante la perspectiva de que sus hijos la viesen de esa guisa y cuando volví a tirar de la correa Marta no se movió. Yo me giré y le propiné otra patada esta vez en su glorioso trasero, pero aun así no se movía. Hice que se pusiese de rodillas y le di una bofetada en la cara, pero aun parecía dispuesta a resistir.

- Pero, ama, como me van a ver mis hijos en... - empezó a decir, pero una nueva bofetada aun más fuerte le cerró la boca e hizo que sangrase un poco por la comisura de los labios.

- Haz lo que te diga o voy a hacer que llores sangre y te reventare a patadas, a ti y a esa mierda que crece en tu puta barriga - amenacé violentamente a Marta, quien al ver mi cara de furia, se puso de nuevo a 4 patas y agachó la cabeza lentamente.

Tiré de nuevo de la correa esta vez con mucha fuerza y Marta avanzó gateando. De esa manera fuimos hasta las escaleras donde nos encontramos con Sonia y Jorge que se dirigían al piso superior. Al ver a su madre de aquella manera se quedaron petrificados, mientras que Marta volvía la cabeza apartando su mirada de sus hijos.

- Marta - ordené yo secamente - Mira a tus hijos, vamos. Y vosotros - añadí dirigiendome a Sonia y a Jorge - ¿Qué hacéis en pie en presencia de vuestra ama?.

Sonia y Jorge se arrodillaron rápidamente lo que sorprendió a Marta, quien descubría que sus hijos también eran mis siervos. Entonces todos bajamos al salón, donde yo impartiría mis primeras ordenes a toda aquella familia de esclavos. Y lo primero que hice fue que Marta le chupase la polla a su hijo. La madre no lo dudó y pronto estuvo arrancando gemidos de placer a su vástago gracias a su gran labor oral. Le chupaba la polla centímetro a centímetro, se la tragaba hasta tenerla alojada toda dentro de su boca y luego pasaba a lamer el glande con gran dedicación tratando de follar la uretra con la punta de su lengua. Entre tanto, Sonia estaba dedicandose a satisfacerme con su mano, como le había enseñado hacía pocos días. Me fue metiendo uno a uno los dedos dentro del coño y una vez los cinco dentro empujo hasta que me la metió hasta la muñeca. Sentir un puño dentro es indescriptible, mejor que una polla por su grosor, aunque esta es más manejable y te puede penetrar mas a fondo, sin olvidar la eyaculación. Sonia se dedicó a penetrarme y a revolver su mano en mis entrañas, haciendome gozar como una perra y dandome varios orgasmos.

Antes de que Marta lograse que su hijo se corriese detuve su mamada y le dije que dejase ese puesto a su hija. Sonia se lanzó a mamarle el nabo a su hermano ávidamente, aunque le avise que no debía hacer que se corriese antes de que yo se lo ordenase. Yo me levanté del suelo donde todos estábamos tirados y me acerqué al ataúd, miré dentro y dije: - Gracias por la familia de esclavos que me has proporcionado. Después lo cerré y me fui junto a Marta, quien estaba de rodillas viendo como su hija practicaba la bella arte de la felación.

Me arrodillé detrás de Sonia quien estaba tumbada boca abajo en el suelo y le separé las piernas mientras le ordenaba a Marta que separase bien las nalgas de su hija y lubricase su ano. Esta así lo hizo y pronto tuve el maravilloso panorama del ojete de Sonia ante mis ojos. Escupí varias veces en mi mano a la vez que Marta lamia y ensalivaba a fondo el ano de su hija, entonces empece a meter un dedo en el recto de mi esclava más joven. Sonia gruño de placer mientras seguía amorrada a la polla de su hermano, dandole una lenta pero profunda mamada. A ese primer dedo le siguió un segundo y un tercero. Cuando metí el cuarto Sonia se quejó un poco paro no dijo nada, porque no podía al tener la boca llena con la polla de su hermano. Le dije a Marta que se colocase de manera que inmovilizase a su hija, y rápidamente se sentó sobre ella sujetando sus piernas e impidiendo que moviese los brazos. Con mi mano libre separé las nalgas de Sonia y empecé a meter el quinto dedo. Mi esclava se quejaba y trataba de gritar de dolor pero no podía. Seguí presionando y metí el pulgar hasta el fondo, pero no paré ahí, aunque veía que salía un poco de sangre del recto de mi sierva. Empuje mas fuerte lo que provocó mas quejas y más sangre pero mi mano terminó por entrar totalmente en el ano de Sonia. Justo cuando terminé de meter el puño ordene a Sonia que hiciese que su hermano se corriese y ella, con unos hábiles movimientos de cabeza y el uso de su lengua, logró la corrida de su hermano que aterrizó integra en la boca de Sonia. Le dije que la compartiese con su madre y así lo hicieron disfrutando las dos del semen del chico.

Después de esta primera experiencia con Marta y sus hijos han sido muchas las veces que los he tenido a mi servicio, y de hecho aun sigo teniendolo. Pero esas otras aventuras os las contare en otro relato.

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