El comisario Gutiérrez miraba complacido aquellas dos figuras que corrían delante de él, tan diferentes y tan bonitas ambas, y recordó la paja que se había hecho pensando en aquellas nalguitas altas y menudas que se movían acompasadas delante de sus ojos.
Por otro lado sentía que su obligación de profesional le mandaba pensar en otra dirección bien distinta y menos placentera. Había hablado con su ayudante y ésta le había resumido las pocas noticias nuevas que tenían sobre el secuestro del muchacho, que sus jefes deseaban que fuera resuelto de inmediato.
No había llegado la llamada que esperaban solicitando el rescate, habían pasado muchas horas, suficientes para que los secuestradores pusieran a buen recaudo y escondido al muchacho, la llamada o primer contacto tenía que haberse producido, aquello no era normal, además tenían, él y su ayudante Alvarado, la convicción de que el trabajo no estaba hecho por profesionales y que tendrían que tener sumo cuidado para que no se les fuera de las manos con un desenlace que no deseaba nadie.
-No estamos ante un caso habitual de secuestro jefe, no encajan las piezas. -compartía el instintivo pensamiento de Lara, algo estaba fallando.
-¿Qué sabéis del chófer? Es seguro que está involucrado, pero por sospechas no podemos detenerle y es el único eslabón que nos puede llevar hasta el chico.
-No se mueve, está en espera y tampoco recibe llamadas.
-Que no le pierdan de vista, en algún momento tiene que moverse y delatarse. -dejó de darle vueltas en su cabeza y volvió a fijar la mirada y la atención en aquellas piernas tersas y sin pelos que se movían rítmicamente corriendo.
Cuando llegaron al gimnasio había poco público y se sentaron en los bancos de acceso a las duchas para recuperarse.
-Me habéis destrozado, no estoy en forma. -se quejó a los dos chicos que aparentaban estar más descansados.
-No te quejes papá, estas estupendo para tu edad. -escuchó la burlona voz de Fulvio seguida de su alegre risa.
-Vamos a la ducha, tengo que marchar después de comer para sustituir a Lara y que descanse unas horas. -cogieron sus toallas en los vestuarios y se encaminaron a las duchas, estas eran corridas sin separaciones y solo estaban un muchacho y un hombre mayor con el que hablaba.
Pasaron unos minutos enjabonándose y las dos personas salieron dejándoles solos, Gutiérrez miraba los juegos de los chicos, que ahora sin público, se pasaban las manos por el cuerpo el uno al otro lavándose, Fulvio sujetó a Enlai pasando los brazos por debajo de sus sobacos y uniendo las manos en su nuca, el chico se resistía hasta que entre risas le forzó a inclinarse y colocó la polla semi floja entre las nalgas de Enlai.
Eran simples juegos entre ellos a los que estaba acostumbrado, pero que conseguían excitarle y se volvió de espaldas para que no notaran su erección.
-¡Va calentón que llevas papá! ¿Soy yo, o es Enlai quien te pone así? -ahora su hijo jugaba con él sujetándole por la espalda, queriendo hacerle lo que al muchacho, y aunque su hijo era fuerte él no era el delicado, sensible y sumiso Enlai.
-No me jodas Fulvio. -se volvió y fue él quien sujetó esta vez al apuesto muchacho que no dejaba de reír, la verga erecta de Juan se alojó entre las nalgas de Fulvio.
-¡Ya te tengo! ¿Te rendirás ahora?
-¡Vale, vale! Serías capaz de cogerte a tu propio hijo y para eso tienes a Enlai si tantas ganas tienes de follar. -el comisario soltó inmediatamente al muchacho y miró al otro que apartó la vista inmediatamente, le observó nervioso y avergonzado por lo que terminaba de escuchar.
-No le hagas caso, Fulvio te gasta una broma. -su hijo dejó escapar una ruidosa carcajada señalando con el dedo a su amigo.
-¿Una broma? No tienes ojos para ver lo que pasa cerca de ti, presumes de ser buen policía y no ves más allá de tus narices. Dile si se trata de una broma Enlai… Venga papá pareces tonto o no te aclaras. -Gutiérrez no deseaba seguir aquella conversación que tenía violento al chico oriental, pero sabía que aquello tendría que aclararlo con su hijo.
Comieron y se preparó para ir a la comisaría, miró a los dos jóvenes sentados ante el televisor, con la cara algo tensa y separados cuando lo suyo era estar rozándose.
-Papá olvida lo que dije en el gimnasio. -permanecía sentado mirando la pantalla, sin tan siquiera levantar la vista hacia él.
-Lo olvidaré de momento, pero tenemos que hablar de ello Fulvio. -no se levantaron para despedirle cuando abandonó la sala.
Su ayudante le esperaba sentada en su propio despacho cuando llegó.
-Aquí tienes escrito lo que hay, estoy molida jefe. -cogió los papeles y comenzó a leerlos.
-Esto no me lo habías comunicado.
-No he tenido tiempo, lo he sabido hace unos minutos, llamó don Eduardo preguntando por ti pero estabas en camino, un chico que vive en su casa y es amigo del secuestrado ha vuelto de viaje, quiere hablar sobre ciertos detalles que pueden interesarnos.
-Salgo para allí inmediatamente. -el inspector sabía que cualquier detalle, por poco importante que fuera, no se podía pasar por alto.
-¿Te acompaño? -la miró y se dio cuenta de que apenas habría dado una cabezada las últimas veinticuatro horas.
-¿No tienes de que ocuparte en tu casa? Vete y descansa, muerta de sueño no me sirves.
Volvió a realizar el recorrido por el inmenso parque que rodeaba la elegante y rica mansión, deseaba devolver al muchacho a aquel lugar y resolver el asunto de la mejor manera posible.
Esta vez le llevaron a un salón donde parecía que habían mantenido una reunión de familia, el señor Martínez de Arceniega estaba mirando el jardín por el amplio ventanal y se adelantó al encuentro del inspector para estrecharle la mano.
-¿Un café inspector? -miró el lujoso servicio de plata sobredorada que brillaba en el centro de la mesa.
-Mejor un vaso de agua si no le importa. -al instante tenía ante él al envarado mayordomo sirviéndole el agua que quería.
-Y bien, ¿quién es la persona que quiere hablar conmigo? -un muchacho joven elevó indeciso la mano.
-Yo inspector, soy Pablo amigo de Ángel. -el inspector se acercó al lado de la gran mesa donde se encontraba sentado el chico, a su lado estaba otro que parecía mayor y le sujetaba del hombro, a los dos les notaba preocupados, pero el llamado Pablo parecía haber llorado por el brillo y la rojez de los ojos.
Se sentó enfrente de los dos y pasó la mirada de uno al otro, eran dos jóvenes muy guapos, varoniles y hermosos ejemplares de hombre, bien vestidos sin estridencias y al parecer amigos, por como el mayor confortaba al más joven.
-Tranquilo Pablo, cuenta al inspector lo que Ángel te dijo sin miedo. -y Pablo le relató el extraño encuentro de Damián con el patibulario individuo cuando salía de hacer compras con Ana María.
-Yo no me enteré de nada, no me hizo comentario alguno. -Gutiérrez miró intensamente a la hermosa y elegante mujer que también se encontraba allí, sin hablar hasta ese momento.
-¿No hubo nada más?, ¿no volvió a hablarte de que le viera en otra ocasión? -el muchacho parecía estar a punto de derrumbarse.
-No hubo otra oportunidad, le dije que no se preocupara, que todo estaba controlado por don Eduardo. -presentía que no le estaban contando todo, no terminaba de entender que era lo que don Eduardo tenía controlado según creía el joven muchacho.
-¿Pero hay algo más verdad hijo? -Pablo tuvo que referirle como Damián había forzado a Ángel para tener sexo.
-Tenías que habérmelo dicho Pablo. -don Eduardo parecía enojado.
-Creí que tú lo sabías, pusiste en su lugar a Damián y por eso le dije a Ángel que no tenía de que preocuparse. -lentamente el inspector Gutiérrez ataba los cabos sueltos del enredo que se iba descubriendo.
Le llevó una hora terminar de obtener las declaraciones de aquellas personas, donde parecía que todos ellos intentaban ocultarle algo; se salvaba el chico mayor que se lo presentaron como el doctor don Álvaro López de Heredia.
Terminó por pedirles que no revelaran a nadie lo que se había hablado esa tarde, y que se comportaran como si esa reunión no hubiera tenido lugar.
-Tienen ustedes alguna noticia nueva inspector. -el joven doctor se había puesto de pie y observó lo alto que era el muchacho y lo musculoso que se le notaba al caminar, parecía un león enjaulado a pesar de su aparente tranquilidad.
-Esperamos que se produzca algún contacto de un momento a otro y poder seguir tirando de ese hilo, de momento vamos a investigar lo que me terminan de decir. -el inspector mentía descaradamente, ya tenía descartado que se tratara de un secuestro por dinero, y eso no era bueno.
El resto de la tarde lo pasó en el despacho atendiendo otros problemas que le ocuparon el tiempo, y esperando que algo sucediera para poder llegar a tiempo de rescatar al muchacho. Rechazaba la posibilidad del fracaso y no dejaba de dar vueltas a lo que terminaba de enterarse.
Sabía que su superior esperaba de él una rápida resolución del secuestro, y que pasara por alto todo lo demás que pudiera observar.
————————————-
La noche la había pasado tiritando de frío, envuelto en las duras y malolientes mantas de lana. Aún sentía dolorido el ano por la bestial follada del salvaje, y la cara irritada le escocía por los golpes recibidos en su delicada piel.
Observaba como el polvo, que flotaba en el aire, formaba curiosas figuras en la luz que penetraba por el ventanuco del suelo. Ahora tenía confirmado que Damián era el promotor de su secuestro, y que hubiera o no pago del rescate, no le dejaría salir con vida para que pudiera denunciarles.
Tembló aterrorizado al darse cuenta de que su vida estaba en peligro. Recordaba su anterior secuestro y ahora se daba cuenta que éste resultaba mucho peor al tener la certeza de que no sobreviviría. El terror le llevó a las lágrimas y a gemir desesperado.
Cuando volvió a escuchar los ruidos en la puerta no les prestó atención, había decidido que debía intentar conservar la vida pero no sabía lo que tenía que hacer. El mismo chico, delgado y algo cojo, le llevó una bandeja con comida hasta la cama y la dejó sobre ella, luego recogió el colchón tirado en el suelo y lo llevo al otro extremo del cuarto, lo dobló y se sentó sobre él sin decir una palabra. Estuvieron así unos minutos sin hablarse.
-¿No tienes hambre? -Ángel levantó la cabeza y le miró.
-Me pica y escuece la cara, ¿no puedes dejarme que vaya al baño?
-Luego te bajaré para que te limpies, Alejo quiere que estés presentable para su amigo que vendrá a la noche. -Ángel se sintió angustiado por lo que adivinaba oculto detrás de las palabras del delgado muchacho.
-¿Qué me van a hacer? ¡Por favor tú puedes ayudarme! -miró otra vez al chico que había escondido la cabeza en las rodillas.
-Yo no puedo hacer nada ni queriendo, Alejo me mataría, además de lo que va a suceder cuando Damián sepa lo que Alejo hace contigo, le dijo que no te tocara un pelo, que eras suyo.
-¡Por favor! si que puedes ayudarme, te prometo que a ti no te pasará nada, diré que me has ayudado, dime como te llamas. -el muchacho anduvo a gatas hasta estar cerca del camastro.
-Me llamo Goio, y tu no puedes hacer nada por mi, ni por ti tampoco, ¿no te das cuenta? Si hago cualquier cosa por ayudarte Alejo me matará, y también Damián lo hará cuando sepa lo que te ha pasado. -el chico me miraba con los ojos muy abiertos, en realidad estaba más asustado que yo.
-Llámale, avisa a Damián ahora aún estas a tiempo. -Goio se quedó indeciso y aproveché la ocasión para intentar convencerle.
-Si hablas ahora con Damián sabrá que no tienes nada que ver con lo que ha pasado y lo que pasará cuando Alejo traiga a su amigo, que tu no tienes nada que ver.
-Ha dicho que no quiere llamadas hasta que él se ponga en contacto con Alejo. -el chico estaba comenzando a ceder y tenía que aprovechar la única oportunidad que tenía, si no de salvar mi vida, si de evitar lo que pudieran hacerme en estas horas próximas, y tampoco tenía mucho que perder, quizá Damián lo viera de otra manera.
-No, no puedo hacer eso, ¡come lo que te he traído! -le miré indeciso y pensé en ponerme arrodillado y pedírselo, pero sabía que sería inútil ante el miedo que el chico sentía.
Me esforcé en tragar los emparedados iguales a los del pasado día y le pedí que me dejara ir al baño, me llevó al maloliente cuchitril y oriné lo mas rápido que pude para escapar del pestilente y nauseabundo olor.
Volví a quedarme solo, esperando que pasaran las horas hasta que la luz del día se fue y encendieron la bombilla, a veces podía escuchar gritos y golpes lejanos, volvía a mi la esperanza de que alguien me encontrara, si es que me estaban buscando.
El inmenso aburrimiento hacía que dormitara en algunos momentos, hasta que volví a sentir el cerrojo y entró el muchacho Goio, arrastraba la pierna de una forma exagerada, tenía ensangrentado un pómulo y una herida reciente en la frente.
-Vamos, tienes que prepararte, enseguida volverá Alejo con su amigo.-lLe seguí por el pasillo sin luz, la única iluminación llegaba de la puerta abierta del cuarto que era mi prisión, tenía que seguirle apoyándome en una de las paredes del pasillo.
Al final del largo pasillo se inclinó sobre unas rayas de luz que salían del suelo y levantó una trampilla, como había supuesto estábamos en el altillo de una casa y ahora teníamos que bajar a la siguiente planta.
El pasillo inferior estaba iluminado y parecía más limpio, se detuvo ante una puerta y me dejó entrar primero, se trataba de una baño muy grande donde los sanitarios se veían perdidos.
Tienes que lavarte bien, ahora vuelvo con tu ropa. -cerró la puerta y me dejó solo, sobre un lavabo tenían colgando un armario con espejos y me dirigí a él, no podía reconocerme en lo que reflejaba el espejo, tenía arañada la cara con golpes y hematomas, el pelo alborotado y los ojos rojos y con ojeras, cuando me quité la camisa, lo que quedaba de ella, vi que también tenía enormes moretones y arañazos repartidos por las tetillas hasta el abdomen.
Me metí en la bañera y abrí el grifo, no había agua caliente y sentía caer el agua como cuchillos atravesándome la piel, tenía que moverme rápido para no terminar congelado.
Goio volvió antes de que saliera de la bañera y se detuvo observándome.
-Anoche Alejo te dio duro, cuando te vea Damián se va a enfadar de verás. -también yo le miré los golpes que presentaba en la cara.
-Tu no te has salvado tampoco de sus golpes. -bajó la cabeza y se miró la pierna que arrastraba por la cojera.
-Yo estoy acostumbrado desde pequeño, lo de hoy no ha sido nada. -entonces se me cercó y me sujetó del brazo.
-¿Me prometes de verdad que me ayudarás si aviso a Damián? ¿Le dirás que yo no tengo la culpa? -me agarraba tan fuerte que me hacía daño en el brazo.
-Sería mejor que avises a la policía. -me soltó y dio dos pasos hacia atrás.
-No, eso no lo puedo hacer, me llevarían a la cárcel, pero con Damian será diferente, él te sacará de aquí. -no podía seguir insistiendo para que llamara a la policía, la tenía mucho miedo, más que a Damián o a su malvado maltratador Alejo.
-De acuerdo, entonces llámale para que lo sepa, pero por favor hazlo pronto. -pensaba que al menos con Damián irían mejor las cosas y hasta le podría convencer de que me devolviera a Eduardo.
Me había traído una camisa que me llegaba hasta las rodillas y un slip amarillo que parecía nuevo. Me coloqué la ropa y me pidió que le siguiera.
En la habitación a la que me llevó estaba poco iluminada, en la pared enfrentada a la puerta había una ventana sin cortinas y entreabierta, dejaba que pudiera ver, a lo lejos, las luces de los automóviles transitando por una carretera.
Alejo estaba sentado en una silla forrada de tela y bebía cerveza directamente de una botella grande, en otra silla bebía de un vaso alto y amarillo un hombre con peor aspecto que el de Alejo, se levantó cuando entramos y se acercó sujetándome del cuello, me llevó hasta una lámpara de pie.
-Tenías razón, el muchacho es un bombón aunque le hayas jodido la cara a golpes. -sonó una risotada que Alejo secundaba riendo más fuerte que él.
-A las zorras hay que saber enseñarlas y ponerlas en su lugar. -seguían riendo los dos hombres, satisfechos de poder demostrar su fuerza a los más débiles.
————————————-
Antes de que Gutiérrez dejara la comisaría estuvo hablando con su ayudante. A pesar de haber dormido unas horas, la sub inspectora Alvarado daba muestras de cansancio.
-Tenías que haberte quedado en casa y dejarme esta noche para mi. -Juan Gutiérrez apreciaba realmente a aquella valiente mujer, esposa de su compañero cuando patrullaban las calles, y que perdió la vida en un acto heroico de servicio que le salvo la vida a él.
-Tu eres más importante jefe, descansa para poder seguir mañana. -le refirió la visita que había hecho a la residencia de Martínez de Arceniega y lo que averiguó hablando con aquel extraño grupo de personas que actuaba como si fuera una familia sin serlo.
-Tenemos un noventa y cinco por cierto de posibilidades de que acertemos en nuestras sospechas, el boxeador está relacionado con el secuestro del joven y muy involucrado, pero es listo y no da un paso en falso. Tenemos que seguir atentos de sus movimientos, ¡joder!, me esta desquiciando que todo siga en calma.
-Vete Juan, deja de pensar y descansa.
Era tarde cuando llegó a su casa y esperaba que a esas horas Fulvio y Enlai estuvieran en la cama, abrió la puerta y la luz que venía del salón, junto con el murmullo de voces del televisor le advirtieron que se equivocaba.
-¡Hola chicos! ¿No es ya muy tarde? -su hijo solo le saludo con la mano en un gesto amistoso, como si no pasara nada, en cambio Enlai se levantó y fue rápidamente a darle un beso.
-¿Estarás cansado? ¿Qué te preparo para cenar? -el muchacho no le soltaba la cintura y le sujetó de los brazos apartándole de él.
-Algo para beber, que sea fuerte, voy a cambiarme de ropa. -a la vuelta tenía preparado en la mesilla lateral un vaso con cubitos de hielo y una bebida transparente, que cuando la olió, supo que se trataba de ginebra. Se sentó en el lateral del sofá dejando a Enlai entre su hijo y él. Bebió un trago corto y dejó el vaso sobre la mesita.
-Ahora podemos hablar, ¿Qué te traes entre manos Fulvio?
-Será mejor que lo dejemos papá, no lo ibas a entender. -giró el cuerpo para mirar a los dos chicos.
-Intenta explicármelo por lo menos, no se que juego te traes, no llego a verlo.
-Vale, de acuerdo, tu lo has querido, solo espero que no te molestes. Papá a ti te gusta Enlai.
-¿Qué estas insinuando?
-Lo obvio, no me interrumpas o me callo y no digo una palabra más. No dejas de mirarle y te excita, se te empina la verga de una manera inmediata mirándole las nalgas. -Gutiérrez era lo que menos esperaba oír, que su hijo lo pusiera delante de los ojos, de forma tan directa lo que era cierto, le dejó boquiabierto de sorpresa.
-Papá Enlai y yo lo hemos notado desde hace tiempo, esperaba que te decidieras a actuar, o que lo hiciera Enlai, porque él te desea también, y ninguno de los dos os atrevéis a decirlo y actuar. -Gutiérrez miro la cara del muchacho oriental que bajo inmediatamente la cabeza ruborizado. Le sujetó de la barbilla y se la levantó para mirarle los negros y profundos ojos.
-¿Es cierto lo que dice Fulvio? -el chico desvió la mirada y contestó en un susurro.
-Es cierto Juan, me gustas desde hace mucho tiempo y sabemos que yo también te gusto. -el pequeño oriental temblaba, pero era valiente para reconocer lo que sentía ante un imponente y maduro hombre como el inspector Gutiérrez.
Fulvio se había corrido en el asiento y ahora abrazaba el chico oriental acariciándole la cabeza.
-Dile lo que quieres ser para él, que lo sepa de una vez. -le oprimió el cuello para que levantara la cabeza y mirara de frente al inspector.
-Quiero ser tu mujer y servirte para lo que tu quieras Juan.
-Pero…, pero… -Juan no se podía creer lo que estaba escuchando y miró a su hijo buscando una explicación.
-Él es así papá, gay, pasivo y sumiso, y quiere servirte y atenderte, necesita un dueño y quiere que lo seas tu. -la cara enfadada de Fulvio se había vuelto en una mueca traviesa.
-¿Tú…, él? Yo creía que erais pareja, novios…
-Follamos papá, nos gusta, a él le encanta tener una polla en el culo, pero él te necesita a ti, para que seas tu quien le folle también, y le mandes y ordenes, ¿ahora lo entiendes?
Si que lo entendía o deseaba comprenderlo aunque no estaba muy seguro de todo aquello, solo veía los labios rojos y húmedos del chico implorando que lo besara y que no le rechazara. Cogió la cabeza de Enlai y la acercó hasta que sus bocas quedaron unidas, aquel chico sabía como se besaba, alguien le había instruido y sospechaba quien era el culpable.
El muchacho comenzó a suspirar en su boca y Juan abrazó el delgado cuerpo que se agitaba pegado a él, hasta sentir que se colocaba sentado en sus piernas bien abierto, entonces se dio cuenta de que el chico no llevaba otra ropa que una delgada camisa que se adhería a su cuerpo.
-¡Ahh! Juan, cuanto he esperado este momento. -el chico tiró de su camiseta y se la sacó por la cabeza dejando desnudo su peludo torso, y comenzó a refregar su cuerpo con el suyo.
-Te voy a hacer muy feliz Juan, seré tu mujer, tu esclavo para que hagas de mi lo que desees. -hablaba en susurros mordiéndole la oreja y volviendo loco de deseo a Juan, lentamente se bajo de sus piernas y le bajó los pantalones que cortos que terminaba de ponerse.
Su dura y excitada verga salió a la luz y quedó apuntando al ombligo, dejando gotear el pre semen que salía sin cesar, y Enlai se apoderó de ella arrodillándose entre sus piernas, sujeto la tremenda polla con las dos manos y le miró a los ojos.
-¿Puedo chupártela? -Enlai le miraba con los ojos suplicantes, como respuesta Juan le sujetó la cabeza y le empujó hasta que la punta de la verga entró en contacto por los labios, rojos y abiertos, que le besaban el granate glande con tremenda devoción adorándolo.
El muchacho era un experto mamando y Juan, en su delirio de placer, tuvo que reconocer que nunca se la habían mamado de esa magistral manera. Cerro los ojos para sentir las pequeñas manos pasando por sus testículos, y la dulce y suave lengua enroscándose en la verga.
-¡Ahhhh! Sí, delicioso. Sigue Enlai, por favor. -sentía que no podría aguantar mucho sin expulsar de sus huevos el semen que bullía en ellos y abrió los ojos.
Fulvio miraba como la boca de su amigo se tragaba la verga de su padre hasta encajarla entera en la boca, comenzó a desnudarse mientras se masturbaba la polla, se colocó detrás de su amigo arrodillado y le abrió las piernas, el hoyito sin un pelo de Enlai se le ofrecía como una golosina y metió la cara entre sus nalgas comenzando a chuparle el culo.
-¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! Si, si, que rico. -Juan aprovechó que el chico sacaba la polla de la boca entre suspiros femeniles de hembra, gritando el placer que sentía por la comida de culo, para descansar y reponerse, no quería llegar tan pronto al orgasmo y sujetó la cabeza de Enlai sobre su genitales, aplastándola sobre la pelambrera de sus huevos.
Verdaderamente estaba muy sorprendido, hacía escasamente una hora no se hubiera atrevido a soñar que esto estuviera pasando. Miraba la cara de su hijo enterrada entre las nalgas de Enlai, chupándole como si estuviera loco el ano, a veces elevaba la mirada para encontrarse mirándose fijamente los dos. El muchacho oriental temblaba de lujuria con la cara oculta en su regazo, buscando otra vez la polla para seguírsela mamando.
Fulvio dejó de chuparle el culo a su amigo y se colocó con la verga jugando en la raja de las montañitas de carne, Enlai movía el culo buscando la penetración de la verga que sentía en el ano.
-Métela Fulvio, dame por el culo la verga. -y Fulvio la apuntaló en la entrada, sosteniendo la lanza de carne con la mano, y comenzó a penetrarlo.
-¡Ayy! Sí, hasta el fondo, métela más, dame duro. -Fulvio cabalgaba de pie a su amigo con tremendas estocadas dejándole ir todo la polla de golpe, sudaba copiosamente y entonces se clavó en el muchacho comenzando a temblar y gemir girando los ojos.
-¡Ya, ya me viene! Te voy a llenar el culo. -Gutiérrez miraba asombrado la potencia sexual de su hijo y como su poderosa verga se empoderaba del agujero de Enlai haciéndolo suyo, sorpresivamente se retiró sacando la polla de repente y se dirigió a Juan respirando fatigado.
-Ahora es tuyo, es tu turno. -Enlai retiró su cabeza de las manos de Juan y la colocó sobre el asiento, llevó las manos a sus nalgas y se las abrió con fuerza, para que el hombre mayor pudiera ver como de su ano salía un reguero de la leche que Fulvio le había dejado dentro.
Juan se arrodilló detrás de él comenzando a lamer la leche de su hijo que expulsaba el culito del chico oriental, estuvo muy poco tiempo, aquello le tenía completamente excitado y deseoso de correrse.
Levantó al chico del suelo y lo abrazó elevándolo contra su pecho, Enlai enroscó las delgadas piernas en la cintura de su macho y tiró el cuerpo hacia abajo buscando la verga para que se le metiera por el culo, tuvo que buscarla con la mano, la localizo y la puso en la entrada del ano enchufándose.
-Así Juan, así, qué gusto, que verga rica tienes.
Juan le cargó agarrándole de las nalgas para que no se cayera, y se encaminó a su habitación con el chico cogido a su cuerpo, como un monito a su madre pero con el rabo del macho semental en su cuerpo. Entonces Juan le hablo a su hijo.
-Esta noche Enlai la pasará en mi cama. -y en dos horas de esa noche Juan se folló a su “mujer” dos veces seguidas sin tener que sacarle la polla, era una experiencia única y que no se repetiría muy a menudo.
-¿Has quedado satisfecho? -su voz susurraba en el oido del muchacho.
-¿Sigues queriendo ser mi mujer y servirme?
-Si, sí, tu eres mi macho, mi amo, y haré todo lo que tu me mandes.
-¿Seguirás follando con Fulvio? -Juan sintió que el chico se contraía asustado y no le respondía.
-¿También te gusta la verga de Fulvio?, de acuerdo, quiero que sigas follando con él, por lo menos hasta que encuentre un sustituto. -escucho un lindo y satisfecho gemido del chico. Entonces fue patente para el experimentado policía que aquella hembrita preciosa necesitaba más de una verga para dejarla satisfecha.
Le despertó el brusco repiqueteo del busca policial y localizó su teléfono sobre la mesilla.
-Dime Lara… -reconoció de inmediato su voz y su corazón comenzó a latir alocado.
-Nuestro hombre ha recibido una llamada y se prepara para salir.
-Voy inmediatamente, mándame un coche que me recoja.
Seguirá…