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Gusano 14 - Andy Salvador

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Luego de haberle propinado tremendo mordisco en la polla a Jeff, no me quedaba más salida que huir desesperadamente.  Salí de la ruinosa covacha de aquel manteco corriendo sin descanso, sin detenerme a mirar atrás, llorando como una niña violada y clamándole al cielo que nunca jamás en mi vida volviera a cruzarme en el camino de aquel maldito hijoputa que tanto me había rebajado y humillado.

Cuando alcancé la orilla del parque, me acometió un ataque como de histeria.  El llanto me sacudía todo el cuerpo y mis piernas se negaban a continuar moviéndose.  No tuve más remedio que sentarme cerca de unos arbustos y allí le di rienda suelta a mis sollozos, sin poder pensar ni con la más mínima claridad.

Al cabo como de una media hora había logrado ya controlarme un poco.  Sin que hubiera podido dejar de llorar del todo, intenté recomponer un poco mi aspecto.  Con la falda de mi camisa limpié mi cara aún manchada de semen y meo, con la mano me alisé un poco los pelos y me esforcé por dejar de llorar.  Debía tener un aspecto al menos medio presentable para poder llegar a casa sin correr el riesgo de que alguien de mi familia fuera a hacer demasiadas preguntas.

Me levanté aún con las piernas temblándome y empecé a dar algunos pasos rumbo a mi casa.  La noche caía ya y ello me daba la seguridad de poder pasar desapercibido ante la mirada de los chicos del pueblo que seguramente a esa hora andarían por ahí jugueteando o besándose con sus novias.  Pero no había dado ni una docena de pasos cuando alguien se me echó encima.

¡Maldita suerte la mía, que en los peores momentos de mi vida alguien siempre me asaltaba!  Así había ocurrido la desgraciada noche en que tuve la mala idea de rebelarme contra Jordan.  Igual me pasaba ahora que había huido del manteco abusón.  ¡Pero aún no conocía mi mayor desgracia!  El que se me echaba ahora encima era mismísimo Jeff.  ¡Que desgracia tan infinita la mía!

El maldito cerdo se había recuperado demasiado pronto del mordisco que le propiné en su asquerosa polla, se había vestido con una sucia pantaloneta y había salido a buscarme.  Y allí, intentando caminar hacia mi casa, me había pillado y seguramente que no vendría para elogiarme por el mordisco que le di en la polla.

Convertido en un demonio iracundo, con la entrepierna de su sucia pantaloneta manchada de sangre, con las manos crispadas y los ojos desorbitados, aquel maldito abusón me había agarrado y sin darme tiempo a nada la había emprendido contra mi pobre cuerpo ya tan apaleado.

Tirado en el prado del parque, con Jeff sentado sobre mi pecho, aguantaba con resignación la tremenda golpiza que aquel maldito me estaba propinando.  En esos instantes no pensaba sino que aquel energúmeno me mataría a golpes y me consolaba el creer que al fin de cuentas de esa manera me salvaría de tantas desgracias y de esa vida tan miserable que me había construido gracias al haberme rebelado contra mi verdadero Amo Jordan.

Ya estaba resignado a morirme en ese instante y hasta ansiaba con algo de esperanza que Jeff hubiera estado armado con algún cuchillo para que me apuñalara y le diera curso rápido a mi muerte.  Pero algo inesperado sucedió que vino a darle un rumbo nuevo a mi vida y que al final me salvaría de todo el sufrimiento que me había causado aquel maldito manteco.

Desde atrás de los arbustos donde yo había estado sentando mientras me recuperaba, salió un chico que no alcancé a distinguir gracias a que las sombras de la noche ya casi cubrían completamente aquel paraje.  Ese chico caminó hacia donde Jeff seguía apaleándome y sin mediar palabra, esbozando una sonrisa que me resultaba algo familiar, levantó una manaza empuñada y la descargó con un tremendo golpe sobre la base del cráneo del maldito manteco.

Jeff se quedó inmóvil por un instante, con sus ojos muy abiertos y su mano derecha levantada a punto de asentarme un enésimo puñetazo.  Y enseguida se dejó caer como un fardo sobre mí, aplastándome con todo el peso su cuerpo.  Por mi parte, también me quedé inmóvil, sin saber qué diablos pasaba, hasta que una carcajada vino a conectarme de nuevo con la realidad.

—Jajajaja….mira que si no se me hubiese ocurrido pasarme por acá, este manteco ya te habría matado a tortazos…jajajaja…

De inmediato aquel chico que acababa de salvarme, puso su pie sobre el costado de Jeff y lo empujó con fuerza, haciéndolo caer de costillas en el suelo y liberándome a mí de su abrumador peso.  Con una sonrisa pintada en su rostro, mi salvador me observó con curiosidad y volviendo a soltar una nueva carcajada, comentó como para sí:

—Jajajaja….pero mira no más dónde vine a encontrarme con el gusano de Jordan…jajajaja…y este abusón por poco y mata al gusanito llorón…jajajaja…

Un escalofrío recorrió mi espina dorsal al oír como aquel chico me llamaba “el gusano de Jordan”.  Un ramalazo de recuerdos me invadió la mente y de nuevo me solté a llorar como una niña violada, recordando con angustia todo lo que me había pasado en los últimos dos meses y recriminándome interiormente por haber tenido la mala idea de osar rebelarme contra mi Amo.

En ese instante el chico que me había salvado intentó dar media vuelta seguramente con la intención de irse de allí.  Simultáneamente, el maldito manteco empezó a resollar como si tuviera un camión metido entre sus pulmones.  La perspectiva de quedarme de nuevo a solas con Jeff, me aterró y al mismo tiempo me dio ánimos para lanzarme hacia los pies del chico que me había salvado y abrazado de sus tobillos empecé a suplicarle que no me dejara allí en las garras del manteco hijoputa que seguramente no tardaría en despertarse y agregarle a su ira vengadora la rabia por el golpe que había recibido.

—Jajajaja…a este gusanito llorón no se le ha olvidado arrastrarse…jajajaja… – reía el chico –…pues me vas a tener que pagar el favor, gusanito llorón…jajajaja…

Ante la perspectiva de que aquel chico que me había salvado siguiera protegiéndome, no se me ocurrió más que actuar como había estado actuando todas esas semanas.  Como las más dócil y complaciente de las putas, me puse de rodillas a sus pies, entreabrí los labios y me los humedecí un poco con la lengua, acerqué mi rostro a su entrepierna, le besé el bulto con suavidad y le dije con voz melosa:

—Hago lo que tú me mandes…pero por favor…no me dejes acá solo con ese manteco hijoputa…por favor…sólo ordéname lo que debo hacer…por favor…

—Jajajaja… – volvió a reír el chico –…pero si es que Wil tenía razón y este gusanito llorón es todo un marica…jajajaja…

En ese momento, al oír el nombre de aquel pesado que tan malos recuerdos me traía, me acometió un sentimiento de vergüenza que casi superaba mi temor a quedarme de nuevo a solas con el manteco abusón.  Agaché la cabeza y entre balbuceos traté de desdecirme de la oferta que le había hecho al chico que acababa de salvarme.

Pero no tuve oportunidad de echarme para atrás, pues al mismo tiempo que Jeff empezaba a revolverse en el suelo con síntomas de estar despertando de su desmayo, entre carcajadas el chico me ordenó ponerme de pie y seguirlo.  Preso del miedo, olvidando mi vergüenza y en verdad agradecido con mi salvador, le obedecí y eché a andar a tras de él.

Unos pocos metros adelante pasamos bajo la luz de un foco y ya un poco liberado de mi aturdimiento, caí en cuenta que aquel chico no era otro que Andy, uno de aquellos con los que solíamos reunirnos en el refugio, el que siempre traía sus pies sucios, ásperos y muy descuidados.  ¡Pero cómo había crecido ese chico!  ¡Y qué guapo se había puesto!  ¡Joder…que yo no había pensado antes en todo lo hermoso que podía llegar a ponerse Andy!

A pesar de ser tres años más joven que yo, tenía ya mi estatura.  Su cabello había crecido un poco y se le veía ensortijado y muy negro.  Su espalda se había puesto muy ancha y sus piernas se adivinaban poderosas bajo sus vaqueros.  ¡Qué guapo que se había puesto el nene!  ¡Y yo iba tras de él, comprometido a hacer lo que me ordenara!  ¡Y seguramente que el nene ya tenía una idea muy clara de qué era lo que iba a ordenarme!

Entramos en su casa y al cerrar la puerta a sus espaldas bajó el cierre de sus vaqueros y empezó a maniobrar para sacarse la verga.  Me quedé de piedra ante el desparpajo de Andy.  ¡No podía ser que quisiera hacerme mamarle en el living de su casa, donde cualquiera de su familia podía entrar y pillarnos!  Seguramente adivinó mis temores y sonriéndome con sus blancos dientes y mirándome fijamente con sus ojos miel, me dijo:

—Vamos gusanito llorón…que mi familia no está…y te tienes que arrodillar…

Bajé la mirada hacia su entrepierna y me encontré con que Andy había liberado su verga.  ¡Y qué verga la que le había concedido la naturaleza al nene!  ¡Joder que polla tan hermosa!  Tan solo morcillona ya se le notaba casi un palmo de larga, gordita y bien recta.  Su glande a medio descapullar se veía rojo y jugosito.

Sería la gratitud que le tenía por haberme salvado, o porque era la primera vez que no me obligaban o me engañaban, o sería por la tremenda calentura que me entró al ver a Andy tan guapo y con semejante polla tan hermosa, o sería simplemente porque el chico era uno de mi clase social y no uno de esos sucios mantecos, el caso es que caí de rodillas a sus pies y me lancé a mamarle la verga con verdadero esmero.

De un solo bocado me tragué la mitad de aquella hermosa verga y empecé a chuparla con dedicación al tiempo que con la lengua acababa de descapullarla para entregarme a darle suaves lametones en el glande.  Andy suspiró con deleite posó su manaza sobre mi cabeza y con voz entrecortada me animó:

—Oh…pero qué bien la chupas gusanito…oh…dale gusanito…chúpamela…sigue…oh…sigue mamando…oh…

La actitud del nene me gustó demasiado.  Era la primera vez que un chico no me insultaba o me golpeaba mientras le mamaba la verga.  Andy estaba en éxtasis y compensaba mis esfuerzos con sus palabras al mismo tiempo que me acariciaba la cabeza con su manaza.  La polla se le había puesto ya demasiado tiesa y yo no paraba de comérsela y de lamérsela con devoción.

Toda la habilidad y la experiencia que había logrado en esas semanas de mamarle y mamarle a los mantecos amigos de Jeff, la estaba volcando ahora para darle placer a Andy.  ¡Y a fe mía que lo estaba logrando!  Su hermosa verga parecía crecer más a cada instante y ponerse más rígida, al tiempo que el nene empezaba a culear suavemente haciéndomela tragar un poco más en cada estocada.

Cuando quise darme cuenta, ya la potente tranca del chico me entraba hasta la garganta y mi lengua seguía volando como una mariposa, prodigándole lametazos suaves a todo lo largo del estoque y concentrando las caricias en el glande que no paraba de palpitar con vida propia mientras yo no paraba de lamérselo.

—Oh…pero qué bien la chupas…aguanta gusanito…oh…dale aguanta gusanito que me corro…oh…me corro…

Su hermosa verga se hincó aún más en mi garganta, se tornó más rígida y más grande y como Andy me lo anunciara, empezó a soltar chorros de lefa caliente y espesa que fui tragándome despacio, mientras el nene parecía que no acabaría de correrse entre trallazos de semen, suspiros y estremecimientos.

Andy había sido el cuarto chico al que le mamaba la verga aquel día, pero también era el único al que se la había chupado con gusto.  Los dos primeros habían sido los mellizos Morrison que me trataban como a la peor de las putas baratas y me humillaban hasta el cansancio.  El tercero había sido Jeff, el sucio manteco al que tanto odiaba y cuya sola estampa me causaba tanta repugnancia.

Por el contrario, Andy ni me había golpeado, ni me había humillado y además era un nene guapísimo y de mi misma clase social.  Debo decir, aunque en su momento me hubiese avergonzado mucho admitirlo, que en esa ocasión disfruté mucho de mamarle la verga al nene y me tragué su semen no porque él me obligara, sino porque quería demostrarle cuánto me había gustado complacerlo.

Andy respondió a mi entrega acariciándome la cabeza y sonriendo ampliamente mientras yo me afanaba en lamerle la verga para dejársela perfectamente limpia.  Al tiempo que mi lengua le repasaba con esmero la polla aún dura, no me eximí de levantar la mirada para encontrarme con sus ojos miel que me contemplaban con algo de suficiencia, pero también con un poco de cariño y mucha satisfacción.

—Jajajaja…pero si el gusanito ya no llora… – me dijo al tiempo que seguía acariciándome la cabeza –…jajajaja…vamos a ver si es capaz el gusanito de volver a sacarme leche…

Enseguida me apartó con suavidad, en un santiamén se desnudó por completo, se despatarró sobre el sillón y con una seña me indicó que me acercara y me dijo entre carcajadas:

—Jajajaja…ven acá gusanito mamón…vuelve a mamármela…

Ni que decir tengo que me puse en cuatro patas y repté hacia donde se había acomodado el nene y me dediqué nuevamente a mamarle la verga con todo esmero, aplicándome esta vez a lamerle los huevos que empezaban a cubrírsele de pelos.

Le chupé con ganas, le lamí todo lo que pude, lo masturbé un poco, y sobre todo le acaricié la verga con labios y lengua, como nunca antes lo había hecho con ningún chico.  Andy sólo reía y comentaba lo bien que le mamaba, animándome a continuar dándole placer.  Debí tardarme como media hora en ello, hasta que al final el nene volvió a compensar mis esfuerzos llenándome de nuevo la boca con su espeso y caliente semen, que tragué otra vez con deleite y con agradecimiento.

El tiempo parecía haberse detenido.  Luego de tanto sufrir y ser humillado por culpa de Jeff, Andy había venido a salvarme y a su lado me sentía seguro y en paz.  También me gustaba mamarle la verga como nada antes me había gustado en la vida.

La velada prometía grandes cosas.  Yo estaba agradecido con Andy y sobre todo estaba feliz.  Su familia no llegaría hasta la madrugada, así que tuve tiempo suficiente para atenderlo con esmero y dedicación.  Él solo reía y comentaba lo “buen gusanito mamón” que era yo.  Le preparé la cena y mientras comía despatarrado en un sillón del living, me ofrecí para atenderle sus pies.  Le olían fuerte, pero ya no los tenía ni tan ásperos ni tan sucios como yo los recordaba.  Así que me esmeré por masajeárselos, por besuqueárselos y lamérselos con devoción.

Al mismo tiempo, mientras yo me mantenía postrado consintiéndole sus pies, Andy iba preguntándome por todo lo que me había pasado desde aquella desgraciada noche en que me rebelé contra Jordan.  No omití ningún detalle.  Le conté todo lo que me había hecho pasar Jeff, le relaté cómo había terminado convertido en la puta de los mantecos y cómo era que al final, ante la perspectiva de que aquel maldito cerdo me violara, le había mordido la polla para huir.

Andy reía de buena gana al oír de todas mis desgracias.  Y cuando me veía demasiado entristecido ante la evocación de mis recuerdos, soltaba la carcajada, me introducía los dedos de uno de sus pies en la boca y me instaba a chupárselos con esmero.

—Jajajaja…vamos gusanito llorón…chúpamelos que ya sé cómo te gusta mamar…jajajaja…

Terminaba riéndome con él y le obedecía chupándole con entusiasmo sus dedos, metiéndole la lengua entre las junturas y lamiéndole sin ningún escrúpulo.  Hasta que al cabo de más de una hora, se quedó viéndome con detenimiento, me señaló su enorme verga que había vuelto a erectarse al máximo y me anunció:

—Bueno gusanito llorón…mira cómo se me ha puesto la verga…voy a darte leche otra vez…pero te la quiero meter un poquito a lo bruto…te aguantas ¡eh!, gusanito llorón…

Me puse algo nervioso.  Metérmela “un poquito a lo bruto” seguro significaba que Andy también me haría sufrir como cualquiera de aquellos mantecos hijoputas que tantas veces me había usado sin ninguna compasión.  Y sin embargo no me negué a que el nene hiciera lo que deseaba.  Al fin de cuentas me había salvado de Jeff y por esa sola razón le debía una completa entrega.

Temblando un poco hice lo que me indicó.  Recosté mi cabeza contra el respaldo del sofá afirmándome muy bien para aguantar lo que venía.  Me humedecí los labios con la lengua y los entreabrí con gesto de entrega.  Mi actitud sumisa y nerviosa le arrancó una nueva carcajada a Andy, que completamente desnudo y hermoso como era, se me acercó blandiendo su potente verga bien erecta.

—Vamos gusanito llorón…dámele unos besitos a mi verga… – me ordenó al tiempo que me sonreía y me acariciaba la cabeza con una de sus manazas.

Hice como Andy me lo mandaba y alcancé a darle unos cuantos besos en el glande, antes de que el nene me afirmara la cabeza con su manaza y me metiera su verga de una sola estocada hasta el fondo de mi garganta.  De inmediato empezó a culear con fuerza, follándome la boca con la arrogancia propia de un machito bien machito, salido y caliente.

La verdad es que no me hacía daño.  Ya había aprendido lo suficiente mamándole a los mantecos como para saber relajar los músculos de mi garganta y poder encajar la hermosa verga de Andy sin ahogarme y sin que me rasgara.  Así que mientras él seguía follándome la boca sin ningún cuidado, me dediqué a colaborar con su placer, chupándole y lamiéndole la tranca con esmero y devoción.

—Vamos gusanito…oh…así gusanito…chúpamela como buen gusanito mamón… – me instaba el nene –…oh…eso gusanito…oh…qué buen gusanito obediente eres…oh…dale…oh…

No puedo negar que la forma en como Andy me follaba la boca me tenía muy caliente.  Lo estaba disfrutando y su manera de tratarme aumentaba mi calentura incontrolablemente.  A tanto llegué, que en el momento en que el nene eyaculaba con su tranca bien clavada entre mi garganta, me corrí también yo sin siquiera tocarme la polla.  Y su tercera lefada, bien abundante como las dos primeras, hizo que me estremeciera de gusto al tragarla.

Aquella velada con Andy había sido lo mejor que le pasara a mi vida desde la desafortunada noche en que me rebelé contra Jordan.  Me había olvidado incluso de todo el sufrimiento y la humillación que me infligieron los Morrison y el maldito hijoputa Jeff.  Pero para mi desgracia, todo lo bueno parecía durarme demasiado poco.  Así las cosas, luego de haberme follado la boca y de carcajearse un poco a mi costa mientras yo me esforzaba por seguir lamiéndole sus pies, Andy me anunció que ya casi era hora de que me fuera a mi casa.

Me solté a llorar desconsoladamente y me apliqué con más devoción y esmero a besuquearle y a lamerle los pies al tiempo que le imploraba que no me dejara ir solo.  Seguramente que en el parque estaría el maldito abusón, esperándome para matarme a golpes.  Andy no paraba de reírse ante mi desespero y me intimaba entre carcajadas a suplicarle con más empeño.

¡Y como no!  Mi desesperación era demasiado profunda y me obligaba a seguir besuqueándole y lamiéndole los pies al nene, llorando a mares y tratando de explicarle que salir solo de su casa sería como suicidarme.  Al fin pareció convencerse de que mi angustia era genuina, así que se vistió con la misma desenvoltura con la que se había desnudado y me anunció que me acompañaría a casa, diciéndome entre carcajadas que no se arriesgaría a perder un “gusanito mamón” tan obediente como yo.

Mis temores eran bien fundados, pues al salir de casa de Andy y cruzar la calle para empezar a caminar hacia el parque, apareció de nuevo Jeff, vestido como estaba antes, únicamente con sus sucias y ensangrentadas pantalonetas.  Parecía demente y empezó a acercársenos despacio, con paso vacilante, con mirada de loco y empuñando un grueso garrote.

Al ver al maldito abusón me eché a llorar de nuevo y no se me ocurrió más que colgarme del brazo de Andy suplicándole entre sollozos desesperados que me defendiera de aquel energúmeno.  El nene se soltó a reír como si aquello no fuera más que una comedia preparada por Jeff y por mí.  Pero al ver como aquel asqueroso manteco iba acercándosenos blandiendo el garrote con gesto amenazante, Andy se puso serio, me ordenó ponerme atrás de él y se enfrentó con aquel endemoniado cerdo que amenazaba con molernos a los dos a palos.

Ni siquiera pude ver con precisión lo que pasó.  Cuando quise darme cuenta, Andy había desarmado a Jeff y lo estaba moliendo a palos con el mismo garrote con el que el manteco nos amenazara hacía unos instantes.  El maldito cerdo chillaba y se arrastraba por el suelo tratando de defenderse inútilmente de los golpes que le prodigaba el nene con verdadera maestría.

Así las cosas, Andy me había salvado dos veces en el mismo día de aquel energúmeno asqueroso y abusón.  Me sentí protegido por el nene y cuando vi que paraba de apalear a Jeff, me le acerqué meloso, le agradecí con largueza la forma en como me había defendido y me ofrecí a ser su esclavo si él deseaba aceptarme.

—Jajajaja… – rió el nene ante mi ofrecimiento –…pues para que veas que soy bueno contigo, te acepto la propuesta y ahora mismo me empiezas a servir como buen esclavo obediente….

Y diciendo eso, me agarró del brazo y me haló hacia una arboleda en el parque.  Me ordenó ponerme de rodillas a sus pies y liberó de nuevo su verga semierecta y volvió a follarme la boca “un poquito a lo bruto”, hasta clavarme en la garganta el cuarto polvo de aquella inolvidable velada.  ¡Joder, qué aguante tenía el nene!  ¡Qué machito tan machito era Andy!  ¡Y cómo disfrutaba yo sirviéndole y complaciéndolo!

Me tragué su lefa con agradecimiento y para demostrarle mi sumisión y mi obediencia, una vez le hube lamido muy bien su verga, me postré a los pies de mi salvador y le besé las zapatillas con verdadera devoción, mientras el nene se torcía de risa y me anunciaba que estaba satisfecho de ser mi nuevo Dueño.

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