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Gusano 15 - Nuevo Dueño

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Con Andy pasé una temporada realmente feliz.  Me convertí en su sombra, ya no sólo para mantenerme a salvo de Jeff, sino porque me excitaba demasiado la idea de ser la propiedad de semejante machito tan guapo y tan caliente.

Ya la primera semana de pertenecerle a Andy, luego de tres tundas de antología que le propinó mi nuevo Dueño, Jeff se convenció de que nada sacaría de perseguirme y acosarme sino solamente una terrible paliza cada vez que intentaba acercárseme.  El maldito abusón me dejó por fin en paz y cuando me veía en compañía de mi nuevo Amo, optaba por escabullirse.

Andy y yo nos complementábamos muy bien.  Él se mantenía siempre con su verga en pie de guerra y a mí no solo me encantaba mamársela sino que además encontraba en el nene la figura protectora que tanto necesitaba para sentirme seguro.

Por añadidura nos divertíamos mucho los dos, cada uno en su rol muy bien definido.  Andy era el machito dominante y súper activo, yo era el mariconcito sumiso, dócil, complaciente y completamente pasivo.  El nene tenía inventiva para actuar como le correspondía y a mí me encantaba cada vez que me sorprendía con nuevas formas de usarme.

Cada mañana pasaba por mi casa camino del colegio para que me fuera con él.  Yo salía ilusionado, suspiraba viéndolo sonreír y, sin necesidad de que me lo ordenara, tomaba con naturalidad su bolsa de los libros y la cargaba sobre mi hombro para que Andy se sintiera muy bien atendido por su “esclavo mariconcito”.

En el colegio estábamos en cursos diferentes.  Por la diferencia de edad, yo iba tres cursos delante de Andy.  Pero ello no impedía que siempre anduviésemos juntos cada que teníamos oportunidad.  Tan pronto como sonaba la campanada para el descanso, yo salía corriendo desde mi salón para buscarlo.  Y encontrarlo en cada ocasión me causaba una gran ilusión.  Verlo cómo me sonreía con picardía me emocionaba y me hacía estremecer, porque ello significaba que algo se traía entre manos.

Su calentura era permanente.  Así que casi todos los días, a esa hora del descanso entre clases, Andy me llevaba con él a los baños del colegio, nos encerrábamos en una cabina, me hacía arrodillar a sus pies y me ordenaba que le mamara la verga.  Yo me moría de los nervios ante el temor de que nos descubrieran y él se torcía de risa al verme tembloroso y chupándole la polla con apresuramiento, tratando de sacarle la leche lo antes posible para salir pronto de aquel trance que a mí me parecía tan peligroso.

Por las tardes, al salir del colegio, lo esperaba yo o él lo hacía, para irnos juntos.  De nuevo yo cargaba su bolsa de los libros y me iba en su compañía, suspirando mientras lo observaba y lo oía comentar entre risas las incidencias de la jornada.  Del cole íbamos hasta su casa y al llegar yo me apresuraba a servirle y atenderlo como a un verdadero Rey.

Le preparaba una rápida merienda y mientras Andy comía con satisfacción, yo me ponía de rodillas ante él y lo descalzaba con mimo, para entregarme a masajearle sus pies con manos y lengua al tiempo que se los besuqueaba con devota pasión.

A él le divertía verme en ese oficio y comentaba entre risas lo bien que se sentía que su “esclavo mariconcito” le lamiera los pies como una perrita hambrienta.  Se expresaba con tanta gracia, que sus palabras no me humillaban sino que por el contrario me divertían y también me incentivaban para aplicarme con empeño a lamerle las plantas, chuparle los dedos y besuquearle el empeine.

De tanto hacerlo, a fuerza de chuparle y lamerle, sus pies se le habían puesto muy suaves.  También me ocupaba de que los mantuviera bien limpios lavándoselos cada día.  Lo que sí no pude lograr es que desapareciera el fuerte olor que mantenían, pero ello ya no me molestaba y no sólo me había acostumbrado a ese aroma tan penetrante sino que ahora me excitaba aspirarlo.

Como en las frecuentes ocasiones en las que me hacía mamarle la verga en los baños del colegio, a Andy lo divertía especialmente hacerme cosas que me pusieran nervioso o me obligaran a esforzarme al máximo para satisfacerlo.  Entre esas cosas, estaba también el hacerme mamarle en el parque, mientras por ahí revoloteaban muchos chicos y chicas.

Me llevaba con él al atardecer y hacía que nos sentáramos en unos bancos que estaban cerca de una arboleda y frente a los cuales había una mesa.  Cuando empezaba a caer la noche, al tiempo que más chicos y chicas se concentraban en el parque, Andy se me quedaba viendo con algo de insistencia, me dedicaba una amplia sonrisa, me guiñaba un ojo y me soltaba la orden de mamársela con tanta naturalidad como si me estuviera pidiendo que fuera a comprar un helado.

—Pero…es que hay muchos chicos por acá… – le dije yo la primera vez que me ordenó hacerlo –…nos podrían pillar…si por favor esperas… ¿podemos ir a tu casa y allá te la mamo?

—Jajajaja… – rió el nene –…naaa…gusanito…te digo que me la chupes ahora…y es ahora… ¿vale gusanito maricón?... ¿o es que me vas a desobedecer?

No tuve opción.  Andy no necesitaba insultarme ni golpearme para que yo hiciera lo que él me mandaba.  El nene parecía saber muy bien que me tenía completamente dominado y que a mí me calentaba obedecerle y complacerlo.  Así que temblando como una hoja y observando cuidadosamente que nadie me viera, me deslicé hacia el suelo, me puse de rodillas a sus pies bajo la mesa que estaba frente al banco, tratando de quedar medio oculto entre unos arbustillos que habían allí y casi gimiendo de miedo, le bajé el cierre de los vaqueros y con cuidado liberé su verga semierecta.

Como el miedo a que nos pillaran me superaba, aún intenté suplicarle que nos fuéramos a su casa para dedicarme allá a mamarle la verga.  Pero Andy lo que deseaba era precisamente que yo estuviera perfectamente comido del miedo mientras me esforzaba por darle placer.

—Naaa gusanito… – me dijo con énfasis –…recuerda que eres mi esclavo mariconcito y me tienes que obedecer…y si te digo que me mames la verga aquí y ahora, lo haces sin protestar…

No tuve más remedio que hacer lo me mandaba.  Y preso del miedo y tratando de concluir rápido la tarea que me había impuesto el nene, me apliqué a mamarle la verga con tanto empeño, que no tardé en sentir cómo se le ponía más rígida que el acero y empezaba a descargar sus trallazos de semen entre mi boca.

En otra ocasión, en las mismas circunstancias y en el mismo lugar, estaba arrodillado bajo la mesa y camuflado entre los arbustos, mamándole la verga como mejor podía, cuando oí que dos chicos se acercaban y empezaban a charlar con él.  El miedo a ser descubiertos me paralizó y me quedé muy quieto, casi hasta evitando respirar, con la hermosa tranca del nene entre mi boca, mientras él se reía y comentaba algo con los otros dos chicos.

Al percatarse de mi parálisis, Andy bajó una de sus manazas y la posó sobre mi cabeza empujándomela hacia abajo, indicándome de esa forma que debía seguir mamándole la verga aunque los otros chicos siguieran allí hablando con él.

Aterrado y temblando, no tuve más remedio que hacer lo que me indicaba y evitando hacer cualquier ruido, continué en mi oficio, hasta que sentí cómo se me llenaba la boca con el semen espeso y caliente de mi Amo, mientras los otros dos chicos seguían allí.

Le divertía además cerdearme de vez en cuando, torciéndose de risa al verme aguantar con gesto de resignación lo que me hacía.  De lo que más disfrutaba en esas ocasiones era de eyacular en mi cara, embarrándome su semen en todo el rostro con su propia verga para al final metérmela en la boca para que se la chupara hasta dejársela bien limpita.

Aunque a mí me fascinaba sentirlo como se corría entre mi boca, aguantaba de buen grado que me llenara la cara de semen, por el puro gusto de verlo torciéndose de risa.  En esas ocasiones, en vez de hacerme mamarle, me daba su verga para que le lamiera el glande pero sin chupárselo.

Terminaba con las piernas encalambradas por tanto tiempo de estarme arrodillado lamiéndole la verga y casi siempre debía suplicarle que me permitiera ayudarme un poco masturbándolo.  Él accedía de buen grado poniéndome eso sí como condición que no podía limpiarme su semen de mi cara y yo debía ir por horas con su lefa embarrada desde mi frente hasta el mentón y Andy se desternillaba de risa fingiendo gestos de asco y comentando entre risas lo cerdo que quedaba yo y lo mucho que olía a semen.

Cuando aquello de correrse en mi cara lo hacía en el parque, yo pasaba las verdes y las maduras tratando de ocultar mi rostro de los otros chicos, muerto de la vergüenza y del miedo, al tiempo que suponía que cada risa o cada comentario que oía se referían a mi rostro lleno del semen de Andy.

No puedo negar que yo también le colaboraba para que me cerdeara, por el puro gusto de hacerlo reír y de complacerlo.  Fue de esa manera que me le ofrecí la primera vez para que meara directo en mi boca.

Estábamos en el living de su casa.  Él veía una película y comentaba divertido todo el empeño que yo ponía en lamerle sus olorosos pies.  Cuando de repente me ordenó apartarme anunciándome que iba al cuarto de baño a mear.

—Si tú quieres te puedes mear en mi boca… – le dije con un hilo de voz –…yo aguanto y así tú no te incomodas yendo al cuarto de baño…

—Jajajaja… – rió el nene –…qué gusanito tan mamón que eres…de verdad que te fascina mi verga… ¡¿eh gusanito mamón?!

No pude responderle ni una sílaba.  Simplemente agaché mi cabeza muerto de la vergüenza.  Pero entonces Andy me tomó la palabra y entre risas liberó su hermosa polla y me requirió para que me la metiera en la boca y aguantara su meada.

—Dale gusanito mamón…jajajaja… – me ordenó –…pero no puedes dejar que me salpique… ¡eh gusanito mamón!

Me tragué íntegramente hasta la última gota de su meo, mientras Andy expresaba entre carcajadas el asombro que le causaba mi habilidad para beber aquel líquido caliente y oloroso sin hacer ni el menor gesto de desagrado.  Y terminó compensándome al ordenarme que me mantuviera con su verga entre la boca para iniciar a mamársela hasta que me llenó de semen que bebí con la misma eficiencia que había bebido su meo.

Ni qué decir tengo que cada vez que había oportunidad, Andy prefería mear directo en mi boca que en ningún otro lugar.  Él se divertía y gozaba haciéndolo y a mí me calentaba entregármele tan profundamente y serle útil en cosas tan íntimas.

Otra de las cosas que solía disfrutar y por lo cual se reía a mandíbula batiente, era ordenarme que me quedara desnudo en su presencia.  Cada vez que estábamos en su casa y su familia tardaría en llegar, me ordenaba sacarme la ropa y servirle y atenderlo literalmente en cueros.

Aquello me avergonzaba mucho al principio, pues no encajaba muy bien la forma en como Andy se burlaba de mí comparando mi anatomía con la suya.  En especial me ruborizaba cuando comentaba entre carcajadas la diferencia de tamaño entre su hermosa verga y mi pequeño pene.

En ese entonces mi cuerpo no estaba nada mal, en especial si se considera que era el “esclavo mariconcito” de un nene tres años más joven que yo.  Mi pecho plano y mi espalda algo estrecha, se veían compensados por mi cintura muy bien marcada y mi carencia casi completa de vello que solo se interrumpía por una motita de pelos ralos en mi vientre.

Además de ello, debo decir sin falsas modestias que mis piernas eran muy bien torneadas, mi piel blanca y lozana y, lo mejor de todo, mi culo redondito y bien respingón.  Para completar mi aspecto y por orden de Andy, me había dejado crecer el cabello hasta los hombros, con lo cual había logrado un aspecto un poco como de chica, que me costaba bromas pesadas de mis compañeros de clase, pero que yo aguantaba con resignación porque sabía que no iba a desobedecerle a mi nuevo Amo.

Andy se moría de risa viéndome desnudo y me comparaba con todas las chicas que conocía, comentando entre carcajadas que yo estaba más apetecible que muchas de ellas.  Se sentaba con su pose de macho en el sillón del living y me hacía desfilar frente a él, exhibiéndomele y adoptando ademanes femeninos que, al parecer, poco a poco iban calentándolo al máximo, hasta que ya no aguantaba más y me ordenaba arrodillarme a sus pies y mamarle la verga como “buena chica obediente”.

—Jajajaja…nada más falta que te crezcan las tetas y se te acabe de desaparecer tu pollita…y ahí si te follo bien folladita… – comentaba el nene al tiempo que yo empezaba a mamarle la verga con devoción.

Su comentario de follarme me ponía muy nervioso.  En aquella época yo ni siquiera podía imaginarme lo que sería que me metieran una polla en el culo.  Y la sola perspectiva de que me encularan, me resultaba demasiado humillante y por ello inaceptable.  Pero la verdad es que en todo ese tiempo Andy no manifestó ninguna intención real de querer sodomizarme y para lo único que se ocupaba de mi culo era para asentarme alguna que otra nalgada en medio de sus habituales carcajadas.

La forma en como el nene me trataba era muy diferente a como se habían comportado conmigo Jordan, Jeff y toda la banda de mantecos que me habían usado durante los últimos meses.  En especial notaba la diferencia en que Andy nunca me castigaba y las veces que me causaba algún dolor físico lo hacía sin manifestar intención de dañarme o hacerme sufrir.

Solo recuerdo de aquella época que en ocasiones mientras estaba desnudo y arrodillado a sus pies mamándole la verga, Andy me agarraba las tetillas entre sus dedos, tiraba de ellas y me las retorcía con demasiada fuerza.  El dolor era tal que los ojos se me llenaba de lágrimas, pero estaba ya tan acostumbrado a obedecer y a servir, que en cambio de rebelarme me afanaba en chuparle con más esmero.  Lo hacía porque sabía que al eyacular, el nene dejaría de torturarme, pero él se lo tomaba de otro modo, afirmando que me calentaba tanto que me “acariciara” las tetas, que por eso era que ponía tanto empeño en chuparle y lamerle la verga cuando él me las retorcía.

—Jajajaja… – reía viéndome con los ojos llenos de lágrimas –…además así hasta te crecen un poco y pareces más nena…

Y como nunca le rebatía nada, Andy seguía en su empeño de hacerme crecer las tetas a fuerza de estirármelas y retorcérmelas.

Una tarde que llegamos del colegio, como era habitual le preparé su merienda y me dediqué a consentirle sus olorosos pies.  En aquella ocasión, en cambio de hacerme mamarle la verga, se me quedó mirando con esa sonrisa pícara que me anunciaba que algo estaba tramando.

—Se me ha ocurrido un juego… – me dijo de pronto –…te voy a secuestrar…

No entendí a qué se refería, pero tampoco era que me preocupara, pues los juegos que se le ocurrían a Andy solían divertirme tanto como a él.  Así que con un tono de voz meloso y sumiso, al tiempo que le besuqueaba los pies,  le pregunté que debía hacer.

—Jajajaja… – rió –…tú no debes hacer nada…solo dejarte hacer…jajajaja…todo el trabajo lo voy a hacer yo…

Me ordenó ir con él a su habitación y allí me mandó que me quitara la ropa.  Ya desnudo y mientras se torcía de risa viendo mi pequeño pito bien tieso, tomó cinta adhesiva y con ella me ató las manos atrás de la espalda.  Luego me ató por los tobillos y las rodillas con la misma cinta, me vendó los ojos y luego me ayudó a ponerme de rodillas en el suelo.  Enseguida adoptó la personalidad de un secuestrador y me dijo:

—Tú te quedas acá muy quieto y sin hacer ruido, que te voy a estar vigilando.  Voy a pedir el rescate a tu familia y luego vendré a liberarte.

Con esas palabras salió de la habitación y me dejó allí inmovilizado y vendado.  La incomodidad en la que me encontraba, el dolor que empezaba a quebrar mis rodillas y la incertidumbre, no impidieron para nada que mi polla saltara sobre mi vientre de pura calentura.  La sensación de indefensión, el sentirme en manos de Andy y bajo su completo poder, era algo que me excitaba demasiado.

Pero no tenía ni la menor posibilidad de tocarme el pito para calmar mi calentura.  Solo anhelaba que el nene volviera rápido para saber qué me tenía preparado.  Y debió tardarse tal vez un par de horas en regresar.  Y cuando lo hizo venía oliendo a sudor y un poco agitado.  Seguramente había estado en el parque echándose un buen juego de pelota mientras yo permanecía en su habitación aguantando el papel de secuestrado temeroso.

—Te tengo malas noticias, mariconcito.  Lo de tu rescate se está complicando un poco y yo ando tenso...así que me tienes que sacar toda la tensión que traigo…

—Yo hago lo que usted diga, señor secuestrador… – le respondí yo siguiéndole la corriente.

—  Jajajaja… – rió –…claro que sí mariconcito, que te tengo en mi poder y puedo hasta torturarte o matarte…

—Noooo…por favor, señor secuestrador…dígame lo que tengo que hacer…pero no me torture ni me mate…por favor…

Sentí que se me acercaba y percibí a centímetros de mi rostro el olor de su sudor y el aroma a macho joven que impregnaba su verga cuando la tenía erecta.  A esas alturas mi calentura había alcanzado el máximo y casi me dolía la polla por tanto tiempo de tenerla tiesa a tope.  Entreabrí mis labios y me los humedecí con la lengua esperando lo que venía enseguida.

Y no tardó Andy en meterme su hermosa verga en la boca para empezar a follármela, metiéndomela “un poquito a lo bruto”, como solía decir él.  Esta vez parecía tardarse más de lo habitual en correrse, me daba palo con verdadero ímpetu y a mí la calentura me estaba ganando la partida.  Mientras le chupaba y le lamía con devoción, mi polla rebotaba sin ningún control sobre mi vientre.

Hasta que al final me clavó su dura verga en mi garganta, rugió un poco y me soltó bien adentro un primer trallazo de semen que casi me ahoga.  Enseguida vino otra descarga y otra y otra más.  Y al tiempo que el nene seguía eyaculando en mi garganta, también me corrí sin ningún control, sin tocarme siquiera la polla y largando esperma como si mis huevos hubieran tenido acumulada la carga de todo un año.

—Jajajaja… – rió el nene mientras le lamía la verga dejándosela bien limpita –…pero mira qué cerdo que eres que me has dejado las zapas perdidas…ahora debes limpiármelas con tu lengua… – remató quitándome la venda de los ojos.

No tuvo que repetirme la orden.  Un poco avergonzado por haber manchado sus zapatillas y también muy feliz y aún algo caliente por la experiencia que me había hecho vivir, me dejé caer a sus pies y me dediqué a lamerle las zapas, hasta recoger con mi lengua todo mi propio semen y lamiendo además el suelo para limpiar de allí algunas gotas, mientras Andy se torcía de risa y comentaba entre carcajadas lo cerdo que me había puesto.

Así transcurría mi vida con mi nuevo Dueño.  Todo para mí era tranquilidad y la exploración de mi sexualidad en compañía de aquel machito hermoso y caliente.  Si se puede decir, al margen de mis temores por ser descubierto, podría afirmar que era completamente feliz.  El nene no me castigaba, no me golpeaba ni me humillaba como habían hecho siempre los otros chicos.

Aquel estado de cosas, me impedía pensar en el futuro.  Al parecer nada había que lograra cambiar las cosas.  Por fin estaba completamente libre de Jeff.  Además Jordan ya no estaba en la ciudad y no se sabía si iba a regresar o no.  En ocasiones lo añoraba, pero la verdad es que las cosas con Andy iban tan bien, que cada vez extrañaba menos a mí antiguo Amo.

Según me había contado el mismo Andy, los padres de Jordan se habían separado.  El chico se había ido a otra ciudad con su papá.  La idea era que regresaría a vivir con su mamá cuando ella arreglara algunos asuntos de la empresa familiar, pero habían transcurrido ya seis meses sin que el rubio macarrita diera señales de vida, por lo que seguramente ya no regresaría.

Con la partida de Jordan, el antiguo grupo de amigos del refugio se había disuelto.  El pesado de Wil había “heredado” a la cucaracha Cuter y al parecer el muy imbécil suponía que dominar a un chico consistía en machacarlo a golpes permanentemente, por lo que el pobre insecto que había pertenecido al rubio macarrita andaba todo el tiempo lleno de verdugones y heridas.

Philip, el nene del grupo, no había vuelto a salir sino de vez en cuando por el parque y Andy casi le había perdido la pista.  Seguramente habría perdido el interés por juntarse con chicos mucho más grandes que él y andaría ahora por ahí ganduleando con otros críos de su edad.

Para mí era perfectamente claro que mi nuevo Dueño era lo mejor que me había pasado y puedo decir sin temor a equivocarme que me había enamorado de él y gracias a todas las aventuras que pasé a su lado, pude por fin aceptar que lo mío eran las pollas, la sumisión, la obediencia y los pies.  ¡Servir, obedecer y complacer a un chico guapo y bien macho!  A eso se resumía mi vida.  Por fin, luego de tanto sufrir había alcanzado un estado de paz muy parecido a la felicidad.

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