No habían transcurrido más de quince minutos cuando un coche policial se detuvo ante su casa, un policía uniformado lo conducía y otro de uniforme diferente le acompañaba en el asiento del copiloto, abrió la puerta trasera donde iba la sub inspectora Alvarado.
-¡Al fin dio un paso en falso el hijo puta! -el vehículo arrancó con brusquedad arrojándole contra el respaldo del asiento.
-Le han fallado sus cómplices, escucha la grabación. -Lara puso en funcionamiento un reproductor de mano y se escuchó la voz agitada de una persona que parecía joven.
-“Tienes que venir enseguida Damián.” -la voz del chico sonaba angustiada-
-“No tenías que haberme llamado, pueden tener intervenido mi teléfono.” -la respuesta resultó brusca y desabrida-
-“Pero es urgente, Alejo le estuvo golpeando ayer y hoy se ha traído a un amigo, no atiende tus indicaciones, ven por favor, están descontrolados y pueden matar al chico.”
La conversación terminaba ahí, sin respuesta, solo se escucho el zumbido de la línea vacía.
-¿A qué hora se ha producido la llamada?
-Hace más de media hora pero él no ha salido de la residencia hasta que contacté contigo, se lo ha estado pensando, o quizá esperando una reacción por nuestra parte si cree que estamos escuchándole.
-¡Ojalá que lleguemos a tiempo! -al inspector le preocupaba el cariz que estaba tomando el asunto, el giro que se había producido, donde la vida del chico peligraba por las diferencias entre los secuestradores.
Miró impaciente por la ventanilla a los pocos vehículos que transitaban a esa hora por la autovía siete, paralela al río, el coche avanzaba sin utilizar la sirena para abrirse paso, no resultaba necesario y eran suficientes las luces azules destellando en el techo del vehículo para que los demás usuarios se apartaran abriéndoles camino.
-Llama a los que le han seguido, que informen de la situación. -Gutiérrez se dirigía al copiloto.
-¡Cabrio Azul!, ¡Cabrio Azul! Guti necesita respuesta. -se escucharon algunos chasquidos y la voz clara y sonora del patrullero.
-Estamos parados delante de la casa donde se ha detenido hace unos minutos, no se observan movimientos raros, tenéis que coger la salida del kilómetro 35, pasando el puente del río veréis nuestro coche. -estaban a punto de llegar a la salida que les indicaban y el conductor apagó las luces azules que los delataban.
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Ángel se encogió temeroso ante la imponente mole de carne de aquel hombre que tropezaba haciendo que la bebida de su vaso cayera en el suelo, se le notaba borracho y su hiriente risa no cesaba de salir como graznidos de buitre. Le soltó la mano del cuello y un último traspié hizo que se tambaleara y que el resto de la bebida se le cayera, tiro el vaso hacia una esquina y escucho el ruido del cristal al romperse.
Estaba aterrorizado y sin darse cuenta reculó unos pasos para alejarse del hombre. Entonces le sujetó de la mano y se la pasó por la espalda tirando hasta que llegó al omoplato, gritó por el dolor y pensó que le había roto el brazo.
-¡Puta de mierda! ¿Pensabas en escapar? -tiró aún más fuerte y sentía que el brazo se me descoyuntaba, desencajándose de su sitio.
-¡Ayyyyyyyyy! -un grito desgarrador me salió de la garganta y me revolví buscando un cambio de postura que me aliviara, le golpeé con los pies desnudos en las piernas y sentí el tremendo dolor en los dedos.
-¡Mierda! Este maricón aún resiste, ayúdame a sujetarlo. -entonces escuché la voz sollozante de Goio.
-¡Dejarle ya! Esto no es lo que te encargó Damián, lo vais a matar. -Alejo se levantó de la silla y se dirigió hacia donde estaba Goio, llegó cerca de él y le acertó una fuerte patada en la pierna impedida tirándole al suelo.
-¡Damián me importa una mierda!, ya tenía que haber traído el dinero, en las noticias dicen que no se ha pedido rescate, ese cerdo quiere quedárselo todo para él, pero le voy a privar de su placer, no va a tener lo que quiere sin entregar a cambio al chico.
-Estas loco Alejo, Damián nos va a matar por lo que has hecho al muchacho. -la ira y el alcohol dominaban la mente del hombre y comenzó a patalear el cuerpo tendido en el suelo de Goio.
-Sal de aquí puto de mierda, o acabarás peor que el muchacho. -Goio se arrastraba hacia la puerta seguido por las patadas que el otro no dejaba de propinarle, cuando consiguió traspasar el umbral Alejo cerró la puerta de un fuerte golpe que retumbó como un trueno.
-¡Putos asquerosos! Los tratas bien y mira como te pagan, ahora viene lo bueno para ti mariconcito. -se dirigió hacia nosotros, el otro hombre había aflojado mi brazo observando la reacción de Alejo.
-Así son estos putos, no entran en razón si no es a base de golpes. -soltó mi brazo y solo sentía un dolor que me atenazaba el estómago, me colgaba inerte dislocado de mi hombro, pensaba desmayarme por el dolor que sentía y hubiera sido lo mejor.
-¡Venga!, ayúdame a colocarlo quiero follarme a este puto antes de que se desmaye, estos maricones de ahora son unos flojos. -sentía como me levantaban entre los dos hombres, sujetándome uno por las axilas y otro por las piernas hasta tirarme sobre una especie de asiento alargado.
En algunos instantes mi vista se oscurecía y perdía el conocimiento, el dolor me obligaba a volver en mi y darme una ligera idea de lo que pasaba, me arrancaron la camisa y el slip dejándome totalmente desnudo.
Escuchaba sus risas agudas y chillonas, y de repente me abrieron las piernas y uno de ellos me introdujo la verga de un golpe, la verdad era que el dolor del brazo impedía que sintiera en plenitud otros dolores menores, me movían entre los dos sin piedad hasta que noté la polla del otro queriendo penetrarme a la vez.
Gemí, porque no podía gritar, al sentir como mi ano se desgarraba sintiendo correr la sangre entre mis piernas, y las dos pollas perforándome el dolorido ano.
Prácticamente me sentía más muerto que vivo y solo quería que aquello terminara. -¡Por favor que acabe esto de una vez! Me follaban sin compasión introduciéndome las dos vergas con morbosa saña para causarme daño, y a veces alguno de ellos me metía los dedos estirando mi roto culo.
De repente hubo un fuerte ruido al abrirse la puerta.
-¿Qué estáis haciendo hijos de puta? -la voz de Damián retumbaba en mis oídos y las dos pollas salieron de mi culo, pero ya no sentía dolor, solo un profundo sueño que me llevaba a la nada.
-Deja que te explique. El muchacho iba a escapar ayudado por el puto tullido de mierda y pude pararles los pies a tiempo.
-No le creas Damián, está mintiendo. -la voz de Goio, entre lloros, me sonaba lejana y difusa.
-No te creo escoria, eres puta basura. -otra vez Damián.
-¡Alto, alto policía, baje el arma! -mis oídos se llenaron de estampidos y lo último que pude sentir fue un fuerte golpe en el hombro sano, y como un saco que se me caía encima.
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Escuchaba murmullos ininteligibles pero no podía abrir los ojos, tampoco quería hacerlo, me encontraba en un limbo donde no estaba la sensación de dolor presente, solo una impresión de profunda e insondable paz envolviéndome.
La siguiente vez que me percibí como un ser vivo, conseguí abrirlos lo suficiente para que la mirada quedara prendida en la dulce sonrisa de Álvaro, a la vez escuché un gemido y unos labios que me besaban la mano del otro lado.
-Álvaro…
-¡Shissss! No hace falta que hables. -cerré los ojos y los volví a abrir al sentir de nuevo los labios que me besaban, giré la mirada y Pablo me sostenía la mano envuelta en la suya.
-Pablo…
-Ángel, perdóname, no supe cuidar de ti. -le vi los ojos enrojecidos y húmedos y creo que conseguí esbozar un gesto pretendiendo ser sonrisa.
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Un mes mas tarde seguía en el hospital, podía sentarme en la cama, recibir visitas, leer y escuchar música. Resultaba raro que me dejaran solo, aunque ahora, a las noches, conseguía que se fueran a dormir y descansaran.
No pensaba que fuera tan importante para ellos, ni que me quisieran como ahora demostraban, Eduardo, Erico, Rubén, David, Alberto y Oriol, hasta Ana María y don Manuel me visitaban, pero sobre todo Álvaro y Pablo que se disputaban estar a mi lado para hacerme compañía, uno u otro, o los dos, eran constantes llegando todos los días hasta que les pedí que se ocuparan de sus cosas que habían dejado desatendidas por mi culpa.
Un día llegaron un hombre y una mujer a visitarme, la mujer llevaba un brazo sujeto por un arnés en cabestrillo, Pablo me los presentó como el inspector Juan Gutiérrez y su ayudando la sub inspectora Lara Alvarado, lo agentes encargados de mi caso y los que me habían rescatado. Querían hablar conmigo y pidieron a Pablo y Álvaro que nos dejaran solos.
-¿Goio?, el chico que estaba en la casa conmigo, ¿dónde se encuentra? -la señora Alvarado me cogió de la muñeca.
-Murió durante el rescate, se colocó delante de ti para que los proyectiles no te alcanzaran. -sentía correrme las lágrimas, al final quien tenía tanto miedo había sido el más valiente.
Damián había conseguido escapar, y creían que pronto lo encontrarían para arrestarle y llevarle ante la justicia. Alejo, su compañero y Goio habían muerto por los disparos de Damián, y la señora Alvarado había resultado herida igual que yo, una de las balas que atravesó el cuerpo de Goio me había herido a mí también.
Estuvieron haciéndome preguntas sobre lo que podía haber escuchado, lugares donde Damián podría estar oculto, pero yo no podía ayudarles mucho, en realidad me habían mantenido aislado excepto las visitas que recibía de Goio para llevarme la comida.
-Nada más, ya ha sido suficiente. -se pusieron de pie para marchar y entonces el policía Gutiérrez me formulo la última pregunta.
-¿Quieres decirnos algo más, algo que te haya sucedido aparte de lo que hemos hablado? -miré la amplia frente de aquel hombre, sus agudos y escrutadores ojos observándome, lo mismo que los de la mujer policía.
Aquellos polis eran muy listos, me estaban brindando la oportunidad de que les contara mi verdadera situación, de alguna manera sospechaban que algo más estaba pasando. No tuve que pensarlo mucho y la elección que debía tomar estaba muy diáfana en mi mente.
-No inspector, no tengo más que que contarles. -se miraron el uno al otro un breve instante.
-Esta bien, tus amigos y protectores no parecen mala gente, si en algún momento cambias de parecer puedes buscarnos. -estaban para abrir la puerta y salir y los detuve.
-Sí que hay algo que quiero decirles, gracias a los dos por salvarme. -la mujer me envió una sonrisa y el hombre hizo un gesto con la mano quitándole importancia.
Pasé otro mes en el hospital recuperándome, no era necesario y las curas podían habérmelas hecho en casa, pero Eduardo quiso que estuviera continuamente vigilado por los médicos y que no saliera del hospital hasta que pudiera levantarme, caminar y manejarme por mi cuenta. Álvaro volvió a su trabajo y me visitaba un día de la semana, Pablo lo hacía todos los días cuando salía de la universidad hasta que me dieron el alta.
Aquel día, a media mañana, llegaron Álvaro y Pablo y se pusieron a recoger las cosas que me habían traído para que me entretuviera el tiempo que estuve hospitalizado, y que junto con la ropa llenaban dos maletas, bajaron para firmar la documentación de salida y por último le dieron las instrucciones precisas a Álvaro para que me hiciera las curas que faltaban y vigilara el proceso, me dejaban a su cargo.
Me sentí un poco violentado cuando me colocaron desnudo enseñando el trasero, Álvaro era médico y Pablo me lo había visto cientos de veces, pero no era lo mismo, me hacía sentir vulnerable que cuatro hombres y una enfermera estuvieran hurgándome el trasero y hablando tan tranquilos de como me tenía que hacer las curas.
Cuando los médicos nos dejaron solos subió a recoger mi equipaje el nuevo chofer que Eduardo había contratado, le acompañaba un hombre uniformado. Esta vez se trataba de un hombre de mediana edad, si que era corpulento, pero no como Damián y su cara me inspiró confianza desde el primer momento.
Tenía dudas que deseaba que me aclararan y comencé a preguntarles, sobre todo a Álvaro, me había sorprendido que los doctores le indicaran como debía hacerme las curas, además de que ya me sentía bien.
-¿Por qué tienes que cuidarme tu? Tienes que hacer tu trabajo y no vas a venir todos los días y hacer un viaje de más de una hora. -en lugar de hablar él fue Pablo quien comenzó a explicarse.
-Teníamos que habértelo dicho, pero fue anoche cuando se decidió todo. Don Manuel ya no tiene nada que ver contigo, ahora dependes de Álvaro y pensamos que durante un tiempo estarás mejor apartado de la ciudad, por seguridad y para que termines de reponerte. -miré cabizbajo a Álvaro al que le veía azorado.
-¿O sea que ahora soy tuyo? ¿Te pertenezco y eres mi dueño? -me cogió la mano y la apretó sobre su pecho.
-Ahora eres libre para hacer lo que desees, no me perteneces, ni a mi, ni a nadie. Solamente quiero cuidarte un tiempo, hasta que estés bien y no corras peligro, luego tu decidirás lo que quieras hacer. -me dejó tan asombrado que no pude reaccionar.
Se había sentido molesto por mis palabras y no se las había dicho como crítica, sólamente para confirmar lo que pensaba y en realidad eso era lo que quería, ser suyo y que me cuidara siempre, pero miré a Pablo y me surgieron las dudas, deseaba lo mismo de este otro hombre, Pablo me había enamorado mientras me entrenaba para mi vida de chico de compañía, vulgarmente llamados putos.
-Álvaro te va a llevar a la hacienda de sus padres, allí permanecerás descansando y podrá atenderte, él vive con ellos y se desplaza para su trabajo que está cercano, pero solo será si tu quieres. -estaba claro que tendría que separarme de Pablo aunque fuera temporalmente.
-Todos tenemos miedo de que ese malvado vuelva a intentar hacerte daño, seguramente la policía le localizará en poco tiempo. -parecían expectantes los dos esperando mi respuesta, y si ya habían decidido entre todos lo que sería mejor para mi tampoco podía oponerme, no tenía donde ir.
-De acuerdo, haré lo que vosotros digáis. -y en ese momento sentía los brazos de los dos hombres apretándome, y sus labios sobre mis mejillas, uno a cada lado.
Llegamos a la mansión de Eduardo y comimos allí, yo tenía que llevar un régimen de comida ligera por los problemas de mi culo, me lo habían tenido que coser, y aunque ya no sentía nada, debía continuar cuidándolo.
Mi equipaje lo llevaría el nuevo chofer, Ana María había encargado a Carmen que lo preparara, yo partiría más tarde con Álvaro, cerré la puerta de mi habitación pensando si alguna vez volvería a hacer uso de ella o sería otro muchacho el que la ocupara.
Pablo me pidió que me cuidara y que me visitaría algún fin de semana, me prometió que las vacaciones de Navidad las pasaría con su tío, en la hacienda de los abuelos de Oriol, o sea, a diez minutos de donde yo estaría.
Los padres de Álvaro me recibieron encantados, más su mamá que su padre. El viaje lo hicimos en dos horas, Álvaro parecía no tener prisa en llegar y no pasaba de los ciento diez kilómetros hora, no le dije nada, pero pensé que deseaba que mirara el cambiante paisaje que atravesábamos, los verdes bosques escalando imposibles laderas en ochenta kilómetros de sinuosa autopista entre montañas, y la autovía que surcaba la infinita llanura de tierras de cultivos, de viñedos ahora sarmientos leñosos, para podar en espera de la próxima cosecha, la tremenda inmensidad salpicada de pequeñas islas de arbolado y matorral para proteger la fauna.
-Es todo muy bonito Álvaro, impresionante. -colocó la mano derecha en mi muslo y lo apretó.
-Sabía que te gustaría, el campo es precioso en cualquier época del año y ahora no es precisamente la más bonita, aunque el otoño me inspira paz prefiero la primavera entre todas ellas. El tío de Pablo podrá llevarte a dar largos paseos a caballo, él se encarga de nuestras tierras lo mismo que hace con las de la familia de Oriol, te enseñará toda la comarca para que no te aburras metido en casa. -le cogí la mano y me la llevé a los labios, cuando la utilizó para un cambio de velocidades no volvió a colocarla en el lugar que yo deseaba.
Eran personas mayores, su padre tendría más de setenta años, alto y delgado, muy estirado con abundante pelo, blanco como la nieve y bigote recortado, su madre era más baja y muy delgada, nerviosa y movida, algo más joven que su marido, pero también con el pelo blanco-azulado y un poco ensortijado, vestía un pantalón ajustado con camisa que le cubría el trasero y zapatillas con suela de goma, informal y de sonrisa alegre, que lo primero que hizo fue abrazarme antes que a su hijo.
-Bienvenido a tu casa Ángel. -después del abrazo se separó para quedarse mirándome. Dejo que de su boca saliera una risa tierna.
-Eres muy guapo, precioso. -me puse rojo, pero luego abrazó a Álvaro un instante mientras el padre me daba la mano.
Álvaro me llevó a mi habitación en la primera planta de la casa.
-Esta es mi habitación, por si alguna noche tienes pesadillas y te asustas, para que sepas donde encontrarme, y esta es la tuya. -lo primero que hice fue llegar hasta el gran ventanal y mirar el impresionante paisaje que tenía ante mi, la llanura interminable y la montaña al fondo escalada de verdes pinares, a la izquierda, pero lejos, se veían las edificaciones de un pueblo grande.
-Allí tengo mi trabajo, el ambulatorio y hospital de la comarca, esto es un poco solitario, espero que no te canse, en el pueblo tienes tiendas y lugares de diversión. -se había quedado detrás de mi, a mi lado y me di la vuelta para abrazarlo.
-Gracias Álvaro, no quiero ser una carga para tus padres, parecen tan…, tan buenos. -soltó una carcajada alegre, nunca le había visto reír de esta manera espontánea y tan sincera.
-¿Pero qué dices? Están locos por tenerte, salen poco, a las haciendas vecinas o al pueblo para ir a la iglesia y de compras, casi nunca a la ciudad. No te dejaran tranquilo y te llegarás a cansar de ellos. -deseaba en ese momento que me besara, y como no lo hacía él, enlacé su cuello y le bajé la cabeza para besarle los labios.
-No me provoques Ángel, igual luego no puedo pararme.
-Tenemos que hablar Álvaro, tengo que explicarme.
-Creo que Pablo ya me ha contado bastante, se por todo lo que has pasado, y a pesar de todo me siento agradecido, porque todo ello ha sido para bien y te he podido conocer y ver que eres mil veces mejor de lo que imaginaba.
-Álvaro ahora estoy marcado por todo el cuerpo. -no quise añadir que también tenia marcada el alma.
-No es nada, esas pequeñas marcas desparecerán, solamente tendrás de recuerdo la del proyectil que no es para tanto, las heridas de tu culo son mayormente internas, volverás a ser como eras, con los ejercicios que te han prescrito volverás a ser tu mismo, lo demás lo olvidarás con el tiempo.
-¡Oh! Álvaro, abrázame fuerte quiero ser tuyo voluntariamente y pertenecerte, no quiero volver a ser de tu tío, ni de nadie más. -me apretó contra su pecho y me besó la oreja, milagrosamente mis pendientes continuaban adornándome los lóbulos como si fueran una extensión de mi cuerpo.
-¿Y de Pablo que me dices? Tu le quieres, se te nota cuando le miras. -me quedé con la boca abierta, por un instante lo había apartado de mi cabeza. Sabía que le debía sinceridad aunque mi confesión le apartara de mi.
-Es cierto Álvaro, quiero a Pablo pero él a mi no.
-¿Qué dices, te adora, o estás ciego para no verlo? Yo también te quiero, te amo Ángel, los dos te amamos y serás tú el que tendrá que decidir con quien te quedas. -Álvaro ponía con crudeza, ante mi, el gran dilema.
-No quiero elegir, pedirme eso, que elija, es cruel, además ¿qué hay entre Pablo y tú. -Álvaro me besó los ojos, la frente y los labios entre risas contenidas.
-Somos amantes, desde siempre, de pequeño le violé y desde entonces es mío. no dejaba de reír y de besarme.
-Somos amigos, nada más que eso, tengo cinco años más que él, nueve más que tu. Desde que comenzó a acompañar a su tío estrechamos nuestra amistad aunque ya nos conocíamos de visitas a la casa de Oriol y sus primos, ¿sientes celos Ángel?
-No lo se, no me entiendo Álvaro, solo siento que os amo a los dos y no os quiero perder, pero ahora olvidémonos de Pablo de momento.
-Mi ángel, eres una tentación, increíblemente hermoso y tan complicado, tenía tantas ganas de conocerte, de verte en persona que pensé que eras una aparición cuando te encontré en el templo.
-Álvaro, también yo he pensado mucho en ti pero no me atrevía a escribirte, no podía hacerte daño, amor mío, tengo en el recuerdo todas tus cartas, cada palabra de amor que me decías, te necesitaba tanto. -sentía como la tensión sexual se abría camino en nuestros cuerpos, y el deseo de que sus labios siguieran besando los míos, y de sentir en mis manos el bulto que se le empezaba a formar en la entrepierna, pero unos suaves golpes en la madera de la puerta me avisaban de que no era el momento adecuado.
Una chica de servicio uniformada venía a avisarnos para que bajáramos a la planta inferior, no me había dado cuenta pero habían transcurrido las horas, nos lavamos rápidamente, cada uno en su baño y pasó a recogerme para bajar las escaleras, él sujetándome la mano y yo nervioso esperando la reacción de sus padres cuando nos vieran, intenté soltarme pero él no me dejaba, y hasta me llevé una desilusión, para sus padres parecía que fuera la cosa más natural mundo que su hijo hiciera la entrada en el comedor cogiendo de la mano a otro muchacho.
La cena resultó una delicia, y también un suplicio, agradecí interiormente que la charla terminara, sentía dejar allí a las maravillosas personas que me ofrecían su amistad y el cobijo de su casa, pero necesitaba con urgencia a mi Álvaro y busqué un pretexto de cansancio para retirarme.
-Lo siento pero estoy muy cansado de tanto trajín. -la señora se disculpó por no haberlo tenido en cuenta y enseguida nos despedimos para subir a nuestras habitaciones.
Nos abrazamos al entrar en su habitación y los besos comenzaron para apartarme seguidamente de su lado y mirarme. Adelantó la mano y me acarició la cara para ir descendiendo por el cuello y la llevo a la espalda, se detuvo indeciso y la iba a apartar, rápidamente se la sujeté y se la llevé a mis nalgas.
Reaccionó apretándolas y dándolas un suave masaje y me fue llevando a la cama, deseaba quitarle la ropa y comencé bajándole los pantalones y el bóxer, era la primera vez que veía su miembro viril, ligeramente más grande que el mío pero más pequeño que el de Pablo, un poco grueso con una hermosa cabeza grande y roja, la boca se me hizo agua. Los testículos los tenía apretados en la base de la verga y eran bastante peludos, lo mismo que la base del pene.
Me había quedado mudo admirándole y su voz me sacó del ensueño.
-Desnúdate Ángel. -comenzó a pasar las manos delicadamente por mi pecho plano acariciándolo con la punta de los dedos y a darme delicados pellizcos en los pezones.
Se sentó en la cama y tiró de mi hasta quedar tumbados, sin pensarlo llegué a su pene y me lo metí en la boca, no podía resistirme a probar su dulce verga. Después de unos minutos chupándola me la quitó de la boca y se montó en mi pecho.
-Lo he soñado tantas veces, lo deseo con tal fuerza que me gustaría meterte la verga y romperte el culo. -alucinaba mirando sus ojos llenos de lujuria.
-Hazlo Álvaro, no te contengas, no me importa.
-¡Oh! ángel eres tan maravilloso, tu culito me volvió loco cuando me enviaste las fotos. -aún lo recordaba como si hubiera sido ayer, después de hacerlo me sentía sucio por lo altamente erótico que resultaban.
-Te amo Álvaro.
-Me gusta que me lo digas.
-Sabes que Pablo no me deja que le diga que le quiero.
-Él se lo pierde, me tienes a mi que me encanta escucharlo.
-Mi amor, mi vida. -a la vez que me besaba sentía sus dedos acariciándome el ano muy suavemente y queriendo penetrarme a veces.
-¿Sientes mis dedos?
-¡Oh! Álvaro, parecen mariposas aleteando en mi culo.
-Protesta si te hago daño.
-Lo haré mi amor, pero ya lo tengo curado, me gustan tus dedos pero prefiero tu verga.
-Vicioso.
-Quiero probarla, sentirla. -encogí las piernas ofreciéndome.
-Tómame Álvaro, hazme que sienta tu hombría.
-Mi amor, me vuelves loco, te deseo. Por favor avísame si te duele. -era tan delicado, tan sensible pensando en mi.
Deslizó la polla un par de veces por el perineo y la dejó en la diana de mi ano sin atreverse a meterla, tuve que colocar los talones de mis pies en su culo y empujarle para que se decidiera.
-Dámela de una vez, no aguanto más. -y entonces sentí su fuerza y como el glande venció la barrera de mi ano, pensé que iba a sentir algún dolor por el desgarro que me tuvieron que coser, pero la verga avanzó hasta llenarme por completo el recto.
Sentía la cabeza gorda del glande rozando las paredes y resultaba deliciosa, creo que había ganado en sensibilidad o era porque había pasado más de dos meses sin follar, o lo más seguro, por las ganas que tenía de sentir a Álvaro en mi interior.
-Mi amor estoy todo dentro de ti.
-Si, siento tu gorda verga, me encanta, la siento rica. -mi culo funcionaba como nunca y pronto empezó a jugar el solo apretándole la polla.
-Mo voy a mover, ¿estás bien?
-¡Por favor! Álvaro, fóllame, mueve tu verga caliente. -su follada al principio fue muy suave hasta hasta que cogió confianza y se convirtió en algo salvaje y delicioso.
-¡Ummmmmm! Qué rico mi amor, que locura. -le miraba a los ojos y le veía gozar sabiendo que me tenía.
-Eres mío, no volverás a escapar. ¡Hoo! ¡Hoo! ¡Hoooooo! Tu culito…, tu culito, me gusta. -gemía profundamente como un auténtico macho.
Me sacudía muy fuerte deseando llegar al final hasta que se dejó caer para unir nuestras bocas y se comenzó a correr.
-Me corro, me corro mi amor.
-Yo también Álvaro. ¡ayyy! ¡ayyy! Mi vida no aguanto más.
Era la primera follada que Alvaro me daba, la primera vez que me hacía el amor, y yacía sobre mi sin poder respirar ni moverse, completamente agotado, pero abrazado por mis piernas y brazos para sentirle muy mío, como había deseado tantas veces cuando aún no nos conocíamos personalmente. Era el momento que ambos habíamos soñado y deseado con tantas ganas.
Seguirá…